Sólo en la perspectiva histórica de la revolución anticapitalista el proletariado podrá combatir y vencer cualquiera de las opresiones de las que se nutre como un vampiro la sociedad burguesa.



 
Proletarios,
La enésima crisis económica y social que el capitalismo, en todos los países, trata en todas partes de superar, es la demostración de que esta sociedad, basada sobre el beneficio capitalista y sobre la explotación del trabajo asalariado, se sume cada vez más en una maraña de contradicciones que dan como resultado el empeoramiento sistemático de las condiciones de existencia de la gran mayoría de la población y, sobre todo, de las grandes masas proletarias.
La crisis económica y social que desde hace cuatro años devasta la vida cotidiana de los proletarios en todo el mundo, se une a una serie interminable de crisis que han caracterizado dramáticamente el desarrollo del capitalismo desde el final del segundo enfrentamiento imperialista.
Para los capitalistas la crisis económica significa perder una parte de la cuota de beneficios que extraen regularmente, gozando de la protección del Estado burgués, de sus leyes, de sus fuerzas del orden y de sus ejércitos. Para los proletarios la crisis económica significa perder el puesto de trabajo, perder parte o todo el salario, perder la vida.
Los capitalistas, mientras se hacen constantemente la guerra compitiendo por los mercados en todos los países de todo el mundo, afrontan la crisis del propio sistema económico y de la propia sociedad descargando el peso y las consecuencias inmediatas y futuras sobre las espaldas de las masas proletarias más pobres. Un efecto de entre los más violentos de la crisis capitalista es el aumento progresivo de la competencia entre proletarios, competencia congénita al modo de producción capitalista pero que, alimentada a propósito por las políticas llevadas a cabo por cada gobierno, aumenta desmesuradamente en periodo de crisis generalizando el empeoramiento de las condiciones de existencia de todos los estratos proletarios, tocando también a una parte de las capas de la pequeña burguesía. Los proletarios, a los que los capitalistas quieren reducir cada vez más a dóciles bestias de trabajo, se encuentran así a merced de las oscilaciones del mercado y de los resultados de la guerra de competencia capitalista. La crisis económica que golpea duramente a los estratos más bajos del proletariado, lanzándoles a condiciones de supervivencia del todo precarias, no deja de afectar a los estratos más elevados –la famosa aristocracia obrera­- que la política social de la burguesía corrompe sistemáticamente para ligarla a ella y utilizarla para dividir a la clase proletaria.
Si la lucha de competencia entre los capitalistas, entre las empresas capitalistas, entre los estados capitalistas, representa la normalidad en la sociedad burguesa, su modus vivendi, su agudización progresiva no es más que la consecuencia natural del desarrollo capitalista tendiendo al punto de ruptura de los llamados equilibrios sostenibles en el mercado y en las relaciones entre los estados –transformando el enfrentamiento en el plano comercial y financiero en un enfrentamiento armado y de guerra- la lucha de competencia entre los proletarios, entre los jóvenes y los ancianos, entre los hombres y las mujeres, entre los nativos y los inmigrantes, entre los trabajadores especializados y los no especializados, etc. es un lucha inducida por la clase burguesa con la finalidad de robustecer el dominio que ya posee económica y políticamente sobre toda la sociedad. Los proletarios, precisamente porque viven una condición común de esclavitud asalariada, se ven lanzados a defenderse de la presión cada vez más pesada que la burguesía ejerce sobre ellos, con el único modo que tienen a su disposición: uniéndose, organizándose para oponer a los ataques de la patronal y de su Estado la única fuerza que pueden utilizar: el número. Sabiendo bien que los proletarios pueden ejercer una fuerza de resistencia sólo organizándose y luchando unidos sobre el terreno de clase, con medios, métodos y objetivos de clase y que a través de este entrenamiento en la guerra de clase los proletarios aprenden también a atacar a las clases dominantes para arrancarle su poder político central para emanciparse de la esclavitud asalariada, la clase burguesa siempre ha hecho de todo para influenciar a las organizaciones inmediatas y políticas del proletariado, corrompiéndolas y desviando sus luchas del terreno clasista.
