Madrid: la corrupción, la burocracia política, el paro… son inevitables en el capitalismo y sólo se podrá acabar con éste mediante la reanudación de la lucha de clase del proletariado, anti democrática, anti legalista y anti pacifista.
A siete días de las elecciones municipales y autonómicas que se celebraron en todo el estado español a excepción de las comunidades históricas y Andalucía el domingo quince de mayo miles de jóvenes, precarios y estudiantes se manifestaron en la Puerta del Sol intentando acampar en ella con el fin de pasar la noche, para protestar contra “el sistema bipartidista”, “la crisis económica”, bajo la consigna de “Democracia real ¡ya!”. Tras ser desalojados durante la madrugada del día quince al dieciséis, el lunes siguiente volvieron a manifestarse reuniendo en esta ocasión a un número significativamente superior al del día quince.
En medio de la campaña electoral, una de las más intensas de los últimos años debido a que el Partido Popular parece que finalmente arrebatará casi la práctica totalidad de ayuntamientos y gobiernos de comunidades que hasta ahora permanecían como feudos históricos e inexpugnables del Partido Socialista Obrero Español, estas manifestaciones, que pretenden continuar durante los días que faltan aún hasta el día de votar, han lanzado una serie de proclamas tendentes todas ellas a exigir una reforma democrática del sistema político que debería conllevar a una reforma amplia de las instituciones de manera que existiese una verdadera participación popular en el sistema de gobierno.
Dos años de crisis capitalista han supuesto un terrible agravamiento de las condiciones de existencia de la clase proletaria, el aumento del paro, la subida de los precios de los productos básicos, la intensificación de los ritmos de trabajo, el descenso de los sueldos… Y en todas partes esta ofensiva de la burguesía contra la clase proletaria ha tenido en los sindicatos amarillos, colaboracionistas, un garante de que la paz social que ha mantenido a los proletarios atados de pies y manos, creyentes en que la única vía para lograr la mejora de la situación consiste en transigir sistemáticamente en todos los agravios sufridos a lo largo de este tiempo. El dominio del oportunismo de los partidos llamados obreros y de la política interclasista de los sindicatos amarillos ha mantenido por tanto el control de la situación, no sólo a nivel general, sin grandes protestas nacionales o regionales sino también en el ámbito más elemental de la situación de la clase proletaria, negando por principio el recurso a la huelga, incluso en empresas y fábricas aisladas, frente a cualquier decisión empresarial que agravase las condiciones de trabajo de los proletarios.
Pero la fuerza del mismo empeoramiento de la situación material del proletariado en todo el mundo no ha podido ser del todo contrarrestada por los diques de contención que ha levantado el oportunismo político y el colaboracionismo sindical amarillo para frenar la reacción natural de los proletarios… Desde finales del año pasado en la zona del Norte de África, en los países del Próximo Oriente, en Siria, Túnez, Egipto… el aumento desaforado del coste de la vida, la escasez de los productos básicos, han llevado al proletariado y al campesinado más pobre de la región a comenzar una revuelta que ha derrocado a los Ben Alí, Mubarak, etc. que gobernaban con el apoyo de las potencias imperialistas occidentales de manera despótica y dictatorial, rodeados de corrupción, de robo, de violencia ejercida sin piedad contra las masas empobrecidas de estos países. La inmolación de un vendedor ambulante en la capital de Túnez desencadenó una sublevación a gran escala que lanzó a la lucha a amplias masas de proletarios que exigían la mejora de sus condiciones de existencia. A esta lucha, espontánea, sin objetivos claros, presa en fin de la ambigüedad que genera necesariamente la falta de una dirección anticapitalista clara (carencia ésta que viene determinada por décadas de contra revolución permanente en la que se han coaligado las burguesías locales, el imperialismo de los países occidentales más desarrolladas y las mismas facciones nacionalistas y religiosas que han encabezado la oposición a los gobiernos de turno), se han unido las capas sociales intermedias, la pequeña burguesía, una clase social excluida del poder en el mundo burgués, presionada especialmente por la crisis económica y atizada continuamente por el despotismo de los gobernantes, lo que la lleva a sentir el pánico a la proletarización que le lanza a la lucha. Las consignas de “democracia”, “libertad política”, etc. han reflejado el sentir reivindicativo de esa pequeña burguesía que se ha colocado al frente de la lucha, que dirige el impulso de los proletarios y de las masas proletarizadas hacia objetivos interclasistas, nacionalistas y de cohesión social para el mejor desarrollo del país. La normal respuesta proletaria a la situación de gravísima crisis, que llega ya a no garantizar la mera supervivencia física, supone por tanto un primer impulso que puede acelerar el retorno al terreno de la lucha clasista de la clase obrera pero no alcanza automáticamente esa meta en la medida en que se encuentra constreñida aún por el terrible peso de la influencia burguesa sobre los proletarios a los límites de la lucha democrática.
