37 inmigrantes muertos en la valla de Melilla, cientos más heridos
ESPAÑA APUNTA, MARRUECOS DISPARA
De acuerdo con los últimos recuentos que proporcionan las ONGs, el número de inmigrantes muertos el viernes al intentar entrar en España llega ya a 37. Marruecos, y España detrás de él, afirma que son muchos menos, pero las imágenes que han llegado a los medios de comunicación, en las que se puede ver cadáveres apilados como en una escena bélica, muestran una realidad que contradice la versión del gobierno alauí.
Según estas mismas ONGs 2.000 inmigrantes, en su mayor parte de origen subsahariano, intentaron saltar la valla de seguridad que separa Melilla de Marruecos el viernes por la mañana. Estos inmigrantes llevaban semanas esperando en el lado marroquí de la frontera, en los bosques de la zona, para intentar alcanzar España por la parte más viable, la que toca con el barrio chino de la ciudad. En el momento del salto, la Gendarmería marroquí utilizó material antidisturbios contra ellos, obligándoles a retroceder y haciéndoles caer en una hondonada que actúa como defensa natural de la frontera. Según caían los inmigrantes, los policías continuaban disparando contra ellos provocando la masacre. Además de aquellos que fallecieron inmediatamente por los golpes que recibieron con botes de humo lanzados a bocajarro o por la caída en el desnivel, a los muertos hay que sumar los que perdieron la vida asfixiados bajo los cuerpos de sus compañeros.
Los pocos cientos de inmigrantes que lograron saltar la valla, si bien corrieron mejor suerte que aquellos que cayeron muertos o gravemente heridos, tuvieron que enfrentarse a la Guardia Civil y a los gendarmes marroquíes a los que se permitió entrar (ilegalmente de acuerdo a la legislación española) para ayudar a reprimir, capturar y devolver a los inmigrantes. No llegaron a ser asesinados, como sucedió al otro lado de la valla, pero sufrieron las palizas de los policías de ambos países: esta es la verdadera solidaridad que existe entre los mercenarios a sueldo de ambos Estados, para los que no existe ninguna restricción a la hora de ensañarse contra jóvenes que llevan meses, si no años, de una agotadora travesía en la que la falta de agua y alimentos adecuados les han dejado agotados.
Después de la masacre, el gobierno español se ha apresurado a alabar la acción de las fuerzas represivas españolas y marroquíes, elogiando por boca de Pedro Sánchez la operación policial contra la “violencia” de los inmigrantes: 37 muertos, para el gobierno y el Partido Socialista, son un buen resultado ante la “crisis migratoria” para la que durante años pidieron una solución “humanitaria”. Por parte de Unidas Podemos, la otra pata del “gobierno más progresista de la historia” ha tomado la contundente decisión de exigir… una investigación judicial para aclarar lo sucedido, es decir, para ver si los muertos han sido asesinados legal o ilegalmente. Finalmente, la ministra de Trabajo y súper candidata de la próxima coalición de izquierdas, Yolanda Díaz, ha enviado su muy sentido pésame a las familias de los muertos apenada sin duda por su trágico fin. Esta es la realidad de un gobierno que, a cargo como está de gestionar los intereses inmediatos y generales de la clase burguesa, constituye la principal garantía para el mantenimiento de la política represiva contra los inmigrantes que pretenden encontrar una vida mejor, huyendo del hambre y la miseria de sus países de origen, en el “paraíso” europeo. Mañana, cuando los medios de comunicación cumplan con su cuota de sensacionalismo en este tema y se pueda pasar página, volverán a clamar contra el avance de Vox, el éxito de la extrema derecha y la amenaza del fascismo…
Más allá de la política represiva que todos los gobiernos burgueses, de izquierdas o de derechas, mantienen en la frontera con Marruecos, estos muertos son la consecuencia directa del giro en política exterior que el gobierno ha realizado en los últimos meses: azuzado por la carestía de fuentes de energía que provoca la guerra de Ucrania y el cese parcial del suministro de gas ruso a Europa, el gobierno español se ha sumado a la doctrina norteamericana que fija en Marruecos el principal aliado occidental en el área del Magreb, dándole un apoyo que le permite desarrollar sus intereses políticos, económicos y militares en la región en detrimento de Argelia. Para ello, en abril de este año reconoció la soberanía marroquí sobre el Sáhrara Occidental apoyando su proyecto de autonomía para la región, algo que implica reconocerle el derecho a disponer de este territorio como si formase parte del país, dejando de lado el proyecto de referéndum de autodeterminación planteado por naciones unidas y aceptado por España hasta entonces. Esto supone que España renuncia a sus derechos como potencia administradora del Sáhara Occidental y reconoce como legal la ocupación marroquí iniciada en 1.975 a cambio de que Marruecos permita el acceso al gas natural bombeado a través del gasoducto que pasa por su territorio.
