Ni twitter, ni facebook, ni whatsapp, ni ninguna de las múltiples redes sociales que nos rodean han venido para ayudar a luchar a la clase obrera. Hubo un tiempo en el que pudieron servir para informar y para informarse, pero se han convertido en un freno, una invitación al inmovilismo, a la acción directa desde el salón: firma contra ..., haz click en Me gusta... son las formas en las que hoy quieren que luchemos, lo próximo ¿manifestaciones virtuales?, ¿pancartas holográficas? ¿Manifiestos por video-conferencia?
La conciencia de clase no se puede instalar en una aplicación en el móvil. Y ya todo lo que no aparezca en el móvil prácticamente no existe. Para muchos millones de personas es inimaginable vivir sin móvil. El móvil es ya el elemento más importante de la conciencia individualista, y lo normal es dedicarle de 5 a 6 horas diarias. El tiempo que a estas alturas deberían tener nuestras jornadas laborales si hubiéramos luchado organizadamente lo suficiente. A la vez que nos enfrascamos, cada vez más, en las modernas redes sociales, se precarizan y empobrecen nuestras condiciones laborales y nuestra vida.
La conciencia de clase es todo lo contrario. Saber y reconocer que solamente solucionaremos nuestros problemas si los afrontamos colectiva y organizadamente. El envejecimiento de las organizaciones alternativas es preocupante, al igual que es preocupante el estado de la clase obrera, nuestra falta de potencialidad y de lucha, junto al conformismo más sedentario están acabando con la poca resistencia que presentamos ante una sociedad cada vez más cegada por lo que aparece en la pantalla del móvil, en la página de Facebook, en la frase del Twitter o en la foto del Instagram.
Extraído de CONTRAMARCHA nº 78.