Los barrios proletarios en la periferia de Estocolmo estallan contra una sociedad que no defiende sino el capital
Los
barrios proletarios en la periferia de Estocolmo estallan contra una
sociedad que no defiende sino el capital, hundiendo en la miseria y la
impaciencia a la mayoría de la juventud proletaria, indígena o inmigrada.
¡La salida
es la lucha de clase que una a los proletarios sin importar su edad, sexo,
raza o nacionalidad, en defensa de una sociedad humana contra la sociedad de
la mercancía y el dinero!
Como en París en 2005, Londres en 2011, y
ahora en mayo de 20130 esta vez la cólera proletaria estalló en Estocolmo
contra unas condiciones de vida insoportables. La violencia económica y
social de la burguesía dominante siempre se acompaña con represión policial.
Los jóvenes proletarios de los barrios que rodean París, Londres, Estocolmo
han echado afuera toda la rabia acumulada durante tantos años de
privaciones, humillaciones, discriminaciones y explotación salvajes. Las
revueltas en la ciudad de Estocolmo, capital de uno de los países más ricos
del mundo, que se ufana de ser, además, una vitrina de “igualdad” y
“justicia social”, han revelado que, allí también, la realidad capitalista
de una sociedad a penas golpeada por una crisis económica que ha puesto en
peligro los colosales beneficios durante largas décadas de explotación de
proletarios cada vez más numerosos, no vacila en arrojar a la miseria,
marginalidad y clandestinidad a masas proletarias en el pasado atraídas por
una economía muy competitiva en los mercados mundiales.
La explosión de rabia, producto de
frustraciones y pobreza reinantes en los barrios proletarios de Estocolmo,
ha durado una semana. El miedo de la burguesía sueca era que este estallido
se propagara a otras grandes ciudades del país. Todo comenzó el 13 de mayo
pasado en Husby, cuando un inmigrante de 69 años es asesinado por la
policía; el pretexto, contestado por los testigos, fue que el difunto estaba
armado con un machete y había amenazado a los agentes de la policía. Esto se
transforma en la chispa que hará estallar la pólvora, rompiendo un
equilibrio social deteriorado por años de políticas de austeridad y
reducción de las tan cacareadas “garantías sociales”: la cólera de una
juventud proletaria marginada, que había creído en las promesas de bienestar
y prosperidad, termina por estallar.
Husby; Kista, Hagsastra, Skogäs, Ragsved;
así se llaman algunos de los barrios citados por las crónicas de la revuelta
que ha incendiado la aglomeración de Estocolmo y que ha tocado igualmente a
la ciudad de Malmö. Esta revuelta ha golpeado por sorpresa a la – según las
autoridades – pacífica, tolerante y acogedora Suecia; una revuelta, en parte
reprimida, en parte esperando su agotamiento, que constituye una verdadera
señal de alarma: el desempleo de jóvenes. En este rico y opulento país, el
desempleo juvenil, según las cifras oficiales, supera el 20%; según The
Economist “solamente el 51% de ciudadanos extra-europeos poseen un
trabajo, contra 84% de suecos” (cit. Il Giorno, 24/5/13). El primer
ministro sueco, Frederik Reinfeldt, declaraba, en referencia a los
manifestantes que se enfrentan a la policía: “no son víctimas del
sistema, sino vándalos” (La Repubblica, 29/5/13). La mayor parte
de los manifestantes arrestados por la policía son menores de edad que no
han terminado sus estudios y se encuentran desempleados; se trata en su
mayoría de adolescentes afganos, iranios, somalíes o balcánicos que han
migrado pidiendo el estatus de refugiados en los países europeos, por otra
parte, responsables de las guerras o enfrentamientos económicos que han
devastado sus países de origen.
Que la situación sea explosiva, incluso en
los países escandinavos que no conocían hasta ahora la cólera de los
jóvenes, son los burgueses mismos y los intelectuales que desde hace décadas
ponen en guardia a la clase dominante sobre las amenazas que se ciernen
sobre el equilibrio social producto de las discriminaciones sociales y
raciales, por muy enmascaradas bajo el velo de la tolerancia y las promesas
nunca realizadas de “integración”.
¿Cómo la clase dominante enfrenta el
problema de la integración, el desempleo, el malestar de las más, y menos,
recientes generaciones proletarias?
Los métodos utilizados por los burgueses
para hacer frente a los problemas sociales se orientan, como en todas
partes, en función de la defensa de sus intereses de clase: en ciertos
períodos estos intereses se imponen mediante una dictadura abierta y
sangrienta; pero, incluyendo los Estados democráticos y parlamentarios,
estos siempre son defendidos por la violencia. Puede que, por tradición
histórica y política, la burguesía sueca prefiera utilizar los medios
económicos y sociales que atenúen los contrastes de tipo racistas, pero el
hecho determinante por encima de cualquier otra consideración lo constituye
el beneficio capitalista y el interés de clase.
La verdadera lucha no se libra entre
“suecos” y “extraeuropeos”, sino entre burgueses y proletarios, aún cuando
para la ideología dominante es más cómodo poner en primera categoría el
contraste étnico o racial en lugar del contraste de clase.
El verdadero temor de los burgueses no
reside solamente en el hecho de que los disturbios se extendieran a otras
ciudades suecas; el verdadero miedo es que los proletarios se percaten de
que que en última instancia sus intereses inmediatos forman parte de
intereses más vastos, de clase, de intereses que no puede compartir
con la burguesía.
La burguesía ha reprimido la rabia de los
jóvenes para traer la “normalidad” a la sociedad, asegurando que se
esforzará de responder al malestar de los jóvenes inmigrantes o salidos de
la inmigración. ¡Pero la normalidad burguesa es precisamente la
fuente del malestar social que golpea al proletariado, en particular a los
proletarios inmigrantes!