El desarrollo de la lucha de clase entre capitalistas y proletarios ha producido en la historia experiencias de gran relevancia, tanto para unos como para otros. Los capitalistas han entendido que la tendencia espontánea de los proletarios a organizarse para defender sus propios intereses inmediatos es irrefrenable, no se puede anular porque está íntimamente ligada a la misma vitalidad del modo de producción capitalista que es un modo de producción que asocia a los trabajadores asalariados organizando cada minuto del trabajo y por tanto cada minuto de la misma vida cotidiana; por eso, después de haber intentado impedir el nacimiento de las organizaciones obreras, frente a las insistentes y duras luchas obreras por el derecho a organizarse por cuenta propia, la clase burguesa ha debido aceptarlas adoptando sin embargo medidas y políticas con el fin de influenciarlas, orientarlas y dirigirlas en función de la conservación social. Así, al lado de las tendencias políticas, de oposición neta a los intereses inmediatos y generales de la burguesía, han nacido las tendencias políticas oportunistas, conciliando los intereses proletarios con los intereses burgueses. De esta manera, a la represión directa y brutal de los obreros más combativos y organizados, los burgueses, en su constante defensa de su dominio sobre la sociedad y gracias a los periodos de expansión económica que ponían en sus manos enormes riquezas, han añadido la corrupción política y sindical, los métodos de la conciliación, las políticas de las reformas, el reconocimiento por ley del derecho de organización sindical y política, en una palabra: la democratización de las relaciones sociales, naturalmente en los límites de la conservación social burguesa.
Pero cualquier cosa hecha por la burguesía va en función de la defensa de sus intereses de clase y de sus privilegios sociales y debe reportarle una ventaja desde el punto de vista económico, político, ideológico o social; así también la libertades democráticas y los derechos sociales concedidos a los proletarios son concebidos y definidos en el ámbito del reforzamiento del dominio burgués sobre la sociedad  y, en particular, sobre el proletariado. Como se ha demostrado ampliamente durante al menos dos siglos de historia burguesa, las libertades democráticas  y los derechos de los que la burguesía se vanagloria tanto, significan libertad y derechos únicamente por escrito y se aplican muy poco a la clase proletaria… en realidad están a disposición, sobre todo, de la burguesía: libertad y derecho de explotación legal y, cada vez más, ilegal de la fuerza de trabajo proletaria utilizada en general –dada la abundancia de “oferta de mano de obra”- con las medidas de seguridad mínimas en el puesto de trabajo y con la mínima aplicación de los tan cacareados derechos. Si después, en determinados periodos, constituyen objetivamente un impedimento para la actuación de defensa eficaz de los intereses burgueses puestos en peligro por la competencia de burgueses de otros países o por prolongadas y duras luchas obreras, o por crisis económicas o de guerra, la “libertad” y los “derechos” de los cuales deberían gozar los proletarios simplemente no se aplican, se suspenden o se anulan.
Los proletarios, ilusionados con que, a través de la pacificación social, la redacción de la Constitución y de las leyes que reconocen con términos muy claros muchos derechos y sobre todo el método del “enfrentamiento democrático” entre las “partes sociales”, se podría lograr una mejora general de las condiciones de vida y de trabajo y una elevación social tal que superase gradualmente las contradicciones de la sociedad burguesa y la tendencia a resolver los problemas más agudos con la guerra, son puestos cada vez más claramente frente a una perspectiva futura: mientras que exista el dominio capitalista y burgués sobre la sociedad no habrá ninguna posibilidad de resolver definitivamente las crisis y las contradicciones capitalistas: la esclavitud asalariada continuará y se acompañará constantemente de baños de sangre más o menos grandes en las guerras que las potencias imperialistas hacen con el único fin de repartirse el mercado mundial.
Toda crisis capitalista, que es crisis de sobre producción no sólo de mercancías sino también de trabajadores asalariados, además de producir efectos devastadores sobre las condiciones de existencia del proletariado y de las masas desheredadas de todo el mundo, coloca a la sociedad burguesa frente a sus límites obligándola en un cierto punto a proceder a la destrucción siempre más amplia de mercancías, de capital y de seres humanos. Y no hay ningún "enfrentamiento democrático” entre las “partes sociales” que valga: el capital no se somete a la democracia, a la “soberanía popular” sino que somete a las clases sociales que forman “el pueblo” a la propia dictadura y, madurando las condiciones generales de enfrentamiento irresoluble entre los grandes trust y las grandes potencias imperialistas, su política se transforma en política de guerra. También la burguesía está sometida a las leyes del capital, a las leyes del modo de producción capitalista, sólo que es la única clase social que desde su posición de poseedora de los medios de producción y de apropiación de la riqueza social producida tiene todas las ventajas,  con la condición obviamente de dominar con la fuerza (de las armas antes que nada) sobre la sociedad y, en particular, sobre el proletariado que es la única clase que tiene la capacidad histórica de oponerse a la burguesía y de golpearla mortalmente a través de la lucha de clase llevada a cabo hasta el final, hasta la revolución proletaria y comunista.
 
