Mostrando entradas con la etiqueta comunismo o barbarie. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta comunismo o barbarie. Mostrar todas las entradas

 

Los campesinos luchan para defender sus intereses de pequeños empresarios en su enfrentamiento con los Estados nacionales.

Los proletarios deberán luchar en todos los países contra los empresarios y los Estados burgueses.



Después de quince días de movilizaciones marcadas por los bloqueos de carreteras, por diversas manifestaciones, por la amenaza de bloquear París y por la tentativa de ocupar el mercado al por mayor de Ringins…, el movimiento de los agricultores ha acabado con el llamamiento de los principales sindicatos: FNSEA -Federación de Explotaciones Agrícolas- que representa al omnipotente lobby agrario (su presidente Arnaud Rousseau, un gran propietario es jefe de Avril, un gran grupo agroindustrial, y de una quincena de empresas) y Coordinamento Rurale, cercano a la extrema derecha. El gobierno ha satisfecho ampliamente las peticiones lanzadas por estos sindicatos, en particular el mantenimiento de la subvención fiscal sobre el gasóleo agrícola, la liquidación del plan encaminado a reducir el uso de los pesticidas que envenenan a la población, la eliminación de los vínculos ambientales y administrativos, el rápido pago de las indemnizaciones debidas por las recientes catástrofes y de los subsidios europeos, el control de los precios pagados por las grandes distribuidoras a los productores para garantizar a estos últimos cierto beneficio (ley Egalim), etc. Un tercer sindicato, la Confederation Payseanne, contraria al “agrobusiness” de la FNSEA y próxima a los “activistas de la anti globalización” ha intentado, en vano, seguir adelante con el movimiento.

Más allá de Francia, estas movilizaciones campesinas han afectado (y están afectando aún) a un buen número de países europeos: Holanda, Polonia, Alemania, Rumanía, Bulgaria, Hungría, Lituania, Letonia, Grecia, Bélgica, Suiza, Italia, España, Portugal, Eslovaquia, etc. En estos países se han reivindicado puntos específicos, pero en todas partes las reivindicaciones están ligadas a la inflación (del precio de los carburantes y de los abonos, de los fertilizantes, etc.) y a las obligaciones de reducir (un poco) el daño al medio ambiente, mientras el aumento de la competencia presiona sobre los precios de venta, reduciendo la rentabilidad de las empresas agrícolas hasta el punto de poner en peligro su supervivencia.

En particular, desde el inicio de la guerra ruso-ucraniana, la unión Europea ha eximido de impuestos a los productos agrícolas ucranianos ya que las exportaciones agrícolas son la principal fuente de divisas para Kiev; es necesario, por ello, que Ucrania tenga recursos suficientes para pagar las armas de los países occidentales y devolver los préstamos tan generosamente concedidos. Pero Ucrania, donde la producción agrícola para la exportación se lleva a cabo en empresas gigantescas con costes de producción muy bajos, mientras que la mayor parte de los campesinos sobrevive en pequeños terruños, es un coloso agrícola y el boom de sus exportaciones agrícolas hacia Europa (+176% en volumen entre 2021 y 2023) ha desestabilizado algunos sectores (aves de corral, miel y azúcar, en particular). Todavía los agricultores se lamentaban de la competencia de otros países extraeuropeos, lo que explica su oposición a los tratados de libre comercio, incluso por parte de los países europeos.

En realidad, en los periodos de dificultades económicas, la competencia aumenta y la crisis lleva al colapso de las empresas más débiles: esta es una ley del capitalismo a la cual las empresas agrícolas no pueden sustraerse. La agricultura europea se ha convertido en una de las primeras en el mundo y la primera exportadora mundial, gracias a los subsidios que recibe en el cuadro de la PAC (Política Agraria Común) o directamente de sus respectivos Estados. Estos subsidios han permitido aumentar el desarrollo capitalista de la agricultura promoviendo la concentración de la tierra y la mecanización de las empresas agrícolas. El resultado es que hoy, de media, el 29% del rédito agrícola en la UE viene de subsidios; pero esta cifra llega al 45% en Alemania, al 80% en Francia e incluso al 93% en Finlandia (fuera de la UE al 70% en Suiza y al 82% en Noruega). En Francia la cifra llega al 100% en algunos ámbitos como la cría bovina. 

