¡Proletarios!
Ante el agravamiento de las condiciones de existencia, ante la generalización de los despidos, del paro o de los recortes en los servicios básicos como la Seguridad Social, a la clase obrera se le plantea, sencillamente, el dilema de aceptar la situación de miseria a que la burguesía quiere reducirle o luchar. Las medidas anti crisis, algo que realmente significa medidas anti obreras, no van a parar. No pararon después de la última reforma laboral, ni después de la bajada de sueldo a los funcionarios del pasado mes de julio… tampoco lo harán después de la aprobación de estos Presupuestos Generales del Estado. La crisis económica significa, para la burguesía, una reducción drástica de sus beneficios; la competencia capitalista, que va desde la lucha de una empresa contra otra hasta el enfrentamiento entre países, hace que resulte cada vez más difícil para los capitalistas conseguir las ganancias que necesitan para sobrevivir… y esta situación se vuelve directamente contra los proletarios. Si los salarios bajan o si hay despidos en masa es debido a que esta es la única manera que encuentra la burguesía para lograr estabilizar los beneficios que obtiene mediante la explotación de los trabajadores. Si se recortan servicios básicos es porque el conjunto de la burguesía no puede mantener ya a parte de los proletarios y necesita condenarlos a la miseria. No se trata de la gestión, mejor o peor, de uno u otro gobierno, sino de las necesidades que tiene la burguesía frente a la competencia salvaje que el mundo capitalista genera, agravada por la situación de crisis por la que atraviesa la economía nacional. En este sentido, España es un país más débil que sus vecinos más próximos, que a la vez son sus competidores más directos, y es por ello que las medidas anti obreras, como en Grecia o Portugal, son especialmente duras. ¡Proletarios! Si la burguesía libra cotidianamente su guerra contra el proletariado es porque para ella es una necesidad vital. El capital extrae su linfa vital de la explotación de los trabajadores, de la extorsión de la parte no remunerada de su trabajo, por tanto, de las condiciones de vida y de trabajo cada vez más penosas que le imponen tanto en la empresa o en la fábrica como en todos los aspectos de su supervivencia cotidiana. Pero esto no pasa en balde ni para los patronos ni para los trabajadores. Durante los últimos tiempos el número de conflictos laborales ha aumentado considerablemente en comparación con los últimos diez años, no sólo en forma de grandes huelgas o manifestaciones nacionales, sino también como huelgas locales (en Euskadi especialmente), sectoriales (minería en Asturias, Palencia y León) o de empresa. A su vez la tensión social se ha ido generalizando, el movimiento de los indignados o las manifestaciones ante el Congreso, sin ser manifestaciones de la lucha de clase proletaria, sí son un indicador de que la crisis capitalista, con su larga cola de despidos, recortes, bajadas salariales… comienza a generar un malestar que no le resulta posible controlar ni a las autoridades ni a los llamados agentes sociales. La huelga general del 14 de noviembre es, en gran medida, una respuesta de las organizaciones sindicales del país (de CC.OO. a CNT pasando por prácticamente todos los sindicatos locales, de ramo, etc.) a esta situación de tensión social. Pero es una respuesta envenenada. El objetivo último tanto de las direcciones de las centrales sindicales convocantes como del resto de grupos políticos que la siguen, es dar salida al malestar acumulado concentrando en un único día, fijado con preaviso de más de un mes, una “gran protesta social” que sirva como válvula de escape de la presión que se va acumulando. Porque esta huelga general, convocada como lo ha sido (aceptando los servicios mínimos, garantizando que la producción no se vea interrumpida en ninguna parte porque la patronal ha tenido tiempo de sobra para preparar sus stocks de mercancías listos para salir al mercado el día siguiente del paro) no va a lograr ningún éxito, como no lo lograron las anteriores. Los sindicatos amarillos, dominados por una política claudicante y conciliadora, tanto como los falsos partidos obreros que se suman al carro de la huelga ahora que no gobiernan, tienen la función de evitar la verdadera lucha de la clase proletaria y, cuando ésta no puede ser contenida por más tiempo, conducirla a un dique seco donde se vuelva ineficaz. Por ello llaman a luchar un único día, por eso buscan no hacer más que daño al patrón que el imprescindible para aparentar combatividad y seguir siendo considerados como legítimos intermediarios con la burguesía y su Estado. Y por eso llaman a los trabajadores a manifestarse en defensa del país y de la economía nacional. Porque buscan convencer a los proletarios de que sus intereses son los mismos que los de la burguesía, que la patria o la economía une a estas dos clases mientras que es en nombre de la buena marcha de los negocios o de la salvaguarda del país que desde que comenzó la crisis económica los proletarios son sacrificados en el altar del “bien común”. ¡El bien común es sólo bien para el capital!
