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LA VIVIENDA Y LA INDEPENDENCIA DE CLASE

 

Abundan estos últimos años grupos políticos que parecen apostar por la “independencia de clase”.

Así por ejemplo Paula Villegas y Gonzalo Gallardo, militantes del Encuentro por el Proceso Socialista en Madrid nos dicen que “recuperar la independencia ideológica y política pasa por que, ante los conflictos que se nos presenten y los problemas a los que tengamos que hacer frente, podamos adoptar posicionamientos políticos correctos y nítidamente diferenciados de los de las fuerzas burguesas. De nuevo el caso de la pandemia es un buen ejemplo. Esa es la verdadera independencia de clase”. Así, la independencia de clase sería que los grupos políticos socialistas adopten posiciones políticas correctas y nítidamente diferenciadas de las de las fuerzas burguesas. La pregunta inmediata es ¿Dónde está aquí la clase?

Por su parte Barbaria (comunistas contra la mercancía y el Estado), en sus Tesis Programáticas, nos dice que “Esa intervención [de las minorías revolucionarias, N.d.R] siempre se hará desde una perspectiva programática para favorecer la clarificación en los elementos esenciales de la lucha por encima de las reivindicaciones concretas y coyunturales, impulsando su autoorganización, extensión y generalización, todo ello desde el desarrollo de la independencia de clase y el internacionalismo”. De nuevo la independencia de clase aparece sin que la clase haga aparición por ningún lado, más como un principio ideológico de las minorías proclamadas comunistas, que debiera guiar su acción, que como algo que aparezca en la misma clase proletaria, como condición y resultado de la propia lucha de clases.

La independencia de clase es sin embargo algo más sencillo de entender y más difícil de alcanzar que la simple independencia programática de los grupos militantes.

Sabemos que en la sociedad capitalista los intereses de la clase explotada y los del propio capital[i] se oponen antagónicamente. Lo sabemos desde los primeros balbuceos del socialismo, y lo supieron intuitivamente por vivir esa contradicción en sus carnes los primeros proletarios modernos. El marxismo revolucionario, la moderna ciencia de la historia, ha dedicado todos sus esfuerzos tanto a comprender el origen material de esa contradicción como a dilucidar concretamente el modo de superarla (espóiler: la revolución social que dé lugar al comunismo).

Sabemos que esa contradicción antagónica de intereses se manifiesta de modo práctico en la sociedad mediante la lucha de clases. Los explotados asalariados luchan, en cada momento histórico de la mejor forma que pueden y saben, por mejorar sus condiciones de vida: menor tiempo de trabajo, menor intensidad, mejores salarios. El capital por su parte se afana en reducir los salarios al mínimo indispensable para mantener a los trabajadores que necesita en condiciones de seguir produciendo. En esta lucha constante la independencia de la clase trabajadora es, sencillamente, luchar por sus propios intereses y por ningún otro; luchar de modo independiente y autónomo confiando únicamente en las propias fuerzas, en el proletariado mismo, con los medios y métodos que la propia clase trabajadora se da a sí misma en cada momento de la lucha, sin delegar la propia acción ni los resultados de la lucha en órganos o instancias ajenos a la clase.

Esto, tan sencillo de comprender encuentra, sin embargo, innumerables obstáculos para su puesta en práctica. Hay miles de ejemplos de cómo, ante las reivindicaciones de los trabajadores, los mediadores políticos y sindicales buscan el modo de buscar el “equilibrio”: antes de pedir mejoras salariales debemos hacer que la empresa vaya bien, que tenga beneficios, carga de trabajo, pedidos. Los sindicalistas a menudo se postulan como mejores gestores empresariales que los propios directivos de las compañías. Se abandona la lucha de clase, y por tanto toda posibilidad de independencia, hasta tiempos mejores, cuando la empresa esté en condiciones de proporcionar alguna mejora. Obviamente: la independencia de clase exige considerar única y exclusivamente los intereses de clase de los propios trabajadores, sin interesarse lo más mínimo por los intereses del capital, sus cuentas de resultados, su buena o mala gestión, sus pedidos, las subvenciones que el gobierno pueda o no haber concedido. Y contar únicamente con las propias fuerzas, sin hacer depender la victoria o la derrota de la intervención de fuerzas externas (sea el gobierno, sea el juzgado).

Por otro lado, a menudo surgen luchas en diferentes partes del mundo; luchas sociales en las que los trabajadores, si bien tienen un interés material más o menos directo, estos se encuentran mezclados y confundidos entre otras clases: pequeños burgueses, campesinos, etc. Luchas contra la inflación, contra la subida de un bien básico u otro (la gasolina, los alimentos, la vivienda). En estas luchas en las que varias clases se reúnen, los trabajadores no pueden expresar sus intereses como clase en tanto estos no aparecen por ningún lado. No importa que los proletarios sean la inmensa mayoría de las masas en lucha: las otras clases, mejor organizadas y más conscientes de sus propios intereses, dirigen la lucha hacia sus propios objetivos. La democracia, la prisión a los corruptos, subsidios para los campesinos o los pequeños empresarios, etc. Los intereses de los explotados asalariados se diluyen o simplemente no aparecen; de nuevo habrá que dejar la lucha por los salarios y las condiciones de vida de los esclavos asalariados para mejor ocasión.

 

La lucha por la vivienda

En los últimos años en España hemos visto como los precios de los alquileres se han vuelto cada vez más inasumibles para un creciente número de trabajadores.

