Sólo en la perspectiva histórica de la revolución anticapitalista el proletariado podrá combatir y vencer cualquiera de las opresiones de las que se nutre como un vampiro la sociedad burguesa.
Sólo con la lucha de clase los proletarios de todos los países podrán retomar en sus manos su destino.
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valladolor
lunes, 30 de abril de 2012
Sólo en la perspectiva histórica de la revolución anticapitalista el proletariado podrá combatir y vencer cualquiera de las opresiones de las que se nutre como un vampiro la sociedad burguesa.
Proletarios,
La enésima crisis económica y social que el capitalismo, en todos los países,
trata en todas partes de superar, es la demostración de que esta sociedad,
basada sobre el beneficio capitalista y sobre la explotación del trabajo
asalariado, se sume cada vez más en una maraña de contradicciones que dan
como resultado el empeoramiento sistemático de las condiciones de existencia
de la gran mayoría de la población y, sobre todo, de las grandes masas
proletarias.
La crisis económica y social que desde hace cuatro años devasta la vida
cotidiana de los proletarios en todo el mundo, se une a una serie
interminable de crisis que han caracterizado dramáticamente el desarrollo
del capitalismo desde el final del segundo enfrentamiento imperialista.
Para los capitalistas la crisis económica significa perder una parte de la
cuota de beneficios que extraen regularmente, gozando de la protección del
Estado burgués, de sus leyes, de sus fuerzas del orden y de sus ejércitos.
Para los proletarios la crisis económica significa perder el puesto de
trabajo, perder parte o todo el salario, perder la vida.
Los capitalistas, mientras se hacen constantemente la guerra compitiendo por
los mercados en todos los países de todo el mundo, afrontan la crisis del
propio sistema económico y de la propia sociedad descargando el peso y las
consecuencias inmediatas y futuras sobre las espaldas de las masas
proletarias más pobres. Un efecto de entre los más violentos de la crisis
capitalista es el aumento progresivo de la competencia entre proletarios,
competencia congénita al modo de producción capitalista pero que, alimentada
a propósito por las políticas llevadas a cabo por cada gobierno, aumenta
desmesuradamente en periodo de crisis generalizando el empeoramiento de las
condiciones de existencia de todos los estratos proletarios, tocando también
a una parte de las capas de la pequeña burguesía. Los proletarios, a los que
los capitalistas quieren reducir cada vez más a dóciles bestias de trabajo,
se encuentran así a merced de las oscilaciones del mercado y de los
resultados de la guerra de competencia capitalista. La crisis económica que
golpea duramente a los estratos más bajos del proletariado, lanzándoles a
condiciones de supervivencia del todo precarias, no deja de afectar a los
estratos más elevados –la famosa aristocracia obrera- que la
política social de la burguesía corrompe sistemáticamente para ligarla a
ella y utilizarla para dividir a la clase proletaria.
Si la lucha de competencia entre los capitalistas, entre las empresas
capitalistas, entre los estados capitalistas, representa la normalidad en la
sociedad burguesa, su modus vivendi, su agudización progresiva no es
más que la consecuencia natural del desarrollo capitalista tendiendo al
punto de ruptura de los llamados equilibrios sostenibles en el mercado y en
las relaciones entre los estados –transformando el enfrentamiento en el
plano comercial y financiero en un enfrentamiento armado y de guerra- la
lucha de competencia entre los proletarios, entre los jóvenes y los ancianos,
entre los hombres y las mujeres, entre los nativos y los inmigrantes, entre
los trabajadores especializados y los no especializados, etc. es un lucha
inducida por la clase burguesa con la finalidad de robustecer el dominio que
ya posee económica y políticamente sobre toda la sociedad. Los proletarios,
precisamente porque viven una condición común de esclavitud asalariada, se
ven lanzados a defenderse de la presión cada vez más pesada que la burguesía
ejerce sobre ellos, con el único modo que tienen a su disposición: uniéndose,
organizándose para oponer a los ataques de la patronal y de su Estado la
única fuerza que pueden utilizar: el número. Sabiendo bien que los
proletarios pueden ejercer una fuerza de resistencia sólo organizándose y
luchando unidos sobre el terreno de clase, con medios, métodos y objetivos
de clase y que a través de este entrenamiento en la guerra de clase los
proletarios aprenden también a atacar a las clases dominantes para
arrancarle su poder político central para emanciparse de la esclavitud
asalariada, la clase burguesa siempre ha hecho de todo para influenciar a
las organizaciones inmediatas y políticas del proletariado, corrompiéndolas
y desviando sus luchas del terreno clasista.