Estas subvenciones masivas que normalmente mantienen a flote las explotaciones menos rentables (mientras aseguran jugosos beneficios a las más grandes) se vuelven insuficientes en caso de crisis económica o climática, como la sequía en España. Los medios de comunicación han multiplicado sus reportajes sobre las dificultades de los agricultores para obtener unos ingresos adecuados, sus exiguas pensiones, etc. (en Francia, una cuarta parte de los agricultores vive por debajo del umbral de la pobreza; en Rumanía, millones de agricultores viven miserablemente en tierras demasiado pequeñas para recibir ayudas de la PAC); pero nunca hablan de la situación de los trabajadores agrícolas, a menudo sometidos a una explotación brutal, sobre todo cuando se trata de temporeros inmigrantes.

Al igual que los proletarios, los campesinos se ven afectados por la crisis económica y son víctimas de las convulsiones del capitalismo; pero como "agricultores directos" no se oponen al capitalismo, sólo pueden defender los intereses patronales de sus empresas (reducción de las "cargas sociales", etc.), exigir el apoyo del Estado, el cierre de las fronteras y el aumento de los precios de sus productos,... todas ellas reivindicaciones antiproletarias. En el mejor de los casos, algunos de ellos defienden la perspectiva de una agricultura "otra", "no productivista", respetuosa con el medio ambiente y la salud, ¡una perspectiva tan ilusoria como la de una sociedad "con rostro humano", mientras no se destruya el capitalismo!

 Hace más de un siglo Lenin escribió: 'El campesino se mata a trabajar, más que el asalariado. El capitalismo condena al campesinado a la mayor opresión y a la ruina. No hay otra vía de salvación que la unión con los asalariados en la lucha de clases. Pero para comprender esta conclusión, el campesino debe, durante largos años, perder todas sus ilusiones sobre las consignas engañosas de la burguesía" (1). Y el campesinado sólo podrá comprenderlo si los proletarios entran realmente en la lucha para defender sus intereses de clase contra el capitalismo y todos los Estados burgueses, sin dejarse desviar por los partidarios de los sindicatos interclasistas y nacionalistas, por la instauración de una sociedad sin clases ni mercados, sin fronteras ni Estados: ¡el comunismo!

 

Partido comunista internacional (El proletario) - www.pcint.org/

- 09 de febrero de 2024

 __________

NOTA: 

(1) Cfr. Lenin, El trabajo infantil en la hacienda campesina, 12 junio 1913, Opere, vol. 19, p. 449.

 

 

 

_____________

ALGUNOS TEXTOS SOBRE EL CAMPO Y LA CUESTIÓN AGRARIA publicados anteriormente:

> Intensificación agraria vs intensificación comunista:https://valladolorentodaspartes.blogspot.com/2023/06/el-campo-como-fabrica.html?m=1



OTROS TEXTOS:
> La cuestión de la tierra a lo largo del desarrollo de la lucha de clase del proletariado español: https://www.pcint.org/05_ElPC/ElPC_55/55_tierra-spana.htm

 

[Ante la aparición de gruspúsculos "fascistas" o "tercerposicionistas" -vestidos de negro, rojigualda, rojo o verde con sus discursos xenófobos, RESCATAMOS unas líneas del MANIFIESTO COMUNISTA, primera formulación del programa revolucionario del proletariado que dejó claramente fijada la posición de los comunistas para todo el arco histórico que conduce a la revolución proletaria 

NO HABRÁ PERDÓN: DE ROJO VERDE O NEGRO, ABONO PARA EL HUERTO ]


"Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros.

No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.

Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto. (...)