Proletarios,
La lucha de clase que la burguesía lleva a cabo contra el proletariado, y lo hace no sólo en su “propio” país sino en todo el mundo visto que las mercancías y los capitales se intercambian en todo el mundo, es una lucha que tiene dos grandes objetivos: 1) mantener al proletariado, que es la fuerza de trabajo vivo de la cual extraer el plustrabajo y por tanto el plusvalor, sujeto cada vez más fuertemente a las exigencias del beneficio capitalista, organizándolo sobre el terreno inmediato y sobre el terreno político en función de la conservación social; 2) reprimir directa o indirectamente cualquier esfuerzo que los grupos o estratos proletarios hagan para organizarse de manera independiente en defensa de sus propios intereses inmediatos y futuros. Para lograr ambos objetivos la clase dominante burguesa no se sirve únicamente del Estado, de sus fuerzas armadas y de todas las instituciones derivadas, sino que tiene necesidad de la obra constante, paciente, capital y eficaz de fuerzas sociales vecinas o provenientes de las filas proletarias que compartan la defensa de los intereses burgueses porque obtengan ventajas directas sobre el plano de los privilegios sociales, del plano económico o del plano del prestigio político o cultural: las fuerzas del oportunismo reformista y colaboracionista.
El oportunismo reformista, y más aún el colaboracionismo, no ponen nunca en discusión el modo de producción capitalista y, por tanto, el dominio social de la clase burguesa; colocan siempre en primer plano la conciliación de los intereses entre proletarios y burgueses, haciendo depender siempre –incluso cuando alzan la voz- cualquier mejora eventual de las condiciones de vida y de trabajo proletarias del beneficio capitalista: el puesto de trabajo se puede defender y salvar si la empresa tiene beneficios, el salario puede aumentar o disminuir si la empresa tiene beneficios, el aumento de la intensidad y del ritmo de trabajo debe ser soportado si la empresa vence a la competencia y tiene más beneficio, la competencia entre proletarios es justificable si se liga a la meritocracia, se combate el absentismo si tiene por efecto la rebaja de los días por enfermedad, si contribuye a elevar la productividad individual, etc.
El oportunismo reformista, y tanto más el colaboracionismo, son talmente útiles a la conservación social que la clase burguesa continúa dedicando, no obstante la gravedad de la crisis económica, ingentes recursos financieros con el fin de que diversos organismos constituidos con funciones eficazmente en lo que se refiere al control social: del parlamento a los partidos del arco institucional, de los sindicatos tricolores a las instituciones sociales, de las organizaciones religiosas a las más dispares asociaciones de voluntariado: la existencia de una enorme masa de superestructuras políticas, sindicales, religiosas, culturales y sociales pesa dos veces sobre el proletariado, una por vía de los recursos económicos y financieros gastados para mantenerlas en pie y que son sustraídos a los servicios sociales de base (por ejemplo la asistencia sanitaria y social, las pensiones, etc.) y otra por vía de la influencia ideológica y organizativa que esta masa sobre estructural emana cotidianamente y que contribuye de manera determinante a la intoxicación democrática y conservadora de las masas proletarias.
 