El desarrollo de la lucha de clase entre capitalistas y proletarios ha
producido en la historia experiencias de gran relevancia, tanto para unos
como para otros. Los capitalistas han entendido que la tendencia espontánea
de los proletarios a organizarse para defender sus propios intereses
inmediatos es irrefrenable, no se puede anular porque está íntimamente
ligada a la misma vitalidad del modo de producción capitalista que es un
modo de producción que asocia a los trabajadores asalariados organizando
cada minuto del trabajo y por tanto cada minuto de la misma vida cotidiana;
por eso, después de haber intentado impedir el nacimiento de las
organizaciones obreras, frente a las insistentes y duras luchas obreras por
el derecho a organizarse por cuenta propia, la clase burguesa ha debido
aceptarlas adoptando sin embargo medidas y políticas con el fin de
influenciarlas, orientarlas y dirigirlas en función de la conservación
social. Así, al lado de las tendencias políticas, de oposición neta a los
intereses inmediatos y generales de la burguesía, han nacido las tendencias
políticas oportunistas, conciliando los intereses proletarios con los
intereses burgueses. De esta manera, a la represión directa y brutal de los
obreros más combativos y organizados, los burgueses, en su constante defensa
de su dominio sobre la sociedad y gracias a los periodos de expansión
económica que ponían en sus manos enormes riquezas, han añadido la
corrupción política y sindical, los métodos de la conciliación, las
políticas de las reformas, el reconocimiento por ley del derecho de
organización sindical y política, en una palabra: la democratización de las
relaciones sociales, naturalmente en los límites de la conservación social
burguesa.
Pero cualquier cosa hecha por la burguesía va
en función de la defensa de sus intereses de clase y de sus privilegios
sociales y debe reportarle una ventaja desde el punto de vista económico,
político, ideológico o social; así también la libertades democráticas
y los derechos sociales concedidos a los proletarios son concebidos y
definidos en el ámbito del reforzamiento del dominio burgués sobre la
sociedad y, en particular, sobre el proletariado. Como se ha
demostrado ampliamente durante al menos dos siglos de historia burguesa, las
libertades democráticas y los derechos de los que la burguesía se
vanagloria tanto, significan libertad y derechos únicamente por escrito y se
aplican muy poco a la clase proletaria… en realidad están a disposición,
sobre todo, de la burguesía: libertad y derecho de explotación legal y, cada
vez más, ilegal de la fuerza de trabajo proletaria utilizada en general
–dada la abundancia de “oferta de mano de obra”- con las medidas de
seguridad mínimas en el puesto de trabajo y con la mínima aplicación de los
tan cacareados derechos. Si después, en determinados periodos, constituyen
objetivamente un impedimento para la actuación de defensa eficaz de los
intereses burgueses puestos en peligro por la competencia de burgueses de
otros países o por prolongadas y duras luchas obreras, o por crisis
económicas o de guerra, la “libertad” y los “derechos” de los cuales
deberían gozar los proletarios simplemente no se aplican, se suspenden o se
anulan.
Los proletarios, ilusionados con que, a través de la pacificación social, la
redacción de la Constitución y de las leyes que reconocen con términos muy
claros muchos derechos y sobre todo el método del “enfrentamiento
democrático” entre las “partes sociales”, se podría lograr una mejora
general de las condiciones de vida y de trabajo y una elevación social tal
que superase gradualmente las contradicciones de la sociedad burguesa y la
tendencia a resolver los problemas más agudos con la guerra, son puestos
cada vez más claramente frente a una perspectiva futura: mientras que exista
el dominio capitalista y burgués sobre la sociedad no habrá ninguna
posibilidad de resolver definitivamente las crisis y las contradicciones
capitalistas: la esclavitud asalariada continuará y se acompañará
constantemente de baños de sangre más o menos grandes en las guerras que las
potencias imperialistas hacen con el único fin de repartirse el mercado
mundial.
