Mostrando entradas con la etiqueta toque de queda. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta toque de queda. Mostrar todas las entradas

 

Francia

¡No al toque de queda! ¡No a la vuelta al "estado de emergencia sanitaria"!


 

El 14 de octubre, el gobierno anunció, por boca de Macron, que había decidido someter a casi 20 millones de habitantes de las ciudades más grandes del país a un toque de queda de 9 p.m. a 6 a.m. durante varias semanas, prohibir las reuniones familiares de varias personas, etc., y restablecer el "estado de emergencia sanitaria" que se había levantado parcialmente hace unos meses. Macron dijo que confiaba en la "responsabilidad" de la población, pero en realidad, estas medidas no son más que controles policiales y medidas represivas que tendrán la tarea de asegurar que los habitantes de París, Grenoble, Lyon, Lille, Marsella, Montpellier, Rouen, Saint Etienne y Toulouse respeten el toque de queda que el Estado les impone. Para ello, se movilizarán 12.000 policías y en caso de incumplimiento reiterado del toque de queda, se impondrá una multa de 3.750 euros y una pena de 6 meses de prisión.

Macron justificó la introducción del toque de queda diciendo que "Nuestro personal médico y paramédico está muy cansado (...). No tenemos más camas libres".

Pero en los últimos meses, cuando se liberaron miles de millones de euros para acudir en ayuda de los capitalistas, el hospital y las instalaciones sanitarias en general, socavados por años y años de "reestructuración" para reducir costes, lo que dio lugar a importantes reducciones en el número de camas, fueron sólo el pariente pobre del plan de recuperación; las miles de camas adicionales anunciadas en mayo no se han visto todavía y no se ha producido el reclutamiento necesario. Es el propio gobierno, obediente a las leyes del capital, el responsable de la "fatiga" (en realidad, de la explotación) del personal a todos los niveles y de la insuficiencia de los medios disponibles para hacer frente a la crisis de la epidemia. Para el capitalismo, los gastos de salud representan una carga intolerable cuando se trata de personas que no pueden ser explotadas en el trabajo (enfermos, ancianos, etc.), y un costo que debe reducirse lo máximo posible para los demás; por esta razón hemos sido testigos de la misma situación en todos los países: las mismas masacres en las residencias de ancianos, las mismas carencias trágicas en los hospitales. ¡La salud del proletariado es incompatible con la salud del capitalismo!

La decisión del Gobierno se presentó como necesaria para detener la reanudación de la epidemia, lo que se observa no sólo por el aumento del número de personas que dan positivo al virus (muchas de las cuales son asintomáticas), sino también por el aumento del número de personas admitidas en los hospitales y el número de muertes. Será necesario evitar el contagio en el ámbito "privado" y familiar, ya que éste sería uno de los lugares más expuestos al contagio.

Sin embargo, esto no es lo que indican las propias estadísticas oficiales; según los últimos datos publicados por "Santé publique France" (1), el mayor número de "clusters" (brotes epidémicos) identificados se encuentra en los lugares de trabajo (21%); luego en las escuelas (principalmente universidades) (18,6%), en las residencias de ancianos (15,6%), en los centros de atención de salud (13,4%), durante "eventos públicos o privados que reúnen a gente" (8%); las reuniones de la familia extendida representarían sólo el 4,7% de los grupos. ¡Si va a haber un toque de queda, debería afectar primero a las empresas y a las escuelas! Pero como el daño causado por la crisis a la actividad económica debe ser minimizado, la salud de los trabajadores y sus familias se sacrifica a la salud de las empresas de los sectores más importantes para el capitalismo.



LA DEMOCRACIA SE QUITA LA MÁSCARA ESTABLECIENDO UN ESTADO DE EMERGENCIA PERMANENTE...