Las proposiciones teóricas de los comunistas no descansan ni mucho menos en las ideas, en los principios forjados o descubiertos por ningún redentor de la humanidad.  Son todas expresión generalizada de las condiciones materiales de una lucha de clases real y vívida, de un movimiento histórico que se está desarrollando a la vista de todos. La abolición del régimen vigente de la propiedad no es tampoco ninguna característica peculiar del comunismo. (...)


A los comunistas se nos reprocha también que queramos abolir la patria, la nacionalidad.

Los trabajadores no tienen patria.  Mal se les puede quitar lo que no tienen.  No obstante, siendo la mira inmediata del proletariado la conquista del Poder político, su exaltación a clase nacional, a nación, es evidente que también en él reside un sentido nacional, aunque ese sentido no coincida ni mucho menos con el de la burguesía.

Ya el propio desarrollo de la burguesía, el librecambio, el mercado mundial, la uniformidad reinante en la producción industrial, con las condiciones de vida que engendra, se encargan de borrar más y más las diferencias y antagonismos nacionales.

El triunfo del proletariado acabará de hacerlos desaparecer.  La acción conjunta de los proletarios, a lo menos en las naciones civilizadas, es una de las condiciones primordiales de su emancipación.  En la medida y a la par que vaya desapareciendo la explotación de unos individuos por otros, desaparecerá también la explotación de unas naciones por otras.

Con el antagonismo de las clases en el seno de cada nación, se borrará la hostilidad de las naciones entre sí. (...)

La revolución comunista viene a romper de la manera más radical con el régimen tradicional de la propiedad; nada tiene, pues, de extraño que se vea obligada a romper, en su desarrollo, de la manera también más radical, con las ideas tradicionales. (...)


¡Proletarios de todos los Países, uníos! 



EL POZO Y EL PÉNDULO












Sentimos náuseas, náuseas de miedo y muerte provocadas por esta larga agonía… Ahora nos damos cuenta de todo. El encierro empezó mucho antes, pero solo ahora parecemos despertar, reconociendo las paredes de esta cárcel.


Nos sentimos atados en nuestros domicilios, encerrados, como si los sentidos nos estuvieran abandonando. La sentencia, la atroz sentencia de muerte, es casi lo único que resuena en nuestros oídos asustados: estado de alarma. Después, el murmullo y el griterío de los inquisidores nos ha dejado a todos en este soñoliento zumbido indeterminado, mientras esperamos en las celdas que llamamos casas.

El pensamiento volvió a nosotros poco a poco, sigiloso, de modo que pasó algún tiempo antes de poder apreciarlo plenamente: confinados sin saber hasta cuándo, mientras en las afueras de nuestra celda, en las calles que rodean nuestras casas, se extienden los tentáculos del poder. Militares y policías se afanan por limpiar las calles, toman posiciones, nos observan desde las luces de nuestras pantallas, como en el gran panóptico en el que han convertido todos y cada uno de nuestros pueblos y ciudades.

Hemos intentado avanzar en nuestras celdas, y al intentar andar hemos caído de bruces al suelo. Solo entonces nos hemos dado cuenta de lo terrible de esta situación. Delante de nosotros, como en el relato de Edgar Allan Poe, se abre un pozo enorme del que se eleva un frío que nos hiela el alma: el pozo de la crisis que viene y que llevaban tiempo preparando.

A nuestro alrededor, las paredes se achican cada vez más; parecen cerrarse sobre nosotros asfixiándonos. Y encima, sobre nuestras cabezas, el péndulo se mueve lentamente, muy lentamente, descendiendo un poco más a cada sacudida: la militarización completa de las calles, el control de movimientos, la geolocalización a través de nuestros teléfonos móviles, el pinchado de los medios que usamos los que intentamos resistir…

Nos sentimos atados, como tumbados de espaldas con las manos atadas. Las tinieblas y la noche nos rodean. Luchamos siquiera por respirar, pero el aire nos da náuseas, la intensidad de esta oscuridad nos oprime y sofoca. La atmósfera se ha vuelto de una intolerable pesadez. Ideas horribles vuelven a nuestra mente a cada instante: ¿qué hicimos? ¿Quién nos condenó? La insensibilidad se va a apoderando de nuestros miembros mientras paseamos de un lado a otro de nuestra celda. El miedo llena las casas, las estancias de nuestras casas, los hospitales, las salas de urgencias… y las calles, lo que queda de las calles.

