"La criminalización de la protesta puede convertir la calle en un espacio de tortura"



En los últimos diez años se han presentado 6.621 denuncias por tortura en el estado español, según datos de la CPDT (Coordinadora para la Prevención de la Tortura). Sin embargo, Ignacio Mendiola, profesor de Sociología en la Universidad del País Vasco, fue mucho más allá de la frialdad de las cifras en su conferencia del jueves 22 en el Ateneo Republicano de Valladolid, donde desarrolló 'Habitar lo inhabitable. Práctica político-punitiva de la tortura' (Edicións Bellaterra), cuya tesis fundamental es la relación poder estatal y tortura.
Ignacio Mendiola advirtió del riesgo de que "la criminalización de la protesta convierta la calle en un espacio de tortura". "La tortura responde a  una práctica político-punitiva que está incrustrada en el funcionamiento del aparato estatal. Ello no supone admitir que estemos ante una práctica sistemática pero sí que el ejercicio punitivo del estado ha habilitado las condiciones de posibilidad para su ejercicio", argumenta Mendiola.

"La tortura individualiza el dolor pero socializa el terror", fue otra de las afirmaciones del sociólogo que analizó punto por punto qué dice la Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura, aprobada en 1984 y que entró en vigor tres años después. Según el organismo internacional para que exista tortura tiene que haber intencionalidad, algo que negó Mendiola, quien también rebatió que tenga que "haber daño grave". "¿Qué es grave? Se trata de otra artimaña, ya que no es un elemento central", dijo.

También el ponente discrepó con la tesis de que "no es tortura cuando el sufrimiento es por la imposición de una condena legítima".  Sin embargo la vinculación de la tortura a lo público/estatal, de la que también habla Naciones Unidas, sí fue asumida por Mendiola como una tesis importante, con alusión, por ejemplo, a la negativa a facilitar medicamentos a los enfermos de hepatitis C.
Ante la pregunta: "¿Qué hacer?",  Ignacio Mendiola respondió: "Es una pregunta que no me interesa responder. Detrás hay una pedagogía de la tortura, que viene a justificar que en determinadas circunstancias se pueda torturar. Ante eso hay que decir que bajo ninguna circunstancia se puede admitir la tortura, que tiene un espacio, un tiempo, un lugar... Es muy importante borrar la práctica de la tortura, que nos ubica en una posición de supervivencia; es un problema estructural que nos sitúa en la premisa irrenunciable de que no cabe dar ningún margen a la tortura".

El ponente analizó a quién y en qué espacios se practica la tortura, para remontarse a la Grecia clásica, donde dijo "se justificaba la tortura porque con ella se sabía la verdad. Pero la tortura solo se practicaba a los inferiores, a los esclavos, a los extranjeros...".

Mendiola confesó ser un ávido lector de relatos de torturados y subrayó  "la importancia del cuerpo, que es cada vez más extraño, en el que no te reconoces, en el que se han guardado todo tipo de huellas...Habitar lo inhabitable, vivir es habitar, y el cuerpo es uno de los espacios que habitamos; la dimensión geográfica es importante. Otro campo recurrente es el de la risa del torturador, la sintonía con el torturador y el de la resistencia, para dar cuenta de lo que está pasando. O el suicidio, y le quito el cuerpo al torturador. En Guantánamo ha habido varios casos".

En la exposición, el ponente se refirió a los casos de alimentación forzosa cuando un preso se declara en huelga de hambre; el proceder de instituciones penitenciarias mereció el calificativo "como una de las formas más crueles de la tortura, junto al aislamiento del contacto cvon lo social".

Ignacio Mendiola dedicó parte de su discurso a la relación capitalismo-colonialismo, y al eje que supone la seguridad como garante del desarrollo del capitalismo, mediante la guerra -internacionalmente- o la policía -en un ámbito menor-.  También aludió a la figura del terrorista -"el sospechoso del sospechoso"- y a la guerra contra el terror decretada por Estados Unidos. "No supone admitir que estemos ante una práctica [la tortura] sistemática pero sí que el ejercicio punitivo del estado ha habilitado las condiciones de posibilidad para su ejercicio", sostiene Mendiola que explicó la dificultad de establecer cuándo empieza la tortura ("Una presa vasca relató que para ella la tortura empezó cuando un policía la agarró autoritariamente del brazo") o cuánto dura ("Aunque sean unos minutos es algo que se prolonga toda la vida. 'Te matan antes de matarte' o 'La tortura remata con la vida cotidiana', han escrito dos torturados".

En el debate que siguió a la interesante exposición, se suscitaron cuestiones relacionados con los Centro de Menores -en los que se denunció que están en manos privadas y que al fiscal no se le conoce ni se le espera-, la migración en la frontera Sur o en los centros de deportaciones. Las experiencias concretas de los intervinientes fueron respaldadas con los planteamientos de Ignacio Mendiola  que en la actualidad trabaja en una triología biopolítica, que tiene como ejes: La tortura, la producción de régimenes de movilidad en la modernidad tardía y en el desarrollo de una ecología política que ahonde en la producción de naturalezas mercantiles.


Oteando
La conferencia estuvo precedida de una intervención de Rocío Matilla, que presentó OTEANDO, un observatorio independiente para la defensa de los derechos y libertades constituido en Valladolid en la primavera de 2010 e integrado mayoritariamente por abogados.

Gonzalo Tejerina (médico que participa de Oteando) aportó algunos datos de los diez últimos años: 6.621 denuncias por tortura; 833 personas muertas bajo custodia policial en circunstancias no aclaradas... "En 2012", añadió, "hubo 53 agresiones a periodistas y 1032 denuncias de emigrantes".
"El Ministro del Interior ha declarado que en este país no se practica la tortura porque además sería un delito. La tortura en España es algo inexistente pero es omnipresente", afirmó Tejerina.

Valladolor no admite comentarios
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Anticarcelario / contra la sociedad cárcel

"Las prisiones son una parte más de la esencia represiva de todo Estado, no hay que olvidar la parte que nos toca a lxs que aún seguimos en la calle.

No podemos ver las cárceles como algo ajeno a nuestras vidas, cuando desde temprana edad hemos sido condicionadxs a no romper las normas, a seguir una normalidad impuesta; el castigo siempre está presente para lxs que no quieren pasar por el aro.

En el trabajo, en la escuela... domesticando y creando piezas para la gran máquina, piezas que no se atrevan a cuestionar o que no tengan tiempo para hacerlo.

Hemos sido obligadxs a crecer en un medio hostil donde es dificíl desarrollar nuestros propios deseos.

La rebeldía brota de algunxs, otrxs simplemente se acomodan en la mierda, tapando sus frustraciones con lo que le dan quienes antes les despojaron de todo. O viendo sus problemas como algo aislado, único y personal.

Para lxs que no tragan o no se adaptan al gran engaño ahí tienen sus cárceles, reformatorios, psiquiatrícos ... creados por los que no quieren ver peligrar las bases de su falsa paz.

No podemos ignorar la lucha de lxs compañerxs presxs.

Su lucha es nuestra lucha."