Fuera las tropas marroquíes del Sáhara occidental
El pasado día 15, las tropas marroquíes tomaron por la fuerza el paso fronterizo de Guerguerat, un enclave que une Mauritania con el Sáhara Occidental y que los activistas saharauis estaban bloqueando desde el 21 de octubre con el fin de denunciar que, pese a la prohibición de la ONU al respecto, el Estado marroquí utilizaba la carretera que transita por Guerguerat para exportar materias primas (fosfatos, cobre, hierro, uranio, etc.), pesca, etc.
Tras la intervención del ejército alauita, las fuerzas del Frente Polisario contratacaron abriendo fuego. Pocas horas después este mismo Frente Polisario decretaba el Estado de Guerra en la región y, por lo tanto, la ruptura del alto el fuego acordado en 1991.
Los términos de este alto el fuego implicaban tanto el cese de las hostilidades, abiertas en 1976 con la retirada de España de los territorios saharauis, como la puesta en marcha de un proyecto auspiciado por Naciones Unidas para celebrar un referéndum de autodeterminación en los años siguientes a la firma. Desde que se aprobó por parte de Marruecos y el Frente Polisario el tratado de paz las autoridades marroquíes, dueñas sobre el terreno de la mayor parte del Sáhara Occidental ya que el Polisario sólo ocupa una ínfima parte del desierto que, además, está casi despoblada, mantienen un férreo control sobre la población y los recursos naturales de la zona. Ciudades como Aalaiun están sometidas a un puño de hierro que controla rigurosamente la vida de todos los saharauis imponiéndoles no sólo una represión política abierta, prohibiendo sus reuniones, ilegalizando sus asociaciones, persiguiendo a los militantes más destacados, etc. sino sobre la totalidad de la vida diaria de la población.
Campo de refugiados cerca de Tindouf |
La declaración de guerra por parte del Frente Polisario, concretamente por el Ejército de Liberación Popular Saharaui (ELPS) que es su rama militar, pone fin a casi veinte años de dominio indiscutido del reino marroquí sobre la región del Sáhara Occidental, así como a la legalidad internacional vigente que obligaba al Frente Polisario a reducir su actividad al control de los campos de refugiados saharauis en Tinduf, Argelia, donde habitan más de 200.000 personas que emigraron cuando Marruecos y Mauritania se arrogaron el control del Sáhara Occidental.
Durante todo este tiempo, los términos del acuerdo de paz sólo han regido para el bando saharaui: mientras que el Frente Polisario ha renunciado a toda actividad dentro de las fronteras marroquíes, los compromisos adquiridos por Marruecos, especialmente la celebración del referéndum de autodeterminación para el Sáhara Occidental, han sido pospuestos una y otra vez, hasta el punto de que ya absolutamente nadie puede considerar que se vayan a cumplir. Por supuesto, la represión contra la población saharaui, ahora desarmada y a merced de las autoridades, no ha cesado en ningún momento, mientras que se desarrolla una verdadera campaña de sustitución de la población original por emigrantes marroquíes a los que el régimen del reino usa como punta de lanza de su política imperialista en la región, imponiendo con ellos el abandono de la lengua hassanía (un dialecto del árabe hablado por los saharauis) que es sustituida por las variantes dialectales del árabe habladas en el norte del país.
La propia ONU, que mantiene en el Sáhara Occidental una fuerza militar (la MINURSO o Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental), considera a esta región una de las últimas colonias existentes en el mundo lo que, al margen de la significación legal de esta afirmación, implica reconocer que la potencia dominante, Marruecos, oprime a la población saharaui en todos los sentidos. Por supuesto, el reconocimiento por parte de la ONU de esta situación se queda ahí: sus fuerzas militares no han movido un dedo para evitar que el ejército y la policía marroquíes, ayudadas por bandas de civiles armados, impongan el terror periódicamente en las calles de las ciudades y pueblos de la zona. El interés de las potencias imperialistas en la región es evidente: por un lado todos los países que de una manera u otra participaron en la colonización del Norte de África (Francia y España principalmente, pero también Inglaterra) tienen intereses comerciales en la región y a Marruecos como su principal aliado en ellos. Además, el propio reino marroquí ejerce de tapón para controlar la inmigración que transita la ruta del estrecho de Gibraltar y de las Islas Canarias hacia Europa, utilizando toda su fuerza policial y militar para reprimir a los migrantes que huyen de la miseria en sus países de origen. Finalmente, otras grandes potencias imperialistas, sobre todo Estados Unidos, mantienen considerables inversiones en la región, destacando las del sector petrolífero, a la vez que necesitan un Estado fuerte como es el marroquí para defender sus propios intereses económicos, políticos y militares sobre el Norte de África, una zona que en las últimas décadas se ha vuelto muy complicada. En todo este juego, la ONU simplemente sanciona en nombre de la legalidad internacional una situación que nadie tiene interés en cambiar a excepción de los saharauis: permite los desmanes marroquíes mientras clama periódicamente por la solución de un conflicto que ella consiente a diario.