Este toque de queda, de dudosa eficacia sanitaria, sólo podría ser un primer paso, según declaraciones oficiales, ya que Macron dijo que la situación actual podría durar "al menos hasta el verano de 2021". Sobre todo, va acompañado de un retorno al "estado de emergencia", que permite al ejecutivo tomar todas las medidas que considere necesarias para limitar las libertades individuales (prohibición de manifestaciones, orden de confinamiento doméstico, etc.), para regular los desplazamientos, ordenar requisas, etc., y para gobernar mediante decretos. Este estado de emergencia, por lo tanto, de "asistencia sanitaria" sólo tiene el nombre; al otorgar plenos poderes al gobierno, entre otras cosas para contrarrestar las luchas o para permitir que los empresarios se preocupen por el código laboral, muestra su naturaleza esencialmente antiproletaria. La crisis económica, de la que sólo se sienten los primeros efectos desastrosos para el proletariado, provocará inevitablemente reacciones de cólera y de lucha y no son las escasas migajas añadidas por el Presidente del Consejo (ayuda excepcional de 150 euros para los jóvenes) las que cambiarán nada. El gobierno es plenamente consciente de ello; de hecho, en el último período, ha tenido que hacer frente a movimientos sociales de gran envergadura, y ahora está viendo las primeras reacciones sociales y diversas manifestaciones. Se está preparando para reforzar el control social una vez más con estos primeros toques de queda y para restaurar el estado de emergencia. Los demócratas están indignados de que este "estado de emergencia permanente" "socave o incluso ponga en peligro la democracia y altere el estado de derecho" (2). Pero la democracia no corre ningún peligro: se quita la máscara mostrándose como lo que realmente es: al servicio exclusivo del orden capitalista. En cuanto al "estado de derecho", sirve fundamentalmente al derecho de los capitalistas de llevar sus asuntos sin obstáculos. ¡Son las ilusiones sobre la democracia - y los demócratas - las que se sacuden con esta manifestación!



¡NO A LA UNIÓN NACIONAL!

Los proletarios no pueden quejarse de la llamada violación de la democracia en la que el enemigo aparece cara a cara, sino que deben verla como una señal de los enfrentamientos que se avecinan.

Deben oponerse a los sacrificios que se les exigen con el pretexto de la crisis sanitaria; deben negar toda confianza en el gobierno y el estado burgués para defenderlos, contra la epidemia o cualquier otra amenaza. Los llamamientos a la "unión nacional" lanzados por la burguesía, tanto contra el virus como contra el terrorismo islamista, tienen siempre como objetivo paralizarlos y hacerles renunciar a la lucha por la defensa de sus condiciones de vida, de salud y de trabajo. Es por eso que estas apelaciones deben ser rechazadas sin vacilación.

Pero los proletarios también deben prestar atención a las grandes organizaciones sindicales que, unidas, enviaron una carta al Primer Ministro el 14 de octubre pidiendo la apertura de un diálogo social: nada bueno puede salir del diálogo social para los proletarios porque estas organizaciones son partidarias incorregibles de la colaboración de clase y cualquier diálogo que busquen va en esta dirección. Los hechos han demostrado innumerables veces que estas organizaciones están siempre dispuestas a traicionar los intereses de los trabajadores para mantener el orden burgués y la vitalidad del capitalismo.

Sólo una lucha de clase abierta, que rompa con los métodos y objetivos de la colaboración de clase, independiente de toda influencia burguesa y del respeto a los intereses capitalistas locales o nacionales, puede permitir al proletariado defenderse, saliendo de la parálisis en la que se ha visto inmerso por la acción combinada de la burguesía y de todos sus servidores.

Los ataques de los amos y su estado se intensificarán inevitablemente en el próximo período; la respuesta necesaria sólo será efectiva si toma este camino.


Partido Comunista Internacional (El Proletario)

18 de octubre de 2020

www.pcint.org


NOTAS:

(1) https://www.santepubliquefrance.fr/dossiers/coronavirus-covid-19 (Publicación del 17/10)

2) Comunicado de prensa de la "Ligue des droits de l'homme", 16/10/2020

 



 

 

Se prohíbe todo salvo ir a trabajar.

Más allá de distopías orwellianas: ¡La economía capitalista!



Desde que la pandemia fue “declarada”, en marzo de este año, entre el gobierno central y los diferentes gobiernos autonómicos (es decir, entre el nivel general y el local del Estado) se han tomado las siguientes medidas:

-Un Estado de Alarma, que implicó la absoluta prohibición de abandonar el domicilio, excepto para cubrir las necesidades más perentorias.

-Un Estado de Alarma “suavizado”, en el que se restringió el movimiento de la población a unas pocas horas diarias.

-Un Estado de “nueva normalidad” (decimos estado porque fue legislado como tal), que potestaba a las autoridades para tomar las medidas restrictivas que considerasen oportunas, y cuando lo considerasen conveniente.

