[1º de mayo] Una jornada que sólo podra revivir volviendo a LA LUCHA DE CLASE
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valladolor
miércoles, 1 de mayo de 2019
1º de mayo,
comunicados,
partido comunista internacional
Primero de Mayo
¡Una jornada de lucha proletaria que sólo podrá
revivir volviendo a batirse sobre el terreno del antagonismo de clase
en defensa exclusivamente de los intereses de clase proletarios!
¡Proletarios!
El Primero de Mayo, gracias a la obra llevada a cabo
durante varias décadas por el oportunismo pequeño burgués ha
perdido completamente el significado proletario y de batalla que el
proletariado revolucionario de comienzos del siglo XX le había
impreso sobre la onda de las gloriosas y tenaces luchas contra el
capitalismo y contra cualquier burguesía dominante.
El Primero de Mayo se ha transformado, ya desde hace
mucho tiempo, en un día de fiesta como lo es cualquier domingo. La
única pequeña ventaja, para los proletarios que no hacen su turno
ese día y que no están obligados a trabajar en las empresas que les
explotan por pura necesidad de sobrevivir, es que es un día en el
que no se va a trabajar para el patrón. Desde hace años, las
manifestaciones organizadas por los sindicatos colaboracionistas son
únicamente inútiles e impotentes procesiones en las cuales se alzan
himnos al derecho al trabajo –derecho sistemáticamente conculcado-
y a la paz social –que es cómoda únicamente para los capitalistas
porque significa explotar la fuerza de trabajo asalariada sin ninguna
resistencia por su parte.
La clase burguesa dominante, con la colaboración activa
de las asociaciones pequeño burguesas, de los partidos oportunistas
y de los sindicatos colaboracionistas celebra así, cada año, no
sólo la sumisión del proletariado a su dominio y a las exigencias
del capitalismo, sino también a la participación de los esclavos
asalariados en la fiesta del Capital. El Primero de Mayo, en
realidad, de ser un día de lucha de todos los proletarios que se
encontraban unidos en un único frente de clase se ha transformado en
una jornada de fiesta para el Capital, precisamente porque los
proletarios, en vez de rechazar el apoyo a la economía empresarial y
nacional a través de las reformas y la colaboración para lograr una
mayor productividad y competitividad, se han plegado a las exigencias
de la economía capitalista y de la sociedad burguesa levantada sobre
esta.
La burguesía ha propagado continuamente la idea de que
el modo de producción capitalista es el único sistema económico en
condiciones de satisfacer las necesidades de todos los habitantes de
la tierra. Para la burguesía, de hecho, la sociedad actual
representa la civilización, lo mejor a lo que el hombre puede
aspirar, el progreso que se desarrolla cada vez más en todos los
campos de la ciencia y de la técnica después de haber superado el
oscurantismo, la violencia y el atraso de la Edad Media. Para los
burgueses, con el capitalismo la historia de la humanidad ha
alcanzado su objetivo final y la única cosa que queda por hacer es
“mejorar” todos los aspectos que no funcionan bien, todas las
desigualdades que se forman y todos los enfrentamientos, incluso los
violentos, que explotan regularmente, como si estas desigualdades y
estos enfrentamientos fuesen el resultado fatal de un funcionamiento
social que aún no está en equilibrio.