Proletarios,
El desarrollo del capitalismo y el desarrollo histórico de la lucha de clases entre proletariado y burguesía han demostrado a la burguesía que los métodos de la democracia son los más eficaces para la defensa de su poder. Esto no excluye que la burguesía, en muchos países, en diversos periodos, se haya visto inducida a utilizar métodos de dictadura militar o paramilitar, cosa que ha alimentado la “necesidad” de democracia y por tanto la propaganda en este sentido, como ha sucedido en el reciente periodo de la llamada primavera árabe. Los métodos de la democracia, que ilusionan a las masas proletarias con poder ver representados con eficacia sus propios intereses en las instituciones burguesas, de manera pacífica y apelando a cartas constitucionales y a derechos sancionados por las leyes existentes (naturalmente “mejorables”) que deberían ser respetadas  también por la “contra parte” burguesa, no han excluido nunca el uso de la violencia (consentida naturalmente sólo al Estado, institución pretendidamente por encima de las clases) sea para “mantener el orden público”, sea para “hacer respetar las leyes” o para “defender la patria” de “agresores externos” o de tentativas de subversión interna.
No obstante la democracia ha demostrado continuamente estar al servicio de la clase dominante burguesa y ser un engaño gigantesco bajo cualquier aspecto, aún tiene una fuerza formidable entre las masas proletarias. La fuerza ideológica de la democracia, el pacifismo, de la conciliación interclasista, del colaboracionismo pero también del nacionalismo y del “espíritu guerrero”, se apoya sobre bases materiales simples y fuertes: la vida física de cualquier ser humano en la sociedad capitalista depende exclusivamente de la utilización por parte del capital de la fuerza de trabajo asalariada. Quien posee capital toma como rehén, en la práctica, la vida de todos aquellos  a los que el capital puede utilizar para obtener beneficio; quien posee únicamente la fuerza de trabajo, como los proletarios, es simple rehén de los capitalistas, su vida depende exclusivamente de ser explotado por cualquier patrón. El principio democrático, los métodos democráticos y los medios democráticos que las clases burguesas propagan y adoptan para mantener su propio dominio en sus respectivos países, no hacen otra cosa que enmascarar esta cruda realidad ilusionando a las clases subalternas con poder actuar política y culturalmente “a la par” con las clases dominantes contando sólo con el número de votos potenciales que representan.
La democracia, el electoralismo, el parlamentarismo, son todas expresiones que mistifican la realidad de las relaciones de producción entre las clases sociales existentes; esta mixtificación encuentra su expresión específica en la conciliación interclasista a través de la cual burgueses y oportunistas sostienen que se puede superar el antagonismo de clase sobre el que se funda, desde su nacimiento, la sociedad burguesa. Tal mixtificación es funcional para el dominio social burgués sea en un periodo de paz o en periodo de guerra, así, afirmamos sin ninguna duda que, en la fase imperialista del desarrollo capitalista, dado el alto grado de militarismo alcanzado y el constante enfrentamiento militar en las diversas zonas del mundo entre las varias potencias que compiten, el periodo de paz es preparatorio del periodo de guerra. Y, de hecho, en el periodo de paz la burguesía entrena al proletariado para los sacrificios de la guerra futura, ya sea ideológicamente con la propaganda nacionalista, ya sea aumentando el despotismo de empresa y social o a través de sus propios ejércitos y sus continuas “misiones militares” en zonas de guerra que parecen siempre lejanas pero que en realidad anticipan lo que, antes o después, si la revolución proletaria no lo impide a tiempo, se presentará como una guerra general y mundial.
El nacionalismo es parte integrante de la ideología burguesa y el hecho de que tradicionalmente sean las fuerzas políticas de derecha y de extrema derecha las que se hacen cargo de él no significa que las otras fuerzas políticas no lo defiendan. Basta el ejemplo de los créditos de guerra votados por la gran mayoría de los partidos socialistas en el año 1914 en defensa de la “patria” o el ejemplo de la participación en el segundo conflicto imperialista de 1939-45 en defensa de la Rusia llamada “comunista” o de los partidos, ligados a ella, en las formaciones de la Resistencia, en defensa de la democracia burguesa, para demostrar que la burguesía defiende la guerra no porque sea de “derecha” o de “izquierda” sino porque es burguesía, es clase que no puede vivir si no es en la lucha de competencia y, por tanto, agrediendo a los competidores a los cuales quita cuotas de mercado y de territorios económicos: agresiones sobre el plano comercial, sobre el monetario, político, diplomático, financiero o militar no son sino distintas caras de la misma moneda. De la misma manera, son caras de la misma moneda burguesa los gobiernos de derecha o izquierda que imponen su política en la defensa de los intereses nacionales. El nacionalismo, por otro lado, siendo parte de la ideología burguesa y respondiendo a la necesidad de unir todas las fuerzas sociales en defensa de los intereses burgueses nacionales, además de intentar superar los antagonismos de clase entre burguesía y proletariado intenta también superar las divisiones entre las diversas facciones burguesas y, el mismo tiempo, en el interior de la clase proletaria. Es por ello que, también sobre este terreno, la burguesía moviliza todas las fuerzas sociales y en particular las fuerzas del oportunismo reformista y colaboracionista con el fin de que en la “defensa de la patria” el proletariado vea la prolongación de la “defensa de la empresa” y de la “defensa del puesto de trabajo”, por tanto la defensa de su vida física y social.
 