Para la burguesía es normal que los
proletarios sean explotados en el cuadro del trabajo asalariado del cual
sacan su plusvalía, es decir, sus ganancias; para la burguesía es normal
que los proletarios se normal que los proletarios sean pagados
según la categoría, el mérito, la especialización, la instrucción, la edad,
el sexo, la nacionalidad, etc., así como es normal que sean
expulsados de las empresas, en dificultad o no, o que se encuentren sin
empleo debido a la crisis del sistema económico, y que por tal razón ya no
suministra puestos de trabajo. Para la burguesía es normal que un
joven sea discriminado porque no posee la nacionalidad o no pertenece a la
raza del país; es normal que el joven inmigrante deba buscar una
“integración” que hay que merecer con el respeto no solo de las leyes, sino
también de los hábitos, costumbres y tradiciones del país en el que quiere
residir. Para la burguesía es normal que la policía reprima todo
acto, individual o colectivo, que se arriesgue a poner en tela de juicio el
proceso normal de la vida cotidiana según el capitalismo, por lo que es
lógico que no se interrogue sobre las causas de los actos de rebelión
contra una vida de miseria y discriminación ya que estas causas son todas
imputables al sistema económico y social capitalista que esta defiende con
todos los medios; políticos, legislativos, judiciales, ideológicos,
religiosos, sociales y militares.
Para la burguesía es normal que la
crisis económica de su sistema golpee ante todo a las clases proletarias y a
las capas más frágiles de la sociedad, arruinando una parte de la pequeña
burguesía que constituye un amortiguador social y cuyas reacciones, incluso
violentas, no ponen en peligro la super-estructura e infraestructura de la
sociedad capitalista. Para la burguesía es normal que en periodo de
crisis haya que salvar las grandes empresas, los grandes centros
financieros, los grandes bancos – de los cuales depende una buena parte de
la economía capitalista, y por tanto, de la acumulación de beneficios – aún
si esto significa, como esta demostrado desde hace décadas, recortes en el
gasto público, reducción del presupuesto social (bolsas y ayudas diversas
para la salud, la instrucción, la vivienda, etc.), disminución del empleo,
aumento de los impuestos, etc. Para la burguesía es normal que en
caso de oposición entre naciones y bloques de naciones, se pueda llegar
hasta la guerra, en que la “defensa de la patria” justifique todos los
sacrificios y todas las medidas políticas y económicas anti-sociales. En
otras palabras, para la burguesía es normal que sea el proletariado quien
pague, en tiempos de guerra como en tiempos de paz.
¿Qué es lo que tienen los proletarios en
común con “su burguesía”, en un país como la Suecia, país imperialista que
se ha enriquecido no solo gracias a su propio proletariado nacional e
inmigrante, sino también, como los otros países imperialistas, de la
explotación de los proletarios de los países pobres? ¡Nada!
Tienen, al contrario, todo en común
con sus hermanos de clase de todas la categorías, todos los sectores, de
todas las nacionalidades y de todos los países; la fuerza de la clase
dominante no reside solamente en su monopolio del poder político, sino
también en el hecho de que la clase proletaria se encuentra dividida,
fragmentada, donde solo vemos una suma bruta de individuos dispuestos los
unos contra los otros. La rabia expresada en la candente semana de Estocolmo
como antes lo fue Londres y París es una rabia individual que se ha
manifestado de una manera elemental contra vehículos, vitrinas y
enfrentamientos contra la policía hasta el el agotamiento de la energía
acumulada. ¡La “normalidad” burguesa ha sido restablecida y los jóvenes
inmigrantes salidos de la inmigración han retornado a su existencia sin
trabajo y sin esperanzas, hasta la próxima revuelta!
La única salida se encuentra en la
perspectiva de la lucha de clase. Los proletarios deben romper los vínculos
que los atan a la burguesía; deben reorganizarse sobre el terreno de la
lucha por la defensa exclusiva de sus intereses que le son suyos, retomar el
camino de la organización independiente de clase, como lo hicieron los
proletarios europeos en la época de las revoluciones de los siglos XIX y XX;
la lucha entre burgueses y proletarios nació con el capitalismo y terminará
solo cuando el capitalismo sea destruido; no habrá entonces clases en lucha,
puesto que la sociedad ya no estará basada en la propiedad privada, el
mercado, el dinero, la ganancia.
Pero para alcanzar este objetivo – que es el
objetivo histórico del proletariado mundial – los proletarios deben levantar
la cabeza, entrar en lucha en el terreno de clase y organizarse
independientemente de todo interés burgués y pequeño-burgués. Sobre esta vía
tendrán siempre a su lado al partido comunista revolucionario que, en vista
de que posee el programa revolucionario anti-capitalista y sus balances
históricos de las experiencias de las luchas de clase del pasado, victorias
como derrotas, se presenta como el dirigente de la revolución proletaria y
de la lucha sin tregua, internacionalista e internacional, contra el
capitalismo y la sociedad burguesa.
Los “vándalos” de Estocolmo y de Londres,
así como la “chusma” de París, en su rabia ciega e impotente indican a los
burgueses de todos los países que la verdadera lucha contra los efectos de
la crisis capitalista no ha comenzado todavía, ya que la lucha de clase
proletaria jamás ha sido ni será nunca la explosión de una rabia social,
justificada sin ninguna duda por la miseria creciente que crea el
capitalismo. Es la lucha de clase que se reconoce por los objetivos
radicalmente anti-capitalistas y cuyo fin es el fin de toda sociedad
dividida en clases y la formación de una sociedad en que el trabajo humano
servirá para satisfacer las necesidades de la especie humana y no las del
mercado!
Partido Comunista Internacional
31
de mayo
de 2013
www.pcint.orgValladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.
si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com