El pasado miércoles, 2 de noviembre,
tuvo lugar el juicio contra las 15 personas que fueron acusadas de
“injurias a la guardia civil” y “obstrucción al culto” por concentrarse
el 12 de octubre de 2010 ante la iglesia donde los picoletos del cuartel
de Arteixo (A Coruña) celebraban el día de su patrona. Las Nais Contra a
Impunidade ya llevaban entonces varios años pidiendo explicaciones
sobre lo sucedido a Diego Viña en septiembre de 2004, cuando “apareció”
ahorcado en uno de los calabozos del cuartel de los cigüeños de Arteixo,
donde había sido detenido ilegalmente a instancias de su propio padre,
perteneciente al “cuerpo”.
Todos los intentos de obtener justicia o
siquiera alguna explicación sobre lo sucedido habían sido infructuosos y
a la madre de Diego y a sus compañeras ya no les quedaba otro recurso
que las movilizaciones callejeras, repetidas año tras año. Fueron
perseguidas por ello en varias ocasiones, hasta que se encontró un juez
dispuesto a prestar oídos a las acusaciones en defensa de su “honor” de
los representantes de una institución de tan siniestra fama como la
guardia civil. El resultado fue un proceso penal con una petición fiscal
de 54.000 euros en total de pena-multa, con nueve meses de cárcel para
cada una en caso de impago, contra 15 personas, entre ellas una hermana,
una prima y una tía del muchacho muerto en oscuras circunstancias.
Oscuras y oscurecidas, ya que incluso fueron destruidos por la misma
guardia civil los pantalones con los que, supuestamente, se había
ahorcado Diego, mientras se encontraba “confiado” a la custodia de la
“benemérita institución”.
Se “celebró” por fin el juicio, que
había sido convocado para el 6 de junio y fue suspendido por motivos
burocráticos, y fue como suele suceder una farsa insultante donde el
juez obstaculizó en todo momento con formalismos y arbitrariedades la
labor de la defensa, dejando claro, tanto él como el fiscal, que su
interés está centrado en defender la ficción ensangrentada que ellos
llaman el “honor de la guardia civil” imponiendo por la fuerza esa
ofensiva falsedad para obligarnos a inclinarnos ante ella como si fuera
una verdad sagrada. A pesar de eso, se vieron frente a frente la
coherente argumentación de los abogados defensores, en el sentido de la
inocencia de las personas amenazadas judicialmente y de la legitimidad
de sus actividades, y la endeblez de las pruebas acusatorias, las
cuales se reducían a una corta grabación de vídeo obtenida ilegalmente
con un móvil por un picoleto de paisano, donde apenas se reconoce a
nadie ni se puede saber quién hizo o dijo qué, y a las confusas y
contradictorias acusaciones de unos cuantos “números”, de los que varios
no asistieron porque estaban “de vacaciones”, llegando el cinismo de la
acusación a pretender que se suspendiera el juicio una vez más por ese
motivo. Todo hubiera quedado muy claro para un “justicia” merecedora de
ese nombre, pero conociendo el aparato estatal punitivo que abusa de él
dentro del territorio dominado por el Estado español no se puede ser
optimista.
Sobre lo que sí tenemos suficientes
datos para formarnos una opinión es sobre nuestra propia solidaridad.
Unas 50 personas, entre las que entraron en la sala del juicio y las que
estuvieron concentradas en la puerta de los juzgados durante las caso
cuatro horas que duró sosteniendo pancartas y gritando palabras de
apoyo, lo demostraron en A Coruña. En el resto del territorio estatal,
que sepamos, hubo cinco personas con una pancarta frente a la audiencia
nazional en Madrid; veintiuna ante la ciudad de la (in)justicia en
Valencia; un número intermedio en la concentración convocada en Sama de
Langreo por una asociación de familiares y amigos de personas presas así
como en la propuesta frente a los juzgados de Gijón por un grupo
feminista; cinco o seis en la que hubo en Cartagena… No sabemos lo que
sucedió en Lleida o en Santander, donde también se habían convocado
concentraciones solidarias, y la de Salamanca hubo de suspenderse por
falta de gente. Con todo lo cual, tenemos elementos suficientes para
constatar la extrema debilidad de la “comunidad anticarcelaria” y la
casi total indiferencia tanto de la “sociedad civil” como de los
“movimientos sociales”, incluido el autodenominado “libertario”, frente a
los abusos del poder punitivo.
Dentro de las cárceles, nueve compañeros
presos en lucha se han sumado que sepamos a la huelga de hambre
convocada por algunos de ellos en apoyo de las Nais, que todavía dura en
las cárceles de Palencia, Estremera y Soto del Real en Madrid,
Albocásser (Castellón), Morón (Sevilla), el Acebuche (Almería), Topas
(Salamanca), etc. A continuación, insertamos unas palabras de Pastora
González, la madre de Xosé Tarrío y miembro de las Nais que resumen bien
la situación.
Quiero dar las gracias desde lo mas
profundo de mi ser a esas personas que estuvieron con su presencia
apoyando el juicio contra las Nais, unos en Coruña y otros en otras
partes de España y extranjero. A esas personas les mando todo mi amor y
respeto y no puedo olvidarme también de muchos presos que han hecho
huelga de hambre en apoyo a Nais: gracias, compañeras y compañeros por
vuestra solidaridad. Pero me queda una espina muy pero que muy grande
dentro de mi alma porque en este juicio de la vergüenza de un país, en
este caso el mío, no salió a la calle toda la gente que debería haber
salido. Esta madre debería de estar apoyada no solo por los que salimos a
las calles, sino por toda Coruña y toda España, pues le arebataron al
hijo de casa sin orden de detención y con una denuncia falsa y se lo
entregaron con los pies por delante a la edad de veintidos años. Espero
que no le pase a nadie una cosa como esta porque entonces sabrán lo que
es el dolor, la rabia y la impotencia. Bueno, no continúo porque tendría
muchas mas cosas que decir. Solo dar otra vez las gracias a aquellas
personas que verdaderamente se concentraron, salieron a las calles y
demostraron con hechos su verdadera solidaridad. Os quiero, peña, con
personas como vosotras el mundo si se podría cambiar para mejor.
Gracias, os kiere
Pastora