Con esto, la situación queda de la siguiente manera: Europa obtiene una fuente suplementaria de Gas Natural, que se suma a la ya menguada vía rusa y a la argelina (que, si no se bombea directamente a España, pasará por Italia) mientras que se alinea con la política exterior de EE.UU. en la región norte africana. Marruecos se ve reforzado como fuerza regional de primer nivel, extendiendo su control definitivamente sobre el Sáhara Occidental y garantizando con ello su victoria frente a la ofensiva del Frente Polisario. Finalmente, España cumple con su papel de mediador entre las grandes potencias y cede sus derechos como antigua potencia colonial, ve afectadas sus relaciones comerciales y su tradicional buena relación con Argelia y toma partido por Marruecos en el conflicto latente que hay en el Magreb entre este país y Argelia, pero obtiene tanto una fuente segura de energía como los servicios del país alauí como policía fronterizo. La llamada “frontera sur”, que separa a Europa de África y que tiene en Marruecos un punto clave, se ve fortalecida con la garantía policial de un país que, como es sabido, no tiene muchos miramientos con las masas de inmigrantes que usan su territorio como última parada antes de entrar en Europa.
Las consecuencias de este nuevo reparto de la influencia imperialista en el área del Magreb son evidentes: si hace poco más de un año el Estado marroquí abrió las vallas de Ceuta para permitir que los inmigrantes retenidos en la frontera entrasen en España, dando lugar a una intervención militar española en la zona, el pasado viernes asesinó a decenas de inmigrantes que intentaban pasar. España recibe con ello el justo precio por su cambio de rumbo en cuestiones internacionales, el peligro inmigrante queda contenido por la acción represora de las fuerzas policiales magrebíes y la Guardia Civil puede limitarse a mirar desde lejos. Los muertos son la pieza cobrada por la diplomacia europea y española, como lo son los miles de inmigrantes reprimidos en las fronteras libias o turcas, donde existen verdaderos campos de concentración cuya función es taponar el paso a la inmigración africana y asiática. Ante el recrudecimiento de las tensiones imperialistas, el empeoramiento de la situación económica y el arreciar de los vientos de guerra, Europa, en este caso a través de España, se blinda contra unas masas de inmigrantes que la burguesía ve como un peligro potencial para la estabilidad económica y social de sus países.
Estos inmigrantes, huyendo de la situación de auténtica miseria que viven en sus países, son empujados hacia las fronteras europeas cada vez con más intensidad. Sufren el trato de las mafias, la presión de las policías de todos los Estados, que los quieren muertos como en Marruecos o esclavos como en Libia, y si finalmente logran entrar en Europa, alcanzan no el bienestar soñado sino una vida como mano de obra barata y desechable en cualquier momento, bajo la presión continua de las fuerzas represoras, con la amenaza de la cárcel en forma de CIEs o de la expulsión a los países que se prestan a recogerlos y mantenerlos en campos de refugiados a cambio de una compensación económica que paga la UE. Y esto sucede tanto en la frontera de España como en la de Grecia o en la de Estados Unidos con México.
Las masas de inmigrantes quieren entrar en los países del llamado primer mundo. Y realmente son necesarias para una burguesía necesitada de mano de obra barata y explotable sin los condicionantes que la legislación social y laboral de los países capitalistas desarrollados mantiene para sus proletarios nativos, pero lo son siempre y cuando lleguen correctamente disciplinadas. Siempre y cuando entren en Europa o Estados Unidos sabiendo qué son (proletarios a explotar), qué se espera de ellos (sumisión y aceptación de cualquier cosa que se les exija) y cuál puede ser su destino (la cárcel, la deportación o la muerte) si desobedecen.
Pero estas medidas no les detendrán. El hambre y la pobreza les obligan a emigrar para vivir. Y tal y como huyen de su destino en sus países de origen, traen consigo materialmente la fuerza de la rebelión, orientada hoy a lograr un pase para Europa o Estados Unidos, pero que podrá dirigirse, mañana, con otras condiciones de lucha del proletariado nativo, hacia la lucha de clase. Ellos, que no tienen nada que perder pero que tienen la fuerza para sacudirse las cadenas con que pretender someterles, podrán dar, en un futuro no muy lejano, una contribución decisiva, a base de fortaleza y rebeldía, al proletariado occidental para escapar de la intoxicación democrática y colaboracionista, hermanándose en una única lucha. Esto es lo que realmente teme la clase burguesa de todas las naciones.
¡Solidaridad con los trabajadores inmigrantes!
¡Por la unidad de clase del proletariado, más allá de razas, nacionalidades, sexo o edad!
¡Por el retorno de la lucha de clase!
Partido Comunista Internacional (El Proletario) - www.pcint.org - 25-06-2022