Proletarios,
En un futuro de sacrificios, lágrimas y sangre, de hambre y de miseria que la sociedad burguesa prepara y que ya es en parte el que se vive en Grecia, Portugal y España y, prácticamente, en Gran Bretaña, Italia y Francia, por no hablar de la situación de crisis extrema en la cual están sumidos los países árabes que han conocido en el curso del año pasado las gigantescas movilizaciones contra los regímenes autoritarios y corruptos, o de la situación de durísima represión militar que están viviendo las masas de Siria o de guerra en Sudán y en Afganistán, o de post guerra como en Irak, en un futuro en el cual el despotismo sobre los puestos de trabajo y en la vida social se transforme cada vez más en un despotismo policial, si bien amamantado por una democracia cada vez más blindada, el proletariado tiene potencialmente un arma formidable en sus manos  que la historia pasada de  lucha de clase y revoluciones ha demostrado que es la única que puede enfrentarse y vencer la ofensiva burguesa: la lucha de clase llevada hasta el fin, hasta el enfrentamiento revolucionario con la clase burguesa para conquistar el poder político central destrozando el Estado burgués e instaurando su propia dictadura de clase. El objetivo histórico de la revolución proletaria no acaba aquí: el proletariado no se para al sustituir el poder de la clase burguesa por su poder de clase. El proletariado, precisamente porque es la clase de los trabajadores asalariados y sin reservas, expropiado de cualquier medio de producción y cualquier producto social fruto de su trabajo, lucha por su propia emancipación de la esclavitud del trabajo asalariado y, luchando por este objetivo, lucha en realidad contra el fundamento de la estructura económica del capitalismo, contra las bases mismas de la sociedad burguesa, por cambiar de arriba abajo la estructura económica de la sociedad para que en el centro de la actividad humana ya no esté la producción de mercancías, de beneficio capitalista y la valoración del capital sino la necesidad de vida del hombre: la sociedad dividida en clases ha terminado su tiempo y sus desastres, es tiempo de enterrarla y sustituirla con la sociedad de especie en la cual cada hombre dará según su capacidad y recibirá de la sociedad según sus necesidades.
El futuro que la burguesía se promete a sí misma y al proletariado es la continuación de la sociedad dividida en clases en la cual la gran mayoría de los hombres son rehenes de los posesores de capital, fuerza de trabajo a disposición para acrecentar el valor del capital en un ambiente social dominado por el mercado, por el cambio de valores, por los enfrentamientos entre los centros de poder económico, político y militar que están al servicio de la conservación capitalista; y no tiene ninguna importancia si los proletarios se matan por un trozo de pan, si la explotación del trabajo humano no tiene límites en lo que se refiere a los adolescentes, los niños o las mujeres, ni si las instituciones no se ocupan de manera adecuada de los enfermos, incapaces, ancianos o si decenas de miles de seres humanos mueren de hambre, de enfermedad, por accidentes en el trabajo o a causa de las continuas guerras que las facciones burguesas se hacen en cualquier parte del mundo. La fuerza de trabajo asalariada es una mercancía que, como las otras, está sometida a las leyes del mercado capitalista: su característica particular es que, aplicada a la producción capitalista, genera un plustrabajo que los capitalistas no pagan y que se traduce en plusvalor para las mercancías producidas, que es la verdadera ganancia de los capitalistas. Si no hubiese extorsión de plustrabajo y, por tanto, de plusvalor, no habría acumulación capitalista y valoración del capital,  en definitiva, no habría capitalismo. La clase social que se apropia de toda la producción social es la burguesía y defiende esta apropiación con la fuerza y con todos lo métodos ideológicos y de propaganda que tiene a su disposición: éste es el “futuro” que la burguesía promete en todos los países.
El futuro que la burguesía presenta al proletariado es la prolongación de su condición histórica de esclavo asalariado en condición permanente, por así decirlo eterna, de ser considerado siempre digno de vivir sólo si cada día se presenta como fuerza de trabajo útil al capital que lo explota con las “condiciones de mercado” que, notoriamente, deprecian el valor de una mercancía cuando hay una abundante oferta de ésta.
Pero el proletariado ya ha demostrado en su historia pasada que, luchando sobre el terreno de clase, aceptando la lucha sobre el terreno del antagonismo de clase contra todos los explotadores, organizándose para luchar en defensa de los intereses inmediatos, entrenándose en la lucha anti capitalista, es capaz de plantar cara a los ataques de la burguesía, de resistir a la presión y a la represión burguesas y de sacar de estas experiencias lecciones decisivas para la lucha que inevitablemente toma, en un cierto punto, la característica de la lucha general de la clase proletaria contra la clase burguesa.

