Por el hermoso
y necesario sabotaje
A diferencia del “terrorismo” (profesionalización del sabotaje con una carga militarista, jerárquica y centralizada), lo que referimos incluye todas las manifestaciones cotidianas (abuso de telefonía, impresoras, fotocopiadoras, consumo y expropiación de productos, robo hormiga, estropeo de maquinas de producción y sistemas de control, etc.) y no solo los ataques mas explícitos (quemas, saqueos y apedreos contra objetivos claros, destrucción de mobiliario urbano publico y privado, desperfectos en cerraduras de carnicerías y lugares de explotación, desvíos de publicidad, etc.) sino que todas las formas activas o pasivas, conscientes o inconcientes de RECHAZO.
Una de las características más importantes del sabotaje disperso es la invisibilidad, flexibilidad y el riesgo mínimo, ya que la regeneración de los grupos es constante y muy difícil de identificar por la policía, debido a la inexistencia de un cabecilla y una organización en sentido típico.
El sabotaje no asegura la caída del sistema en su totalidad, pero permite la liberación de energía negativa de nuestro cuerpo/siquis, así como una ampliación de las posibilidades de contestación de manera directa e incluso lúdica.
Otras practicas históricas de sabotaje las encontramos en los Ludditas, las “rondas proletarias” del siglo XIX y acciones de los campesinos rusos contra la industrialización forzosa estalinista en el siglo pasado, pero basta mirar un poco por todas partes para encontrar muchas formas actuales no siempre tan evidentes.