HUELGA DE LOS TRABAJADORES DE TMB: EL AYUNTAMIENTO DE COLAU MUESTRA SU VERDADERA CARA ANTI OBRERA


Los días 22, 23, 24 y 25 de febrero están convocadas huelgas y paros en los transportes urbanos de Barcelona dependientes de TMB, empresa municipal, y de la red de cercanías coincidiendo con la celebración en la capital catalana del World Mobile Congress, feria internacional de la telefonía móvil que espera convocar a 95.000 asistentes según la prensa especializada. Si bien las convocatorias no rompen con la dinámica habitual de las huelgas legales y sometidas al arbitraje público, con la aceptación de un 50% de servicios mínimos en hora punta para Metro de Barcelona y con la convocatoria, para los autobuses, sólo de 2 horas de paro por turno, el daño más que previsible que se realizará al gran escaparate empresarial que Barcelona tiene previsto organizar estos días en sus calles, ha puesto en alerta a patronal, gobierno autonómico y consistorio municipal, que piensan emplear toda su fuerza para vencer a los trabajadores. De entre todos ellos la alcaldesa Ada Colau ya se ha destacado por encabezar esta reacción mostrando la verdadera naturaleza de su gobierno y de su partido, siempre en contra de cualquier alteración de la paz social, por mínima que esta sea, y siempre en defensa de los intereses de la burguesía local.

El World Mobile Congress es una de las iniciativas con que la burguesía catalana, firmemente apoyada por todos los ámbitos gubernamentales (del central español al último ayuntamiento de la periferia barcelonesa), pretende revitalizar la economía local, duramente dañada por la crisis capitalista. Se trata de continuar en la línea de la reconversión de la ciudad en una gran feria comercial continua que atraiga inversores de manera permanente de la misma manera que la reestructuración del puerto y el auge de la industria hotelera han llenado las calles de cientos de miles de turistas. Los proletarios de Barcelona, aquellos que no participan del boom urbanístico y comercial, que no tienen negocios para turistas, que no van a ver crecer sus negocios con las inversiones de las empresas de telefonía móvil, saben perfectamente cuáles son las consecuencias de esta política: aumento sistemático de los precios, expulsión de las clases populares a la periferia extrema de la ciudad, aumento desmesurado de la presencia policial, etc. El WMC, señera barcelonesa para atraer la inversión internacional, se realiza en cualquier caso contra el proletariado barcelonés, sobre cuyas espaldas caen sus cargas, y el Ayuntamiento de Ada Colau cumple con la misión de que esto se realice sin trabas.

Por su parte los trabajadores de TMB llevan meses exigiendo el fin de la congelación salarial. Sus exigencias básicas son el aumento de 150 euros mensuales el próximo año y de otros 150 el siguiente además de que se hagan 600 nuevos contratos fijos en la empresa. Por su parte la patronal propone una subida salarial mucho menor, del 1% anual, y tan solo 265 contratos. Otra cuestión que genera tensión entre los trabajadores, según se ha manifestado en algunas de las asambleas realizadas por estos, es el hecho de que durante estos años el sueldo de los directivos puestos a dedo por el Ayuntamiento ha subido aproximadamente un 14%, cosa que para la patronal es necesaria para evitar que estos “valiosos” gestores no se marchen a empresas privadas.

El Ayuntamiento dirigido por Ada Colau, líder del partido Barcelona En Comú que ganó las últimas elecciones municipales sobre la corriente del famoso “cambio”, ha intervenido activamente en la negociación durante los últimos días. Comenzó la alcaldesa afirmando que “Todo el mundo sabe que una huelga es incompatible con una mesa de negociación”, para continuar después aireando las supuestas nóminas estratosféricas de los empleados de TMB como manera de presentarles bajo el famoso sambenito de privilegiados, sin olvidarse del recurrente argumento de la patronal según el cual “hay un marco presupuestario limitado y si aceptásemos la propuesta estaríamos comprometiendo la calidad del servicio público, deberíamos empeorar el servicio, aumentar las tarifas o subir los impuestos”. De parte de quién está el Ayuntamiento “del cambio”, es algo evidente y parece que los trabajadores de TMB tenían razón cuando en su manifestación del día 22 coreaban “nos la ha colao, Colau”.

