Ha muerto un trabajador de la limpieza viaria de Madrid por un golpe de calor.

¿Un accidente? No ¿Consecuencia de la “crisis climática”? Tampoco.

Es un asesinato.


El pasado viernes 15, un trabajador de la limpieza viaria de Madrid, contratado por la empresa Urbaser (propiedad del fondo de inversión Platinum) y que trabajaba en el lote 5 de la concesión del Ayuntamiento de Madrid (Puente de Vallecas, Moratalaz, Villa de Vallecas y Vicálvaro), murió después de un golpe de calor y tras ser trasladado al hospital desde Puente de Vallecas, que es donde desempeñaba en ese momento sus labores.

El calor extremo que se vive en Madrid cada verano, cuando alcanzar 40 grados de temperatura durante la tarde es algo habitual, no ha hecho que las empresas concesionarias de este servicio pongan ningún tipo de medida de seguridad o prevención que impida este tipo de sucesos. Trabajando a temperaturas que superan con mucho lo recomendable desde un punto de vista médico, utilizando uniformes de poliéster que impiden la transpiración e incrementan la temperatura corporal en varios grados por encima de la temperatura ambiente, empujando carros de varios kilos y sometiéndose por lo tanto a un esfuerzo nocivo a estas temperaturas, no es extraño que una muerte así tenga lugar.

Como todo el mundo sabe la concesión de los servicios de limpieza viaria por parte del Ayuntamiento a determinadas empresas (además de Urbaser, Cespa-Ferrovial, Valoriza-Sacyr, OHL y ACS, es decir, las grandes representantes de las empresas de servicios y construcción nacionales) es un gran negocio para estas. Concretamente, Urbaser ha recibido 233,56 millones de euros por gestionar el lote que incluye Puente de Vallecas y, dado que el contrato incluye penalizaciones a esta cantidad por incumplimientos del contrato, las empresas exigen a sus trabajadores que acudan a la limpieza en cualquier situación, por nociva que esta resulte para su salud, sea cual sea el riesgo físico que implique… incluso si es la muerte.

La culpa de esta muerte no la tiene ni el azar ni las “condiciones meteorológicas extremas” de que habla la prensa: la tiene la empresa que obligó al trabajador a realizar sus tareas cuando el riesgo era máximo, que no le proporcionó el uniforme adecuado para atenuar este riesgo y que no diseñó correctamente su ruta para evitarle la exposición al calor durante las horas más duras de su jornada, es decir, la empresa que asume como un coste laboral incluso el riesgo de muerte de un operario y lo mide con el coste que hubiera supuesto adecuar sus condiciones de trabajo a las exigencias de seguridad que implica el calor del verano, tomando la decisión de aceptar el riesgo de muerte antes que incrementar el gasto en prevención. La culpa la tiene, igualmente, el Ayuntamiento de Madrid, que otorga las concesiones, tanto de limpieza como de cualquier otro servicio que implique el trabajo de la mano de obra proletaria, sin responsabilizarse de las condiciones de seguridad que impongan las empresas concesionarias, sin exigirles garantías de ningún tipo a este respecto… Hace pocos días saltó la noticia de que la Comisión Nacional de la Competencia había detectado que las principales constructoras del país, entre ellas algunas de las concesionarias del servicio de limpieza de Madrid, por constituir un cártel destinado a repartirse los contratos públicos desde 1992, ejemplo de la naturaleza de la relación entre el sector público y privado: el Ayuntamiento de Madrid, como el conjunto del Estado, sabe perfectamente a quién y en qué condiciones da sus contratos.

Finalmente, los culpables de esta muerte son también las organizaciones sindicales que, conociendo de primera mano la situación que padecen los trabajadores de la limpieza se han limitado a lanzar lastimeras quejas, completamente inútiles, porque son perfectamente conscientes de que su labor es garantizar la paz social dentro de las empresas incluso cuando esto implica una amenaza a la propia vida de los proletarios.

El trabajador muerto en Puente de Vallecas es otra víctima más de la barbarie capitalista, para la cual la vida de los proletarios tiene sentido únicamente como parte de los negocios: una vida nunca puede tener más valor, para cualquier burgués o para cualquier empresa, que el beneficio que se puede obtener con ella y ante el riesgo de perder este, perfectamente se puede correr el riesgo de que un obrero pierda su vida.