La burguesía no tiene problema en admitir que existen
muchos aspectos, tanto económicos como sociales, que “equilibrar”:
las desigualdades, la disparidad, la distancia sideral entre ricos y
pobres, la competencia desenfrenada a nivel global, las crisis con
consecuencias durísimas para todos aquellos que son despedidos o que
no son contratados, para los parados, para los jóvenes, para las
masas empobrecidas de los países más pobres o más atrasados desde
un punto de vista capitalista. Todas las cosas que, según la clase
dominante, pueden ser arregladas, con el auxilio de la buena voluntad
y de buenas reformas. Si, por un lado, existen capitalistas y jefes
políticos malvados y que se dan a la mala vida, que se aprovechan
de la población para sembrar odio y violencia, por el otro existen
capitalistas y jefes políticos más iluminados, democráticos y de
buen ánimo que tratan de aliviar los sufrimientos de la pobre gente
con leyes y reformas pensadas para dar soluciones, y que intentan
vencer el odio y la violencia con llamamientos a la civilización y a
la paz, al humanitarismo y a la fe religiosa. A los capitalistas y a
los políticos corruptos y criminales se contraponen los capitalistas
y los políticos correctos, respetuosos con las leyes y que se
empeñan en que los pobres, los trabajadores asalariados, los
desocupados, los inmigrantes, tengan al menos el mínimo
indispensable para sobrevivir.
La colaboración de clase que los burgueses piden, y en
un cierto sentido consiguen, de los proletarios, debería servirles
precisamente para que los capitalistas y los políticos respetuosos
de las leyes tuvieran éxito, logrando así acabar con la
criminalidad, la corrupción, el mal hacer, el odio y cualquier tipo
de violencia.
Pero la violencia económica, social, política y
militar es congénita a la sociedad burguesa, porque esta es una
sociedad nacida de la violencia con la cual ha combatido contra la
sociedad feudal formando una nueva sociedad dividida en clases
antagónicas. El antagonismo de clase no cae del cielo, no es el
resultado de una “elección” individual, sino que funda sus
raíces en el mismo modo de producción capitalista que se basa en la
propiedad privada y en la apropiación privada del producto social, a
partir de la expropiación violenta de las tierras y de las tiendas
artesanales transformando a la gran masa de campesinos y de pequeños
artesanos en proletarios, es decir, de fuerza de trabajo sin
reservas, constreñida a venderse a los capitalistas para poder
sobrevivir. Las relaciones de producción y de propiedad burguesas
que dominan en la sociedad con el desarrollo del capitalismo no han
cambiado en lo fundamental desde que el capitalismo se impuso a los
modos de producción precedentes. Lo que ha cambiado, con el
desarrollo del capitalismo, es la extensión a todo el mundo de sus
leyes económicas desde que su sistema se impuso partiendo de
Inglaterra y Francia.
La mayor parte de la población mundial no está formada
por propietarios de tierras y por capitalistas industriales,
comerciales o financieros, sino por proletarios y campesinos pobres.
La minoría de los capitalistas domina, oprimiéndola, sobre la gran
mayoría de los explotados de todo el mundo. El antagonismo de clase
entre burgueses y proletarios es una realidad que las leyes del
capitalismo no pueden y no podrán, jamás, superar. Los intereses de
la burguesía coinciden con la explotación del trabajo asalariado y
con el mantenimiento de los trabajadores asalariados en su condición
de explotados perennes; los intereses del proletariado, la verdadera
fuerza de trabajo que produce la riqueza social general, están en
abierto enfrentamiento con los intereses burgueses porque implican la
superación de las condiciones de explotación perennes y, por lo
tanto, con su propia liberación de la esclavitud.
Y es precisamente reconociendo este antagonismo como el
proletariado, en el curso de su desarrollo y de su movimiento de
clase, ha lanzado su lucha, desde el terreno de la defensa inmediata
de sus condiciones de vida y de trabajo, al terreno, más amplio,
político, para la
revolución en las condiciones de vida y de trabajo, con el fin de
eliminar de la sociedad las condiciones de la explotación
capitalista para sustituirlas con condiciones de vida y de trabajo
liberadas de todo tipo de opresión y de constricción esclavista.
