Cádiz: la vía de la lucha de clase

Posted by valladolor sábado, 28 de junio de 2025 , , ,

 

Cádiz: la vía de la lucha de clase

 

 

La huelga del sector del metal en la provincia de Cádiz, que incluye a todas las empresas, principalmente dedicadas a la construcción y reparación naval, en San Fernando, la ciudad de Cádiz, Puerto Real y Jerez, ha tomado una fuerza que parecía imposible, si nos atenemos a la serie de derrotas y claudicaciones sindicales con que se han cerrado huelgas similares y recientes en otras provincias. 

 

 

La sucesión de acontecimientos, muy resumidamente, ha sido la siguiente: cuatro años después de la firma del último convenio colectivo del sector (firma que se logró por parte de CC. OO y UGT in extremis, colocándose contra buena parte de los trabajadores, que lo rechazaron abiertamente), la tensión acumulada en las factorías, precisamente como resultado de ese último convenio colectivo, de la implantación del sistema de fijos discontinuos como vía para el despido rápido, etc., había ido en aumento. De cara a la negociación, los principales sindicatos (UGT primero, seguido de CC.OO. y de CGT) convocaron una huelga de dos días. El fin era evidente: permitir que los trabajadores, especialmente aquellos que se han radicalizado más a lo largo de los últimos años y que han engrosado las filas de CGT, de la Coordinadora de Trabajadores del Metal (CTM) o, en algunos casos, del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), desfogasen parte de la rabia contenida, como si se tratase de dos jornadas de lucha destinadas a aliviar la tensión. Después de esa huelga parcial, con preaviso y perfectamente adecuada a las necesidades de la patronal, en el guion esperable estaba el paripé de la negociación: UGT -primer convocante- representando “tensos encuentros” con la patronal de las empresas del sector (las grandes empresas, como Navantia, tienen convenio propio y están excluidas). Como parte del circo, se firma un preacuerdo la madrugada del domingo y se presenta a los trabajadores el lunes por la mañana con el fin de que entren ese mismo lunes a trabajar. Pero en este punto se ha roto la baraja: buena parte de los trabajadores (según la prensa burguesa, aquellos que trabajan en la bahía de Cádiz) ha rechazado el preacuerdo y ha decidido continuar con la huelga y, con la cobertura legal de CGT -cuya sección del metal se ha negado a desconvocar la convocatoria de huelga- , han continuado con los paros, esta vez de manera indefinida y sin que ni la patronal ni el gobierno tengan la certeza de que van a poder pararlos a su antojo, como han hecho habitualmente, gracias a la labor de los grandes sindicatos colaboracionistas.

 

Las reivindicaciones iniciales de los trabajadores del metal eran estas:

 

• Cumplimiento íntegro del convenio para todo trabajador y trabajadora del sector.

• Regulación justa del contrato “fijo discontinuo”.

• Imposibilidad de trabajar dentro de las factorías bajo convenios diferentes a los del metal.

• No a los impagos constantes.

• Coeficiente reductor para la jubilación anticipada.

• Vigilancia y prohibición de las listas negras.

 

 

Para entender correctamente su alcance, es necesario tener en cuenta que el sector del metal en Cádiz lo compone una miríada de pequeñas y medianas empresas que prestan servicios para las grandes empresas del sector (Navantia, Airbus, Dragados Ofshore, etc.). Esta fragmentación de las llamadas “empresas auxiliares” es consecuencia de la progresiva descapitalización que emprendió la industria del metal hace cuarenta años, entonces enucleada en torno a las grandes empresas estatales: al proceso de privatización le acompañó el fenómeno de la externalización, por el cual las empresas principales prescindían de la mano de obra y el capital necesario para realizar tareas que podían subcontratarse en función de la carga de trabajo que existiese. De esta manera, a día de hoy, en una misma obra, trabajando en la construcción de un solo barco, puede haber al mismo tiempo muchas empresas, cada una de las cuales tiene a un grupo de trabajadores realizando determinadas tareas. Esto, en la práctica, ha supuesto la estratificación de la masa proletaria que antes contrataba una única empresa y la desvinculación de los diferentes oficios dentro del sector, con lo que el problema para los trabajadores se agudiza porque muchas empresas, con el fin de disminuir los salarios, se acogen a convenios colectivos que no son los del metal (con la excusa de que la tarea particular que realizan así lo exige). De esta manera, no sólo hay diferentes trabajadores de diferentes empresas, sino que, legalmente, en una sola obra puede haber una división “industrial” total.