Toda crisis capitalista, que es crisis de
sobre producción no sólo de mercancías sino también de trabajadores
asalariados, además de producir efectos devastadores sobre las condiciones
de existencia del proletariado y de las masas desheredadas de todo el mundo,
coloca a la sociedad burguesa frente a sus límites obligándola en un cierto
punto a proceder a la destrucción siempre más amplia de mercancías, de
capital y de seres humanos. Y no hay ningún "enfrentamiento democrático”
entre las “partes sociales” que valga: el capital no se somete a la
democracia, a la “soberanía popular” sino que somete a las clases sociales
que forman “el pueblo” a la propia dictadura y, madurando las condiciones
generales de enfrentamiento irresoluble entre los grandes trust y las
grandes potencias imperialistas, su política se transforma en política de
guerra. También la burguesía está sometida a las leyes del capital, a las
leyes del modo de producción capitalista, sólo que es la única clase social
que desde su posición de poseedora de los medios de producción y de
apropiación de la riqueza social producida tiene todas las ventajas, con la
condición obviamente de dominar con la fuerza (de las armas antes que nada)
sobre la sociedad y, en particular, sobre el proletariado que es la única
clase que tiene la capacidad histórica de oponerse a la burguesía y de
golpearla mortalmente a través de la lucha de clase llevada a cabo hasta el
final, hasta la revolución proletaria y comunista.
Proletarios,
La lucha de clase que la burguesía lleva a cabo contra el proletariado, y lo
hace no sólo en su “propio” país sino en todo el mundo visto que las
mercancías y los capitales se intercambian en todo el mundo, es una lucha
que tiene dos grandes objetivos: 1) mantener al proletariado, que es la
fuerza de trabajo vivo de la cual extraer el plustrabajo y por tanto el
plusvalor, sujeto cada vez más fuertemente a las exigencias del beneficio
capitalista, organizándolo sobre el terreno inmediato y sobre el terreno
político en función de la conservación social; 2) reprimir directa o
indirectamente cualquier esfuerzo que los grupos o estratos proletarios
hagan para organizarse de manera independiente en defensa de sus propios
intereses inmediatos y futuros. Para lograr ambos objetivos la clase
dominante burguesa no se sirve únicamente del Estado, de sus fuerzas armadas
y de todas las instituciones derivadas, sino que tiene necesidad de la obra
constante, paciente, capital y eficaz de fuerzas sociales vecinas o
provenientes de las filas proletarias que compartan la defensa de los
intereses burgueses porque obtengan ventajas directas sobre el plano de los
privilegios sociales, del plano económico o del plano del prestigio político
o cultural: las fuerzas del oportunismo reformista y colaboracionista.
El oportunismo reformista, y más aún el colaboracionismo, no ponen nunca en
discusión el modo de producción capitalista y, por tanto, el dominio social
de la clase burguesa; colocan siempre en primer plano la conciliación de los
intereses entre proletarios y burgueses, haciendo depender siempre –incluso
cuando alzan la voz- cualquier mejora eventual de las condiciones de vida y
de trabajo proletarias del beneficio capitalista: el puesto de trabajo se
puede defender y salvar si la empresa tiene beneficios, el
salario puede aumentar o disminuir si la empresa tiene
beneficios, el aumento de la intensidad y del ritmo de trabajo debe ser
soportado si la empresa vence a la competencia y tiene más
beneficio, la competencia entre proletarios es justificable si
se liga a la meritocracia, se combate el absentismo
si tiene por efecto la rebaja de los días por enfermedad, si
contribuye a elevar la productividad individual, etc.
El oportunismo reformista, y tanto más el colaboracionismo, son talmente
útiles a la conservación social que la clase burguesa continúa dedicando, no
obstante la gravedad de la crisis económica, ingentes recursos financieros
con el fin de que diversos organismos constituidos con funciones eficazmente
en lo que se refiere al control social: del parlamento a los partidos del
arco institucional, de los sindicatos tricolores a las instituciones
sociales, de las organizaciones religiosas a las más dispares asociaciones
de voluntariado: la existencia de una enorme masa de superestructuras
políticas, sindicales, religiosas, culturales y sociales pesa dos veces
sobre el proletariado, una por vía de los recursos económicos y financieros
gastados para mantenerlas en pie y que son sustraídos a los servicios
sociales de base (por ejemplo la asistencia sanitaria y social, las
pensiones, etc.) y otra por vía de la influencia ideológica y organizativa
que esta masa sobre estructural emana cotidianamente y que contribuye de
manera determinante a la intoxicación democrática y conservadora de las
masas proletarias.
