LA
HUELGA ES UN MÉTODO PARA LUCHAR CONTRA LA CLASE BURGUESA, NO UN ACTO
SIMBÓLICO DE “UNIDAD FEMENINA” ENTRE MUJERES EXPLOTADAS Y
MUJERES EXPLOTADORAS.
SÓLO
LA LUCHA DE CLASE DA A LOS PROLETARIOS DE AMBOS SEXOS LA OPORTUNIDAD
DE EXTIRPAR LAS RAÍCES DE LA EXPLOTACIÓN Y LA OPRESIÓN.
En
la sociedad capitalista, la mujer proletaria ocupa un lugar
especialmente difícil. Por un lado sufre, al igual que los
proletarios varones, la explotación vinculada
al trabajo asalariado. Desde hace al menos cincuenta años, la mujer
proletaria en España ha sido arrojada al mercado laboral, como
consecuencia del incremento del tamaño del capital productivo y del
consiguiente descenso de los salarios. La fuerza de trabajo femenina
ocupa, desde entonces, el mismo papel que la fuerza de trabajo
masculina: mano de obra que explotar durante los periodos de bonanza
económica y a la que arrojar al basurero cuando las crisis cíclicas
del capitalismo la vuelven sobrante. Con el agravante de que esta
fuerza de trabajo femenina se enfrenta a condiciones especialmente
duras de explotación: ocupa los trabajos peor remunerados, con las
peores condiciones de trabajo, sufriendo la precariedad y la
inestabilidad de manera continuada… En todo ello no hay ningún
misterio, los patrones no “odian” a las mujeres, no les deparan
esta situación por el hecho de no ser hombres ni con el fin de
perpetuar su situación de subordinación social. El capital,
sencillamente, sigue la línea de menor resistencia, sobreexplota la
mano de obra femenina porque de esta manera logra extraer mayor
plusvalía, utilizando una fuerza de trabajo que resulta ser más
maleable y a la que su condición social le vuelve más débil. En
este hecho, no hay ningún matiz moral, las bases materiales de la
explotación son leyes universales que rigen para la fuerza de
trabajo proletaria independientemente de su sexo y, en el caso de la
mujer, el que estas rijan con una dureza especialmente lacerante se
debe al papel que la sociedad burguesa, desde antes que la mano de
obra femenina apareciese masivamente en el mercado de trabajo, ha
reservado siempre a la mujer: es esta situación de especial
debilidad la que la vuelve una presa fácil de las exigencias del
capital y estas, a su vez, consolidan esa situación.
Por
otro lado, a la vez que ya no existe prácticamente ninguna mujer
proletaria que pueda librarse de las exigencias laborales y,
teóricamente, la sociedad burguesa la
ha incorporado como miembro de pleno derecho a la obligación de
resultar productiva y útil para la empresa, la economía nacional,
etc. en el ámbito doméstico la mujer continúa sufriendo la peor
parte. Mientras que las leyes que sujetaban a la mujer al hogar y le
obligaban a sacrificar su vida a este han sido abolidas, esta
“emancipación” se da sólo sobre el papel. En la realidad, la
vida cotidiana de millones de proletarias sigue atada a las tareas
domésticas, al mantenimiento del hogar, al cuidado de los hijos,
etc. y padecen estas duras obligaciones una vez que ha concluido su
jornada laboral, en la cual han sido explotadas hasta el último
minuto por patrones, hombres y mujeres, que son los primeros en
repetir el mantra de la “igualdad de condiciones y oportunidades”.
La
mujer proletaria padece la explotación capitalista exactamente igual
que lo hacen los hombres, con el agravante de tener que soportar
condiciones de trabajo más duras y penosas. Además, después del
trabajo, padece el sometimiento cotidiano a las exasperantes tareas
del hogar. Y, para dar la puntilla a esta insoportable situación,
sufre cotidianamente la violencia de una sociedad en la que es la
mercancía más barata y que por tanto le depara todo tipo de
vejaciones, incluso las más duras, llegando al asesinato, en el seno
de la familia. Y todo esto después de décadas de “avances en los
derechos de la mujer”, después de reformas legales que han vuelto
a cada mujer un ciudadano equiparable a cada ciudadano varón,
después de martillear incesantemente que con la incorporación de la
mujer al trabajo se acabaría la opresión que sufría, después de
elogiar a las mujeres que han “triunfado” al estilo de Ana
Patricia Botín y ponerlas como ejemplo para las mujeres obreras. El
capitalismo ha demostrado, tomando la situación de la mujer como
referente, que dentro de su mundo ninguna opresión desaparecerá
jamás de manera definitiva, porque las bases para el resurgir
continuo de estas las da el propio modo de producción, basado en la
explotación del trabajo asalariado y en la apropiación privada de
los frutos de este trabajo.
