Huelga de los trabajadores de Movistar. ¡Es posible luchar contra las condiciones de explotación que impone la burguesía!
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valladolor
jueves, 11 de junio de 2015
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Huelga de los trabajadores de Movistar.
¡Es posible luchar contra las condiciones de explotación que impone la
burguesía!
¡Es posible vencer si se utilizan medios y métodos clasistas!
Desde hace 55 días los trabajadores de las contratas, las subcontratas y
los falsos autónomos (trabajadores dependientes a los que se obliga a
mantener una relación mercantil y no laboral con la empresa empleadora) de
Movistar libran una dura huelga contra la que es una de las principales
empresas del capital español. Sus reivindicaciones son:
●
Derogación del contrato bucle, que implica un sistema de puntos para
percibir el salario según el cual los trabajadores pagan de su bolsillo los
gastos acarreados por su trabajo y que, además, permite unas penalizaciones
altísimas que reducen aún mes la nómina mensual.
●
Equiparación de los trabajadores de las contratas y subcontratas a aquellos
que son fijos en la empresa matriz, con las mismas condiciones salariales y
con contrato fijo.
●
40 horas semanales de trabajo con dos días de descanso, frente a la
situación actual en la que se trabajan hasta 12 horas todos los días.
●
Un mes de vacaciones anuales.
●
Seguridad en el trabajo y herramientas y útiles de trabajo a cargo de la
empresa, así como Equipos de Protección Individual, vehículos, combustible,
etc.
●
Que todos los autónomos dependientes que lo soliciten pasen a ser personal
de la empresa con la que están vinculados.
●
Garantía de que no haya represalias por la huelga.
Telefónica, marca principal de Movistar, es la principal empresa española
del sector de las telecomunicaciones y una de las más importantes a nivel
mundial, estando presente en todos los países de Europa (principalmente en
Reino Unido y Alemania, donde opera con el nombre de O2), Brasil
(donde es la principal marca del mercado de la telefonía con el nombre de
Vivo), Argentina y otros países americanos en los que tiene una relevancia
menor. Se trata, además, de la principal empresa española por índice de
capitalización bursátil y su beneficio reconocido en el año 2012 fue de
4.403 millones de euros. De hecho, Telefónica ha sido considerada durante
muchos años la “joya de la corona” del capital español, a la altura de las
principales entidades financieras y por encima de cualquier otra compañía de
la llamada economía real. Desde que en los años 1.995 y 1.999, bajo los
sucesivos gobiernos de Felipe González y Aznar, se privatizase a través de
sendas ofertas públicas de acciones, ha constituido el emblema del pujante
capitalismo español, capaz de extenderse a prácticamente todos los mercados
desarrollados del planeta (a excepción de China) y de competir en ellos
ventajosamente contra otros capitales nacionales y extranjeros. Capaz,
también, de desarrollar sistemas de gestión de la mano de obra punteros que,
desde su privatización, le han permitido aumentar vertiginosamente los
beneficios por la vía de la reducción de los costes laborales, Telefónica ha
prescindido, en España de gran parte de su plantilla que era de 80.000
trabajadores antes de la privatización y que ahora apenas suma 28.000,
después de los sucesivos Expedientes de Regulación de Empleo que, bajo los
gobiernos populares y socialistas, ha realizado en los últimos años.
Telefónica es un modelo para todo el capitalismo español, además, porque ha
sido capaz de reestructurar su forma organizativa de manera que la central
dispone de miles de empresas dependientes de ella pero con entidad jurídica
propia que asumen todos los trabajos de instalación, reparación,
mantenimiento, atención al cliente, etc. Se trata de una estructura
productiva sumamente versátil que permite a la empresa minimizar los riesgos
aminorando la carga de capital constante y capital variable que dependen
directamente de ella. De esta manera, ante periodos de bonanza económica,
como el llamado boom de las telecomunicaciones que comenzó a finales de los
años ´90, Telefónica simplemente aumentaba el número de contrataciones de
estas empresas dependientes y, llegado el momento de recesión, prescinde de
ellas sin que esto suponga un gasto añadido como el que implicaría la sobre
capacidad productiva y el exceso de mano de obra.