Para la clase proletaria, la vida tiene valor, también, únicamente a condición de lograr vender su fuerza de trabajo a un patrón: sin el salario, sin el sueldo que se cobra por empeñar las horas necesarias en un trabajo, la vida pierde su sentido porque no se puede mantener. Es por esto que los proletarios se ven, en principio, obligados a trabajar en cualquier circunstancia, a aceptar las condiciones laborales más duras: porque no hacerlo significa el paro, la miseria, la falta de casa y el hambre, para ellos y para sus familias. Mientras la clase proletaria permanece sometida a las exigencias empresariales, sabe perfectamente que estas pueden endurecerse en cualquier momento, a gusto de la patronal, si es necesario para que el beneficio que esta obtiene de explotar la mano de obra empleada se mantenga a los niveles adecuados. Y es por ello que una muerte así, a los trabajadores, a los compañeros del fallecido o al resto de aquellos que padecen condiciones similares, les resulta sumamente doloroso pero no extraño.

Pero, de la misma manera que los proletarios padecen esta necesidad de someterse para vivir también pueden sacar de ella las lecciones que les permitan luchar para lograr una vida mejor. La misma fuerza que se empeña en salir adelante cada día, en hacer de tripas corazón para aguantar unas condiciones de trabajo tan duras, es la fuerza que la clase proletaria puede emplear en enfrentarse a su enemigo más directo, a la patronal, y a sus aliados, en defensa de unas condiciones de vida mejores, tanto sobre el terreno salarial como sobre el de la seguridad y la prevención laborales.

Los mismos trabajadores de la limpieza viaria de Madrid han demostrado ya en alguna ocasión que su fuerza, cuando se lanzan a la lucha, es inmensa. En 2013, por ejemplo, en medio de la mayor crisis económica que se recuerda, cuando las empresas concesionarias del nuevo contrato firmado con el Ayuntamiento aquel año exigieron realizar más de mil despidos, los trabajadores se negaron a aceptarlos y se lanzaron a una huelga de 13 días en la que mostraron una fuerza que logró hacer retroceder a las empresas. Durante el tiempo que duró la huelga, los trabajadores no sólo afrontaron la falta de salario, sino también la presión continua del conjunto de la burguesía que se esforzó en no retroceder ni un centímetro: sacó a su policía a la calle, cargando contra las manifestaciones, deteniendo ilegalmente a miembros de los piquetes, chantajeando a los servicios mínimos, etc. Utilizó, igualmente, toda la presión que pudo haciendo que la prensa predispusiese al resto de los trabajadores contra los huelguistas, llamándoles criminales… Pero, pese a todo, la unión de los proletarios en la lucha, su capacidad para utilizar medios y métodos clasistas, les permitió lograr una victoria, al menos parcial.

Este tipo de ejemplos de lucha en los que los trabajadores rompen con la política de colaboración entre clases que es la norma tanto a nivel general como a nivel particular, en cada empresa, muestra que la fuerza que da la determinación a no ceder ante las exigencias de la patronal, ante las condiciones de vida y de trabajo que busca imponer, es donde reside la verdadera capacidad de los proletarios para escapar del destino que les depara la clase burguesa, que sólo por esta vía pueden evitarse sucesos como la muerte del trabajador del pasado viernes.

Pero la burguesía, que es plenamente consciente de que los proletarios llevan consigo esta capacidad de romper con las cadenas que les aprisionan, cuenta con muy buenos aliados a los que empeña en la tarea de redoblar la presión sobre la clase trabajadora, de confundir sus intereses, de reforzar por cualquier medio ese gran pacto social por el que los proletarios ponen su trabajo y su vida para que los burgueses recauden el beneficio. En este caso, hemos visto como las grandes organizaciones sindicales, CC.OO. y UGT, han “lamentado” la muerte el operario quejándose de que sus peticiones a la empresa habían sido desoídas… ¿Han convocado a los trabajadores tan siquiera a un paro en solidaridad? ¿Les han llamado a cualquier tipo de lucha? No. Se han limitado a reforzar la ilusión de que es posible mantener un acuerdo con la patronal que evite estas situaciones, algo que, con un muerto aún reciente, es evidente que la patronal no está dispuesta a conceder si no se lucha contra ella.