Los motines, las revueltas, las luchas duras y violentas con las
cuales los proletarios, en el curso de la historia han alcanzado
cimas de gran importancia, como en el caso de la Comuna de París de
1871 y de la Revolución de Octubre de 1917, demuestran la corrección
de la teoría marxista según la cual el capitalismo, y por lo tanto
la sociedad burguesa, no es sólo una sociedad dividida en clases
antagónicas –si bien mucho más desarrollada y avanzada
técnicamente respecto a todas las sociedades precedentes- sino que
es la última sociedad dividida en clases en cuyo seno está naciendo
una nueva sociedad, la sociedad sin clases, la sociedad de especie.
¡Proletarios
El nacimiento de la nueva sociedad, que el marxismo ha
llamado comunismo,
como sucede en cualquier parto, no será indoloro. Será el resultado
de un proceso revolucionario que verá a los dos antagonistas
principales de la sociedad burguesa, proletariado y burguesía,
enfrentarse por la vida o por la muerte. De hecho, ¡fue en la
perspectiva de la revolución proletaria y comunista que nació el
Primero de Mayo rojo, el Primero de Mayo proletario!
La burguesía, con el gran poder que ahora posee, no
tiene miedo de sus propias contradicciones, de sus propias crisis, de
las desigualdades que genera continuamente. No tiene ningún miedo de
desencadenar una lucha de competencia en el terreno mundial que
provoque miseria y desastres en tantos países; no tiene miedo,
cuando la lucha de competencia se hace tensísima y no encuentra
salidas, de desencadenar guerras locales o mundiales. Ha sucedido
continuamente y sucede aún hoy. No tiene miedo del movimiento obrero
organizado o de sus luchas, como sucedió con los motines del Berlín
en 1953, en 1956 en las luchas húngaras, con las huelgas de los
mineros americanos o ingleses, en las grandes huelgas del ´68 en
Francia, en las huelgas de los años a caballo de 1970 en Italia y
Alemania, en el gran movimiento de las huelgas polacas de 1980; y
tanto menos tiene miedo de los atentados de los grupos de lucha
armada de la extrema izquierda en Italia, Francia, Alemania o España.
La burguesía no tiene ningún miedo de los movimientos del
fundamentalismo islámico que en los últimos treinta años han
sometido a una dura prueba a las fuerzas del orden, a los servicios
secretos y a los ejércitos, incluso, de los países más potentes
como los Estados Unidos y Rusia. Estos movimientos o han sido
desviados y vueltos impotentes por la obra capilar del oportunismo
estalinista y socialdemócrata, que dicen poder favorecer a los
intereses proletarios con las reformas burguesas, o son únicamente
movimientos pequeño burgueses y burgueses que han tratado y tratan
de insertarse violentamente en la lucha de competencia entre los
ladrones más fuertes con el fin de hacerse con una parte de las
fuentes de riqueza capitalista.
De lo que la burguesía tiene verdadero miedo es del
despertar de clase del proletariado. Del hecho de que los proletarios
vuelvan a las tradiciones revolucionarias de un tiempo, de que se
organicen independientemente de las fuerzas de la conservación
social tanto sobre el terreno económico inmediato como sobre el
terreno político más general; el hecho de que los proletarios
reencuentren en su lucha la única arma con la que oponerse verdadera
y eficazmente a la competencia entre proletarios que la burguesía
alimenta sistemáticamente: ¡la
solidaridad de clase!
El Primero de Mayo proletario ha sido el símbolo de
esta solidaridad de clase: en esta jornada los proletarios de
cualquier edad, sexo, sector laboral, nacionalidad, ocupados,
desocupados, se unían en manifestación reivindicando la misma lucha
contra los capitalistas, sin importar si eran capitalistas privados o
públicos, pequeños o grandes, respetuosos de las leyes o
criminales. Hoy, gracias a la obra derrotista y corruptora de las
fuerzas de la conservación social travestidas de “fuerzas
trabajadoras”, sean estas sindicales o políticas, no sólo el
Primero de Mayo, sino cualquier otra manifestación “obrera”, se
han transformado en un himno a la unión nacional, a la colaboración
de clase: ¡la fiesta del Trabajo se ha convertido en fiesta del
Capital!
