Llamada de emergencia por nuestra naturaleza: ¿menos fauna, más campo?
A finales del mes de agosto y principios de septiembre, la alianza entre COAG y UPA, que encabeza la lucha contra el lobo ibérico en Castilla y León, dio un paso más en sus reivindicaciones y organizó varias manifestaciones en la provincia de Zamora reclamando a la Junta de Castilla y León "un plan integral de control poblacional de la fauna, tanto en aquellos terrenos sobre los que tiene la gestión y responsabilidad como en los de los cotos de caza".Dichas manifestaciones estuvieron encabezadas por una pancarta con el siguiente lema: "Menos fauna, más campo". Aunque evidentemente este mensaje carece de lógica, ya que sin fauna no hay campo, y tampoco actividades humanas como la ganadería, sí que resulta esclarecedor para comprobar hasta qué punto en los últimos años se vienen radicalizando los mensajes y las actuaciones contra la conservación de la naturaleza.
La persecución directa contra algunas de nuestras especies más emblemáticas no ha desaparecido. Nos lo recuerdan periódicamente las noticias: águilas imperiales envenenadas, linces ibéricos tiroteados en fincas de caza o lobos decapitados y colgados de señales de tráfico. Y, aunque no reciben tanta atención mediática, somos conscientes del alto número de zorros, tejones, gatos monteses o lechuzas que cada año mueren en nuestro país debido a los disparos o a la utilización de métodos no selectivos de caza. Sin embargo, en los últimos años la persecución intencionada hacia la fauna se ha ampliado, afectando a especies teóricamente menos “conflictivas”.
Uno de estos casos es la guerra que algunos pescadores han declarado al cormorán grande, ya que esta especie se alimenta de peces y por lo tanto compite con los pescadores de caña en diversas zonas de la Península Ibérica. Algunas administraciones como la del Principado de Asturias aprobaron rápidamente la matanza de cientos de cormoranes, lo que no ha detenido a los pescadores en su intención de erradicar esta especie. En este tiempo muchos cormoranes se han encontrado muertos a tiros en playas y ríos de forma ilegal, además de los que han matado legalmente las propias administraciones. Mientras, muchos pescadores continúan acusando al cormorán de ser el mayor depredador de los ríos y de esquilmar truchas, salmones y otras especies protegidas, como la anguila o la lamprea.
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Pareja de abejarucos |
Más recientemente los apicultores han exigido el control o la erradicación de los abejarucos, en ocasiones utilizando veneno para su eliminación. El abejaruco europeo, una de las aves más vistosas de nuestra fauna, es un especialista en el consumo de abejas, aunque también se alimenta de otros insectos voladores. Pese a ello, la predación ejercida en las abejas es insignificante, ya que no causa daños en la viabilidad y productividad de los colmenares. Además esta especie solo está presente en nuestro país entre los meses de abril a septiembre. Ello no ha impedido que la Junta de Extremadura, a instancia de las organizaciones profesionales agrarias, haya empezado el pasado mes de agosto a autorizar medidas para ahuyentar y controlar con escopetas las poblaciones de abejarucos.
Otro ejemplo es el del urogallo común, cuya población cantábrica se distribuye actualmente en un área inferior a 2000 km2 en la cordillera Cantábrica y su población registra un continuo declive en las últimas décadas. Se estima que en los últimos 15 años el número de machos en los cantaderos ha disminuido entre el 25% y el 50%. Los últimos datos estiman una población adulta de unos 500 individuos. Su población pasa por un grave proceso regresivo que la está abocando a la extinción. Pues bien, el pasado 3 de octubre la formación política Foro Asturias propuso un cambio drástico en la conservación de la especie instando a su declaración como especie cinegética para que la caza del urogallo esté autorizada y controlada mediante cupos proporcionales a la población de la especie. Alegaron además que ello crearía empleo en las zonas rurales afectadas.
Estos ejemplos son solo las puntas del iceberg que parece estar saliendo a flote, incrementando la presión entre ciertas actividades humanas desarrolladas en el medio natural y la conservación de las especies más cercanas a esas actividades. Resulta curioso que en vez de afrontar todos los problemas que tienen ganaderos, apicultores, pescadores o cazadores vuelquen su rabia contra las especies silvestres con las que conviven.
Los lobos, abejarucos, cormoranes o los urogallos son, sin duda, el último de los problemas que tienen. Menos sorprendente es que algunas administraciones se dejen llevar por la presión de ciertos sectores afectados y autoricen controles letales, cuando en realidad no son necesarios o se podrían suplir con otros medios.
La sociedad civil, las formaciones políticas y las administraciones no podemos permitir que sucesos como estos se generalicen, que la grieta entre ciertas actividades humanas y la conservación de las especies se profundice y que los conflictos finalicen siempre con un nuevo paso que avance en la ya grave pérdida de biodiversidad. También hay que tener en cuenta que sectores como la caza y la pesca provocan con estas acciones un creciente rechazo social que también está alcanzando al mundo rural, como lo demuestra la constante reducción de licencias.
Existe en parte de estos sectores una animadversión hacia la fauna y se aprovechan de que buena parte de que las administraciones prefieren autorizar la muerte de estos animales para disminuir las presiones de ciertas organizaciones. Por ejemplo, las diferentes administraciones regionales están pagando como daños provocados por lobos muchos que no lo son. De esta manera creen que tienen satisfechos a algunos ganaderos y que estos no actuarán por su cuenta contra dichas especies.
En realidad las administraciones están permitiendo un chantaje para evitar supuestos males mayores, por ejemplo que coloquen veneno o que prendan fuego al monte. Pero estos sectores se ven muy perjudicados por diferentes acciones de origen humano, como son las importaciones masivas de productos agrarios más baratos, una inadecuada política agraria, la considerable utilización de productos químicos en la agricultura, la contaminación de nuestros ríos o los efectos derivados del cambio climático, pero dedican más esfuerzo a perseguir a la fauna que ellos consideran competencia.
Como hace poco nos comentaba un ganadero, "mucho peor que el lobo es el cambio climático, que me obliga a llevar mucho más lejos a las ovejas a beber, o las importaciones masivas de cordero en el periodo navideño procedente de Australia y Nueva Zelanda". En el caso de la apicultura, una actividad aplastada por el uso de pesticidas, el cambio climático y las importaciones masivas de miel, el problema es aún más sangrante.
Para finalizar hay otro aspecto de gran importancia que muy especialmente el sector agrario no debería olvidar, y son las personas consumidoras. Cada vez hay más gente que rechaza comprar determinados (y conocidos) quesos porque sus productores reclaman que se maten lobos, mientras que otros consumidores prefieren el consumo de la miel autóctona frente a la importada. ¿Alguien piensa que se seguirá fomentando el consumo de miel autóctona si continúan reclamando que se maten a los pobres abejarucos? Posiblemente lo que conseguirán es que los consumidores opten por mieles de importación, que además son más baratas. Tomándola con la fauna salvaje lo que pueden conseguir estos sectores es el rechazo social de cada vez más personas. Y sin compradores se acabó su actividad productiva.
*Theo Oberhuber es representante de Ecologistas en Acción en España; Santiago Martín Barajas es coordinador del área de Agua de Ecologistas en Acción.
Fuente: https://blogs.elconfidencial.com/amp/tecnologia/tribuna/2017-10-29/fauna-campo-lobos-abejarucos-agricultura-ganaderia_1467972/