[recibimos y publicamos]
JUVENTUD, MILITANCIA Y REDES SOCIALES
El trasvase intergeneracional de formaciones e informaciones es un punto crítico en la
supervivencia de cualquier colectivo. Desde hace ya bastantes años, la juventud entra a
cuentagotas en las organizaciones, escasea su presencia. Este texto pretende aportar
(más bien recordar) una respuesta entre tantas que hay a este fenómeno, a fin de buscar
- si las hubiera – soluciones.
Las mal llamadas redes sociales (red social virtual, RSV, en este texto) han perdurado en distintas formas a lo largo del exponencial desarrollo informático y de Internet, iniciado hace apenas 30 años, dos generaciones. Las RSVs permiten planificar y optimizar la proyección del ego individual hacia el exterior, de forma selectiva, la persona elige lo que de sí misma desea exponer (y explotar). Así, frustraciones, miserias, y sobre todo falsa felicidad, son arrojadas a las bases de datos con el fin de obtener un chute de likes (del inglés, “me gusta”) a modo de autoevaluación que muchas veces lleva a una depresión profunda. Un beneficio fácil sin la valentía “tradicional” de entablar conversaciones cara a cara. Twitch y Facebook para relaciones públicas, Tinder para las sexoafectivas, o LinkedIn para las relaciones laborales son algunos ejemplos de un largo etcétera que poco a poco ha ido haciendo mella en las relaciones reales de la sociedad. Las RSVs han ido perfeccionándose para generar una nueva cultura radicada en el individuo.
Según un estudio reciente sobre la generación Z y su adicción al like [1]:
A estos resultados hay que añadir el tiempo en otras plataformas de series y películas, además de
la propia televisión. En total, una buena parte de la población gastará en torno a 5 horas de sus
8 de ocio (+8 de trabajo + 8 durmiendo, y en muchos casos no se cumple) en RSVs. En 3 horas,
comprar, cocinar, desplazamientos, familia, amigos, ¿militancia?¿lectura?, diluyéndose en la
competitividad temporal.
Se ha perdido salir a tomar el fresco. No por el frío sino porque el tiempo de nuestra vida
invertido en hablar con la vecina ha sido sustituido en la generación de contenido y subirlo
a la RSV de turno. La cultura de quienes han nacido completamente en este contexto normalizado
(generación Z en adelante para el Estado español) se centra en esta nueva cultura de consumo,
lo más rápido y eficaz posible. Una cultura que choca verdaderamente con los modos de ser y
de vida en las organizaciones tradicionales, y de sus formas y contenidos.
Destacamos dos frases contundentes del artículo [2], extensibles al contexto que tratamos,
de mayor confusión entre espacio real y virtual:
“la televisión es un aparato especialmente eficaz para suprimir millones de interacciones
entre las personas y todo lo que la interacción produce: conocimiento, lenguaje, comunicación, estructuras de relación, afecto, contacto, conflicto,
creación, organización social y poder”
“La televisión...desarticula las redes naturales de relación social, desplaza las preocupaciones
al espacio virtual y esconde el deterioro del espacio real”
¿Cómo decirle a esa juventud que se venga a la “vieja” cultura, radicada en el beneficio social
a largo plazo, sin las endorfinas de los likes ni los egos dentro de las relaciones con el resto
de compañeros y compañeras, asistencia a una asambleas en las que se exige concentración
y respeto, es decir, saber esperar…? Se trata del tiempo. Vivimos 24 horas al día y las RSVs
- junto a otras plataformas – demandan demasiado como para que la juventud (no solo) quiera
“derrochar” horas, semanas, días de su vida en militancia.
Las organizaciones de clase no somos competitivas ante las RSVs, no estamos pensadas en
esa naturaleza, ¡y que alivio! Como agua filtrándose en la tierra, el tiempo ahorrado por la
satisfacción de haber producido el contenido diario se transforma en una inversión más de
trabajo asalariado. ¿De qué nos sirve entonces, que tiempo nos queda si a las 8-12 horas
asalariadas le sumamos las horas en RSVs? Desde luego que no las suficientes para
lo importante en el espacio real.
Cabe entonces preguntarse: ¿en qué ganamos?
Quienes todavía continúen leyendo este texto, se hayan emocionado al oír un mitin de alguien a quien conoces, en el estrado de la tarima, voz ante la multitud, y ver a la persona crecer hasta la euforia o el aplauso cómplice. El abrazo fraternal de volver a verte año tras año, huelga tras huelga, día tras día en un sinfín de conversaciones y acciones que se transforman en papel, se comparte y se difunde para propagar el hecho de la idea. Relaciones sanas, empáticas, construidas en el cimiento sólido de la experiencia real.
Tiempo de calidad es el tiempo de vida que uno arroja temerariamente a otro ser humano por empatía y cariño, en excursiones, fiestas, entierros y nacimientos. Riendo y llorando, follando, bailando, o resolviendo conflictos personales, codo a codo, cara a cara. Eso es tener valentía.
La vida no está delante de esta pantalla. Esto sólo es una herramienta de comunicación colectiva, rápida y eficaz.
NOTAS:
[1] Martín Critikián, D. y Medina Núñez, M. (2021). Redes sociales y la adicción al like de la generación z. Revista de Comunicación y Salud, 11, 55-76. https://doi.org/10.35669/rcys.2021.11.e281
[2] Cembranos Díaz, F. “Televisión, interacciones sociales y poder”. Psychological Intervention,Vol. 13. Num. 1. - 2004. Pages 21-37. https://journals.copmadrid.org/pi/art/51174add1c52758f33d414ceaf3fe6ba