La lucha de clase contra la explotación capitalista es vital... ¡Este es el verdadero significado del Primero de Mayo, proletario, internacionalista y de lucha!
La
lucha de clase contra la explotación capitalista es vital, tanto
para defender las condiciones de existencia del proletariado en todos
los países del mundo como para lanzar, mañana, la lucha decisiva
contra el poder político de las clases dominantes burguesas y
liquidar el régimen de esclavitud salarial impuesto y mantenido con
la fuerza del capitalismo.
¡Este
es el verdadero significado del Primero de Mayo proletario,
internacionalista y de lucha!
¡Proletarios!
¡Compañeros!
Después
de 7 años de crisis económica y social, el capitalismo no ha
logrado devolver las condiciones de vida del proletariado –la gran
mayoría de la población en todos los países- a un nivel tolerable.
La opulencia de los países capitalistas avanzados se refiere
exclusivamente a la gran minoría de burgueses que acaparan con la
fuerza y con el engaño toda la riqueza social producida por el
trabajo humano, mientras el proletariado y los estratos inferiores de
la sociedad son golpeados sistemáticamente por la incertidumbre
general de la vida, precipitándose en el miseria, en el hambre y en
la desesperación. En los países capitalistas atrasados,
abastecedores sobre todo de materias primas y de brazos proletarios
que explotar sin escrúpulos, rige la misma ley del beneficio que
gobierna los países industrializados gracias a la cual restringidos
círculos burgueses, a sueldo de los potentados económicos,
políticos y militares de los estados más fuertes del mundo, dominan
sobre vastas masas empobrecidas y esclavizadas con la única
finalidad de mantener un poder del que chorrea la sangre de millones
de seres humanos.
Si
era necesario demostrar que el régimen capitalista, en todos los
países del mundo, representa para la gran mayoría de la población
una vida de sufrimiento y de muerte, estos años de crisis continuada
lo confirman de la manera más trágica. Las guerras de rapiña que
han devastado en los últimos veinticinco años los países de África
y del Medio Oriente demuestran la imposibilidad del capitalismo de
asegurar paz, bienestar, prosperidad como hipócritamente cantan los
aduladores del beneficio capitalista. Los representantes de los
países imperialistas dominantes, mientras se ponen de acuerdo para
expoliar el mundo dividiéndose las zonas a explotar y controlar, se
preparan al mismo tiempo para hacerse la guerra, en un primer periodo
por estados interpuestos para después pasar, cuando la situación de
precario equilibrio de los enfrentamientos mundiales se rompe, a
hacerse la guerra directamente como ya sucedió en 1914 y en 1939.
En
paz o en guerra el proletariado es siempre lo mismo: una bestia que
explotar en tiempos de paz, carne de cañón en tiempos de guerra.
Esta es la suerte a la cual las masas proletarias de cada país son
destinadas mientras exista el capitalismo: a los pocos y raros
periodos de paz, siguen o preceden periodos de guerra, de
destrucción, de devastación. A los muertos por “accidentes en el
trabajo”, por intoxicación de amianto, de dioxinas, en las
migraciones forzadas y por las más diversas formas de represión
policial que en “tiempo de paz” no faltan nunca, se unen los
muertos a centenares de miles en “tiempos de guerra”. La paz en
el régimen burgués, como afirmaba Lenin, es un intermedio entre las
guerras.
¡Proletarios!
¡Compañeros!
¿Cómo
pueden defenderse las masas proletarias y salir de esta tremenda
suerte que reserva para ellas la sociedad burguesa? ¿Qué futuro
pueden imaginar para sí y para sus propios hijos?
Migrantes
que pierden la vida en el intento de huir de condiciones de vida
insostenibles en sus propios países de origen; los mineros que
pierden la vida en las galerías que se vienen abajo por incuria y
por un ahorro criminal en las medidas de seguridad; trabajadores que,
por las mismas razones de ahorro en las medidas de seguridad y de
prevención, mueren en las fábricas o caen de los andamios o se
consumen en la agonía en la cual se precipitan por enfermedades
provocadas por el uso de materiales nocivos y por trabajos en los
cuales la peligrosidad es de sobra conocida por los jefes de la
empresa y los patrones; proletarios que se desgastan bajo el peso de
una esclavitud salarial que, por motivos de beneficio capitalista, no
garantizan ya una vida, expeliéndoles del proceso productivo y
lanzándoles a la miseria y la desesperación: he aquí el futuro
para millones de proletarios en el mundo. Y para muchos de ellos ya
es el presente.