En la actualidad una buena parte del pueblo saharaui habita en campos de refugiados: entre 125.000 y 165.000 personas habitan en las wilayas del Este de Argelia desde 1975. La situación en estos campos es terrible, la población depende para absolutamente todo de la ayuda que las Organizaciones No Gubernamentales proporcionan, sin tener acceso directo a víveres de primera necesidad, con tasas de mortalidad altas incluso para África, etc. No es de extrañar que, como afirman algunas fuentes, buena parte de la población de estos campos se haya unido al ELPS en los últimos días. De hecho, es muy probable que uno de los principales motivos para esta reapertura de las hostilidades por parte del Frente Polisario haya sido la presión cada vez mayor que los jóvenes de los campos ejercían en el sentido de volver a la guerra ante una situación que se ha vuelto insostenible.
Las masas desheredadas saharauis no se enfrentan sólo al ejército marroquí. Tienen frente a sí toda una red de intereses en la que participan las principales potencias imperialistas mundiales para mantener el status quo existente en la región. Pero, sin embargo, tienen muy pocos aliados. Sus tradicionales “amigos” fuera de las fronteras marroquíes han sido Argelia y las organizaciones políticas de la izquierda española. Respecto a los primeros, poco hay que decir: utilizan a los saharauis como medio de presión contra el gobierno marroquí, permitiéndoles a cambio malvivir en unos campos infrahumanos durante 40 años. Para ellos la situación del pueblo saharaui es, exactamente igual que para Francia o España, una ficha intercambiable en el juego diplomático internacional. Sobre las segundas, las fuerzas políticas de la izquierda española, durante décadas han organizado la “solidaridad” con el pueblo saharaui, prestando ayuda económica, reivindicando su causa como propia, etc. En verdad esta ayuda siempre estuvo envenenada. El apoyo político y económico al Frente Polisario como representante de la República Árabe Saharaui Democrática implicó siempre un apoyo abierto a la situación creada por los acuerdos de paz de 1991. El Frente Polisario ha sido el principal defensor de una política de pacificación que sólo ha llevado miseria y muerte a los saharauis. El apoyo dado a este partido, implicaba reforzar esta política, fortalecer la presión ejercida por Naciones Unidas, España y Francia para que los saharauis abandonasen su lucha en favor de una mediación internacional que, como se ve hoy, nunca llegó. El folklore, las consignas de “Sáhara Libre”, etc. que tanto ha gustado a PSOE, PCE, etc. traía tras de sí la defensa de una situación que inevitablemente era dañina para los saharauis, pero se prefería mantenerles en esa situación antes que reavivar el fuego de una lucha que realmente no interesaba a nadie. Por otro lado, hoy vemos cómo el gobierno de España, capitaneado por PSOE y PODEMOS, los primeros aliados del Frente Polisario en la Internacional Socialista, los segundos defensores acérrimos hasta el día de su entrada en el gobierno de la lucha del pueblo saharaui, mira hacia otro lado y permite que Marruecos vuelva a golpear con toda la dureza que crea conveniente a los saharauis. Desde el día 15 en que comenzaron los enfrentamientos, el gobierno de PSOE y PODEMOS sólo se ha referido a la situación que se vive en el Sáhara… ¡para condenar que en una manifestación frente al consulado magrebí en Valencia se colocase la bandera del Frente Polisario! Por su parte, Pablo Iglesias, acostumbrado ya las formas de la diplomacia, se ha limitado a pedir en sus redes sociales el respeto a las resoluciones de las Naciones Unidas, a esas mismas resoluciones que permiten la existencia de cárceles “negras” (secretas) en las que se tortura durante décadas a los militantes saharauis. Los intereses de la burguesía española en el Sáhara y Marruecos están, sin duda, bien representados por “el gobierno más progresista de la historia”.
