Ante todo esto hay quienes, desde
posiciones reformistas, intentan mejorar aquello que sólo debe ser
destruido para la pervivencia de nuestra especie y de todas las demás,
hay quienes intentan que este modelo político jerárquico sea más
democrático, donde tengamos mayor capacidad de decidir quién y cómo nos
va a seguir exprimiendo, como en el mundo laboral donde les listes de
turno intentan mantener el sistema de explotación para poder seguir
viviendo de sus migajas o, incluso, vemos a quienes abogan por un modelo
económico basado en la competitividad que sea más respetuoso con las
diversas formas de vida que cohabitamos este planeta…
Hace ya 78 años, en la Península Ibérica,
dio inicio una profunda experiencia colectiva que venía a sentar las
bases del fin de todo esto. El 19 de julio de 1936, la clase trabajadora
en armas ponía fin a la militarada fascista en muchos lugares de la
península, destacando sin duda alguna la labor llevada a cabo en
Barcelona, donde fue el proletariado afecto a las ideas ácratas el que
se enfrentó con mayor tenacidad a los militares golpistas, demostrando
su capacidad autoorganizativa y poniendo contra las cuerdas no ya al
fascismo, sino a todo el entramado estatal de la Generalitat y el
gobierno burgués de la República. Los años de autoorganización
proletaria al margen de las instituciones del Estado, a través del
anarcosindicalismo en el campo del trabajo, la autoformación colectiva
en los Ateneos libertarios, los grupos de Mujeres Libres (MM.LL.) o las
agrupaciones de Juventudes Libertarias, la gimnasia revolucionaria de
episodios insurreccionales anteriores… todo, venía a converger ahora en
un pueblo que se había educado a sí mismo para recuperar entonces el
control de sus propias vidas y que venía a poner fin a siglos, a
milenios, de explotación de unes sobre otres. Un pueblo que llevaba a
cabo una profunda revolución social que pretendía transformar las bases
políticas, económicas, culturales, etc., de la sociedad, alcanzar el
comunismo libertario donde nadie fuese más que nadie, donde cada cual
pusiese según su esfuerzo y recibiese en base a sus necesidades,
acabando así con este régimen donde unes poques tienen de todo y la
inmensa mayoría nada. Aquella experiencia, desatada por quienes querían
evitarla (militares, burguesía, aristócratas, fascistas…), finalizó
drásticamente, ahogada por dos bandos que seguían defendiendo la
propiedad, la opresión de una clase sobre otra, de un sexo sobre el
otro, el principio de autoridad en todas sus formas, en resumidas
cuentas.
Hoy las miserias de entonces perduran,
incluso han ido a peor al conseguir sus privilegiades derrotar entonces a
les oprimides. Sin embargo, nos queda una importante lección histórica
que aprender de aquel momento: la necesidad de organizarnos como clase,
de luchar por lo nuestro con nuestro propio esfuerzo, sin aceptar las
migajas envenenadas de nadie, con organizaciones propias,
autogestionadas y con la acción directa y el apoyo mutuo como
fundamentales herramientas de lucha, para golpear y ser capaces de
aguantar los golpes de nuestres opresores. Buscar nuestra capacitación
colectiva y emprender el camino de nuestra emancipación de toda forma de
autoridad, siendo la revolución, la revolución social, en todos los
aspectos de nuestras vidas, el necesario grito de esperanza que nos
mantenga en la lid hasta el fin de todo privilegio, toda autoridad,
hasta la consecución completa de la igualdad total y real.
CONTRA EL ESTADO, EL CAPITAL Y TODA AUTORIDAD:
¡REVOLUCIÓN SOCIAL!
Otros textos:
19 de julio: ANIVERSARIO de la Revolución social (CNT Valladolid, 2010)
19 DE JULIO: día de la revolución social de 1936 (Memoria Libertaria - Rojo y Negro 2013))
El anarquismo y la revolución española, por Helmut Wagner (1937).