Entonces recordamos, resuenan en nuestros recuerdos los mil vagos rumores de las horribles cosas que se cuentan de la cárcel, de la falta de libertad. Todas esas cosas que habíamos tomado por invenciones, se nos aparecen delante de los ojos como la verdad más nítida: la inquisición capitalista lleva siglos funcionando y sabemos cómo se las gasta. Nos acordamos de los enfermos en los hospitales con el miedo en sus ojos, de los ojos del miedo llorando cuando son trasladados en ambulancias o en los coches de la policía, qué más da. Nos acordamos de Bopal, de los miles de palestinos que sobreviven en Gaza o en las chabolas de Brasil, de todos esos indigentes separados por rayas de pintura en los parkings de Nevada, como de los que viven bajo el puente junto al río, justo al lado de la sede de esas grandes y pequeñas empresas, empresas como RENAULT o… ACOR… ACOR ¿Asociación Cooperativa Onésimo Redondo? Y recordamos a los cientos, a los miles de fusilados en las cunetas de este Estado español, de los muertos y fusilados en la dictadura de Franco, de los muertos en las fábricas sin poderse mover de su metro cuadrado, de todas y cada una de las víctimas de este capitalismo que nos mantiene atados, aquí, como a la espera de un juicio que ya fue, un juicio que se hizo en nuestra ausencia, y que nos ha traído a esta habitación sin posibilidad de defensa. Nos llamaron por la tele ¿o fue en la radio? Nos cogieron por la espalda y conduciéndonos forzados hacia arriba nos encerraron. El jurado nos miraba desde lejos, en sus mansiones y sus islas con piscina, se reía a carcajadas. ¿Es usted? ¿P? Eso es lo último que recordamos.

La agitación de nuestro espíritu no cesa, nos mantiene despiertos durante largas horas, dando vueltas a las paredes de esta celda, que cada día se acercan más, se estrechan… Mientras, ahí está ese péndulo, la represión, que silba, silba acercándose cada vez más, sobre nuestras cabezas. De no sabemos dónde han salido estas ratas que están royendo nuestras ataduras, las ratas que el virus ha desatado y que contribuyen a cada hora a dar más claridad a este espacio de encierro. Esas ratas a las que tantos han odiado y rechazado, nuestros pequeños aliados de las alcantarillas. Pero ahora, cuando logramos liberarnos de nuestras ataduras, las paredes se estrechan aún más. Si logramos librarnos del péndulo, las paredes nos van empujando cada vez más hacia dentro, hacia el pozo que espera en el centro de esta celda. Alguno grita: ¡cualquier muerte menos la del pozo! Y estamos ya en el borde, mirando hacia ese negro pozo sin fondo que hemos llamado crisis. ¿Acaso no es ya evidente que toda esta condena tiene por objeto precipitarnos a ese pozo? Intentamos echarnos hacia atrás, pero ya no queda espacio, las paredes de la celda, el silbido del péndulo, todo hace que se achique el espacio cada vez más, conduciéndonos hacia ese abismo que nos tienen preparado. La agonía se fija en nuestro rostro y no podemos ya casi ni gritar.

Al encarar en nuestro pensamiento la horrible destrucción que nos aguarda, hasta la idea del pozo podría parecernos algo fresco. Pero no nos engañemos. Ante la miseria y la muerte, justo en ese instante, la mayoría deja de luchar, vencida por el miedo más atroz, anestesiada por la falta de voluntad y de sentido.

