“Ahora, la no violencia ética, por razones ‘predictivas’ que la caracterizan (evocación aquí y ahora de la sociedad que será mañana), por su pretensión de anticipar en los métodos una de las reglas de la sociedad futura, debería conducir a una rotura drástica, neta, con cualquier orden constituido que exprimiese violencia, por lo tanto y ante todo, con aquel órgano que por definición ejercita la ‘violencia legítima’, y más aún la coerción legal, que es el Estado”.
¿ES POSIBLE la revolución permaneciendo acampados, en concentración o en asamblea, mientras la economía productiva se mantiene intacta y los trabajadores siguen sometidos a la esclavitud del salario, mientras la acumulación y el flujo de capital no se detiene?
El modelo de Egipto que algunos mitifican -la plaza Tahir llena- ha sido un gran recambio muy bien orquestado por las autoridades nortemaricanas y el capital egipcio. Los cientos de huelgas, paros, manifestaciones y movilizaciones que se estaban produciendo, en los meses antes, entre la clase trabajadora y las clases desfavorecidas, han sido prohibidos, tras “la victoria” de la Plaza Tahir. ¿y cuál es esta victoria? Que el ejército sigue detentanto el poder, que el trasvase de la dictadura formal a la democracia formal lo hacen ellos, manteniendo siempre el control en sus manos, que las calles están tranquilas otra vez, que las huelgas y manifestaciones se han declarado ilegales y la paz social reina. El capital se reproduce allí de nuevo a las milmaravillas.
¿ES POSIBLE una revolución haciendo “caso en todo momento y pacíficamente al policía” o denunciando la violencia y “al que la provoque, sea del bando que sea”? ¿Es posible una revolucíón ‘pacífica’?
Sin entender que el Estado tiene el monopolio de la violencia y que existe, exclusivamente, para defender el sistema de poder de la burguesía capitalista, el capital financiero e internacional, no se está entendiendo nada. La violencia que ejerce el oprimido contra el opresor no son comparables. La resistencia, el descontento y la indignación, el sabotaje o la manifestación ilegal, la huelga y la acción directa no son comparables ni equivalentes a la represión, el asesinato, la tortura, la cárcel, la guerra y el exilio. Romper la cadena en la fábrica no es lo mismo que permitir que las multinacionales envenen a nuestros hijos con productos cancerígenos para su beneficio. Concentrarse sin permiso no es lo mismo que apalear a los trabajadores que protestan; hacer la guerra social, no es lo mismo que exterminar a miles de seres humanos en las fronteras (asesinados en la verja), en las cárceles o en la guerra imperialista como vemos en Irak y en el Sáhara, en Palestina, el Congo, Afganistan o Yugoslavia...
¿ES POSIBLE cambiar algo sin destruir el actual orden económico completamente y el aparato estatal y represivo que lo sostiene, desde los partidos políticos, pasando por el sistema de la democracia burguesa, los empresarios, la propiedad privada, los sindicatos verticales, prensa y mass media, policía, ejército, la justicia, hasta nuestras propias convicciones sobre el ser humano y su lugar en la sociedad y en el mundo?
Mientras se pidan “reformas” de la ley electoral o se luche contra la corrupción, mientras no se entienda que el problema real reside en esta vida miserable -del trabajo explotador al paro-, en la destrucción del planeta y de la vida misma, en el dominio capitalista sobre todas las parcelas de nuestra vida; mientras no se entienda lo que hay de subversivo en el amor (y en en su hermano el odio) o en el rechazo de las obligaciones, los que ahora hablan de revolución tienen un cadáver en la boca.
En nuestras manos está que la “spanish revolution” no sea un eslogan, sino la traducción al inglés del principio de la revolución internacional. Porque España es un punto importante de una larga cadena, porque en Grecia y en Islandia están como nosotros, porque la revolución de Egipto será de verdad revolucíón el día en que la nuestra y la suya se unan para destruir el capitalismo en todos los países del mundo.
Autoorganización y acción directa.