Desde Barcelona, donde las calles arden y los militantes se organizan
Octavilla repartida en la manifestación contra el desalojo de Can Vies, 31 de mayo.
¡QUE LA REVUELTA EN SANTS SEA SÓLO EL INICIO!
La rebelión social en el barrio de Sants de los últimos días es un
acontecimiento que marca un antes y un después. Una importante parte de
la gente del barrio se está rebelando contra el desalojo de Can Vies y
la demolición bárbara del edificio. Can Vies ha sido territorio contra
el poder del Estado y del capital desde hace 17 años y mucha gente lo
hemos defendido como nuestro, porque es nuestro. En Can Vies hemos
defendido un modo de vivir, de crear y de relacionarnos sin cobertura
oficial, sin instituciones, ni empresas ni subvenciones. Ahora bien,
estos últimos días están siendo también la oportunidad para expresar el
descontento generalizado por la violencia y la miseria que el capital
nos impone en todos los niveles de nuestras vidas.
La solidaridad activa de miles de personas, como expresión de un deseo
colectivo de vivir sin obedecer, supone un gran peligro para las
autoridades políticas, mediáticas y económicas. Y lo saben. La lucha en
la calle demuestra que sólo organizándonos de forma colectiva podemos
defender nuestros intereses y nuestras vidas. El supuesto diálogo con
nuestros enemigos sólo nos lleva adonde ellos quieren: someternos y
aceptar su lógica.
Can Vies ha tenido tanta importancia no porque fuese un proyecto
cultural o educativo valioso, sino porque era un proyecto que tenía como
rasgo constitutivo el no-pacto, la ruptura, la negación de cada
gobierno, de cualquier representante. Negociar con el Estado anula las
bases de nuestra lucha: crear una sociedad sin clases, sin explotación,
sin relaciones de dominación. Nuestra acción cambia de carácter si
obedece a un pacto con la autoridad o si se niega a obedecer. Can Vies
no era ni será un centro cívico. No es ni puede ser parte del proyecto
culturalista, “abierto”, progre o humanista de cualquier profesional de
la política. Es decisión de hacer política sin este profesional y en su
contra. Por tanto negociar equivale a desaparecer como actividad
emancipadora. Ya hay muchas personas que no ven ningún problema en
llenar un barrio con barricadas, atacar bancos o tirar piedras a la
policía para defender una forma de organización social autónoma sin
mediadores. Los incontrolados y las incontroladas nos hemos
multiplicado, y además sabemos y aprendemos poco a poco a cuidarnos.
Curiosamente el Estado y los medios de incomunicación intentan
introducir las divisiones del pasado entre manifestantes pacíficos y
violentos. Es evidente que tal división no existe. El conflicto ya se ha
expandido y tenemos que hacer que se extienda aún más. Ya no es la
“cola” de las manifestaciones la que hace sus rituales, sino muchos,
muchísimos vecinos del barrio y de la ciudad. Cada vez es más evidente
que el pacifismo resulta inútil, por eso la participación en los
disturbios aumenta, y una nueva cultura de la autodefensa crece, la de
combatir colectivamente. Pero no se trata de la violencia por la
violencia, sino de marcar objetivos claros y atacar al capital y sus
símbolos. No hay que actuar de manera aleatoria o compulsiva, ni tener
una sensación difusa de responsabilidad sobre los acontecimientos, sino
asumir plenamente la tarea de actuar juntos, con los colectivos, las
asambleas y las personas que quieren promover prácticas y proyectos en
contra y fuera de los permisos y las normas de nuestros adversarios.
Otras formas de vivir llenaron (y seguirán llenando) las calles de
Sants, de Gamonal, de Estambul, de Río, etc., con barricadas para
defendernos de aquellos que sólo piensan en el beneficio económico y
político, excluyéndonos con sus leyes, reprimiéndonos con su policía,
manipulándonos con sus medios. Estamos ahí y seguiremos estando,
oponiendo nuestra comunidad de lucha al mundo individualista,
mercantilista y patriarcal, en el que la vida decae en mera
supervivencia. Los amos y los gobiernos destruyen proyectos colectivos
con 17 años de historia y también destruyen miles de vidas cada día. Que
nadie se deje engañar: cuando la comunidad gana, las leyes opresivas
dominantes pierden. Cuando estas leyes ganan, (se) pierde la comunidad.
En otras palabras, nosotros o el Estado, o la vida común o la barbarie.
Lo que más necesitamos en este momento es potenciar los lazos entre
nosotras, las colaboraciones y las coordinaciones que nos permiten crear
y defender el mundo en el que queremos vivir.
No más desalojos ni más desahucios. No más detenciones ni palizas en
comisaría ni en las furgonas. Multipliquemos las ocupaciones,
internacionalicemos el conflicto. Reconozcámonos en las luchas contra el
capital en todo el mundo. Tenemos que seguir combatiendo y, al mismo
tiempo, desarrollar y mejorar nuestros vínculos, organizarnos y
coordinarnos. Estrategia común, estrategia de lo común. Por detrás de
cada barricada, un proyecto colectivo. Por delante de cada proyecto
colectivo, una barricada.
¡Fuera la policía de los barrios!
¡Libertad para todos los detenidos!
¡Libertad para todas las presas por luchar!
¡Okupemos cien, mil Can Vies!
¡Larga vida al espíritu que incendia las calles de Sants y de Barcelona!
¡Larga vida a la Rosa de foc!
¡Esto no ha hecho más que empezar…!
CRIT
(Comité Revolucionario Internacionalista Tozudo)