¡Proletarios!
Para lograr revertir la situación, para ser capaces de evitar el continuo deterioro de sus condiciones de existencia, para frenar los despidos o para mantener los salarios en un nivel aceptable, los proletarios deben tomar la lucha en sus propias manos. Deben romper con las políticas conciliadoras que defienden las direcciones amarillas de los sindicatos y luchar exclusivamente en defensa de sus intereses de clase. En el mundo capitalista el obrero es quien debe soportar la explotación diaria para sostener al conjunto de la sociedad, es esta sociedad, este país el que vive a costa del obrero. No existen intereses comunes entre proletarios y burgueses por mucho que las fuerzas del oportunismo político y sindical se entreguen en cuerpo y alma para demostrar lo contrario. La lucha de los proletarios sólo resultará efectiva cuando el objetivo sea dañar lo suficiente el beneficio de la clase que detenta la propiedad de los medios de producción como para que ceda ante las necesidades de la clase obrera. Para ello será necesario utilizar medios y métodos realmente clasistas. Como la huelga sin preaviso y sin servicios mínimos, que paralice la producción durante el tiempo necesario y que sea capaz de organizarse y defenderse mediante piquetes que hagan frente a la presión que los patronos y su Estado ejercen todas las vías posibles. Como la solidaridad de clase práctica, que vea en cada conflicto parcial que libra un grupo de trabajadores una lucha en la que está involucrada toda la clase proletaria y que, por tanto, la haga suya apoyando incondicionalmente las reivindicaciones planteadas. Mediante estos métodos los proletarios no sólo combatirán las consecuencias más llamativas de la explotación que sufren, sino que combatirán también la competencia que diariamente se hacen unos a otros por el puesto de trabajo o el salario y que la burguesía utiliza para colocarlos bajo su dominio absoluto. Combatiendo esta competencia, los proletarios podrán mantener, aun mínimamente, una organización que sirva para luchar contra las agresiones de la burguesía y evitar el deterioro de su existencia en todos los terrenos donde este se manifieste, del puesto de trabajo a la sanidad. La huelga debe volver a ser un arma de la lucha proletaria y no sólo un desahogo de las tensiones sociales dirigido por las fuerzas del colaboracionismo interclasista, hacia la paz social y el sometimiento del proletariado a la burguesía.
¡Proletarios!
La crisis capitalista está lejos de acabar. Y por lo tanto también lo están las medidas con que la clase burguesa quiere salir de ella sumiendo al proletariado en la miseria. Al proletariado le corresponde salir de su crisis política y organizativa. Rompiendo con la solidaridad entre clases, luchando contra la política de unidad y conciliación nacional en defensa de la economía del país, levantando sus organizaciones de clase para la lucha inmediata y preparando con ellas la lucha de clase contra todos sus enemigos.
¡Por la reanudación de la lucha de clases!
¡Contra la dirección claudicante de los sindicatos y contra sus luchas abocadas al fracaso!
¡Contra cualquier solidaridad democrática e interclasista que se haga pasar por “unidad” obrera!
¡Por la defensa intransigente y exclusiva de las condiciones de vida de la clase proletaria!
29 de octubre de 2012
Partido Comunista Internacional (El Proletario)
www.pcint.org