Proletarios,
El desarrollo del capitalismo y el desarrollo histórico de la lucha de
clases entre proletariado y burguesía han demostrado a la burguesía que los
métodos de la democracia son los más eficaces para la defensa de su poder.
Esto no excluye que la burguesía, en muchos países, en diversos periodos, se
haya visto inducida a utilizar métodos de dictadura militar o paramilitar,
cosa que ha alimentado la “necesidad” de democracia y por tanto la
propaganda en este sentido, como ha sucedido en el reciente periodo de la
llamada primavera árabe. Los métodos de la democracia, que ilusionan a las
masas proletarias con poder ver representados con eficacia sus propios
intereses en las instituciones burguesas, de manera pacífica y apelando a
cartas constitucionales y a derechos sancionados por las leyes existentes (naturalmente
“mejorables”) que deberían ser respetadas también por la “contra parte”
burguesa, no han excluido nunca el uso de la violencia (consentida
naturalmente sólo al Estado, institución pretendidamente por encima de las
clases) sea para “mantener el orden público”, sea para “hacer respetar las
leyes” o para “defender la patria” de “agresores externos” o de tentativas
de subversión interna.
No obstante la democracia ha demostrado continuamente estar al servicio de
la clase dominante burguesa y ser un engaño gigantesco bajo cualquier
aspecto, aún tiene una fuerza formidable entre las masas proletarias. La
fuerza ideológica de la democracia, el pacifismo, de la conciliación
interclasista, del colaboracionismo pero también del nacionalismo y del
“espíritu guerrero”, se apoya sobre bases materiales simples y fuertes: la
vida física de cualquier ser humano en la sociedad capitalista depende
exclusivamente de la utilización por parte del capital de la fuerza de
trabajo asalariada. Quien posee capital toma como rehén, en la práctica, la
vida de todos aquellos a los que el capital puede utilizar para obtener
beneficio; quien posee únicamente la fuerza de trabajo, como los proletarios,
es simple rehén de los capitalistas, su vida depende exclusivamente de ser
explotado por cualquier patrón. El principio democrático, los métodos
democráticos y los medios democráticos que las clases burguesas propagan y
adoptan para mantener su propio dominio en sus respectivos países, no hacen
otra cosa que enmascarar esta cruda realidad ilusionando a las clases
subalternas con poder actuar política y culturalmente “a la par” con las
clases dominantes contando sólo con el número de votos potenciales que
representan.
La democracia, el electoralismo, el parlamentarismo, son todas expresiones
que mistifican la realidad de las relaciones de producción entre las clases
sociales existentes; esta mixtificación encuentra su expresión específica en
la conciliación interclasista a través de la cual burgueses y oportunistas
sostienen que se puede superar el antagonismo de clase sobre el que se funda,
desde su nacimiento, la sociedad burguesa. Tal mixtificación es funcional
para el dominio social burgués sea en un periodo de paz o en periodo de
guerra, así, afirmamos sin ninguna duda que, en la fase imperialista del
desarrollo capitalista, dado el alto grado de militarismo alcanzado y el
constante enfrentamiento militar en las diversas zonas del mundo entre las
varias potencias que compiten, el periodo de paz es preparatorio del
periodo de guerra. Y, de hecho, en el periodo de paz la burguesía
entrena al proletariado para los sacrificios de la guerra futura, ya sea
ideológicamente con la propaganda nacionalista, ya sea aumentando el
despotismo de empresa y social o a través de sus propios ejércitos y sus
continuas “misiones militares” en zonas de guerra que parecen siempre
lejanas pero que en realidad anticipan lo que, antes o después, si la
revolución proletaria no lo impide a tiempo, se presentará como una guerra
general y mundial.