Y
ante esta realidad, que no hay manera de rebatir ¿cómo responden
aquellos que enarbolan la bandera de la lucha por la emancipación de
la mujer? ¿Qué proponen quienes han llamado a una especie de “paro
nacional femenino” el día 8 de marzo, convocando en él a
proletarias y a burguesas, es decir, a quienes padecen esta situación
y a quienes se benefician de ella?
Por
su parte, los grandes sindicatos, CC.OO. y UGT, han llamado tan sólo
a un paro de dos horas pactado con las empresas. Una convocatoria en
favor de la “igualdad entre hombres y mujeres” y “contra
la violencia machista”, según declaraciones de Unai Sordo, el
secretario general de CC.OO., que “marcará un antes y un
después”. Para lograr estos objetivos pretenden un cambio en
la situación que padece la mujer a través de “las políticas
públicas, desde los Presupuestos Generales del Estado, desde las
leyes y la cultura, con un nuevo concepto hegemónico de igualdad".
Para
estas organizaciones la “igualdad”, que cifran entre otras cosas
en la “desaparición del techo de cristal que impide que las
mujeres accedan a los puestos directivos en las empresas”, es
decir, en que también las mujeres puedan llegar a organizar la
explotación del proletariado masculino y femenino, se logrará
mediante un paro simbólico de dos horas que debe forzar al Estado y
a la burguesía a cambiar de rumbo y acabar con la explotación y la
opresión de la mujer proletaria. Fieles a su línea de defensa a
ultranza de la conciliación entre proletarios y burgueses, la única
alternativa que proponen a la mujer proletaria es la confianza en que
las instituciones burguesas, la “cultura” y las “leyes”,
vayan a mejorar su situación. Ni una palabra de la situación real
que padecen las proletarias, en la que estas instituciones, estas
leyes y esta cultura, todas ellas armas en manos de la clase burguesa
que las utiliza para perpetuar su dominio social, son el principal
enemigo que se encuentran cotidianamente. Ni una palabra, tampoco, de
la necesidad de que la proletaria luche junto al proletario, tanto en
el terreno laboral contra el patrón que reproduce sistemáticamente
esta opresión, como en el terreno social, donde la sociedad burguesa
se ensaña cotidianamente con la proletaria reduciéndola al papel de
un subalterno social útil únicamente para ser explotada y
reproducir la fuerza de trabajo que será explotada mañana. Y si no
dicen ni una palabra de esta realidad, es porque el sindicalismo
oportunista, que ha hecho de la defensa de la economía empresarial y
nacional su bandera, juega el papel de fuerza de contención contra
las reacciones proletarias que se rebelan contra esta situación. Son
estos sindicatos de concertación quienes se encargan de la gestión
de la fuerza de trabajo en el día a día de cualquier empresa, a
ellos corresponde “cuidar” de los proletarios como los burgueses
“cuidan” de las máquinas. Suya es, por lo tanto, la
responsabilidad de que los bajos salarios, las jornadas de trabajo
extenuantes, las condiciones de trabajo aberrantes… exigidas por la
patronal, puedan imponerse. De la misma manera que en los puestos de
trabajo llaman a las mujeres proletarias a aceptar las condiciones de
trabajo impuestas en nombre de las necesidades de la empresa, llaman
ahora a un “paro” simbólico de dos horas buscando que estas
mismas proletarias confíen en que la burguesía y su Estado se
apiadarán de ellas.