Para los proletarios, el incremento de la productividad y la excelencia
empresarial de Telefónica ha tenido una versión bastante más amarga: la
fragmentación en miles de empresas que son ahora las que realizan la
contratación ha permitido a estas fijar las condiciones laborales en
condiciones claramente desventajosas para los trabajadores. Imponiendo a
apenas unas decenas de trabajadores una negociación en la que son, con
mucho, la parte más débil, los salarios se han rebajado vertiginosamente,
los horarios de trabajo se han ampliado a discreción, siempre según las
exigencias de la producción y sin respetar ni siquiera los mínimos que la
ley fija, se ha llegado, en fin, a una situación en la que muchas veces los
trabajadores pagan a la empresa por realizar su labor. Todo esto, siempre,
condicionado por las exigencias que Telefónica plantea a las empresas
subcontratadas, que a su vez compiten entre ellas por mantener su relación
con la empresa matriz y no desaparecer. Si en la crisis capitalista los
proletarios pagan con el desempleo y la sobreexplotación el crimen que han
cometido por no resultar rentables para el capital, en los tiempos de
bonanza, los que hicieron del capital español un modelo en todo el mundo, se
han levantado también sobre la miseria obrera. Entonces los proletarios
vendían su vida a la empresa a cambio de subsistir, hoy la empresa acaba con
su vida para ser ella la que sobreviva.
La huelga de los trabajadores de Telefónica se ha desarrollado, desde el
primer momento, mediante una ruptura total con la dirección colaboracionista
de las organizaciones sindicales. Estas, argumentando que los trabajadores
no pertenecían a la empresa matriz, se han negado siempre a incluirlos en
sus reivindicaciones, dirigidas únicamente para los empleados fijos de la
empresa y, por otro lado, siempre condicionadas al respeto de las exigencias
de esta. Es por esto que, desde el primer día, cuando la huelga de
instaladores de las subcontratas comenzó en Madrid, los trabajadores
constituyeron comités de huelga encargados de organizar y dirigir el
conflicto. La exigencia básica de esta movilización ha sido, de hecho, que
estos comités de huelga sean reconocidos como los únicos negociadores
válidos por parte de los trabajadores ante la patronal. En el mes de abril
CC.OO. y UGT convocaron una huelga dentro de la empresa matriz, dirigida a
los trabajadores fijos en esta. Pocos días antes de comenzar esta huelga los
mismos sindicatos decidieron desconvocarla dando por logradas todas las
exigencias que habían planteado, lo que en la realidad se traducía en una
oferta hecha por la empresa en la que la situación se mantenía exactamente
igual que hasta el momento, sin que ninguna de las reivindicaciones que los
trabajadores, a través de sus comités de huelga, habían planteado. La
alianza entre empresa y sindicatos colaboracionistas trataba, sencillamente,
de acabar con la organización independiente de la que los trabajadores se
habían dotado y que era reflejo de sus exigencias, muy alejadas de la
política de cesiones a que estos sindicatos están habituados.
A lo largo de toda la huelga los trabajadores subcontratados de Telefónica
han utilizado medios y métodos consecuentes con sus exigencias para intentar
vencer. De esta manera, han sido capaces de organizar piquetes para defender
la huelga encargados de vigilar que la empresa no utilizase a esquiroles
para romperla. Han colaborado con otros proletarios que mantienen
conflictos en sus empresas, han sacado su lucha fuera de los límites de la
empresa para plantearla más allá de los estrechos límites de la acción
corporativista, en definitiva, han luchado por plantear su lucha como una
lucha de clase y no como un enfrentamiento ceñido exclusivamente a los
cauces de negociación que el Estado burgués permite y con los que garantiza
la rápida domesticación de todos los conflictos que los recorren. Esta forma
de afrontar la lucha llevó a que, llegado cierto punto en el que la acción
combinada de la empresa y los sindicatos colaboracionistas era incapaz de
romperla, fuese el propio Estado burgués, representante colectivo de los
intereses del capital nacional, el que tomase cartas en el asunto haciendo
detener en los primeros días del mes de mayo a 13 huelguistas, a los que
acusaba de sabotajes y coacciones contra los esquiroles. La llamada
“operación Muro” de la Policía Nacional tenía como objetivo amedrentar a los
trabajadores a los pocos días de que UGT y CC.OO. llamasen a poner fin a la
huelga. Nuevamente los trabajadores subcontratados de Telefónica
demostraron que en la sociedad burguesa ley, orden y derecho significan
únicamente mantener a los proletarios esclavizados a las exigencias del
capital.
