Taurodelta es una empresa que gestiona varias plazas de toros: Las Ventas (Madrid), Albacete, Badajoz, Salamanca, Santander, Valladolid y Zamora, posee ganadería propia y organiza eventos taurinos de todo tipo. Está dirigida por dos empresarios guipuzcoanos, Manuel Martínez Erice y José Antonio Martínes Uranga.
La plaza de toros de Valladolid, cuya construcción fue promovida por la Sociedad Taurina S.A. y actualmente está gestionada por la empresa Taurodelta S.A., posee un aforo de 11.500 localidades. Según la web de la empresa: "A pesar de contar con más de 150 años de historia, el coso del Paseo de Zorrilla posee todas las dependencias necesarias para la celebración de espectáculos taurinos: corrales, cuadras, matadero, enfermería…". Es claro, dependencias todas ellas destinadas al "cuidado de los toros", digo, al encierro, tortura y asesinato del animal (de los animales, toros y caballos). La plaza de Valladolid es actualmente de segunda categoría administrativa (frente a Las Ventas, por ejemplo, de primera categoría) y propiedad del empresario Emilio Ortuño Jumillano, cuya familia compró la plaza a la Sociedad Taurina de Valladolid S.A. en el año 1956.
En el edificio de la plaza se han llevado a cabo desde mítines socialistas (1º de mayo de 1936) hasta conciertos y ferias, pero su ocupación fundamental son los eventos taurinos, eventos que se han ido reduciendo fundamentalmente a dos: la feria de San Pedro Regalado (patrón de la ciudad) y las ferias y fiestas de Santa María de San Lorenzo. Aunque Valladolid fuera en otro tiempo motada como "ciudad taurina" por el inenarrable León de la Riva (título que el actual ayuntamiento ha eliminado), las corridas de toros no gozan de tanta afición como los taurinos más recalcitrantes pretendieran. Otra cosa es si hablamos de los encierros, muy populares en los pueblos del Duero y del sur de la provincia y en la raya con la vecina provincia de Segovia. Evidentemente, estamos contra los toros en todas sus muy diversas manifestaciones (encierros, corridas, correbous, toro enmaromado, etc).
A nadie en su sano juicio -y menos a un niño- le gusta ver cómo se maltrata a un ser vivo tan bello por pura diversión estúpida. Por eso les regalan entradas, para inmunizarlos al dolor, como a los chavales que les ponen en primera fila en las talanqueras de los pueblos. Todo ese mundo de dolor y muerte va calando poco a poco, va haciendo tolerable el sufrimiento innecesario del animal, como "el centro" de "la fiesta".
Ni un duro para eventos taurinos, ni un duro para empresas de maltrato animal,
ni una colaboración en la continuación de esta tradición de la muerte,