1 ° de mayo de 2021: ¿qué lucha para el proletariado?



A décadas de ilusiones reformistas y democráticas, de políticas colaboracionistas por parte de los sindicatos tricolores y los partidos falsamente obreros, se ha sumado una crisis sanitaria por coronavirus que ha fortalecido el sentimiento de resignación que ya trabajaba desde hace tiempo para debilitar las energías de lucha proletarias.

La crisis sanitaria, todavía en pleno apogeo, se ha sumado a una crisis económica ya evidente y, como todas las crisis de la sociedad capitalista, ha golpeado sobre todo a las masas proletarias.

Mujeres, jóvenes, trabajadores en la cincuentena, son las categorías proletarias más afectadas y que van a aumentar ese ejército de parados que ya era particularmente sustancial antes del Covid-19.

 

Ante el desastre económico que se cuantifica en cientos de miles de trabajadores expulsados ​​de sus puestos de trabajo, en cientos de millones de jóvenes que no encuentran trabajo y, cuando lo encuentran, es totalmente precario, y en cientos de millones de trabajadores y jubilados arrojados al pozo de una pobreza cuyo fin no está a la vista; a este desastre, se ha sumado el desastre de la salud pública: absoluta falta de prevención, hospitales ineficientes, personal hospitalario insuficiente, cuidados intensivos y subintensivos totalmente insuficientes, pacientes abandonados en sus propios hogares, ancianos abandonados para morir en las residencias, la medicina primaria destruida. Los gobiernos llevan más de un año preocupados sobre todo en limitar el daño que esta crisis podría causar a la economía capitalista. Y así los trabajadores fueron enviados a trabajar en ambientes insalubres, sin protección individual y bajo el chantaje de perder sus trabajos o de sufrir un recorte salarial. Aunque asustados por una pandemia que mató a muchos como moscas, muchos proletarios se rebelaron, lucharon por al menos el mínimo de protección individual que las empresas y los gobiernos prometían. Pero la desconfianza en sus propias fuerzas y en los sindicatos era y sigue siendo demasiado grande para devolver a los proletarios la fuerza para hacer frente a un enemigo todavía tan poderoso como la clase burguesa dominante.

La colaboración de clases, perseguida persistentemente por las fuerzas oportunistas que se presentan como "defensores" de los intereses de los trabajadores pero que en realidad los sabotean, es una política que se basa precisamente en la debilidad de la clase obrera; una vez inclinada a las necesidades del capital, la clase obrera está envuelta en una red de intereses "en común" con la burguesía, está convencida de que puede obtener algunas migajas más sólo si sacrifica mucha más energía de la que ya ha dado y da a los capitalistas. Los colaboracionistas, verdaderos agentes burgueses en las filas proletarias, tienen de hecho la tarea de hacer trabajar a los proletarios según las necesidades que tienen las empresas con respecto a sus mercados de referencia y, en la medida en que hagan este trabajo sucio de forma continua y con éxito, obtienen a cambio privilegios, tranquilidad, trabajos menos exigentes y menos estresantes. A la alta dirección de las empresas, que alguna vez tuvo que tratar directamente con los trabajadores y sus comisiones o asambleas internas, no le resultó difícil transformar estas en órganos al servicio de la empresa y no de los intereses de los trabajadores. Con la lucha directa, los trabajadores se deshicieron de los órganos de representación empresarial y organizaron los comités de base eligiendo delegados de confianza. Pero el clima social general de una democracia que se percibía como el terreno en el que los conflictos de clases pueden encontrar una solución ventajosa para los trabajadores en realidad fortalece la colaboración de clases no solo en el nivel político general, sino a todos los niveles, hasta en el más básico, entregando incluso los intereses proletarios mínimos y elementales a quienes siempre se han hecho pasar por los campeones de las negociaciones con los patrones y el Estado, y que, en realidad, están al servicio de los patrones y del Estado burgués. La colaboración de clases no disminuye, ni mucho menos elimina, la competencia entre proletarios ¡la aumenta, la organiza, la institucionaliza!

Sobre los hombros de todo proletario pesa no sólo la acción diaria de los capitalistas, su estado y todas sus instituciones políticas, administrativas, sociales, culturales y militares, sino también la acción diaria de los profesionales de la colaboración de clases. Y este es verdaderamente un peso enorme, y para quitárnoslo de los hombros necesitamos una fuerza social que todavía hoy nos falta: la fuerza social dada por la unidad de clase, por la solidaridad de clase, por la lucha que se libra en el terreno de la defensa exclusiva los intereses inmediatos.

Los proletarios, con las derrotas de los años veinte del siglo pasado y, sobre todo, con el triunfo de la democracia imperialista a partir de la Segunda Guerra Mundial, han sido colocados en situación de tener que volver a organizarse en sindicatos clasistas como en el siglo XIX y el siglo XX. Esta situación puede parecer imposible de superar; después de cien años, ¿cómo es posible conquistar a la burguesía que entre tanto se ha hecho mucho más fuerte que entonces? Hoy la burguesía imperialista parece invencible y este es el principal argumento de los colaboracionistas.

Incuestionablemente el capitalismo se ha desarrollado en el mundo, incuestionablemente las burguesías se han vuelto mucho más fuertes y dominantes de lo que eran hace cien años. Pero deben esta fuerza a la explotación de la mano de obra asalariada, sin la cual el capital no sería valorado, sin la cual los capitalistas no podrían extorsionar la plusvalía del trabajo de los trabajadores. Los obreros son indispensables para los capitalistas, y son tan indispensables que todo el desarrollo capitalista en todo el mundo no ha podido realizarse sino constituyendo ejércitos cada vez más numerosos de proletarios, de trabajadores asalariados en todos los rincones del país y del mundo allí donde una vez fueron sólo campesinos y gente primitiva.

