PARA LOS PROLETARIOS
LA ÚNICA SOLIDARIDAD ES LA DE CLASE
La burguesía ha mostrado una vez más que es absolutamente incapaz de evitar la muerte y la destrucción en su sociedad. Centenares de muertos, millones de euros de infraestructuras básicas destruidas, la ayuda que no llega a muchos lugares (sobre todo, a los barrios obreros más golpeados), etc. Todo esto vuelve a demostrar por enésima vez la inutilidad de una clase social que sólo es capaz de grandes lamentaciones mientras se prepara para llenarse los bolsillos con el negocio de la reconstrucción.
Toda la burguesía, desde los empresarios y sus políticos, a la burocracia estatal y las cúpulas sindicales, son culpables de los muertos que ha dejado el temporal en Valencia, Albacete, Cuenca o Jaén. Sobre todos ellos cae la responsabilidad de no haber evacuado la región cuando ya era evidente que la tragedia era irremediable. La patronal porque no quiso parar el trabajo; la burocracia estatal, los altos responsables de la Administración y la mafia política porque impusieron la decisión de no parar la actividad productiva; finalmente, las cúpulas sindicales y todo el cuerpo burocrático que regula el mundo del trabajo porque se plegaron, como siempre, ante la decisión de la patronal.
Si el día 29 por la mañana se hubieran dado instrucciones de no salir de casa, de cerrar las empresas y de esperar en lugares seguros, hoy estaríamos hablando de una situación infinitamente menos grave. Pero en la cabeza de la burguesía (sea grande o pequeña) solo cabe la idea del beneficio, caiga quien caiga y sin importar las consecuencias.
Los proletarios no pueden esperar nada que no venga de los proletarios mismos. El Estado capitalista, tan eficaz a la hora de combatir la lucha de los trabajadores y cualquier conato de disidencia política, se ha mostrado incapaz tanto de prevenir un desastre anunciado desde hacía días como de socorrer a los afectados. No es solo la ineptitud personal de muchos de sus dirigentes, sino su propia naturaleza y la propia función del estado burgués.
“Proteger la vida de los trabajadores”, en palabras de la ministra de trabajo -tan responsable como cualquiera de sus colegas de profesión- no es ni será nunca la finalidad del Estado y podemos decir, de hecho, que este ha cumplido, en relación a lo acontecido, escrupulosamente su función: defender el beneficio empresarial, el retorno de las inversiones, la rentabilidad, la propiedad privada… caiga quien caiga.
La catástrofe no han sido tanto las lluvias como la actuación anterior y posterior de la burguesía y su Estado. Hoy decenas de pueblos no tienen luz ni agua ni comida. Mientras en los pueblos obreros del sur de Valencia quedan niños a los que no les llegan alimentos, la burguesía ya ha desplazado a sus cuerpos represivos, policía y Guardia Civil, para proteger sus propiedades de los proletarios necesitados que necesitan alimentarse. La prensa habla de saqueadores y de la necesidad de mano dura. Se cuentan por decenas los detenidos y encarcelados. Para la represión no faltan infraestructuras.
Miles de personas se están dirigiendo, con lo poco que tienen, a ayudar a los damnificados, con comida y agua, intentando limpiar… Donde la burguesía se muestra incapaz y criminal, aparece la fuerza de una humanidad que se niega a ser aplastada.
Pero la ayuda, la solidaridad en general, no es suficiente. Mientras miles de personas no saben qué será de ellas mañana, mientras las familias proletarias lo han perdido todo, la lucha de la burguesía no cesa: media Valencia se ahoga, pero la otra media sigue trabajando, sigue obligada a presentarse en sus puestos de trabajo, a llenar los almacenes con una comida que es necesaria a sólo unos kilómetros pero que se sigue vendiendo. La clase burguesa y todos sus sirvientes siguen presionando para que los proletarios, la clase obrera que ha sido quien ha sufrido mayoritariamente este drama, no levante la cabeza.
Las organizaciones obreras deberían haber ordenado el cese de la producción el mismo 29 de octubre para evitar la catástrofe. Deberían haber convocado, posterior e inmediatamente, una huelga general, al menos en toda la región de Valencia, para asegurar que bienes y servicios imprescindibles se dirijan a quienes lo necesitan de verdad. Deberían haberse cerrado todas y cada una de las empresas y dedicar todos los recursos a la ayuda a los afectados. Y deberían haber organizado directamente tanto las labores de rescate como la incautación y reparto de los bienes necesarios allí donde se encuentran: almacenes y centros comerciales.
Un movimiento obrero capaz de hacer esto es lo que necesitamos, a la vista (por enésima vez) de la nulidad de una clase social caduca, la burguesía, y sus instituciones.
Es bonito ver a personas llevando comida, pero los supermercados de buena parte de las regiones afectadas siguen llenos, mientras en Torrent, Picanya o Paiporta la Guardia Civil custodia armada los centros comerciales.
La patronal, el Estado, las organizaciones sindicales vendidas, imponen la paz social, que en este caso es, más que nunca, la muerte de los trabajadores. A ello los proletarios debemos responder con la fuerza de nuestra lucha, con la verdadera solidaridad: LA SOLIDARIDAD DE CLASE.
CONTRA SUS CATÁSTROFES, LUCHA DE CLASE
Algunos proletarios hartos de serlo