En España los efectos sobre el proletariado de la crisis económica no han resultado tan devastadores como lo han sido en los países de la periferia capitalista y esto es debido a la pervivencia de amortiguadores sociales otorgados por la burguesía durante las décadas de crecimiento económico para atenuar la tensión social. Esto, unido a la decidida política del oportunismo de esos agentes de la burguesía en las filas proletarias, del oportunismo obrero y del sindicalismo amarillo, que de hecho han actuado como los garantes de la realización de todas las medidas anti obreras necesarias para el capitalismo en el país (actuando como auténticos bomberos sociales y organizando la pasividad del proletariado a todos los niveles) ha determinado que, pese a que las condiciones de trabajo y de vida de sectores cada vez más amplios del proletariado empeoran rápidamente, la paz social haya sido la tónica.
Sin embargo la tensión social no ha podido sino crecer en estos últimos años, de manera lenta pero visible aún difuminada por las mil salidas individuales o colectivas que el sistema capitalista ofrece. El movimiento “15 de mayo” que mantiene las manifestaciones en Sol desde hace días es un reflejo de esa tensión social. La composición esencialmente pequeño burguesa de ese movimiento no es óbice para que exprese un malestar generalizado que existe en todas las capas sociales que ven como su situación empeora progresivamente. De hecho es la pequeña burguesía más empobrecida, compuesta por jóvenes universitarios sin un futuro laboral viable dada la extrema precarización del empleo, por profesionales liberales, etc. la que puede sentir, en una situación como la actual, los primeros impulsos que la lleven a actuar precisamente porque en determinados momentos el grado de exclusión que sufren en el sistema capitalista, puede volverse mucho más sensible que aquél que sufre el proletariado (hacia quien van dirigidas las políticas de ayuda social, los subsidios, etc.)
Pero al contrario que en los países del Sur del Mediterráneo, donde la revuelta de los proletarios y del campesinado más pobre se ha cobijado bajo el liderazgo de una pequeña burguesía sin duda más afectada por la crisis que la española, en España, en Madrid que es donde estas manifestaciones encuentran su epicentro y su altavoz, la protesta ha surgido en medio de una total ausencia de luchas obreras ya no generalizadas sino tan siquiera parciales. Las manifestaciones de los “jóvenes indignados” han tomado como objetivos de su protesta la “partitocracia”, la “degradación de la democracia”, etc. buscando con ello intentar regenerar un sistema que, efectivamente, no garantiza “el futuro” de las clases intermedias, que no promete un trabajo bien remunerado a los universitarios, que en fin, amenaza a la pequeña burguesía con la pauperización y la proletarización.
La reivindicación genérica que da nombre al movimiento “Democracia real ¡ya!” resume perfectamente estas aspiraciones. La democracia es el sistema de gobierno con el que la burguesía gobierna preferentemente desde su época revolucionaria. Es el sistema que recoge la igualdad de los ciudadanos para regir la cosa pública, al menos idealmente. Porque las mismas condiciones naturales del capitalismo implican que la sociedad que se desarrolla a partir de él se encuentre dividida en dos clases fundamentales y opuestas: la clase de los que poseen los medios de producción, la clase de los burgueses, y la clase de los sin reserva, que únicamente pueden vender su fuerza de trabajo para subsistir, la clase de los proletarios. Ambas clases se encuentran continuamente enfrentadas, incluso en los aspectos más ínfimos de la existencia, en la medida en que, para la burguesía, su dominio social depende de la explotación cada vez mayor de los proletarios, de cuyo trabajo extrae la plusvalía que le garantiza su misma supervivencia como clase dominante. Por su parte los proletarios se ven impelidos a rechazar tanto esta explotación creciente como, en momentos de gran tensión social, el mismo dominio de clase de la burguesía. La democracia aparece aquí como la manera de gobernar que utiliza la burguesía para contar con la aquiescencia proletaria en la medida en que le inocula continuamente la fuerza del interclasismo, del superior interés nacional en cuyo nombre ha de realizar todas las concesiones que se le exijan. Más democracia, por tanto, siempre, inevitablemente, significa más capitalismo. Por ello, la exigencia de “Democracia real ¡ya!” supone la exigencia por parte de esa pequeña burguesía que también sufre los efectos del gobierno despótico de la clase burguesa, de los monopolios, del sistema impositivo con el que se garantiza el funcionamiento del Estado de clase, de ser incluida en el gobierno de la sociedad, de negarse a ser proletarizada por los efectos de la competencia capitalista. Una competencia que resulta ineludible en el capitalismo, que genera la corrupción, el robo y la malversación tanto como el sistema parlamentario bipartidista. Una competencia que, en fin, es la base de todos los males de los que la pequeña burguesía se aqueja y a la que, sin embargo, su misma perspectiva de clase no le permite combatir. La democracia que existe hoy tanto en los países del centro imperialista como en aquellos de la periferia es la única que puede existir, la más real.