¿Cómo
salir de esta trágica situación? La burguesía democrática,
sostenida por partidos y organizaciones sindicales falsamente
representantes de los intereses de los trabajadores pero en realidad
colaboracionistas, continúan propagando la necesidad de “reformas”,
de “soluciones” contingentes útiles para “salir lo más rápido
posible de la crisis”, todas dirigidas a la “reanudación
económica” y al “crecimiento”.
La
misma historia del desarrollo de los países capitalistas demuestra
que sin la presión social de la lucha de clase el proletariado no
habría tenido nunca una mejora en sus condiciones de vida y de
trabajo; que sin la lucha clasista continua el proletariado nunca
habría podido mantener en el tiempo estas mejoras; y que la lucha
que la burguesía conduce contra el proletariado, en un antagonismo
entre las clases que no desaparece nunca de la sociedad burguesa,
arrebata las concesiones hechas bajo la presión de la lucha
proletaria.
Es,
por lo tanto, una cuestión de relaciones
de fuerza entre las
clases burguesas en el poder y la clase del proletariado. En la
medida en la cual la clase burguesa logra colocar bajo su influencia
directa las organizaciones de defensa del proletariado y los partidos
políticos que se dotaban de programas socialistas, o comunistas,
transformándolos en organizaciones colaboracionistas, refuerza su
dominio sobre toda la clase proletaria y la coloca a su merced. En la
medida en la cual la clase del proletariado logra organizarse de
manera independiente
de los intereses y de las instituciones burgueses, refuerza su
capacidad de oponerse a la presión económica y social de la clase
dominante, colocando al mismo tiempo las bases para elevar su propia
lucha a un nivel más alto y de mayores perspectivas, a un nivel
político,
colocándose finalmente sobre el terreno decisivo no solo para la
suerte del proletariado como clase de esta sociedad, sino para la
suerte de la sociedad en general, reconociéndose como clase que no
lucha sólo para defenderse de la sociedad burguesa y de sus leyes
económicas y políticas, sino también para revolucionar toda la
sociedad, de arriba abajo, abriendo la vía a la sociedad sin clases,
sin esclavitud salarial, sin opresión y sin explotación del hombre
por el hombre.
Que
la clase del proletariado y su movimiento en la sociedad son
decisivos en las relaciones sociales lo demuestra la misma clase
dominante burguesa a través de los enormes recursos que utiliza no
solo para reprimir y controlar cualquier movimiento del proletariado
y de sus grupos más decididos, sino también para influenciar,
organizar y desviar a las masas proletarias del terreno del
enfrentamiento de clase, es decir, del terreno en el cual la clase
proletaria reconoce que sus propios intereses tanto inmediatos como
futuros son diametralmente opuestos a aquellos de la burguesía y que
para defenderlos e imponerlos es vital que la organización y la
lucha del proletariado sea y se desarrolle de modo totalmente
independiente de las organizaciones y de los intereses de la
burguesía y de cualquier estrato o grupo social, laico o religioso,
ligado a la clase burguesa misma.
La
burguesía, en el curso histórico de su dominio de clase, ha sacado
una gran lección, sobre todo de las luchas revolucionarias del
proletariado. Ha entendido que el ambiente político y social
empapado de democracia ha sido y es el ambiente más apto para
utilizar al proletariado a favor del propio poder político y a favor
de la defensa de sus propios beneficios capitalistas. Naturalmente la
burguesía debía y debe dar algo a cambio al proletariado para
obtener esta aquiescencia y para mantenerla. Sobre el plano
económico-social, mientras perdura el método de la lucha de
competencia entre proletarios, la burguesía concede pequeñas
“garantías” materiales –estas concesiones que no por
casualidad se llaman amortiguadores
sociales- a través
de las cuales continúa dividiendo a los proletarios en miles de
estratos diversos, pero a cambio ofrece medidas económicas y
sociales que van a cubrir las necesidades más impelentes del
proletariado. Sobre el plano social, se coloca al proletariado en
condición de identificarse con la pequeña burguesía exaltando el
individualismo y el interés personal, pero, al mismo tiempo,
interviene con más o menos dureza en acciones de represión en todas
las ocasiones en las cuales los proletarios reaccionan a los
agravios, a las vejaciones y a los chantajes de los patrones. Sobre
el plano político, ha abierto las puertas del parlamento y de las
instituciones a los “representantes” de los trabajadores,
comprando de hecho sus servicios con el fin de mantener a los
proletarios en la ilusión de que sólo a través de estas
instituciones es posible obtener mejoras o, al menos, frenar el
empeoramiento.