No es por casualidad que la clase burguesa dominante
gasta tantos recursos y tantas energías para ilusionar, engañar,
desviar a la clase del proletariado: es sólo de esta clase, de la
clase de los sin reservas y de los sin patria de la que puede emerger
el verdadero peligro histórico su poder. Basta imaginar qué
sucedería si todos los proletarios, no sólo de un sector económico,
sino de todos los sectores y de toda una nación hiciesen una huelga
general, sin preaviso y sin límites de tiempo, determinados a
obtener satisfacción a sus reivindicaciones incluso más
elementales. El sistema económica general se detendría, la máquina
de producción y reproducción del capital no funcionaría a pleno
ritmo, los beneficios se hundirían, una buena parte de los
capitalistas nacionales se arruinaría, la economía nacional
entraría en una crisis profunda. La clase dominante burguesa usaría
todas sus fuerzas de represión para someter de nuevo a los
proletarios a la disciplina de la fábrica haciéndoles volver al
trabajo, desencadenaría cualquier tipo de chantaje en sus
enfrentamientos y llamaría en su ayuda a los burgueses de otros
países; también los proletarios de otros países serían llamados,
y empujados, a la solidaridad de clase, y el antagonismo de clase se
transformaría en “guerra de clase”. Lo que estaría en juego no
serían ya las reivindicaciones económicas inmediatas, sino el mismo
poder político: o poder burgués o poder proletario. Todo esto puede
ser tomado por una película, por un sueño, lejano, a miles de
kilómetros de la realidad actual. Pero es una película que los
burgueses han visto en 1871 en París, durante la guerra entre
Francia y Prusia y, en 1917, en plena guerra mundial. No es, por lo
tanto, algo inverosímil.... Entonces había un movimiento proletario
en pie, organizado sobre el terreno de clase, había una experiencia
de luchas pasadas y movimientos y partidos políticos obreros
influyentes sobre la clase proletaria. Derrotado el movimiento
revolucionario proletario de los años a caballo de 1920, la
contrarrevolución burguesa y estalinista llevó al movimiento
proletario, no sólo europeo sino mundial, al cauce de la
colaboración de clase que ya el fascismo había experimentado
eficazmente. Desde entonces, el movimiento ha estado plegado, a veces
con facilidad, a veces mediante la violencia, a todas las exigencias
de las propias burguesías nacionales, ya sea para la reconstrucción
postbélica, como para las empresas coloniales y en la represión de
los motines anticoloniales, o en las guerras sucias en Corea o
Camboya, en Vietnam, Congo, Centro América, Angola, Mozambique, en
todo el Medio Oriente, en el Centro de América, en Angola, en
Mozambique, el Medio Oriente, el Cuerno de África, el África
Subsahariana, en los Balcanes, en el Cáucaso, en Afganistán... en
suma, en cualquier parte del mundo donde los países imperialistas
decidían que era necesario defender sus propios intereses de
ladrones.
No hay duda de que hoy, dadas las condiciones de
sometimiento de todas las organizaciones sindicales obreras y de los
partidos considerados “socialistas” o “comunistas” al poder
burgués, el proletariado no está, en absoluto, en condiciones de ir
a la lucha, ni siquiera para defender las propias condiciones
elementales de vida y de trabajo. El trabajo del colaboracionismo
político y sindical ha sido realmente muy, muy eficaz; los burgueses
pueden estar satisfechos, y lo están, con poder contar con una
amplia capa de lacayos que realizan su trabajo de confusión, ilusión
y desviación de los proletarios con el fin de que no tomen la vía
de la lucha de clase.
¡Proletarios!