Sin duda el proletariado no permanece indiferente frente a este tipo de movimientos. En primer lugar porque su cuerpo se encuentra infestado del virus democrático y ve en estas movilizaciones el reflejo de su creencia en la justicia social que la misma burguesía promete. Pero también porque su situación como clase explotada, en ausencia de una perspectiva seria y coherente de reanudación de la lucha anticapitalista, no puede sino encontrar en la lucha por una democracia “auténtica” un sustituto de su lucha de clase. Por ello este tipo de movimientos pueden incluso resultar un revulsivo para el combate de la clase obrera en el terreno inmediato, por la supervivencia y las condiciones de existencia. Pero las reivindicaciones que se expresan en estas corrientes no se corresponden en absoluto con las exigencias que, como clase social antagónica al conjunto del mundo capitalista, debe expresar la clase obrera.
De hecho frente a la misma inexistencia de un reformismo sindical y político que actúe en el terreno de la defensa meramente formal de los intereses obreros, algo debido a que este reformismo ya no cumple, en muchas partes, exactamente la misma función de gran fuerza gestora, contractual, que domina a la clase obrera sumiéndola en una perspectiva completamente ajena a sus verdaderos intereses históricos, que cumplió hace décadas sino un papel de policía declarado de los burgueses y de intermediario en las funciones de integración social, debido a esta inexistencia, movimientos como el del Quince de Mayo pueden resultar un recambio o al menos un revulsivo que supla esta carencia y renueve la política del sindicalismo amarillo y del oportunismo obrero allí donde estos han perdido su cuota de influencia entre la clase proletaria debido a su larga historia de traición.
El proletariado debe luchar por defender sus condiciones de existencia frente a la ofensiva burguesa, que se acompaña de toda la sarta de corruptelas, robos, prevaricaciones… que empeoran su situación. Pero tiene poco que esperar de la lucha “democrática”, reformista, integradora, que ofrece soluciones definitivas dentro del mismo marco de la explotación capitalista y su correlato político codificado en el electoralismo, el legalismo, el pacifismo… Para llevar a cabo su lucha de clase el proletariado deberá, necesariamente, reanudar la vía del enfrentamiento directo con la burguesía e incluso con sus aliados más disimulados mediante la defensa intransigente de sus condiciones de vida, trabajo, alojamiento, etc. Y esta lucha pasa, de manera inevitable, por levantar las organizaciones clasistas inmediatas que combatan en el terreno económico exclusivamente por reivindicaciones obreras sin pararse a contemplar la oportunidad de éstas en la situación económica del país, la empresa o simplemente el municipio. Pero incluso esta lucha ya de clase se verá sumamente limitada a atenuar los efectos del capitalismo si no pasa al terreno del combate político. Y aquí el proletariado deberá reencontrarse con su partido de clase, con el partido comunista revolucionario, internacional e internacionalista, absolutamente independiente de cualquier interés que no sea aquel histórico de la clase obrera que pasa por la destrucción del poder político burgués, democrático o totalitario según las necesidades de la clase dominante, la instauración mediante medios violentos e ilegales de su dictadura de clase, despótica y terrorista contra sus enemigos y la transformación socialista de la sociedad hacia un mundo sin propiedad privada, sin trabajo asalariado… hacia la sociedad de especie.
Cuando los proletarios sientan en su piel esta ardiente necesidad del comunismo y vean la posibilidad de su realización práctica, entonces el sentimiento hipócrita y religioso de la indignación que hoy abandera la pequeña burguesía como resumen de su moral de tenderos, se verá sustituido por el sano sentimiento de odio mortal hacia la burguesía y sus lacayos, por la necesidad imperiosa de la violencia de clase contra sus defensores… Desaparecerá, en definitiva, la resignación y reaparecerá la esperanza en un futuro sin explotación.
¡Por la defensa intransigente de las condiciones de vida y lucha de la clase proletaria!
¡Contra la democracia, sistema de gobierno de la burguesía que apresa al proletariado en la paz social!
¡Contra cualquier cesión a la ideología burguesa!
¡Por la constitución del Partido Comunista Mundial!
¡Por el comunismo!
www.pcint.org
Valladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.
si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com