Continuando con nuestra tarea de contribuir al desarrollo y la extensión de la lucha de clases, pretendemos señalar y denunciar lo que podríamos calificar como "el enemigo interno", es decir, aquellos sindicatos, que reclamándose como parte de la clase trabajadora, son conocidos por sus prácticas antiobreras y por el mantenimiento de la "paz social" a toda costa (bonito eufemismo para denominar a la paz impuesta a lxs sometidxs, mediante toda la violencia que sea necesaria, por parte de sus opresores).
En el Estado español los dos mayores representantes de este "enemigo interno" son las estructuras sindicales de UGT y CCOO (aunque no los únicos).
Antes de entrar más a fondo en la exposición de motivos que nos lleva a adoptar este calificativo para denominar a estos sindicatos queremos hacer un ejercicio de honestidad para que nadie se llame a engaño.
Quienes elaboramos estos artículos nos encontramos dentro de una cierta "tradición", de prácticas e ideas, que se reconoce dentro de la autonomía obrera y que defiende sobre todas las cosas la independencia organizativa y política de la clase obrera.
Este principio, en el caso concreto de la cuestión sindical lleva a algunos a la negación del sindicato como institución necesaria para el desarrollo de la lucha de clases por dos razones principalmente:
1) Que, como dijo la AIT en su manifiesto inaugural, la emancipación de la clase obrera tiene que ser obra de lxs obrerxs mismxs y por ello en ciertas ocasiones la figura del sindicato, en vez de ser un motor necesario para la lucha, puede conllevar una práctica de delegación que haga que lxs obrerxs se desvinculen de los temas que les afectan directamente, lo que a la larga supondría en lugar de un motor, un freno, al promoverse la pasividad, la desmotivación y el individualismo.
2) Que la conversión del sindicato en institución mediante su integración en el aparato estatal para hacer de mediadores en los conflictos entre proletariado y burguesía, los limita en su acción al marco de la "paz social" (porque es esta misma la que legítima su posición) y los convierte, no en dinamizadores de la lucha de clases, sino en correas de transmisión necesarias para el poder dentro del sistema capitalista (la otra cara de la moneda del capataz que ejerce con gusto la función de "matón empresarial" pero en su versión sindical).
La financiación por parte del Estado de estos organismos hace imposible su independencia.
Y sin embargo, al mismo tiempo, sabemos que la lucha económica, de resistencia, de la clase trabajadora, no es una simple cuestión de formas. El sindicato integrado es igual de inerte que la asamblea cooptada por unos estalinistas.
Es, por tanto, la realidad actual de la lucha de la clase trabajadora la que nos lleva a subrayar el papel de enemigo interno de estos sindicatos vendidos.
Para ejemplificar la degradación progresiva en la defensa de los derechos de lxs trabajadorxs que llevan practicando estos sindicatos, desde su legalización en la época de la Transición hasta nuestros días, basta con tomar como ejemplo el papel que han jugado en la reciente huelga del Metal en la bahía de Cadiz.
En el marco de las negociaciones para la firma de un nuevo convenio colectivo del sector del metal, la FEMCA (patronal del metal en Cádiz) llega a un acuerdo con UGT, con la connivencia de CCOO que esta vez se ha puesto de perfil (en otras ocasiones estos papeles se intercambian).
Dicho acuerdo supone la consolidación de la pérdida de derechos laborales que han venido sufriendo lxs trabajadorxs del metal en Cádiz desde 2012, con la excusa de la crisis, en un momento donde la carga de trabajo vuelve a la Bahía por lo que se intenta su blindaje hasta 2032, periodo de vigencia de dicho convenio (demostrando que cuando a la patronal le interesa si que se pueden pactar convenios con largos periodos de vigencia). Esta pérdida de derechos viene reflejada por unos salarios a la baja (manteniendo la línea adoptada en tiempos de crisis, cuando ahora la situación ha cambiado y no se espera que vuelvan esos tiempos en los próximos años) que no garantizan el poder adquisitivo perdido en los últimos años, ninguna mejora en cuanto a seguridad o estabilidad de los puestos de trabajo y un total abandono de lxs trabajadorxs de las subcontratas que son aquellxs que más sufren la temporalidad y la precariedad, dejando un mensaje alto y claro: solo negociamos "migajas" para nuestros propixs afiliadxs, el resto nos importa entre muy poco y nada de nada. Tremendo descaro y falta de vergüenza para quienes se dicen "defensores de la clase obrera".
Este acuerdo se ha llevado a cabo a espaldas de las asambleas de trabajadorxs e incluso después, cuando estás se habían negado a someterse a tal abuso y habían empezado a movilizarse (apoyados en los sindicatos CGT y CTM), llegando a convocar una huelga indefinida que ha durado 23 largos días con protestas a diario (lo que deja bien a las claras que este acuerdo carecía del apoyo mayoritario de lxs trabajadorxs del metal). La postura de UGT y CCOO ha sido alinearse con la patronal, ninguneando a los sindicatos convocantes por una supuesta falta de representación (pese a que en los tajos, las asambleas y las calles se veía claramente lo contrario), tildando las manifestaciones de "ilegítimas" y criminalizando a lxs trabajadorxs en lucha, acusándolos de promover actos vandálicos ("poco quemamoh" para lo que merecen, a decir verdad).
Estás practicas, modos y maneras que podemos calificar como antiobreras con toda claridad no son un caso puntual ni algo de los últimos tiempos; son la línea que vienen adoptando progresivamente los "sindicatos mayoritarios" en todos los sectores y empresas a lo largo del Estado. Se han convertido sin lugar a dudas en la correa de transmisión de los deseos de la patronal, adoptando una suerte de juego de roles en donde la patronal hace de poli malo y estos sindicatos hacen de poli bueno, para que lxs trabajadorxs acepten la precariedad como una condena inevitable bajo la ilusión del mal menor.
Es por eso que desde aquí les señalamos y acusamos de ser el "enemigo interior" y le pedimos al conjunto de la clase obrera que les niegue la representatividad que dicen ostentar cuando lleguen a acuerdos que sean perjudiciales a sus intereses sin tan siquiera consultarles.
No son los defensores de la clase trabajadora, son los mamporreros del capital.
POR LA UNIDAD OBRERA