Durante décadas ésta ha sido la gran fuerza de la burguesía. Ante la crisis prolongada del sector del metal (que comenzó en los años ´80 y que a lo largo de las dos décadas siguientes implicaría una profunda reestructuración de la industria, de los métodos de trabajo, etc., con la amenaza de la deslocalización, de la competencia coreana o de cualquier otro chantaje pendiendo siempre sobre la cabeza de los trabajadores), la estrategia siempre fue rebajar los costes salariales mediante la división y el consiguiente debilitamiento de lo que antaño fue una clase proletaria fuerte y combativa. Primero lo logró dividiendo entre jóvenes y mayores, favoreciendo la salida de estos últimos con buenas prejubilaciones, mientras despedía o imponía condiciones mucho peores a los primeros. Luego fue la división por empresas: las que se mantuvieron dentro del Estado (participadas total o parcialmente por la SEPI) y las que se privatizaron. Una vuelta de tuerca más: desmembración de las grandes empresas y traslado de la carga de trabajo a otras, auxiliares, en las que las condiciones de trabajo están muy por debajo de las grandes. Finalmente, la última gran baza de la patronal y del Estado ha sido la introducción de la figura contractual del llamado “fijo-discontinuo”, generalizada por la ministra de trabajo de Sumar, Yolanda Díaz, en la reforma laboral de 2022. Con esta forma de contratación las empresas logran vincular a los trabajadores y mantenerlos a su disposición, ahorrándose los costes de los despidos, de la nueva contratación, etc., y consiguen además contar con bolsas de empleo que utilizan según su necesidad en cada momento.

 

Esta descripción de la situación de Cádiz puede valer para cualquier porción local del sector del metal que se quiera examinar: Ferrol, Vigo, País Vasco, Valladolid, Valencia… en todas partes la dinámica ha sido la misma y el resultado, por lo tanto, casi idéntico: un proletariado dividido, tanto en los aspectos legales como en lo que se refiere a las condiciones laborales; y una patronal que, valiéndose de las organizaciones sindicales tricolores, que a lo largo de los años han sancionado esta situación, se apoya en la relativa paz social comprada entre los trabajadores de las empresas principales (aquellos que tienen unas condiciones algo menos malas), para imponer una explotación brutal a los proletarios de las auxiliares.

Pero la situación de Cádiz es especialmente dura. Fuera del sector del metal, la provincia de Cádiz es un desierto laboral: se trata de una de las provincias con más paro de España, con una tasa de pobreza por encima de la media de España, con un entorno industrial prácticamente inexistente… No es por casualidad que toda la región ha visto crecer una estructura criminal dedicada al contrabando de drogas con Marruecos, que emplea a centenares de jóvenes que, de otra manera, no conocerían otra cosa que el hambre. En Cádiz, además de los barrios obreros que aplauden a los huelguistas que se manifiestan por ellos, también existen barriadas y pueblos donde los vecinos protegen a los miembros de los clanes criminales de la Guardia Civil, porque con las mafias al menos pueden comer.

Esta situación ha actuado de presión extra sobre los trabajadores del metal, especialmente sobre los empleados de las empresas auxiliares que van y vienen del paro (ahora del “fijo indefinido”) y que siempre tienen la amenaza de entrar en las listas negras por negarse a trabajar en determinadas condiciones, por no ser lo suficientemente dóciles, o por el simple capricho del encargado de turno. El ejército industrial de reserva con el que la clase burguesa presiona a los proletarios ocupados -temporal o permanentemente- es un instrumento de orden y pacificación de primer rango, y en manos de la clase burguesa siempre sirve para disciplinar a los proletarios que conviven con la amenaza del hambre para ellos y para sus familias.

 

Esta situación es la que ha llevado a la tabla reivindicativa que plantearon los trabajadores del metal tanto en las asambleas convocantes de la huelga como en los dos sindicatos que la han hecho posible, CGT y CTM.

Dichas reivindicaciones plantean una cuestión básica pero intolerable para la patronal, pública y estatal: la unidad, es decir, la igualdad en las condiciones de trabajo, el fin de la fragmentación laboral, el NO a la discriminación y NO a la represión. Porque a lo largo de los últimos años en la industria del metal de Cádiz se ha visto madurar a un sector proletario dispuesto a luchar y a asumir las necesidades que la lucha plantea. Ya en 2021, cuando el anterior convenio colectivo se firmó con la ayuda inestimable de las tanquetas antidisturbios del PSOE y de Podemos, la lucha que CC.OO. y UGT traicionaron amenazaba con desbordarse, tanto por la negativa de algunos trabajadores a aceptar los acuerdos, como por su esfuerzo en sacar el conflicto de las factorías y movilizar a toda la clase proletaria de Cádiz. Entonces, una desconocida CTM estuvo a la cabeza de la protesta y de las tentativas por romper la paz social impuesta por los sindicatos colaboracionistas. Pero finalmente estos, apoyados por todo el arco de la izquierda parlamentaria, impusieron la vuelta al trabajo en condiciones penosas.