La huelga de los trabajadores de TMB no es muy diferente de tantas otras huelgas y paros laborales convocados a lo largo de los últimos años: respeto escrupuloso de una legalidad que vuelve completamente inefectivas las luchas aceptando la regulación del Estado, los servicios mínimos que sólo permiten a la mitad de los trabajadores participar en la huelga, preaviso que permite a la patronal organizarse para resistir en las mejores condiciones posibles… Pero su gran punto fuerte ha sido que se ha realizado en las fechas en que la burguesía catalana y española, con el rey y el gobierno en funciones del país a la cabeza, esperaban una verdadera orgía del comercio y los negocios que catapultase a la región al primer plano de la inversión tecnológica mundial. Es decir, los trabajadores de TMB han elegido una fecha en que realmente podían dañar a la patronal y a la burguesía. Han mostrado que la fuerza de la clase proletaria reside en que, mediante su unión, mediante su acción organizada, pueden tocar realmente los intereses de la clase enemiga y que esta es la única vía para imponer sus exigencias. Que la huelga de TMB es realmente una huelga dañina, que coloca en apuros al conjunto de la patronal catalana y española, lo demuestra el hecho de que ambas, unidas a sus respectivos gobiernos locales y nacionales, se han lanzado al unísono contra los huelguistas.
El Ayuntamiento de Colau, que ya se estrenó en la lucha anti obrera contribuyendo a desorganizar y vencer la lucha de los trabajadores de las subcontratas de Movistar la primavera pasada, y la Generalitat gobernada por Puigdemont, esa a la que la supuesta extrema izquierda de las CUP ha dado su voto favorable en el Parlament, han organizado el esquirolaje desde el primer momento junto con la empresa organizadora del MWC: ferrocarriles de la Generalitat ha reforzado el servicio de trenes con parada en Fira Gran Vía (sede central del MWC); los taxis de toda Barcelona podrán trabajar el jueves aunque ese sea su día de libranza; en el Area Metropolitana de Barcelona se han reforzado los autobuses que enlazan con Baix Llobregat y Barcelonés Norte, además del Aerobus (transporte al aeropuerto), el Nitbus (nocturno) y los taxis de la periferia. Todo un despliegue de medios que, bajo el amparo de la legalidad burguesa y con el patrocinio de nacionalistas y reformistas en los distintos gobiernos, está dirigido como una escuadra de combate contra la fuerza que están mostrando los trabajadores de TMB.
De hecho el Ayuntamiento de Barcelona ha sido muy claro respecto a la posición que mantendrá en este conflicto y en los próximos que llegarán: económicamente no es viable satisfacer las exigencias de los trabajadores porque la economía municipal se resentiría, además el servicio público es incompatible con estas exigencias. Por supuesto no dice nada de cómo se resentirán las arcas municipales con los 3.000 agentes de policía desplegados en las calles de Barcelona estos días o con los 15 millones de euros de dinero público destinados al MWC ni la compatibilidad del servicio público con la inauguración de la línea 9 de metro al aeropuerto o con las exenciones fiscales prometidas a los congresistas. El Ayuntamiento de Barcelona ha dejado claro que está y estará siempre y en todo momento contra los trabajadores y a favor del capital: contribuirá a su derrota con todos los medios.

La huelga de los trabajadores de TMB muestra la verdadera cara del oportunismo que gobierna en Madrid, Barcelona y otras grandes ciudades desde el pasado mes de mayo: su “programa social” consiste, a lo sumo, en intentar mitigar mediante la caridad burguesa algunas de las situaciones de tensión social más escandalosas. Pero cuando los proletarios sacan los pies del tiesto, cuando luchan tanto contra la patronal como contra las instituciones públicas que están al servicio de esta, cuando desenmascaran por la vía de los hechos la verdadera cara del cambio, se encontrarán enfrente a un gobierno igual de dispuesto que sus antecesores a romperles el espinazo. Cuando la lucha de clase vuelve a la superficie después de las ilusiones del cambio, se muestra claramente que el Estado, tanto en sus niveles nacional, autonómico o municipal y esté quien esté en el gobierno, es el Estado de clase de la burguesía y que su primera función es mantener la paz social sobre las espaldas de la clase trabajadora, garantizando su explotación para la buena marcha de los negocios.

Tanto los proletarios de Barcelona como los del resto del país deberán aprender la lección. Se encuentran solos frente a la clase burguesa. La corriente renovadora de las instituciones sólo es una ilusión que pretende ocultar que estas siguen estando al servicio de sus enemigos de clase y que siempre les exigirá anteponer los intereses de la economía, de la ciudad o del país a los suyos propios. Frente a ellos, únicamente podrán contar con sus propias fuerzas, con los medios y métodos de lucha, que rompan con la conciliación entre clases dañando realmente a la burguesía, y con la solidaridad de sus hermanos de clase.


23/2/16 Partido Comunista Internacional (El Proletario) www.pcint.org




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