El Congreso Mundial del Móvil (WMC), que lleva celebrándose doce años en la ciudad de Barcelona, nos brinda la posibilidad de acercarnos a una foto fija del capitalismo actual, para ver si así nos sacudimos el polvo negacionista que esquiva la molesta existencia de las clases sociales.


Bajo un mismo techo se estaban cerrando contratos multimillonarios en salas rodeadas de seguridad privada mientras gitanas e inmigrantes subsaharianas limpiaban urinarios masculinos con sus bayetas y sus pinchazos en las lumbares. Bajo un mismo techo, un Ribera del Duero de 1.200 euros la botella y decenas de tuppers caseros engullidos con prisas entre bastidores. Espionaje industrial versus cotilleos a la hora del cigarro. Robots japoneses bailando break dance frente a esguinces de tobillos, dedos rebanados y caídas de andamios. Cocaína contra diazepam.
En las últimas décadas quizá desde el segundo asalto proletario a la sociedad de clases en los pasados años setenta—, el intento de trazar las líneas que conformen el sujeto revolucionario siempre se zanja con un grito ahogado: ¿Y quién somos ese “Nosotras”?, ¿cómo definimos el “Nosotros”? El Congreso Mundial del Móvil (WMC), que lleva celebrándose 12 años en la ciudad de Barcelona, nos brinda la posibilidad de acercarnos a una foto fija del capitalismo actual, para ver si así nos sacudimos el polvo negacionista que esquiva la molesta existencia de las clases sociales. No seré yo, no será nadie, quien delimite la primera persona del plural para el tercer asalto que dé al traste con esta sociedad; sin embargo, sí podemos ir sumando trazos, proponiendo estrategias o recuperando discursos que nos dibujen en un contorno común y nos acerquen a las capacidades necesarias para ello.
Este ostentoso evento, vitoreado por la derecha y por las izquierdas, que apacigua conflictos institucionales y pone en la misma fila sonriente a vicepresidentas del Gobierno y a neoalcaldesas del postactivismo, mueve la espuma del mundo mientras cava más hondo el agujero bajo nuestras rodillas. Este evento que dura cuatro días públicos y 361 por la espalda, nos permite sentar al capitalismo en una mesa de disección. ¿Qué no hubiera escrito Marx si hubiera contado con semejante representación de la catástrofe cotidiana en la que estamos inmersos?
Si esta humilde crónica os llega un mes más tarde de su celebración es precisamente porque cuesta digerir las jornadas de 16 y 17 horas de trabajo a que nos obliga el acontecimiento. Y os aseguro que somos muchos los que nos pedimos vacaciones en nuestros curros cotidianos para recibir esa inyección de dinero extra que supone el salón del móvil. “Afortunados” nos llama el resto de trabajadores, que ni siquiera cuenta con la posibilidad de recurrir a este tipo de paréntesis laboral porque vive en un eterno ir sumando días a golpe de contratos por horas. Hojas de vidas laborales que encallan impresoras de las oficinas del INEM.
Barcelona se engalana con su Feria durante una semana, siendo una especie de Bienvenido Mr. Marshall posmoderno con el furor propio de las ferias ganaderas de mi pueblo. Un apretón de manos de miles de millones para unas pocas decenas de bolsillos, estrujando a limpiadoras de hotel (2,5 euros por habitación), ejércitos de camareros que se inventan el inglés (9 euros/hora para los privilegiados), azafatas estilo gárgola de catedral (no más de 7 euros/hora, ni más de dos movimientos por minuto) y transportes públicos a rebosar por hordas de turistas con pases exclusivos al cuello: Exhibition Pass (799 euros), Silver Pass (2.199 euros), Gold Pass (2.699 euros) y Platinum Pass (4.999 euros). Para mayor escarnio, la mayoría de estos asistentes no paga ni metro ni bus mientras le usurpa a la población su medio de transporte habitual.

[...] La suma de explotaciones que se podrían plasmar es infinita, desde los años ochenta se han encargado minuciosamente de que así sea. El Mobile World Congress concentra en sí muchas de las contradicciones del capitalismo, los terrenos ásperos donde se rompen los tobillos de quienes tienen vidas invisibles. Hablar de precariedad tenía sentido con la existencia de las amplias capas de clase media, y por tanto, con la posibilidad —o no— de acceder a ella. En el punto en el que estamos, yo abogaría por ir sacando de la vieja caja de herramientas términos en desuso, sobre todo para saber a qué nos enfrentamos: pobreza, subordinación, esclavitud, colonialismo, parias y conciencia de clase. Recordando que son precisamente esas contradicciones antagónicas de este sistema económico caníbal las que permiten el cambio y el movimiento en la Historia.



LEER EL TEXTO DE Ciro Morales COMPLETO:

Valladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.

si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com















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Anticarcelario / contra la sociedad cárcel

"Las prisiones son una parte más de la esencia represiva de todo Estado, no hay que olvidar la parte que nos toca a lxs que aún seguimos en la calle.

No podemos ver las cárceles como algo ajeno a nuestras vidas, cuando desde temprana edad hemos sido condicionadxs a no romper las normas, a seguir una normalidad impuesta; el castigo siempre está presente para lxs que no quieren pasar por el aro.

En el trabajo, en la escuela... domesticando y creando piezas para la gran máquina, piezas que no se atrevan a cuestionar o que no tengan tiempo para hacerlo.

Hemos sido obligadxs a crecer en un medio hostil donde es dificíl desarrollar nuestros propios deseos.

La rebeldía brota de algunxs, otrxs simplemente se acomodan en la mierda, tapando sus frustraciones con lo que le dan quienes antes les despojaron de todo. O viendo sus problemas como algo aislado, único y personal.

Para lxs que no tragan o no se adaptan al gran engaño ahí tienen sus cárceles, reformatorios, psiquiatrícos ... creados por los que no quieren ver peligrar las bases de su falsa paz.

No podemos ignorar la lucha de lxs compañerxs presxs.

Su lucha es nuestra lucha."