Finalmente, los trabajadores de las subcontratas de Telefónica han roto con
la tónica habitual de las huelgas y de las luchas controladas por la
política oportunista que tiene como punto básico el respeto escrupuloso de
los intereses de la patronal a la hora de llevarlas a cabo. Efectivamente,
no sólo la economía empresarial es mantenida al margen de estos conflictos
sino también la misma marca empresarial, su imagen competitiva y su posición
respecto a sus rivales en el mercado, convirtiendo así cualquier lucha en un
simple gesto ineficaz.
La ocupación por dos veces de la sede de Telefónica en el World Mobile
Congress ha supuesto un duro golpe para la imagen de la empresa asestado en
pleno centro económico de Barcelona, capital a su vez del turismo en España.
Estas ocupaciones han sido hasta ahora el punto culminante de una lucha que
ha colocado las exigencias de los proletarios siempre por delante de las
necesidades de la empresa y han provocado la intervención de la futura
alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, de Guanyem, que ha debido recurrir a toda
la fuerza política de su formación (versión local de Podemos) para lograr
que los trabajadores de las subcontratas abandonasen la ocupación, ante la
cual se habían concentrado varios centenares de familiares y trabajadores de
otras empresas con el fin de evitar su desalojo, y renunciasen a su
exigencia de que Telefónica negociase como parte implicada en el conflicto.
Los proletarios de las subcontratas de Telefónica han demostrado que si la
burguesía, que lucha continuamente contra sus competidores nacionales e
internacionales, pero también contra los trabajadores buscando obtener cada
vez más beneficio y reorganizando para ello el proceso productivo de manera
que la extracción de plusvalía del trabajo obrero pueda maximizarse, puede
aislar a cada trabajador y hacerle competir con otros trabajadores, también
puede sufrir duros reveses una vez que los proletarios se unen para hacer
frente a esta competencia.
Los proletarios de las subcontratas de Telefónica han mostrado que, para
vencer, los trabajadores deben tomar la lucha en sus propias manos,
defendiendo únicamente sus intereses de clase frente a cualquier llamada a
contemporizarlos con las necesidades económicas de la empresa. Han mostrado
que los medios y los métodos clasistas son los únicos que, sin garantizar la
victoria en ningún caso, pueden permitir alcanzarla. Los proletarios de las
subcontratas de Telefónica se han enfrentado a la fuerza unida del
oportunismo sindical y de la policía del Estado burgués, han sufrido la
represión dando con sus huesos en comisaría acusados de graves delitos y con
ello han evidenciado que cualquier tentativa de lucha proletaria que busque
seguir el camino del enfrentamiento real con la patronal se enfrentará a
todos los intentos posibles por parte de la burguesía para destruirla.
Por último los proletarios de las subcontratas
de Telefónica han visto aparecer en escena la fuerza de este oportunismo
renovado que conforman los partidos “renovadores” del tipo Podemos y Guanyem.
Estos, apoyando verbalmente la lucha obrera, han actuado y actuarán como
verdaderos agentes de la burguesía entre las filas del proletariado,
defendiendo realmente los intereses generales de aquella, que les utiliza
como mediadores que oponen siempre las pequeñas mejoras que se pueden
obtener en una lucha a la verdadera naturaleza de esta, el conflicto entre
proletarios y capitalistas, e impidiendo con la excusa de las “conquistas
realmente posibles”, la gran conquista que es “la unión cada vez más extensa
de los obreros” en palabras de El
Manifiesto del Partido Comunista.
¡Por la reanudación de la lucha clasista del proletariado!
¡Por la defensa intransigente de las condiciones de vida del proletariado!
Partido Comunista Internacional
1
de Junio
de 2015
www.pcint.org
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La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.
si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com