Cuatro años después, la situación había madurado hasta tal punto que la anterior minoría fácilmente reprimible y ninguneable, arrastró tras de sí a miles de proletarios, impuso la continuidad de la huelga y el rechazo a la política de colaboración entre clases que propugnan UGT y CC.OO. Y no sólo eso, lo ha hecho con la reivindicación explícita de la unidad y la solidaridad con los proletarios que se encuentran en peores condiciones, rechazando explícitamente -como hizo el representante de CGT en la asamblea del lunes 23- cualquier modelo dual de contratación y trabajo, e imponiendo estas exigencias mediante la huelga y la movilización continua.

Por su parte, UGT, que encabezaba el comité de huelga, firmó un preacuerdo que suponía una nueva soga en el cuello de los trabajadores: partiendo de un “contrato para los jóvenes” que permitiría a las empresas pagar un 25% menos a los nuevos trabajadores y pasando por un plus de toxicidad a cobrar en siete años, para acabar por una actualización salarial que no llega a cubrir la pérdida de salario real de estos últimos años… De lo que se trata, tanto para UGT (o CC.OO., que finge no aceptar el acuerdo para jugar la baza de la radicalidad, y mantenerse, así, como interlocutor válido) como para la patronal, es garantizar un acuerdo de paz social que permita a las empresas asumir sin contratiempos el incremento de la carga de trabajo que se prevé para los próximos años. No en vano el convenio colectivo que se quiere imponer se prolongaría ¡hasta 2032!

En el convulso contexto económico y político que se avecina, con un plan de rearme generalizado para las grandes potencias imperialistas ya en ciernes, la patronal del metal y sus aliados oportunistas ven una posibilidad de negocio que ningún burgués rechazaría. Y para aprovecharla, necesitan garantizarse una mano de obra dócil que permita los márgenes de beneficio que hagan rentable la inversión necesaria.

 

Para los proletarios del metal de Cádiz la vía, por una vez, se ha mostrado clara: sólo los medios y los métodos propios de la lucha de clase sirven para vencer en la lucha que, inevitablemente, se debe librar contra la burguesía. El chantaje habitual en las últimas décadas (carga de trabajo a cambio de peores condiciones laborales), que siempre se ha traducido en la política sindical conciliadora del “ante todo, defensa del puesto de trabajo” se ha revelado como una trampa que ha sumido a los trabajadores en niveles de precariedad inauditos. Y es por ese lado por el que ha comenzado su respuesta: siendo conscientes del gran momento que puede vivir la clase burguesa a su costa, con unas expectativas de negocio tan prósperas… se han negado a aceptar la amenaza habitual y han impuesto una huelga indefinida hasta vencer. No sólo eso, sino que la han impuesto con los métodos propios de la lucha proletaria: piquetes, saltos, asambleas unitarias y abiertas a otros sectores de trabajadores, manifestaciones ilegales para tratar de unir al resto de la población obrera de la ciudad, solidaridad con los detenidos, etc.

Por el momento, su capacidad para romper con UGT y CC.OO., que son los órganos de contención que la burguesía utiliza habitualmente como primera línea de su defensa contra la lucha obrera, les ha dado una fuerza capaz de obligar a la patronal a, como mínimo, ceder en sus exigencias más inmediatas. Pero esto no significa que el camino haya quedado libre de obstáculos. Más allá de las grandes organizaciones del oportunismo político y sindical, existen otras fuerzas que tienden a desviar a los proletarios de la vía de la lucha de clase. Esa segunda línea de contención, formada por la extrema izquierda clásica, que ya aparece en las manifestaciones y en los piquetes buscando una notoriedad que les confiera influencia, y por algunos sectores del llamado “sindicalismo alternativo”, también supone una fuerza anti proletaria que se ejercerá llegado el momento.

El ejemplo de los trabajadores del metal de Cádiz muestra no sólo que (¡por supuesto!) la clase proletaria es una fuerza viva, sino que la lucha de clase fuera del aparato legal de la burguesía, contra la política de conciliación social, contra el oportunismo sindical, etc., puede y debe revivir allí donde las condiciones de vida de los proletarios caen y caen por exigencias de la economía capitalista. Ese es el ejemplo que estos trabajadores han dado: la burguesía y su Estado siempre van a estar contra los proletarios, y la única manera de poder siquiera pensar en vencerlos es la práctica de la verdadera lucha de clase, la que no tiene en cuenta sino las necesidades de los proletarios, la que no recurre a la negociación sin lucha, la que no pacta la paz social como requisito previo para los acuerdos, la que se enfrenta a la represión con la fuerza que le da la unidad de clase.

 

¡Por la recuperación de la huelga como arma de la lucha de clase del proletariado tanto para las reivindicaciones inmediatas como para las generales!

¡Por la reorganización clasista del proletariado!

¡Por la defensa intransigente de la lucha de clase proletaria!

 

24 de junio de 2025

 

 

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