Hoy más que ayer el lema comunista: ¡Proletarios de todos los países, uníos! asusta a los ministerios de todo el mundo, porque este enorme ejército de esclavos asalariados, tomando conciencia de su fuerza y ​​dejándose llevar por su partido de clase, representa la pesadilla de toda burguesía.

Las crisis económicas, las crisis de guerra que salpican todos los continentes están destinadas a provocar continuamente la ira y la lucha de los proletarios y las poblaciones oprimidas. Millones de migrantes, tratando de escapar de las consecuencias de estas crisis, llegan a presionar en las fronteras de los países capitalistas avanzados, y tratan de sobrevivir en los pliegues de una sociedad opulenta que en parte los rechaza y margina y en parte los absorbe porque constituyen una fuerza de trabajo más barata y útil para aumentar la competencia con los proletarios locales. Pero son proletarios que llevan consigo los signos físicos y psicológicos de la violencia más espantosa que ha generado el propio imperialismo blanco y contra la que han reaccionado huyendo, pasando por todos los peligros para llegar a un país donde al menos no existen esas violencias. Las fronteras de Estados Unidos y Europa no han terminado de cruzarse, a pesar de las barreras y guardias armados en su defensa. Así como los medios de producción capitalistas no se han detenido y ninguna frontera los detiene, tampoco ninguna frontera puede detener la fuerza de producción humana que el capitalismo crea en todo el mundo.

La unidad proletaria, por tanto, no debe establecerse por fuerza a través de los vínculos entre un continente y otro, entre un país y otro, sino que puede crearse dentro de un mismo país entre proletarios de diferentes nacionalidades y de diferentes razas. La base de esta unidad, sin embargo, no cambia: está dada por el interés común de todos los proletarios en defender sus condiciones de asalariados de la explotación burguesa, sea de tal o cual empresa, de tal o cual sector, de esta o aquella categoría, de este o aquel país. Pero este interés común no puede constituir una fuerza si no se combate la competencia entre proletarios; sólo superando esta competencia es posible unificar fuerzas, y sólo luchando por los mismos objetivos, por los mismos intereses, es posible crear esa solidaridad de clase que es la verdadera fuerza del proletariado.

En cierto sentido, es el capitalismo mismo, en su desarrollo, y en la lucha entre las clases que objetivamente brota en su sociedad, lo que sienta las bases para el renacimiento del movimiento de clases proletario. Si los proletarios no quieren ser asfixiados por la explotación burguesa, sólo les queda un camino por recorrer: la lucha de clases contra el principal enemigo, la burguesía capitalista, sin olvidar a los enemigos más insidiosos, los profesionales de la colaboración de clases.

Romper, por tanto, el pacto de colaboración con los capitalistas y sus gobernantes es el primer gran objetivo de la lucha de clases proletaria. Y esta ruptura se realiza con la reorganización de los organismos de clase para la lucha por la defensa exclusiva de los intereses de clase inmediatos. A partir de aquí, y del desarrollo de esta lucha, el proletariado tomará conciencia de que sus objetivos no pueden detenerse en intereses inmediatos, sino que deberá superarlos situándose en un plano político general, por tanto revolucionario, también porque la burguesía dominante, para mantener al proletariado en las condiciones de sumiso esclavo asalariado, utiliza y utilizará su poder político y su estado.

En este largo y atormentado camino de emancipación, el proletariado deberá apoyarse no sólo en su fuerza social, sino también en su partido de clase, que constituye y representa la conciencia de clase, la conciencia de los objetivos máximos de la lucha revolucionaria.

 

¡Por la reorganización clasista de la lucha proletaria!

¡Por las reivindicaciones unificadoras de los proletarios por encima de categorías, sectores, nacionalidad, género o edad!

¡Por la reanudación de la lucha de clases! 

¡Por la reconstitución internacional del partido de clase!

 

 

Partido Comunista Internacional (el proletario)

30 de abril de 2021

www.pcint.org

 


 

Valladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.

si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com















ARCHIVO

Traduce-Translate-Μετάφραση

Contrainformacion internacional

Anticarcelario / contra la sociedad cárcel

"Las prisiones son una parte más de la esencia represiva de todo Estado, no hay que olvidar la parte que nos toca a lxs que aún seguimos en la calle.

No podemos ver las cárceles como algo ajeno a nuestras vidas, cuando desde temprana edad hemos sido condicionadxs a no romper las normas, a seguir una normalidad impuesta; el castigo siempre está presente para lxs que no quieren pasar por el aro.

En el trabajo, en la escuela... domesticando y creando piezas para la gran máquina, piezas que no se atrevan a cuestionar o que no tengan tiempo para hacerlo.

Hemos sido obligadxs a crecer en un medio hostil donde es dificíl desarrollar nuestros propios deseos.

La rebeldía brota de algunxs, otrxs simplemente se acomodan en la mierda, tapando sus frustraciones con lo que le dan quienes antes les despojaron de todo. O viendo sus problemas como algo aislado, único y personal.

Para lxs que no tragan o no se adaptan al gran engaño ahí tienen sus cárceles, reformatorios, psiquiatrícos ... creados por los que no quieren ver peligrar las bases de su falsa paz.

No podemos ignorar la lucha de lxs compañerxs presxs.

Su lucha es nuestra lucha."