No desvíes la mirada… P… prole… proletarixs… no desvíemos la mirada del péndulo que silba sobre nosotros, ni de las paredes que se estrechan, ni del borde de ese pozo al que quieren empujarnos. Mantengamos nuestra mirada alerta y los sentidos atentos en estos días de encierro. El verdadero castigo, el gran enemigo, no es otro que el miedo que mantiene nuestras bocas selladas.
Ya no cabe duda alguna sobre las intenciones de nuestros torturadores ¡Ah, los más implacables, los más demoníacos entre los hombres! Capitalistas sin escrúpulos a los que nada importan miles de muertos, mientras ellos llenen su bolsa, aumenten su beneficio y conserven su poder.

Pero, como en el cuento, el final puede no ser el que esperaban nuestros torturadores, quizás al final, después de tanto miedo, sea el momento del clamor de las voces proletarias que gritan y se abrazan en las calles, derribando las paredes de esta y de todas las celdas… ¡Las terribles paredes retrocederán! Y los bárbaros estaremos allí, para coger la mano de todos y cada uno de estos presos, para librarnos por fin de esta inquisición capitalista y su castigo.

¿Los gritos de agonía solo demuestran que estamos verdaderamente vivos, que tenemos verdaderas ganas de vivir?

No esperéis que vengan de fuera a salvarnos. La salvación depende de todos nosotros, uno por uno. Las paredes son el miedo que se ha instalado en nosotros y nos ha encerrado bajo llave para solo producir y consumir, producir y consumir, en una larga condena que quizás más pronto que tarde esté tocando a su fin… cuando la Inquisición esté en poder de sus enemigos, cuando ya no haya más péndulo, ni más paredes, y llenemos ese vacío del pozo con todos los restos de esta sociedad de mierda.


Frente a la resignación y el miedo, la solidaridad de clase.
COMUNISMO O BARBARIE.

 

¿Colapso del sistema capitalista? 

[Algunas notas sobre los acontecimientos actuales]




Desde el año 2019 la economía mundial ha venido dando señas de desaceleración, augurando una inminente crisis para este 2020. Si esto no fuera suficiente, desde principios de este año se ha agudizado la guerra comercial por el precio del petróleo, fraguada entre EEUU y Rusia, desembocando en la caída estrepitosa del precio del crudo, beneficiando con esto a los países que tienen las suficientes reservas (Rusia y Arabia Saudita) para amoldar su producción a los precios bajos. Por otro lado, el brote de la nueva cepa de coronavirus “Covid-19”, que ocasionó estragos en China desde fines del año pasado, ha rebasado fronteras y ha impactado en el resto del mundo, con ello, la inminente crisis económica no ha hecho sino adelantarse. La economía mundial ya está en plena crisis, los gestores del poder están pendientes a los grandes rescates financieros, la burguesía comienza a cerrar fábricas y despedir empleados tomando como pretexto la dichosa “cuarentena”.
El desastre es inminente.

No obstante, es importante saber que las pérdidas monetarias no significan la caída del sistema capitalista. El capitalismo buscará en todo momento reestructurarse con base en medidas de austeridad impuestas a los proletarios para paliar todas las catastróficas consecuencias que traerá consigo[1]. Y esto se debe a que los “golpes” que ha sufrido el capitalismo a causa de estos fenómenos, son simplemente pérdidas en su tasa de ganancia, pero tales pérdidas no alteran en lo absoluto su estructura y esencia, es decir las relaciones sociales que le posibilitan seguir en pie: mercancía, valor, mercado, explotación y trabajo asalariado. De hecho, es en estas situaciones cuando el capital reafirma más sus necesidades: sacrificar a millones de seres humanos a favor de los intereses económicos, haciendo que la polarización entre clases sociales se agudice y revelando con más fuerza en qué posición se encuentra la clase dominante, la cual realiza todos los esfuerzos a su
alcance para preservar este estado de cosas.

Y no es que la burguesía “haya planeado con antelación toda esta situación en torno a la pandemia para beneficiarse” (como rezan los conspiranoicos) al permitir que el sector más vulnerable (los ancianos) fallezca en los hospitales, en sus casas o hasta en la calle… y así ahorrarse millonarias cantidades de dinero en pagar pensiones. Esta situación, así como muchas otras, solo se dio como una maniobra oportuna que el momento exigía. Las cuestiones geopolíticas, de competición de
mercados y de guerra mediática que puedan resultar de esto, son solo la consecuencia, más nunca la causa de lo que va configurándose.