El nacionalismo es parte integrante de la ideología burguesa y el hecho de
que tradicionalmente sean las fuerzas políticas de derecha y de extrema
derecha las que se hacen cargo de él no significa que las otras fuerzas
políticas no lo defiendan. Basta el ejemplo de los créditos de guerra
votados por la gran mayoría de los partidos socialistas en el año 1914 en
defensa de la “patria” o el ejemplo de la participación en el segundo
conflicto imperialista de 1939-45 en defensa de la Rusia llamada “comunista”
o de los partidos, ligados a ella, en las formaciones de la Resistencia, en
defensa de la democracia burguesa, para demostrar que la burguesía defiende
la guerra no porque sea de “derecha” o de “izquierda” sino porque es
burguesía, es clase que no puede vivir si no es en la lucha de competencia
y, por tanto, agrediendo a los competidores a los cuales quita cuotas de
mercado y de territorios económicos: agresiones sobre el plano comercial,
sobre el monetario, político, diplomático, financiero o militar no son sino
distintas caras de la misma moneda. De la misma manera, son caras de la
misma moneda burguesa los gobiernos de derecha o izquierda que imponen su
política en la defensa de los intereses nacionales. El nacionalismo, por
otro lado, siendo parte de la ideología burguesa y respondiendo a la
necesidad de unir todas las fuerzas sociales en defensa de los intereses
burgueses nacionales, además de intentar superar los antagonismos de clase
entre burguesía y proletariado intenta también superar las divisiones entre
las diversas facciones burguesas y, el mismo tiempo, en el interior de la
clase proletaria. Es por ello que, también sobre este terreno, la burguesía
moviliza todas las fuerzas sociales y en particular las fuerzas del
oportunismo reformista y colaboracionista con el fin de que en la “defensa
de la patria” el proletariado vea la prolongación de la “defensa de la
empresa” y de la “defensa del puesto de trabajo”, por tanto la defensa de su
vida física y social.
Proletarios,
En un futuro de sacrificios, lágrimas y sangre, de hambre y de miseria que
la sociedad burguesa prepara y que ya es en parte el que se vive en Grecia,
Portugal y España y, prácticamente, en Gran Bretaña, Italia y Francia, por
no hablar de la situación de crisis extrema en la cual están sumidos los
países árabes que han conocido en el curso del año pasado las gigantescas
movilizaciones contra los regímenes autoritarios y corruptos, o de la
situación de durísima represión militar que están viviendo las masas de
Siria o de guerra en Sudán y en Afganistán, o de post guerra como en Irak,
en un futuro en el cual el despotismo sobre los puestos de trabajo y en la
vida social se transforme cada vez más en un despotismo policial, si bien
amamantado por una democracia cada vez más blindada, el proletariado tiene
potencialmente un arma formidable en sus manos que la historia pasada de
lucha de clase y revoluciones ha demostrado que es la única que puede
enfrentarse y vencer la ofensiva burguesa: la lucha de clase llevada hasta
el fin, hasta el enfrentamiento revolucionario con la clase burguesa para
conquistar el poder político central destrozando el Estado burgués e
instaurando su propia dictadura de clase. El objetivo histórico de la
revolución proletaria no acaba aquí: el proletariado no se para al sustituir
el poder de la clase burguesa por su poder de clase. El proletariado,
precisamente porque es la clase de los trabajadores asalariados y sin
reservas, expropiado de cualquier medio de producción y cualquier producto
social fruto de su trabajo, lucha por su propia emancipación de la
esclavitud del trabajo asalariado y, luchando por este objetivo, lucha en
realidad contra el fundamento de la estructura económica del capitalismo,
contra las bases mismas de la sociedad burguesa, por cambiar de arriba abajo
la estructura económica de la sociedad para que en el centro de la actividad
humana ya no esté la producción de mercancías, de beneficio capitalista y la
valoración del capital sino la necesidad de vida del hombre: la sociedad
dividida en clases ha terminado su tiempo y sus desastres, es tiempo de
enterrarla y sustituirla con la sociedad de especie en la cual cada hombre
dará según su capacidad y recibirá de la sociedad según sus necesidades.
El futuro que la burguesía se promete a sí misma y al proletariado es la
continuación de la sociedad dividida en clases en la cual la gran mayoría de
los hombres son rehenes de los posesores de capital, fuerza de trabajo a
disposición para acrecentar el valor del capital en un ambiente social
dominado por el mercado, por el cambio de valores, por los enfrentamientos
entre los centros de poder económico, político y militar que están al
servicio de la conservación capitalista; y no tiene ninguna importancia si
los proletarios se matan por un trozo de pan, si la explotación del trabajo
humano no tiene límites en lo que se refiere a los adolescentes, los niños o
las mujeres, ni si las instituciones no se ocupan de manera adecuada de los
enfermos, incapaces, ancianos o si decenas de miles de seres humanos mueren
de hambre, de enfermedad, por accidentes en el trabajo o a causa de las
continuas guerras que las facciones burguesas se hacen en cualquier parte
del mundo. La fuerza de trabajo asalariada es una mercancía que, como las
otras, está sometida a las leyes del mercado capitalista: su característica
particular es que, aplicada a la producción capitalista, genera un
plustrabajo que los capitalistas no pagan y que se traduce en plusvalor para
las mercancías producidas, que es la verdadera ganancia de los capitalistas.