-Confinamientos selectivos de pueblos y barrios, casi permanentes como en Íscar y Pedrajas (el confinamiento más largo) o temporales, con Madrid como ejemplo más lacerante: se llegó al despropósito de “sellar” los barrios proletarios de la ciudad dejando libertad de circulación a los habitantes de los barrios burgueses.

-Un “toque de queda”, es decir, la prohibición de circular por la noche a partir de las 22 horas (en Castilla y León) o las 24:00 horas en diferentes ciudades y regiones del país (Madrid, Valencia...). [Finalmente hasta las 23:00 con el nuevo estado de alarma, dejando una hora de margen a las comunidades que quieran adelantarlo a las 22h].

- Y de acuerdo a la prensa, otro Estado de Alarma con nuevas medidas restrictivas que el consejo de ministros aprobó el domingo 25 de octubre.


En todas estas situaciones, tomadas como decimos por uno u otro de los niveles estatales, hay dos constantes: prohibición de reuniones y limitación de la circulación. Y, para garantizarlo, el despliegue masivo de policía, Guardia Civil, ejército y reaccionarios de balcón varios. Es decir, estamos ante medidas que implican un incremento del poder del Estado para controlar la vida diaria de las personas, para prohibir discrecionalmente derechos fundamentales que hasta ahora parecían intocables.

Desde el Estado se afirma que son medidas inevitables para salvar la situación de crisis sanitaria que se vive en todo el país, que son las únicas posibles, que el propio ordenamiento jurídico del país fuerza a ellas, si se quiere evitar la extensión de los contagios.

Pero, seis meses después del inicio declarado de la circulación del virus por España, ¿qué tenemos?

  • Miles de contagios diarios, centenares de muertos en los hospitales y residencias de ancianos.

  • El colapso total de la atención primaria, con graves problemas de personal, cansancio y ultraexplotación.

  • Un sistema sanitario que se ha derrumbado como un castillo de naipes, miles de muertes asociadas a otras patologías diferentes del virus pero que se producen por la falta de medios médicos que venía de lejos y se ha agudizado con la pandemia.

    Todo esto, después de haber pasado casi tres meses, en los que el Estado se ha empleado a fondo para impedir la movilidad: que ni siquiera los niños pudiesen salir a la calle. Esta semana que entra, más de mil personas morirán mientras el Estado afirma que está haciendo todo lo necesario.

¿Cuál es el problema? Básicamente que el Estado no está tomando ninguna medida sanitaria. Todos sus esfuerzos van dirigidos hacia la imposición de un sistema represivo reforzado por todas las prerrogativas legales que tiene en su mano (y las que no, se las inventa, visto que muchos juristas comienzan a hablar de extralimitación en la “libertad” con que los gobiernos autonómicos están tomando para imponer cierres perimetrales, toques de queda, etc.).


En la sociedad capitalista, la mayor parte del tiempo se dedica o bien al trabajo o bien a la educación para el trabajo. La mayor parte de la población, el proletariado, sacrifica casi toda su vida a la producción de mercancías. Parece razonable pensar que es en esta actividad que consume casi todas las fuerzas sociales donde deberían imponerse medidas sanitarias para impedir la propagación del virus. Y, sin embargo, es precisamente aquí, en los centros de trabajo, en las fábricas, en las oficinas, en los colegios e institutos, donde no se ha tomado absolutamente ninguna medida.


El gobierno central y sus secuaces autonómicos mienten: no ha habido confinamiento domiciliario, ir al trabajo era obligatorio si no se estaba despedido o en ERTE; no ha habido confinamiento perimetral, las salidas laborales eran prácticamente las únicas permitidas; no hay toque de queda, todos los trabajos nocturnos siguen siendo obligatorios; no hay medidas de distanciamiento social o higiene personal, en ninguna empresa ningún empresario está en condiciones de respetarlas sin que esto afecte a la producción.


A la población, mejor dicho, a la clase social que constituye la inmensa mayoría de la población, el proletariado, se le han impuesto una serie de medidas coercitivas para disciplinarle, para hacer caer sobre él el peso de la crisis económica y social creada por la pandemia. Ninguna medida de las tomadas ha tenido otro objetivo que el de controlar a esta parte de la población que se ve afectada por el desempleo, la miseria y el hambre que el colapso de las economías ha traído. Este es el verdadero secreto de la crisis del coronavirus.