El proletariado es el portador histórico de la lucha de clase que revolucionará la sociedad actual, pero para cumplir con esta misión por cuenta de toda la especie humana debe atravesar una serie de pasajes obligatorios que son: reconquistar el terreno de la lucha de clase en defensa exclusiva de sus propios intereses inmediatos, reorganizar su propia lucha en asociaciones económicas que coloquen en el centro de los intereses de clase proletarios por encima de cualquier división generada por la acción de las fuerzas sociales de la conservación burguesa, elevar la lucha de defensa inmediata a la altura de la solidaridad de clase y por tanto contra cualquier instigación ideológica y práctica a la competencia entre los proletarios, insertar las luchas parciales en un cuadro más general e internacional utilizando medios y métodos de lucha clasistas que respondan a la incomptabilidad de los intereses entre proletarios y burgueses. El terreno de la lucha de clase es el terreno en el cual los proletarios comprenden por vía práctica cuáles son los verdadero aliados y cuáles los falsos, experimentando directa y concretamente cuánto de decisiva puede ser su propia fuerza numérica y organizada si está orientada y dirigida en una perspectiva de clase.
Sobre esta perspectiva el proletariado, además de encontrar su fuerza de clase, hallará también la dirección política a seguir en el desarrollo mismo de la lucha y por tanto al partido político de clase, que es el único órgano de la lucha clasista y revolucionaria capaz de guiar el movimiento de clase hacia los objetivos históricos de la misma lucha de emancipación del trabajo asalariado. Como el proletariado no es capaz de defenderse eficazmente de los ataques de la clase burguesa a sus condiciones cotidianas de existencia y de trabajo sin organizarse en asociaciones económicas clasistas, así el proletariado no se encuentra en condiciones de lanzar la ofensiva de clase contra la burguesía que usa y usará toda la fuerza de su dominio, de la presión económica y social a la represión policial y armada, sin la guía de su partido político revolucionario. El partido de clase representa en el presente el futuro de la lucha proletaria y, por tanto, manifiesta él sólo, al margen de flujos y reflujos de la lucha obrera, la plena consciencia de los objetivos históricos de la lucha de clase y revolucionaria. Como renacerá el movimiento de clase proletario, también renacerá el potente y compacto partido de clase. La burguesía, creando a proletariado, ha creado a sus sepultureros.
 
 
Partido Comunista Internacional
1 de mayo de 2012
www.pcint.org

Valladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.

si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com















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Contrainformacion internacional

Anticarcelario / contra la sociedad cárcel

"Las prisiones son una parte más de la esencia represiva de todo Estado, no hay que olvidar la parte que nos toca a lxs que aún seguimos en la calle.

No podemos ver las cárceles como algo ajeno a nuestras vidas, cuando desde temprana edad hemos sido condicionadxs a no romper las normas, a seguir una normalidad impuesta; el castigo siempre está presente para lxs que no quieren pasar por el aro.

En el trabajo, en la escuela... domesticando y creando piezas para la gran máquina, piezas que no se atrevan a cuestionar o que no tengan tiempo para hacerlo.

Hemos sido obligadxs a crecer en un medio hostil donde es dificíl desarrollar nuestros propios deseos.

La rebeldía brota de algunxs, otrxs simplemente se acomodan en la mierda, tapando sus frustraciones con lo que le dan quienes antes les despojaron de todo. O viendo sus problemas como algo aislado, único y personal.

Para lxs que no tragan o no se adaptan al gran engaño ahí tienen sus cárceles, reformatorios, psiquiatrícos ... creados por los que no quieren ver peligrar las bases de su falsa paz.

No podemos ignorar la lucha de lxs compañerxs presxs.

Su lucha es nuestra lucha."