En
lo que toca a las dos centrales anarcosindicalistas (CNT y CGT), a
pesar de convocar una huelga “general de 24 horas”, se sitúan
detrás del movimiento feminista y de CCOO y UGT, nadando entre las
aguas del reformismo clásico y de un radicalismo verbal que no se
corresponde con su prácticamente nula labor en los puestos de
trabajo. Hacen suyas las consignas y “recomendaciones” generales,
sin organizar mínimamente las exigencias prácticas que se
corresponderían con su grandilocuencia radical, pretendiendo que
con la sola diferencia del color que quieren pintar pueden
transformar la convocatoria en algo diferente. Apuntando en sus
panfletos a la alianza criminal entre patriarcado y capital y a otras
consignas características de la moda del momento, pero sin hacer
ningún tipo de diferencia entre ellos y el movimiento feminista
interclasista y sin cuestionar, en ningún caso, la validez de esta
convocatoria desde un punto de vista mínimamente clasista.
Por
su lado, el “movimiento feminista”, el conjunto de grupos de los
que realmente ha partido la convocatoria, han llamado a una huelga
“laboral, estudiantil, de consumo y de cuidados”. En ella han
llamado a participar a todas las mujeres, independientemente de su
condición social, es decir, independientemente de la clase social a
la que pertenezcan y de la posición que ocupen en la explotación
del trabajo asalariado masculino y femenino, pero no a los hombres, a
quienes llaman a “hacerse cargo de los cuidados” o “cumplir con
los servicios mínimos”. Para ello han contado con la colaboración
tanto de la prensa, que les dedica, sobre todo en algunas
televisiones, una sección diaria, como de las instituciones,
partidos políticos parlamentarios, Ayuntamientos, etc.
Mientras
que la convocatoria sindical ha intentado salvar los muebles
aparentando algún carácter “obrero”, la que ha partido desde
las corrientes feministas ni tan siquiera intenta esconder que se
trata de una llamada a la colaboración entre clases, a la unión de
mujeres explotadas y explotadoras en nombre de un interés común,
que no puede ser otro que la perpetuación de la explotación del
proletario y de la proletaria. Y aunque para ello utilicen el término
“huelga”, con el fin de movilizar al mayor número de proletarias
posibles, lo cierto es que llaman a un paro nacional en el que la más
mínima perspectiva de lucha clasista está completamente excluida.
Es por ello que la “huelga” es “laboral”, entendiendo por tal
no al ámbito laboral de las trabajadoras de la limpieza, de las
conserveras, del hogar o de la industria pesada, sino el ámbito
laboral de las profesionales y de la pequeña burguesía empresarial.
Es por ello, también, que la “huelga” es estudiantil, pescando
en las aguas revueltas de un estrato social netamente pequeño
burgués y que es caldo de cultivo de todas las corrientes falsamente
extremistas que pretenden sustituir al proletariado en su papel
histórico. Y, finalmente, es por ello que la “huelga” es “de
cuidados y de consumo”, conceptos completamente absurdos que
únicamente tienen como fin crear una suerte de identidad común
entre burguesas y proletarias (¡Ana Patricia Botín, en estos
términos, también podrá secundar la “huelga”) y que pretende
mostrar que la explotación y la opresión no la sufren únicamente
las mujeres proletarias, sino que sería “transversal” a toda la
sociedad.
Con
la convocatoria de esta falsa huelga, las corrientes pequeño
burguesas de las que se vale la burguesía para inocular el veneno de
la colaboración entre clases en el cuerpo social del proletariado,
pretenden clavar una pica en Flandes: pretenden que la huelga deje de
ser un arma en manos de la clase proletaria para enfrentarse a su
enemigo de clase, a la burguesía que conforman hombres y mujeres
mancomunados por el hecho de dominar conjuntamente al proletariado,
para convertirse en un acto simbólico, cívico, exento de cualquier
rastro de lucha de clase con el cual lograr sembrar, aún más, la
confusión entre los proletarios. La huelga dejaría así de ser
expresión de la fuerza organizada de la clase obrera para
convertirse en una consigna de unidad interclasista a la que deben
responder proletarios y burgueses por igual.
La
burguesía sabe bien que estas corrientes ultra reaccionarias, que
traen consigo no sólo unas directrices políticas para fomentar la
colaboración entre clases en detrimento de la lucha proletaria, sino
también una concepción teórica encaminada a combatir
ideológicamente a la clase proletaria, tienen una gran utilidad.