España “país de propietarios” en el que se ha convertido en prácticamente imposible para muchos ahorrar lo suficiente para conseguir un préstamo que te convierta en propietario de una vivienda tras 30 años de hipoteca. Esta imposibilidad ha llevado a cada vez más proletarios, en especial los jóvenes y muy especialmente en las grandes capitales, al alquiler. El aumento exponencial de la demanda y otros factores (la inexistencia de un parque estatal de vivienda en alquiler, como existe en otros países europeos, las viviendas dedicadas al turismo, etc.) empuja al alza los precios (lo que a su vez imposibilita el ahorro para convertirse en propietario).

Desde el punto de vista de los asalariados la cosa está clara: con el precio del alquiler comiéndose un 50, un 70 o un 90% del salario, este no da para vivir. En términos marxistas: los salarios están ya en muchos casos por debajo del coste de reproducción de la fuerza de trabajo.

Pero el problema de la vivienda no afecta solo a los trabajadores asalariados. Otras clases, en particular la pequeña burguesía, se ven afectadas; a menudo por partida doble, debiendo hacer frente a las subidas constantes de la vivienda y al alquiler del local donde tienen el negocio. Por otro lado, no son pocos los trabajadores de generaciones anteriores que tienen una segunda vivienda; que ante la subida de precios ponen en alquiler para complementar sueldo o pensión. La lucha de clases no se ve ni se entiende en la lucha por la vivienda.

Emprender en estas condiciones una lucha colectiva de envergadura es poco menos que imposible. Ni se ve al enemigo, ni se pueden conocer las propias fuerzas. La lucha de clases, presentada ahora como lucha entre caseros e inquilinos, se desdibuja. Más de la mitad de los caseros son particulares con una o dos viviendas de más, mientras que solo un 15% son empresas dedicadas al negocio del alquiler. ¿Contra quién se dirige la lucha? ¿A quién se le exige qué? Hablemos claro: en este contexto solo queda la intervención estatal. Bien en forma asistencialista (construcción de viviendas públicas en alquiler) bien levemente intervencionista (control de precios) bien radicalmente intervencionista (expropiaciones masivas). Dicho de otro modo, el movimiento de vivienda está abocado a pedir la intervención estatal.

Pero estábamos hablando de independencia de clase, ¿verdad? ¿Qué independencia de clase en un movimiento en el que los intereses de varias clases se confunden y que está abocado a fiarlo todo a la pródiga intervención del Estado a su favor? Una lucha económica que, incapacitada para luchar en el terreno puro de los intereses inmediatos -ya que es imposible siquiera distinguir los bandos en conflicto y reconocer el campo de batalla -se torna lucha política en el peor de los sentidos: lucha electoralista, parlamentaria, legal, en pos de esta o aquella ley, a favor del partido burgués que prometa más y mejores cosas en el asunto.

 

Vivienda y salario

Habíamos dicho que, a causa en parte de los precios de la vivienda, los salarios se encontraban al límite o por debajo de los costes de reproducción de la fuerza de trabajo. En plata: con los precios existentes, los salarios son una auténtica basura que no da para vivir.

Ese es el terreno en el que plantear la lucha desde la independencia de clase: si los salarios no dan para vivir hay que hacer que den. 1000 euros de alquiler es una salvajada cuando cobras 1300, pero no es tanto si cobras 2500 o 3000.

En ese terreno sabemos quiénes somos (los trabajadores), a quién tenemos enfrente (las empresas) y qué queremos (cobrar más). Nuestros intereses están claros y son solo nuestros (el dueño de la gasolinera o el de la clínica dental pueden estar afectados por el problema de la vivienda: no es asunto nuestro), los podemos defender desde la más intransigente independencia de clase, sin fiar la victoria a la benéfica intervención del Estado.

En vez de ceder el terreno de clase en una lucha que es un callejón sin salida, recuperarlo. Recuperar las bases mínimas en las que plantear el enfrentamiento contra el capital para, al menos, poder pagar el piso.

 

 



[i] Personificados en la clase explotadora, ya se presente como propietaria -la burguesía industrial y financiera- ya como gestora colectiva (los CEO asalariados de las grandes multinacionales y fondos de inversión, o los gestores burocráticos del capitalismo de Estado).

 

OTROS TEXTOS sobre vivienda y lucha de clase:

> Sobre el problema de la vivienda: https://valladolorentodaspartes.blogspot.com/2024/08/algunos-datos-sobre-el-problema-de-la.html

> Sobre la nueva ley de vivienda: https://valladolorentodaspartes.blogspot.com/2021/03/sobre-la-nueva-ley-de-vivienda.html

 > Inflación y lucha de clase: https://valladolorentodaspartes.blogspot.com/2022/07/inflacion-y-lucha-de-clases.html

 


 

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"Las prisiones son una parte más de la esencia represiva de todo Estado, no hay que olvidar la parte que nos toca a lxs que aún seguimos en la calle.

No podemos ver las cárceles como algo ajeno a nuestras vidas, cuando desde temprana edad hemos sido condicionadxs a no romper las normas, a seguir una normalidad impuesta; el castigo siempre está presente para lxs que no quieren pasar por el aro.

En el trabajo, en la escuela... domesticando y creando piezas para la gran máquina, piezas que no se atrevan a cuestionar o que no tengan tiempo para hacerlo.

Hemos sido obligadxs a crecer en un medio hostil donde es dificíl desarrollar nuestros propios deseos.

La rebeldía brota de algunxs, otrxs simplemente se acomodan en la mierda, tapando sus frustraciones con lo que le dan quienes antes les despojaron de todo. O viendo sus problemas como algo aislado, único y personal.

Para lxs que no tragan o no se adaptan al gran engaño ahí tienen sus cárceles, reformatorios, psiquiatrícos ... creados por los que no quieren ver peligrar las bases de su falsa paz.

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