El único aliado con el que realmente podría contar el pueblo saharaui oprimido es el proletariado de las principales metrópolis involucradas en la opresión del Sáhara. Porque sólo la clase proletaria tiene un interés directo en la liquidación de la situación de dependencia colonial que padecen las masas populares saharauis, en la medida en que sus propias burguesías, francesa, española o norteamericana, sufrirían un duro golpe con la ruptura del “equilibrio” imperialista en la región. España tienen una gran necesidad de Marruecos para importar materias primas (pesca, fosfatos, tierra para la construcción, etc.) y para mantener el control de la inmigración. ¿Podrá el pueblo saharaui liberarse de la opresión colonial marroquí gracias a la guerra que el Frente Polisario quiere retomar contra Marruecos? El Frente Polisario ya ha demostrado ampliamente no ser una fuerza nacional-revolucionaria; trata, con la guerra, como ya hizo en el pasado, de forzar a Marruecos a negociar para obtener un territorio económico en el cual desarrollar su propio poder burgués y tener finalmente una “nación” con sus fronteras respetadas y con un proletariado al que explotar directamente. Pero sus posibilidades de éxito desaparecieron ya en 1976, cuando Marruecos ocupó el territorio de la recién declarada República Democrática del Sáhara Occidental, que de esta manera no pudo ejercer ningún poder independiente después de que España abandonase su antigua colonia y que la ONU reconociese su legalidad.
El pequeño pueblo saharaui ha estado forzado a sobrevivir en condiciones de opresión continua, primero bajo el poder de España y después bajo el de Marruecos con el beneplácito de las potencias imperialistas interesadas en los recursos mineros del área (sobretodo los fosfatos, de los cuales Marruecos, gracias a la ocupación del Sáhara Occidental es uno de los principales productores mundiales) e interesadas también en un orden general cuya defensa demanda un Estado amigo, como es precisamente Marruecos. Es contra esta opresión que los saharauis se han rebelado más veces intentando su autodeterminación, pero las vicisitudes históricas no les han sido favorables, como no lo han sido a pueblos mucho más numerosos, como el palestino o el kurdo.
El pueblo saharaui está obligado, por enéisma vez, a vérselas con fuerzas mucho más potentes y determinadas a mantenerlo oprimido, más allá de los reclamos hipócritas al “derecho de autodeterminación” y de una organización armada, el Polisario, que quiere emanciparlo de la opresión extranjera sólo para sustituirla con la opresión nacional burguesa.
La única perspectiva en la cual es posible que la opresión del pueblo saharaui acabe es una mucho más amplia de la simplemente “nacional”: es la perspectiva en la cual se inserta la lucha de clase del proletariado, no sólo del proletariado saharaui, sino de los proletarios marroquíes, mauritanos, argelinos, que son los que le confinan, y de los proletarios españoles que tienen igualmente un deber de clase de luchar contra la opresión del pueblo saharaui y por su “autodeterminación” porque, durante largo tiempo, su burguesía, desde los palacios de Madrid, ha ejercido esa opresión utilizándola para comprar a los estratos superiores del proletariado español volviéndolos cómplices suyos, mientras que desde hace décadas la utiliza indirectamente a través de la opresión ejercida por Rabat.
Una perspectiva como esta es difícil de concretar vista la obra realizada durante décadas por el colaboracionismo de las fuerzas que se proclaman “socialistas” –como el PSOE y el PCE- pero que en realidad son completamente burguesas; pero es la única a la cual los proletarios deben encaminarsesi no quieren perpetuar su trágica servidumbre a las clases burguesas y asistir a masacres continuas.
Como comunistas estamos por el derecho a la autodeterminación de todos los pueblos, grandes o pequeños, pero al mismo tiempo sabemos que este derecho, como ha sucedido hasta ahora, continuará siendo traicionado sistemáticamente por cualquier burguesía más potente y por cualquier fuerza colaboracionista. Es únicamente sobre el terreno de la lucha de clase y de la lucha proletaria revolucionaria, que la historia abrirá para todos los pueblos la posibilidad real de una autodeterminación como primer paso hacia la superación de todos los enfrentamientos y de toda la competencia entre naciones y Estados, hacia una unión real entre los pueblos por encima de cualquier muro burgués, por encima de cualquier opresión.
¡Por la autodeterminación del Sáhara Occidental!
¡Viva la lucha de las masas saharauis contra la opresión militar y social de Marruecos!
¡Por la solidaridad internacionalista del proletariado español!
¡Por la solidaridad internacionalista del proletariado del Magreb, de Europa y de América!
¡Por la reanudación de la lucha de clase!
Partido Comunista Internacional (El Proletario)
17 de noviembre de 2020
www.pcint.org
Fuente:
https://www.pcint.org/01_Positions/01_04_es/201117_fuera-troppas.htm