El Primero de Mayo podrá volver a ser una fecha de
lucha solidaria del proletariado de cualquier país sobre el terreno
de la defensa inmediata y de las reivindicaciones políticas
clasistas sólo cuando la lucha obrera parcial, de fábrica, de
sector, sea conducida con métodos y medios clasistas, por lo tanto
rompiendo claramente con las prácticas colaboracionistas y con las
ilusiones inculcadas por la fuerza por el oportunismo político y
sindical de que es posible defender eficazmente con los medios
ofrecidos por la burguesía: el diálogo, los tratos, la negociación
sobre la base de la colaboración entre clases.
La paz social es un objetivo importante para los
oportunistas, porque en la paz social ellos, desplegando sus artes de
negociación y de contratación, pueden justificar, a los
proletarios, su función de “delegados obreros” ante los patrones
y el Estado y, a los burgueses, su función de bomberos ante los
proletarios. Desde el punto de vista de la lucha de clase, romper
la paz social no quiere decir tanto
manifestar la rabia acumulada en el tiempo por las consecuencias de
las condiciones intolerables de vida y de trabajo, explotando en
actos de fuerza y respondiendo con la propia violencia a la violencia
de la represión (patronal o estatal, siempre con violencia
represiva), sino adoptar sistemáticamente métodos y medios de lucha
coherentes con la defensa intransigente de todas las clases sociales.
Para llegar a este nivel de lucha obrera es evidente que son
necesarias organizaciones clasistas
independientes de las
exigencias de la patronal y del Estado, que estén en condiciones de
perdurar en el tiempo y de acumular las más diversas experiencias de
lucha y sacar las lecciones de las derrotas de manera que no se
parta, cada vez, de cero. Pero para organizarse de manera
independiente de cualquier fuerza y práctica oportunista y
conservadora, es necesario comenzar por rechazar las prácticas
colaboracionistas, los métodos y medios de la lucha impotente
indicados por los sindicatos colaboracionistas, unir desde abajo las
exigencias proletarias inmediatas y organizarse sobre plataformas de
lucha que las pongan como prioridad. La reorganización de clase no
podrá nunca ver la luz si no se parte de las exigencias elementales
de vida y de trabajo del proletariado, incluso en el medio parcial y
local, y si no se resiente en el tiempo también frente a los
fracasos y las derrotas, con la conciencia de que “la unión hace
la fuerza”, sólo si esta unión se basa en el empuje material de
aceptar una realidad que es ocultada sistemáticamente por burgueses
y oportunistas: el antagonismo de clase,
un antagonismo sobre el cual la burguesía funda su acción contra el
proletariado, incluso cuando lo oculta bajo los vestidos de los
intereses “comunes”.
La reorganización de clase del proletariado deberá
contar únicamente con las fuerzas sanas del proletariado y podrá
contar siempre, en cualquier circunstancia de altas o bajas de la
lucha, con el partido de clase, el partido comunista revolucionario,
que es el órgano consciente de la lucha de clase del proletariado
internacional. La
visión política general manifestada por el partido de clase vincula
las luchas sobre el terreno inmediato y las luchas políticas
inmediatas del proletariado tanto a las luchas proletarias y
revolucionarias del pasado como a las luchas proletarias futuras: es
el único vínculo histórico válido que el proletariado tiene a su
disposición como clase, y como clase revolucionaria en particular,
aun cuando durante largos periodos de tiempo no ha sido una clase
revolucionaria.
Luchar por la disminución drástica de la jornada de
trabajo; por el aumento del salario; por el salario completo para los
despedidos, los desocupados y los pensionistas; por la paridad
salarial, a igual trabajo, tanto para hombres y mujeres como para
trabajadores autóctonos y trabajadores extranjeros; por una
limitación consistente de los ritmos de trabajo y de la acumulación
de tareas laborales; por la defensa de la salud en el trabajo; contra
la falta de medidas de seguridad y contra la nocividad: son algunas
de las reivindicaciones de carácter general que interesan a todos
los proletarios, no importa si son hombres o mujeres, pertenezcan al
sector laboral que sea o tengan una u otra nacionalidad.