Es evidente que toda esta situación que ha ganado terreno mundialmente aún yace en una fase temprana, pues las carencias y desabasto que afrontan los hospitales y las casas funerarias, rebasados en capacidad, son solo la punta del iceberg, pues aún falta ver los efectos de la escasez de alimentos y el desempleo cuando todo llegue a tope, en resumen, los efectos más adversos están aún por ocurrir.
De hecho, no es de extrañar que a raíz de este recrudecimiento se han exacerbado la locura y la histeria social, y cuyo reducto deja por resultado mayor atomización e individualismo, imperando el “sálvese quien pueda”, así como el “chivateo” de los buenos ciudadanos que secundan las labores de la policía, delatando a cualquiera que transité por las calles a pie.
Y pese a lo anterior, la lógica del capital no ha podido materializarse de manera total y uniforme. La conciencia de clase resurge y se vislumbra como única perspectiva posible entre cientos de  escombros, tal vez de manera difusa, pero su desarrollo es latente. Cada vez se generaliza más la noción de que la burguesía ha sido la responsable de propagar el virus, no sólo “porque son los burgueses los que viajan más”, sino porque ellos descansan en cuarentena mientras nosotros nos
exponemos a infectarnos debido a que estamos obligados a salir a la calle para buscar el sustento diario. Es aquí donde la solidaridad de clase reaparece poniendo en común algunos medios de subsistencia básicos, participando de los saqueos y colocando barricadas para cortar las vías al turismo (como en Chile). Esos resquicios de comunidad humana son una base que será decisiva en las luchas que pudieran generarse cuando la catástrofe sobrepase sus dimensiones.
Sin embargo, no debemos conformarnos ni sentirnos complacidos con esos mínimos aspectos; por el contrario debemos plantearnos ir más allá de eso. Es vital entender que mientras como clase sometida a los designios de la burguesía, permanezcamos contemplando y afrontando esta situación bajo meros paliativos reformistas que evadan la necesidad de superar definitivamente este sistema[2], todos nuestros esfuerzos solo darán tiempo a nuestros enemigos para fortalecerse y continuarnos gobernando y explotando a su antojo.

¿Qué los avistamientos de la fauna silvestre en las urbes citadinas que yacen en cuarentena, son un triunfo de la naturaleza que ahora reclama lo que es suyo?  Tal “triunfo”, aún así suponga la realización malthusiana de “acabar con la población excedente”, es solo una situación pasajera que está condenada a retornar a lo mismo de manera casi inmediata. Porque en el fondo, lo que seguirá dominando es un modo de producción que no puede prescindir de las metrópolis de concreto [cemento], asfalto y coches, de las industrias de monocultivos, las plantas de energía nuclear y de la industria pesada a base de combustibles fósiles.

Las contradicciones cada vez más agudas de este modo de producción (crisis, guerra, pandemias, destrucción ambiental, pauperización, militarización), que recrudecerán nuestras condiciones de supervivencia, no darán paso de manera mecánica ni mesiánica al fin del capitalismo. O mejor dicho, tales condiciones, aunque serán fundamentales, no bastarán.
Porque para que el capitalismo vea su fin, es imprescindible la existencia de una fuerza social, antagonista y revolucionaria que logre direccionar el carácter destructivo y subversivo hacia algo
completamente diferente de lo que presenciamos y conocemos ahora.

Querámoslo o no, no podemos dejar una cuestión tan importante como la revolución a rienda suelta, a la simple suerte.  Es necesario experimentar la resolución a ese problema con base en la organización de tareas que puedan irse presentando, es decir, el agrupamiento para la apropiación y defensa de las necesidades más inmediatas (no pagar adeudos, ni alquileres, ni impuestos), pero también, la ruptura con todas las ilusiones y espejismos que nos llevan a gestionar las mismas miserias bajo otra careta.