¡Proletarios!
¡Compañeros!
Desmoralizar,
desorganizar, deprimir el movimiento de resistencia del proletariado
bajo la presión capitalista: este es el objetivo de las
organizaciones económicas y políticas del colaboracionismo
interclasista. Del resto, comprendida la represión, se encarga el
Estado central, en el cual, en momentos de gran tensión social,
participan también los exponentes del colaboracionismo político y
sindical. Ejemplos de este tipo se tienen todos los días y desde
hace décadas. El problema para los proletarios, que hoy se dan
cuenta perfectamente de no tener la fuerza como para reaccionar de
manera unitaria y determinante, es qué vía tomar para reconstruir
una fuerza que o sólo corresponda al propio número –la mayoría
de la población está constituida por proletarios- sino que esté en
condiciones de afrontar la fuerza económica, social, política y
militar de la clase dominante que, por su parte, tiene en sus manos
todos los resortes del poder sobre la sociedad.
Esto
no es un problema nuevo para el proletariado; la historia misma de su
movimiento de clase lo demuestra. Es un hecho histórico innegable
que el movimiento de clase del proletariado ha tenido periodos de
ascenso formidable alcanzando el nivel de insurrección
revolucionaria y de conquista del poder político –como durante la
Comuna de París y la Revolución de Octubre en Rusia; que el
movimiento de clase del proletariado ha tenido también largos
periodos de repliegue sobre posiciones oportunistas y, por lo tanto,
de derrota preventiva de sus reivindicaciones políticas y sociales
es también algo inobjetable. Después de la derrota de la revolución
proletaria en Rusia y de la Internacional Comunista, el movimiento de
clase del proletariado no sólo en Rusia o en Europa sino en todo el
mundo, ha sufrido un repliegue excepcional, que ha colocado la lucha
proletaria en un nivel de defensa elemental e incluso por debajo de
este nivel. Es de este abismo que los proletarios están constreñidos
a recomenzar, sobre todo en los países capitalistas avanzados en los
cuales la intoxicación democrática y oportunista ha provocado, en
más de noventa años de oportunismo, los daños mayores.
La
tiesura de las burguesías dominantes ha llegado a tal punto de
llevarlas a decidir el acelerar –con el pretexto de las crisis
económicas prolongadas cuyos efectos negativos se están viviendo
aún- el desmantelamiento del castillo de “garantías” que los
amortiguadores sociales aseguraban a una parte consistente del
proletariado en todos los países avanzados, reduciendo las
condiciones de existencia y de trabajo a un nivel de precariedad y de
explotación que la burguesía dominante reservaban y reservan sólo
a los proletarios inmigrantes de los países industrialmente menos
avanzados. El trabajo negro, junto con la explotación de la mano de
obra clandestina, se han difundido enormemente en los últimos
veinticinco años y, de manera contemporánea, ha proseguido el
desmantelamiento de todas o parte de las defensas económicas y
sociales que en un tiempo “garantizaban” a los proletarios de los
países avanzados respecto de los inmigrantes diferenciándolos. El
trabajo temporal, la bajada de los niveles salariales, las relaciones
cada vez más estrechas entre trabajo y productividad, el aumento de
los ritmos y de los turnos y la intensidad del trabajo, el aumento de
la flexibilidad y, por lo tanto, de la precariedad del trabajo, el
aumento de la edad de jubilación, los despidos y el aumento de la
desocupación sobre todo juvenil, son algunos de los aspectos
concretos del ataque de los capitalistas a las condiciones de
existencia y de trabajo de los proletarios. Y todo esto tiene lugar
después de que las organizaciones del colaboracionismo sindical y
político hayan contribuido a la “salvaguardia” de los intereses
de la economía nacional y empresarial en todos los países y que,
hoy, alzando algún lamento en las calles o en los enfrentamientos
con la “contraparte” continúan ofreciendo al capital la piel de
los proletarios para que este la utilice según sus necesidades.