Por su parte los partidos de izquierda, del PSOE a Podemos, también han “lamentado” esta muerte y han pedido… una investigación para aclarar las causas. Por encima de todo y en primer lugar, de nuevo, inculcar la idea de que es posible la convivencia en paz entre proletarios y burgueses, que será posible evitar las muertes en el trabajo, los accidentes laborales, el deterioro de las condiciones de trabajo, etc. confiando en los organismos de mediación que el Estado burgués posee.

Mención aparte merece la reacción de Yolanda Díaz, ministra de trabajo y recambio institucional de Podemos, que ha afirmado vía redes sociales que la crisis climática, cada vez más, es incompatible con la vida. Nos toca hacer cambios profundos para protegernos y proteger el planeta. En el colmo del cinismo y la crueldad, esta fiel defensora de los intereses de clase de la burguesía, culpa al cambio climático de la muerte de un obrero. Como si el calor del verano no fuera previsible, como si los ritmos de trabajo a pleno sol no fuesen responsabilidad de la patronal… Con la consigna del cambio climático, esa especie de bandera con la que se pretende reforzar la unión entre clases en un momento en que todo parece indicar que tiende a resquebrajarse, se busca que los proletarios sientan que están en el mismo barco que los burgueses, que ambas clases sociales padecen de la misma manera una situación idéntica para las dos… Pero la “crisis climática” no es necesaria para explicar lo sucedido: basta con remitirse a la política criminal de la burguesía y sus aliados de la izquierda en el gobierno para ver a los verdaderos responsables.

La clase proletaria no puede confiar más que en sí misma para hacer frente a este tipo de situaciones. Sólo la fuerza que posee como clase que puede luchar, que puede ser realmente una amenaza para el resto de clases sociales que viven de su trabajo, representa una esperanza para ella. Tarde o temprano, deberá recurrir esta fuerza si no quiere verse reducida a una terrible situación que no hará sino empeorar más cada vez.


Contra la nocividad en el trabajo, los accidentes laborales o la falta de medidas de seguridad, sólo hay una vía que tomar:

Hoy le ha tocado a un compañero de trabajo, mañana nos puede tocar a cualquiera, en la calle, en la fábrica, en el transporte, en el campo… Su asesinato nos incumbe a todos. ¡Su muerte no debe ser olvidada!

¡La reanudación de la lucha de clase proletaria!

¡La defensa intransigente de las condiciones de vida y lucha de los proletarios!

¡Contra cualquier ilusión de convivencia entre la clase obrera y la burguesía!


 

Partido Comunista Internacional (El Proletario)

16-07-2022 - www.pcint.org

 

 


Valladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.

si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com















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Anticarcelario / contra la sociedad cárcel

"Las prisiones son una parte más de la esencia represiva de todo Estado, no hay que olvidar la parte que nos toca a lxs que aún seguimos en la calle.

No podemos ver las cárceles como algo ajeno a nuestras vidas, cuando desde temprana edad hemos sido condicionadxs a no romper las normas, a seguir una normalidad impuesta; el castigo siempre está presente para lxs que no quieren pasar por el aro.

En el trabajo, en la escuela... domesticando y creando piezas para la gran máquina, piezas que no se atrevan a cuestionar o que no tengan tiempo para hacerlo.

Hemos sido obligadxs a crecer en un medio hostil donde es dificíl desarrollar nuestros propios deseos.

La rebeldía brota de algunxs, otrxs simplemente se acomodan en la mierda, tapando sus frustraciones con lo que le dan quienes antes les despojaron de todo. O viendo sus problemas como algo aislado, único y personal.

Para lxs que no tragan o no se adaptan al gran engaño ahí tienen sus cárceles, reformatorios, psiquiatrícos ... creados por los que no quieren ver peligrar las bases de su falsa paz.

No podemos ignorar la lucha de lxs compañerxs presxs.

Su lucha es nuestra lucha."