¿Fomentar la economía local?
¡Abolir el intercambio mercantil y el dinero!

¡Frente al reformismo, la ruptura radical!
¡Frente al inmediatismo, la perspectiva histórica!
¡Frente al localismo, el internacionalismo!

                                                                                    ***

  Nota apócrifa

La ideología dominante nos bombardea a través de todos sus aparatos con ilusiones que versan sobre una “posible” prosperidad bajo las condiciones existentes de explotación y miseria. La clase capitalista nos ideologiza para acatar dócilmente “un modo de vida” alienado, donde todo cuestionamiento a sus fundamentos esté fuera de todo raciocinio.
Pero lo cierto es que nada de ese paraíso en el “mejor de los mundos posibles” concuerda con los cientos de esclavos negros traficados en Libia; los ghetos copados de droga en Afganistán, la represión feroz en la franja de Gaza, los migrantes haitianos muriendo de inanición en Tijuana, la represión sangrienta contra los proletarios en Chile, los bombardeos en la frontera turco-siria o la hambruna que azota Yemen. No es necesario esperar la distopía o las escenas hollywodescas del
apocalypsis, porque estas ya se manifiestan materialmente en distintas partes del globo, y de hecho superan con creces cualquier intento de representación en la ficción cinematográfica.
La actual pandemia del covid-19 es una etapa más en la degradación a la que nos lleva esta sociedad productora de mercancías.
Etapa ante la cual solo se reafirma que el verdadero porvenir solo pende de dos hilos:

¡Revolución comunista o perecer en la penumbra!


                                                                                   ***
rivoltaproletaria@riseup.net


[1]  Medidas que de hecho ya están siendo llevadas a cabo del modo más brutal y ruin: cientos de miles (si no es que millones) de despedidos, echados sin más de sus puestos de trabajo, dejados a su suerte en mayor probreza y precariedad.
[2]  Se nos ha hablado mucho de que una alternativa es fomentar el comercio local por fuera de las multinacionales y grandes corporativos. El problema de este tipo de respuestas es que, por un lado, si bien resuelven momentáneamente el problema del abastecimiento de insumos para algunos proletarios, los reajustes que traerá consigo la crisis del capital, solo traerán más inflación y contingencias por periodos más breves de tiempo. Refugiarnos en intentos de economías más benevolentes, solo prolongan lo que inevitablemente en un futuro sin alternativas deberemos asumir: la guerra de clases, es decir el enfrentamiento contra la burguesía y el ejercicio de un programa revolucionario que tenga como objetivo concluir toda relación social mediada por el intercambio, el tiempo como medida de trabajo y la relación salarial.

Valladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.

si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com















ARCHIVO

Traduce-Translate-Μετάφραση

Contrainformacion internacional

Anticarcelario / contra la sociedad cárcel

"Las prisiones son una parte más de la esencia represiva de todo Estado, no hay que olvidar la parte que nos toca a lxs que aún seguimos en la calle.

No podemos ver las cárceles como algo ajeno a nuestras vidas, cuando desde temprana edad hemos sido condicionadxs a no romper las normas, a seguir una normalidad impuesta; el castigo siempre está presente para lxs que no quieren pasar por el aro.

En el trabajo, en la escuela... domesticando y creando piezas para la gran máquina, piezas que no se atrevan a cuestionar o que no tengan tiempo para hacerlo.

Hemos sido obligadxs a crecer en un medio hostil donde es dificíl desarrollar nuestros propios deseos.

La rebeldía brota de algunxs, otrxs simplemente se acomodan en la mierda, tapando sus frustraciones con lo que le dan quienes antes les despojaron de todo. O viendo sus problemas como algo aislado, único y personal.

Para lxs que no tragan o no se adaptan al gran engaño ahí tienen sus cárceles, reformatorios, psiquiatrícos ... creados por los que no quieren ver peligrar las bases de su falsa paz.

No podemos ignorar la lucha de lxs compañerxs presxs.

Su lucha es nuestra lucha."