¡Proletarios!
¡Compañeros!
En
realidad vuestro futuro está en vuestras manos.
Sólo
los proletarios puedan volver a encontrar la confianza en sus propias
fuerzas, sólo los proletarios pueden reconstruir su fuerza de clase,
pero el camino a recorrer es completamente opuesta al seguido durante
todos estos decenios y que las organizaciones sindicales y políticas,
declarándose representantes de los “trabajadores” han trazado
siguiendo siempre y de manera exclusiva las indicaciones dadas por la
clase burguesa dominante.
Las
luchas que estas organizaciones han iniciado y dirigido y por las
cuales han salido a la calle, se han caracterizado siempre por no
dañar verdaderamente los intereses de los patrones y, naturalmente,
de la economía nacional y por respetar los límites que las leyes
burguesas siempre han dado a las luchas obreras, límites que tienden
a ser cada vez más estrechos para volver las luchas obreras de todo
ineficaces y, por lo tanto, desmoralizantes. La eficacia de estas
luchas y de las manifestaciones de protesta que las organizaciones
colaboracionistas han realizado es prácticamente nula en lo que se
refiere a vuestras exigencias de defensa del salario y de las
condiciones de vida tolerables, pero han tenido un resultado precioso
para la clase patronal: han difundido la desconfianza y la
desmoralización en el proletariado, favoreciendo aún más la lucha
de competencia entre proletarios por un trozo de pan. La solidaridad
con la economía empresarial y con la economía nacional, por lo
tanto con la clase patronal y el poder político burgués dominante,
mata la solidaridad de clase entre proletarios. No se puede ser
solidario entre proletarios y, al mismo tiempo, solidarios con los
patrones privados o con el patrón público (el Estado): los
intereses de clase están contrapuestos, son antagonistas, y es la
clase burguesa la que lo demuestra primero, con sus medidas de
austeridad, de tasación, de represión. La democracia, invocada por
los burgueses para que los proletarios la respeten y la deseen, es
hollada por los propios burgueses, que son los primeros a violar las
leyes, como la evasión fiscal, la corrupción y la economía
sumergida demuestran ampliamente. Por otro lado, basta con ver la
obra de las fuerzas policiales: ¿han defendido alguna vez a los
proletarios contra los patrones? No, lógicamente, porque las fuerzas
de la policía defienden la propiedad privada y los intereses de los
patrones, contra los proletarios que con su lucha los pueden poner en
cuestión.
Que
los proletarios están constreñidos, por las mismas condiciones
sociales en las cuales se encuentran, a luchar para sobrevivir es
algo obvio. Pero el problema es cómo y por qué luchar.
¿Cómo
luchar? Deben oponerse a los métodos que los patrones y la clase
burguesa usan para colocar a los proletarios en condiciones de
trabajo y de vida que permitan obtener mayores beneficios. Los
proletarios deben, por ello, defenderse eficazmente, utilizar los
medios y los métodos de la lucha de clase, es decir, medios y
métodos que no defiendan sino que dañen los intereses burgueses y
patronales. Sólo con los medios y los métodos de la lucha de clase
los proletarios pueden defenderse de la presión ejercida por los
patrones y los burgueses para no precipitarse en condiciones de vida
insostenibles y frenar este empeoramiento. Este modo de luchar puede
parecer una novedad para muchos proletarios jóvenes, hoy, pero forma
parte de la experiencia histórica del proletariado que en los años
en los cuales la tradición clasista no estaba sepultada por la
contra revolución y por el oportunismo era práctica normal de las
organizaciones rojas, y no rojigualdas,
del proletariado. Y será la misma lucha que los proletarios
conducirán sobre el terreno del antagonismo de clase abierto y
reconocido la que indique qué medios y métodos de lucha se pueden
utilizar de manera más eficaz.
¿Por
qué objetivos luchar?