Contribuyen a sembrar confusión, a desmoralizar, a agotar en todos
los sentidos, a la clase proletaria. Constituyen una medida de
profilaxis que se aplica para prevenir que suceda precisamente todo
lo contrario a lo que estas corrientes políticas proponen: que el
proletariado abandone el terreno de la colaboración entre clases,
que luche de manera intransigente en defensa de sus intereses,
colocando siempre en un primer plano aquellos de quienes padecen
especialmente la opresión burguesa, como las mujeres proletarias,
que señale al capitalismo y a cualquier régimen burgués como el
enemigo a vencer. Y que para ello haga uso de sus armas históricas
de lucha, entre las cuales la huelga ocupa un lugar excepcional,
capaz de mostrar tanto la fuerza de la clase organizada como de
evidenciar que la lucha librada únicamente sobre el terreno laboral
no basta para liquidar las raíces de la explotación y la opresión.
Apoyándose
en estas corrientes anti proletarias la burguesía espera debilitar
lo suficiente a la clase proletaria como para que, llegado el momento
en el que esta se vea obligada a luchar en defensa de sus intereses
inmediatos y generales, le sea imposible romper los límites que la
política de colaboración entre clases que las organizaciones
tradicionales del oportunismo imponen, y todavía encuentre más
obstáculos que le desvíen del camino de retorno a su lucha de
clase.
La
lucha de clases no la crea el proletariado, sino el propio
capitalismo, que no puede existir sin agravar cada vez más las
condiciones en las que millones de proletarios subsisten. Contra este
inexorable determinismo social, la burguesía levanta sus barreras,
pone en juego a todos sus aliados, acrecienta la presión social
mediante ideologías y movimientos reaccionarios con el fin de frenar
o detener por el mayor tiempo posible la reacción proletaria.
Pero
pese a ello, el proletariado, la clase en cuyo objetivo histórico se
sintetiza el fin de todas las opresiones, sean estas de raza, sexo,
edad… representa una fuerza histórica cuyo desarrollo se puede
volver más lento, pero jamás parar definitivamente. Y con este
desarrollo barrerá tanto las bases materiales que dan lugar a la
violencia, la discriminación, como todas sus consecuencias.
¡Por
el retorno a la lucha de clase del proletariado de ambos sexos!
¡Por
la defensa intransigente de sus condiciones de existencia y de lucha!
¡Por
la reconstitución del Partido Comunista!
Partido
Comunista Internacional (El Proletario)
www.pcint.org
____________________________________ [NdR: como medio autónomo tenemos nuestra propia posición sobre el tema pero queremos recoger los diversos textos que nos han hecho llegar. Y no son tantos, porque parece que algunxs piensan que al pensar críticamente no somos de "su cuerda". Sentimos decir, a todxs, que somos de nuestra propia cuerda: la lucha de clase independiente. Recogemos aquí otros textos que hemos considerado de interés para que las posturas en torno a esta "huelga" queden reflejadas:]
"Las prisiones son una parte más de la esencia represiva de todo Estado, no hay que olvidar la parte que nos toca a lxs que aún seguimos en la calle.
No podemos ver las cárceles como algo ajeno a nuestras vidas, cuando desde temprana edad hemos sido condicionadxs a no romper las normas, a seguir una normalidad impuesta; el castigo siempre está presente para lxs que no quieren pasar por el aro.
En el trabajo, en la escuela... domesticando y creando piezas para la gran máquina, piezas que no se atrevan a cuestionar o que no tengan tiempo para hacerlo.
Hemos sido obligadxs a crecer en un medio hostil donde es dificíl desarrollar nuestros propios deseos.
La rebeldía brota de algunxs, otrxs simplemente se acomodan en la mierda, tapando sus frustraciones con lo que le dan quienes antes les despojaron de todo. O viendo sus problemas como algo aislado, único y personal.
Para lxs que no tragan o no se adaptan al gran engaño ahí tienen sus cárceles, reformatorios, psiquiatrícos ... creados por los que no quieren ver peligrar las bases de su falsa paz.
No podemos ignorar la lucha de lxs compañerxs presxs.