Si no hubiese extorsión de plustrabajo y, por tanto, de plusvalor, no habría
acumulación capitalista y valoración del capital, en definitiva, no habría
capitalismo. La clase social que se apropia de toda la producción social es
la burguesía y defiende esta apropiación con la fuerza y con todos lo
métodos ideológicos y de propaganda que tiene a su disposición: éste es el
“futuro” que la burguesía promete en todos los países.
El futuro que la burguesía presenta al proletariado es la prolongación de su
condición histórica de esclavo asalariado en condición permanente, por así
decirlo eterna, de ser considerado siempre digno de vivir sólo si cada día
se presenta como fuerza de trabajo útil al capital que lo explota con las
“condiciones de mercado” que, notoriamente, deprecian el valor de una
mercancía cuando hay una abundante oferta de ésta.
Pero el proletariado ya ha demostrado en su
historia pasada que, luchando sobre el terreno de clase, aceptando la lucha
sobre el terreno del antagonismo de clase contra todos los explotadores,
organizándose para luchar en defensa de los intereses inmediatos,
entrenándose en la lucha anti capitalista, es capaz de plantar cara a los
ataques de la burguesía, de resistir a la presión y a la represión burguesas
y de sacar de estas experiencias lecciones decisivas para la lucha que
inevitablemente toma, en un cierto punto, la característica de la lucha
general de la clase proletaria contra la clase burguesa.
El proletariado es el portador histórico de la lucha de clase que
revolucionará la sociedad actual, pero para cumplir con esta misión por
cuenta de toda la especie humana debe atravesar una serie de pasajes
obligatorios que son: reconquistar el terreno de la lucha de clase en
defensa exclusiva de sus propios intereses inmediatos, reorganizar su propia
lucha en asociaciones económicas que coloquen en el centro de los intereses
de clase proletarios por encima de cualquier división generada por la acción
de las fuerzas sociales de la conservación burguesa, elevar la lucha de
defensa inmediata a la altura de la solidaridad de clase y por tanto contra
cualquier instigación ideológica y práctica a la competencia entre los
proletarios, insertar las luchas parciales en un cuadro más general e
internacional utilizando medios y métodos de lucha clasistas que respondan a
la incomptabilidad de los intereses entre proletarios y burgueses. El
terreno de la lucha de clase es el terreno en el cual los proletarios
comprenden por vía práctica cuáles son los verdadero aliados y cuáles los
falsos, experimentando directa y concretamente cuánto de decisiva puede ser
su propia fuerza numérica y organizada si está orientada y dirigida en una
perspectiva de clase.
Sobre esta perspectiva el proletariado, además de encontrar su fuerza de
clase, hallará también la dirección política a seguir en el desarrollo mismo
de la lucha
y por tanto al partido político de
clase, que es el único órgano de la lucha clasista y revolucionaria capaz de
guiar el movimiento de clase hacia los objetivos históricos de la misma
lucha de emancipación del trabajo asalariado. Como el proletariado no es
capaz de defenderse eficazmente de los ataques de la clase burguesa a sus
condiciones cotidianas de existencia y de trabajo sin organizarse en
asociaciones económicas clasistas, así el proletariado no se encuentra en
condiciones de lanzar la ofensiva de clase contra la burguesía que usa y
usará toda la fuerza de su dominio, de la presión económica y social a la
represión policial y armada, sin la guía de su partido político
revolucionario. El partido de clase representa en el presente el futuro de
la lucha proletaria y, por tanto, manifiesta él sólo, al margen de flujos y
reflujos de la lucha obrera, la plena consciencia de los objetivos
históricos de la lucha de clase y revolucionaria. Como renacerá el
movimiento de clase proletario, también renacerá el potente y compacto
partido de clase. La burguesía, creando a proletariado, ha creado a sus
sepultureros.
Partido Comunista Internacional
1
de
mayo
de 2012
www.pcint.orgValladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.
si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com