Los
objetivos de la lucha proletaria, históricamente, han sido siempre
de dos tipos: los inherentes a la defensa inmediata de las
condiciones de vida y de trabajo (objetivos que ponen en discusión
las relaciones de clase de la sociedad burguesa, pero que pueden
teóricamente ser obtenidos en los límites de la sociedad burguesa,
sobre el terreno económico, social y político) y aquellos de orden
político más general e histórico insertos más directamente en la
perspectiva de la lucha revolucionaria, por la conquista del poder
político y la instauración de la dictadura del proletariado por la
transformación de la sociedad en sociedad socialista y, en
definitiva, en sociedad comunista. Según el marxismo, si el
proletariado no lucha, como clase, sobre el terreno de la defensa
económica inmediata no estará nunca en condiciones de luchar por
los objetivos históricos de la transformación de la sociedad
dividida en clases en sociedad sin clases. Por ello la lucha
proletaria de defensa inmediata es vital para la misma lucha
revolucionaria. La lucha por la defensa económica sobre el terreno
inmediato no puede, por su desarrollo automático, elevarse a lucha
política general; y como afirmaba Lenin, una “escuela de guerra”
(de la guerra de clase entre proletariado y burguesía, no es aún la
“guerra de clase”), en la cual el proletariado acumula
experiencia y se reconoce no sólo como una única clase contrapuesta
a todas las otras clases sociales sino también como clase
internacional. Y en esta lucha que el proletariado, defendiendo sus
objetivos de clase sobre el terreno inmediato (unificando sus propias
fuerzas y superando, por lo tanto, la competencia entre proletarios),
se enfrenta con la clase burguesa que, en un cierto nivel de tensión
general y para interrumpir el desarrollo de esta lucha, saca toda su
fuerza económica y social interviniendo con la fuerza represiva del
Estado central (policía, magistratura, ejército) elevando
objetivamente el enfrentamiento a nivel general y poniendo, por
tanto, al proletariado la tarea de transformar su propia lucha de
defensa en lucha revolucionaria cuyos objetivos no son ya aquellos
relativos a las condiciones de existencia y de trabajo tolerables,
sino condiciones de existencia y de trabajo del todo diferentes y
libres del juego del trabajo asalariado y, por lo tanto, del capital.
La
unificación de los proletarios por encima de la diferencia de
categoría, de sector económico, de región, de edad y de género,
se coloca inevitablemente sobre el plano más general e
internacional, siendo las condiciones de base de la relación entre
trabajo asalariado y capital exactamente las mismas en todos los
países del mundo; las diferencias son, si acaso, de intensidad y de
brutalidad de la explotación aunque, por otra parte, ya no
discriminan, como en un tiempo, entre los proletarios de países
capitalistamente avanzados respecto de aquellos de todos los otros
países dado que el empeoramiento generalizado de las condiciones de
supervivencia avanza a pasos de gigante en los países considerados
“civilizados”.
El
Primero de Mayo representaba en un tiempo exactamente esta
unificación por encima de las fronteras nacionales y por encima de
las diferencias entre proletarios de los diversos países y de las
diversas categorías. Representaba el ápice de la lucha de clase
sobre el terreno inmediato y la base de partida para la lucha
proletaria más general y revolucionaria. Hoy, como cualquier otro
símbolo de lucha proletaria, el primero de mayo ha sido transformado
en un día en el cual se festeja el capital, la sociedad de consumo,
la paz social, la colaboración entre las clases, en suma la victoria
en todos los planos de la burguesía sobre el proletariado, con
fiestas, picnics, cantos y bailes, como un gran carnaval. Y donde la
situación económica general mucho más dura lleva a los proletarios
a manifestar su malestar y sus propias exigencias de vida y de
trabajo, las fuerzas del orden burgués están vigilantes y prestas a
intervenir para mantener “el orden público”, en defensa de la
paz social en la cual los burgueses de todo tipo utilizan sus propios
métodos para explotar el trabajo asalariado hasta la última gota de
sudor y sangre.
