[recibimos y publicamos]
Cada vez más vemos cómo los sitios de ocio desenfrenado con vocación de desestresante social, como el fútbol o las macro fiestas nocturnas para jóvenes, se convierten en batallas campales.
La policía moviliza muchos agentes para cada partido de fútbol. En la semana que anuncian que van a introducir nuevos recortes, la tercera semana de abril en la que el gobierno anunció el inicio de nuevos recortes mandados por Bruselas, sucesivamente hubo convocatoria de macro manifestación del 15-M, en la que emplearon 1400 policías; fútbol en el Bernabéu, donde emplearon 1600 y en el que hubieron escaramuzas.
Íñigo Cabacas, para desgracia de toda la juventud, fue asesinado por la policía un 9 de abril de 2012, sin una respuesta de rechazo firme por parte de la juventud obrera, demasiado ocupada en fútbol y fiestas. La sensación de que, junto con las muertes ocurridas en Grecia televisadas en España, podrían matar a alguien en una de las manifestaciones aquí cundió.
Va incrementándose, a medida que existe más posibilidad de estallido social, la represión de manera muy controlada y medida: la policía comanda los informativos, lanza continuos mensajes a la ciudadanía para evitar la desmandada que temen. El causante, la cada vez más extendida situación de desesperación de mucha gente, la cada vez mayor cantidad de gente que tiene el cielo como techo, las cifras de desempleo mayores con más del 25%. Los robos ya son cosa corriente en las calles y a las empresas, de elementos básicos como la luz, el transporte, que han de ser sistemáticamente trampeados. Cada vez hay más gente sin nada que perder.
¿Cuál es su ventaja? La desorganización de los mismos.
Desde finales de abril y mayo, en que se anunciara la nueva oleada de medidas antiobreras, se ha ido soltando presión paulatinamente: desarmando al proletariado paulatinamente. ¿Quién dijo que los sindicatos no hacen bien su trabajo? Un 1º de mayo apabullante, en Madrid la asistencia fue exclusiva de gente a sueldo de los sindicatos, dado el peligroso potencial que podría tener, incluso bajo la égida de la estructura aplastante de los sindicatos amarillos, el dar lugar a la reunión de los trabajadores. Conscientes de ello se aplican muy bien en lo que mejor hacen: derivar la acción obrera al terreno de lo judicial – si nos preguntamos: dónde está el proletariado que debería luchar ante esta crisis, la respuesta es que en los juzgados— y tomar la temperatura en las asambleas y las visitas en los tajos. De ahí, los liberados sindicales pasan informe a sus superiores, que son los que evalúan qué es lo que mejor se pueda aplicar al nivel de presión que manifiestan los trabajadores.
Salpicados los días posteriores de manifestaciones con fuerte presencia policial, un helicóptero que nos anuncia la situación de guerra que aplican, la semana siguiente desde el 11 de mayo en adelante se había convocado una nueva manifestación que, como todas las del 15-M, albergan multitud de contradicciones. Una manifestación de aniversario en la que se vuelve a poner en sus términos la plataforma de reivindicaciones democráticas de las clases medias a las que el movimiento representa: más democracia a la ultrademocracia. No es convocada legalmente, pero sí a través de todos los medios informáticos controlados: no es necesario reunirse, verse las caras, organizarse, en una palabra, para poder “convocar una manifestación ilegal”. A pesar de no ser manifestaciones legalizadas, cosa adecuada, sin embargo se realizan por el mismo trayecto que la policía marca. Tan entrenada está en dicho terreno demarcado, hasta bautizado como “manifestódromo” ya hace tiempo, que de cambiar el lugar de manifestación dejaría fuera de juego, en parte, a las fuerzas de seguridad del estado.
Se defiende el pacifismo religioso por el que entendemos que somos “los buenos” y que los buenos siempre salen bien parados. Por eso no se presenta como necesario organizarse antes de acudir a la manifestación, conocer quiénes son de los tuyos y quiénes no; preparar el terreno, la huida en caso de detenciones, cómo evitarlas, etc. En una palabra: la organización. El funcionamiento difuso y descentralizado solo sirve a efectos de que las cúpulas mangoneen sin ser reconocibles por los dirigidos: el viejo oportunismo ha dado paso al nuevo.
Por último, retomando el hilo de los acontecimientos, como aniversario de los métodos policiales, el 16 de mayo de 2013 (podía ser hoy, ayer) pasadas las 20 horas, ocurrió otra vez, redadas coordinadas en varios puntos de la ciudad de Madrid: Lavapiés, Plaza Elíptica- Oporto, Tetuán… solo que esta vez realizando una “toma de la plaza”, como si de la táctica militar se tratara. Cerraron con cinta la Plaza Lavapiés y la tomaron como espacio desde donde desplegarse, aparcando alrededor del cerco los automóviles. Un total de al menos 5 furgonas antidisturbios y otros tantos coches patrulla y zetas, unas 8 motos, una veintena de efectivos, de los que, como en ocasiones anteriores han contado con la presencia de policías municipales. Permitían restringidamente el paso de automóviles. Se dirigieron todos a detener a algunas (según algunos medios, cinco) personas en el interior de un locutorio de la calle Lavapiés. Parecía que conocieran de antemano a aquellos a los que interrogaban o llamaban para introducirlos en el interior del locutorio: a alguno lo llamaron al reconocerlos de entre la gente.
En un momento dado, a las 21,15 horas, empezaron a dispersar a la gente concentrada más cerca del locutorio y en la calle Lavapiés. Tuvieron adentro a los detenidos durante ese tiempo, probablemente, sometidos a torturas y palizas. Una vez hubieron despejado la zona, amontonaron a la gente en el vértice del triángulo que conforma la convergencia de calles en dicha plaza y hacia la calle Sombrerería.
Era curioso que en esa parte de la plaza no resultaba demasiado visible cámara de seguridad alguna, aunque ya los periodistas/manifestantes dieron buena cuenta de quién estaba presente con espléndidos primeros planos. Desde los pisos alrededor de la plaza era imposible percibir los elementos que registrasen lo que ocurría.
Iba a comenzar la retirada, hasta ese momento los policías se reían de las personas allí congregadas, que tenían una sensación de atropello, de provocación por parte de la policía al emplear esos métodos tan invasivos. Entonces, un motorista se lanzó hacia los manifestantes para abrir hueco entre ellos. Empezaron a desfilar entre los allí presentes. Al empezar a hacerlo los que iban a pie,
Habría sido tan sencillo evitarle el paso, como tirarle de la moto, como que la policía no pudiera haber realizado su retirada tan alegremente como la hicieron, que lo único que significa es que estamos ante un barrio en el que la gente tiene mucho que guardar, mucho que conservar, que el miedo no era vencido nada más que por los más jóvenes. La presión que se siente, la afronta en todos los aspectos de la vida cotidiana no ha sido tan grande como para hacer enfrentarse a los concentrados espontáneos contra la policía. No, lo que ocurrió fue que cuando ya se había ido todo el contingente y quedaban los últimos dos policías con sus porras y a pie, ante 50 personas de las 100 que se habrían podido plantarles cara, demostrarles su fuerza, fue en ese momento cuando parece que se rompió a protestar se amagó un inicio de barricada, pero nadie recogió el testigo. ¿Por qué?
En ese momento, uno de los dos policías que dejaron frente a los manifestantes con sus solas porras y pistolas, vestía un rostro despavorido; el otro ni siquiera…
Una mujer árabe de mediana edad sugirió a las que amagaban a barricar la calle que no lo hicieran. No se le hizo caso, pero tampoco fue la cosas a más...