No en vano la rabia social acumulada y desatada en forma de revuelta en un país o en un rincón del mundo se contagia vertiginosamente a otros países, como un efecto dominó o un reguero de pólvora. Abriendo así la posibilidad a que esta nueva oleada de luchas se extienda también a países sudamericanos como el ecuador, donde la contrarrevolución ciudadana o el capitalismo del siglo XXI todavía puede mantener embobada democráticamente a la mayoría de la población con bonos, cadenas sabatinas, debates de leyes, “consultas populares” y, en general, con asuntos puramente burgueses y secundarios -con los que se que entretienen las derechas y las izquierdas del capital- que desvían a propósito la atención de lo realmente importante: nuestras condiciones materiales de existencia, la crisis mundial, la lucha de clases… Pero, donde, a la vez, el desempleo, la informalidad, la precariedad, la pobreza, la depredación de la naturaleza, la cooptación y la represión de la protesta social, en pocas palabras, donde la explotación capitalista y la opresión estatal están a la orden del día y siguen haciendo de las suyas.
Es muy probable, por lo tanto, que los efectos de la crisis capitalista actual no tarden en hacerse sentir con fuerza en nuestros bolsillos y nuestras barrigas, cuando la misma crisis mundial obligue al gobierno del patrón-chapa Correa –mojigato enemigo de nuestra clase- a imponer medidas de austeridad y, en respuesta, lxs proletarixs tengamos que lanzarnos a las calles (tal como nuestrxs hermanxs proletarixs en medio oriente y grecia) a luchar contra la carencia, el hambre y la miseria causadas únicamente por esta maldita dictadura democrática de la economía. A luchar, en el fondo, por tratar de emancipar nuestras vidas de las garras del trabajo, la rutina, la propiedad privada, el dinero, el Estado, la policía, la patria, las instituciones, las ideologías, los jefes, la competencia, el individualismo; y, al calor de la misma lucha cara a cara entre hermanxs de clase, tratar de dejar de ser mercancías y de reconstruir nuestra auténtica comunidad humana mundial en contra del capital, para vivir una vida que merezca ser vivida. Esto ya no es una utopía; nunca lo ha sido. Es una posibilidad desde que existe el mismo capitalismo, y que ahora se vuelve a abrir camino gracias al nuevo ciclo de luchas proletarias mundial que nuevamente está poniendo en tela de juicio el orden social burgués.
Si la revuelta proletaria llega a estallar por estos lares, es muy probable entonces que todo el dominio burgués-estatal, aparentemente tan sólido e indestructible, comience a cuestionarse y transgredirse en las calles. Que toda forma de cárcel estatal y social comience a desmoronarse. Y es que cuanto más alto el vuelo de estos gobiernos capitalistas, populistas y represivos del “socialismo del siglo XXI” tanto más dura su caída. Las últimas protestas de lxs proletarixs en bolivia contra las medidas económicas gubernamentales dan claras señales de esto… Y en el centro de este posible escenario: las necesidades humanas reales, la vida misma puesta en antagonismo contra el capital y el Estado.
Los burgueses y políticos de estos y de todos los países, aunque lo disimulen o lo oculten bien, ya están rechinando sus dientes de miedo frente al fantasma del proletariado en lucha, al fantasma del comunismo. De hecho, las contagiosas luchas que está librando nuestra clase en distintas partes son la muestra más fehaciente de que el mundo capitalista entero se encuentra hoy por hoy sumido en una irreversible catástrofe de largo plazo. Que el capitalismo ya no puede proporcionar una solución de fondo y duradera a sus contradicciones. Que el capitalismo se ha vuelto absolutamente incompatible con todas las formas de vida que existen en el planeta, pues las enferma y extermina a todas ellas (provocando así las llamadas “catástrofes naturales”). Que lo único que este sistema puede ofrecernos es miseria, barbarie, devastación y muerte: las tragedias en libia y japón no son sino ejemplos de esta catástrofe capitalista.
Sin embargo, la actual crisis mundial no significa el fin del capitalismo, ya que éste se alimenta de sus crisis para renovarse y mantener su “natural” funcionamiento en base a la explotación y dominación sobre nuestra clase. Por eso, no nos creeremos por completo la crisis del capital sino hasta que los burgueses y sus lacayos comiencen a suicidarse en masa, y hasta que lxs proletarixs comencemos a comprender en la misma lucha que la única solución radical y total a la crisis del capitalismo es la revolución social, la destrucción insurreccional de este sistema que nos destruye a diario y la construcción de una sociedad sin explotadores ni explotadxs, sin opresores ni oprimidxs: el comunismo, la anarquía...
A pesar de los limites y obstáculos de las revueltas proletarias en curso (falta de constitución del proletariado en sujeto revolucionario con programa y fuerza propios, ilusiones democráticas y nacionalistas, falta de coordinación internacional de estas revueltas, sanguinaria represión –que ha dejado miles de muertos- o, en su defecto, “reformas democráticas” hechas por el Estado, etc.), no cabe duda de que en todo el mundo el león proletario ya no es un gigante dormido. Se está despertando. Está reemergiendo. Está resistiendo. Está contraatacando. Y apenas está iniciando…
Como ya lo dijimos, es muy probable que este reguero de pólvora se extienda y llegue a esta región del planeta. Aun así, nada ni nadie lo garantizan. Es una posibilidad que, para que se concrete, depende de nosotrxs mismxs, lxs que no tenemos nada que perder, lxs proletarixs. Al luchar por satisfacer nuestras necesidades vitales, lo que hagamos o dejemos de hacer autónomamente como clase contra el sistema capitalista es determinante para que ello suceda. Y, precisamente, a eso estamos llamando. Nada ni nadie garantizan una victoria tampoco. No hay que hacerse ilusiones. Lo cierto es que “si luchamos podemos perder, pero si no luchamos estamos perdidos”.
¡Alerta, proletarixs de aquí y de todas partes! ¡La solidaridad internacionalista de clase también es nuestra arma! ¡Empuñémosla contra nuestros enemigos! Difundamos estas luchas proletarias internacionales, saquemos lecciones de ellas y multipliquémoslas. ¡Luchemos contra “nuestra” “propia” burguesía y “nuestro” “propio” Estado!, pues el enemigo y la lucha de nuestra clase son los mismos en todo lado. Agitemos, organicémonos, resistamos, luchemos con los medios que estén a nuestro alcance para que el incendio de estas revueltas contra el capital se extienda, llegue aquí y a otros sitios, continúe y se radicalice, hasta convertirse en guerra de clases mundial y en revolución comunista mundial.
¡Al capitalismo no se lo reforma ni se lo cura, se lo destruye!
¿La única solución? ¡El Comunismo y la Anarquía!
¡Contra la dictadura democrática de la economía,
impongamos la dictadura de nuestras necesidades humanas!
¡Nuestra clase proletaria no tiene patrias!
¡Solidaricémonos con las luchas proletarias en otros países
luchando contra “nuestra” “propia” burguesía y
“nuestro” “propio” Estado!
¡Por la Guerra de Clases Mundial!
¡Abajo todos los Estados y todas las fronteras!
¡A luchar por la Revolución Proletaria Mundial!
quito-ecuador, marzo 2011