El
Primero de Mayo volverá a ser una jornada de lucha proletaria e
internacionalista cuando los proletarios rompan de una vez por todas
con la paz social y con la colaboración interclasista, reorganizando
sus propias fuerzas sólo y exclusivamente en defensa de sus propios
intereses inmediatos, de manera independiente de cualquier interés
burgués y de cualquier aparato institucional dispuesto expresamente
para desviar, confundir e ilusionar al proletariado confiando al
enemigo de clase su propia suerte.
Los
proletarios deberán recomenzar a luchar por sí mismos no como
individuos, sino como miembros de una clase que tiene en su mano
históricamente la potencialidad de dar fin al régimen de esclavitud
moderna, al capitalismo, un régimen que hace depender la vida de la
gran mayoría de la población mundial de la marcha de un mercado que
ni siquiera los burgueses están en condiciones de controlar, pero
del cual extraen sus propios beneficios a despecho de los proletarios
de todo el mundo, constreñidos a vivir y a sobrevivir sólo si son
explotados en las cárceles del trabajo asalariado o en el desempleo.
Las
reivindicaciones fundamentales de la lucha proletaria de clase no han
cambiado en el tiempo, porque en este tiempo no han cambiado las
relaciones de fondo entre capital y trabajo asalariado:
-aumento
del salario, mayor para las categorías peor pagadas
-disminución
drástica de la jornada laboral
-el
mismo salario para hombres y mujeres, autóctonos e inmigrantes
-salario
por el trabajo o salario de desocupación
-mismos
derechos económicos, sociales y políticos para cada trabajador,
independientemente de su nacionalidad.
Pero,
como en el pasado, y aún más en el presente y en el futuro, las
reivindicaciones de clase, aún las más elementales y limitadas, no
pueden ser propiedad de organizaciones interclasistas porque, aunque
aceptasen hacerse cargo de ellas, las sumergirían en un fango que
primaría las propuestas de “reformas”, de “leyes” de las
cuales hacer depender después la actuación de eventuales
reivindicaciones. Esto no significa que algunos estratos proletarios
no estén de cualquier forma una mayor protección que otros, pero
como desde hace decenios –algo conocido muy bien desde los tiempos
de Marx y Engels- tal protección se refiere al restringido estrato
de la aristocracia
obrera que siempre
ha sido la parte del proletariado más cercana a las condiciones
sociales de la pequeña burguesía y más corrompida por la gran
burguesía.
Los
proletarios están y estarán constreñidos a reorganizarse sobre el
terreno de clase comenzando de cero, aún en pequeños grupos
luchando contra el aislamiento y la represión (primero a nivel
patronal y después a nivel policial) y también contra los estratos
más atrasados y retraídos del mismo proletariado. Este es un paso
inevitable: reanudar la lucha de clase, reorganizarse para la lucha
de clase no es algo indoloro. Los proletarios, sobre todo en los
países capitalistas avanzados, donde por tanto tiempo han estado
habituados a tener “garantías” y “privilegios” y que sólo
en los últimos decenios han comenzado a sufrir de manera no
episódica la precariedad del trabajo y de la vida, deberán
encontrar el valor que encuentran sus hermanos de clase de los países
atrasados para huir de estos países por las guerras, la represión,
el hambre y la miseria, el valor de luchar contra todo peligro, el
valor de ir contra las reglas de la “vida cívica” impuestas a
los proletarios por la clase burguesa para explotarles mejor e
impedirles rebelarse contra una vida de fatigas y sin futuro.
No
hay otras vías para reconquistar la propia “libertad”: la
libertad de organizar la propia defensa contra cualquier ataque y
cualquier opresión, la libertad de no acabar en el hoyo de la
desesperación, la libertad de arriesgar incluso la propia vida, no
por la avidez de un patrón cayendo de un andamio o ahogándose en
una galería de la mina, intoxicado por humos nocivos que devastan
ciudades enteras o mutilados por maquinas que no se paran nunca, sino
para afirmar, con la fuerza de la propia clase, la vida sobre la
muerte, la satisfacción de las necesidades vitales de los seres
humanos sobre las exigencias del beneficio capitalista y del dinero.
La lucha de clase proletaria contra el capitalismo parte de aquí.
1
de Mayo de 2015
Partido Comunista
Internacional (El Proletario)
www.pcint.org
El
Programa Comunista-Le Proletaire-Programme Comuniste-Il
Comunista-Proletarian
Valladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.
si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com