Cualquier reivindicación, incluso mínima, que no pueda
ser compartida por la burguesía y la pequeña burguesía, y que vaya
contra la competencia entre proletarios, es en realidad un punto a
favor de la unificación de clase del proletariado, es un punto
fuerte de más para la
lucha proletaria y un punto fuerte de menos
para la patronal y la burguesía. Y entre los medios de lucha
clasista no podrán faltar nunca las declaraciones de huelga sin
preaviso y sin límites así como las varias acciones que se
consideren oportunas en determinadas situaciones para la defensa de
la huelga y de los huelguistas frente a las acciones de esquirolaje y
represión policial. Naturalmente, la organización proletaria de
clase no aceptará nunca que formen parte de ella quienes no sean
proletarios, trabajadores asalariados puros, ocupados o desocupados,
hombres o mujeres, autóctonos o extranjeros, porque que una
organización de clase sea compacta se logra solo cuando es
exclusivamente clasista.
Además, la filiación y la participación en las organizaciones de
clase, para ser legales, deben someterse al control económico y
personal de la patronal o del Estado: independencia absoluta, por
tanto, también desde este punto de vista.
Hacer pasar reivindicaciones de este tipo en los
aparatos sindicales colaboracionistas es prácticamente imposible.
Esto no quiere decir que los proletarios combativos, aún no siendo
comunistas revolucionarios, no puedan presionar sobre los sindicatos
en los que están inscritos para que la lucha de fábrica tome una
dirección de clase y no oportunista. Queda en pie el problema de la
formación de un asociacionismo económico de signo exclusivamente
proletario y de clase; los pasos para llegar a este objetivo pueden
partir tanto del exterior de los sindicatos colaboracionistas como de
su interior, pero en este último caso sólo a través de una ruptura
con las prácticas colaboracionistas.
La vía para la reanudación de la lucha de clase y para
la reorganización clasista del proletariado es inevitablemente
larga, difícil y llena de riesgos. Puede ser desviada tanto con los
medios tradicionales del oportunismo colaboracionista, como a través
de movimientos sociales que emergen del malestar general que golpea
no sólo al proletariado sino, también, a los estratos pequeño
burgueses. Sucedió con los movimientos del ´68, sucedió con los
movimientos anti nucleares de los años ´70, sucedió con los
movimientos feministas de los años ´70-´80 y puede suceder hoy con
el recién nacido movimiento contra el cambio climático. Todos ellos
son movimientos que, partiendo de un malestar real, económico,
social, ambiental, tienden a representar no intereses de clase, sino
intereses “comunes” a todas las clases sin poner en discusión la
estructura misma de la sociedad capitalista. El mecanismo que opera
en estos movimientos es el mismo mecanismo ideológico que pone la
defensa de la democracia contra cualquier totalitarismo, la defensa
de la paz contra cualquier guerra, la defensa de la civilización
contra cualquier “incivismo”, mecanismo que acaba antes o después
en la defensa de la patria contra cualquier “agresor”
justificando así la guerra de la propia clase dominante burguesa.
La dirección que debe tomar la lucha proletaria y el
movimiento proletario es una dirección de clase, si no quiere
continuar dependiendo totalmente de la ideología burguesa dominante
y de las exigencias económicas, sociales, políticas y militares de
la burguesía de su propio país. El Manifiesto
de Marx-Engels de 1848 termina con un grito
de batalla en absoluto genérico o populista: Proletarios
de todos los países, ¡uníos!
¡Por un futuro Primero de
Mayo rojo!
¡Por la reanudación de la
lucha de clase en cualquier país!
¡Por la reorganización de
clase del proletariado de cualquier país!
¡Por el partido comunista
revolucionario!
Partido Comunista Internacional
26 abril 2019 - www.pcint.org
il comunista – le prolétaire
– el proletario – programme communiste – el programa comunista
– proletarian
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La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.
si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com