Hay quienes, no se sabe si desde la candidez más absoluta, afirman que el Estado podría tomar medidas para atajar la pandemia: rastreadores, cuarentenas, etc. Por supuesto que todo esto se podría hacer, claro. Pero basta con observar un momento las consecuencias para saber por qué nunca se hará. Según las estimaciones que da el Ministerio de Sanidad, entre uno y tres millones de personas se han contagiado en España a día de hoy. Aceptemos, siguiendo a este mismo Ministerio, que el “confinamiento” de marzo-junio fue eficaz y que el grueso de los contagios se ha producido después. Pongamos ahora que por cada contagiado, contamos cuatro contactos (una cifra baja) a los que habría que rastrear y poner en cuarentena. Pues bien, tendríamos que aproximadamente doce millones de personas habrían estado inmovilizadas a lo largo de los últimos meses. Es el equivalente a tres cuartas partes de la fuerza laboral española. El coste en horas de trabajo habría echado a pique la economía. Por eso, ni el gobierno central ni el autonómico, ni el PP, ni el PSOE, ni Podemos, ni el PNV ni ningún representante de la burguesía va a tomar medidas sanitarias para controlar la pandemia. Porque el precio a pagar por hacerlo es demasiado alto. El coste de la sanidad pública no es nada comparado con el coste de restringir la producción a los niveles que exigiría la contención de la pandemia.


El Estado es la máquina en manos de la clase burguesa que esta utiliza para imponer su control sobre el proletariado y otras clases subalternas. El Estado se comporta como lo que es, el instrumento de su amo. No tiene funciones sanitarias, en la medida en que su principal objetivo es garantizar que la clase burguesa siga disfrutando de su posición predominante y de sus privilegios y toda medida sanitaria entra en contradicción con este objetivo. Por lo tanto, lo único que puede hacer es tomar medidas represivas durísimas que tienen una doble función: por un lado, es cierto, moderan algo (muy poco como hemos visto) el ritmo de los contagios (decimos moderan el ritmo, no eliminan, es decir se asume que la mayor parte de la población se va a contagiar antes o después) y esto permite ir tirando con una sanidad prácticamente destruida. Por otro lado, imponen una situación de absoluto control de la población, especialmente de la población proletaria, que permite que las medidas económicas que se van tomando en favor del capital y contra los trabajadores, sean aceptadas sin que la tensión social se desborde de inmediato.


El gran miedo de la burguesía, su desvelo de cada noche, no es la pandemia ni la crisis económica que esta ha traído. Es la clase proletaria, que va a pagar con su vida sus consecuencias, pero que (esto lo sabe bien la burguesía) tiene la fuerza suficiente como para barrer el sistema capitalista de la faz de la tierra. Es por esto que en vez de médicos, hemos visto al ejército. En vez de hospitales, se han reabierto los CIEs. Y así un largo etcétera. Hasta ahora el gobierno de PSOE y Podemos han gestionado bien la situación (con el apoyo inestimable de toda la izquierda parlamentaria, incluyendo a Bildu que, quién le ha visto y quién le ve, apoya el despliegue del ejército en Euskadi con el Estado de Alarma). Han desplegado toda la retórica izquierdista posible, han movilizado a todos sus secuaces políticos y sindicales, y con ello han logrado imponer todas las medidas anti proletarias que la burguesía ha necesitado. ¿Las empresas se paralizan? ERTEs, y los proletarios pagan con el 25% de su salario el mantenimiento de estas. ¿Despidos sin parar? Ingreso Mínimo Vital como propaganda, que además se paraliza, y todos los sindicatos aplaudiendo al gobierno progresista. Y suma, y sigue.

La clase proletaria ha permanecido paralizada porque el gobierno progresista ha sabido canalizar la tensión hacia los gobiernos autonómicos, en manos del PP o de otras formaciones, ha agitado el coco del fascismo dándole una cancha a Vox que de ninguna otra manera hubiera soñado con tener. Ahí están, como espantajo, los cuatro fascistas descerebrados que protestan bajo el grito de “libertad”, para que la masa de la población piense que lo correcto es aceptar las medidas restrictivas de este gobierno que “vela por nosotros”. Muchos proletarios siguen confiado en un gobierno que les lleva, como hizo el del PP hace diez años, a la miseria.


Pero esta situación no puede mantenerse. Mientras las colas del paro aumentan, las familias acuden a Cáritas a pedir comida, las empresas despiden con ERTEs casi permanentes... los proletarios no podrán estar eternamente callados. Ahora, se implanta el toque de queda y un nuevo estado de alarma: Todo queda prohibido, salvo trabajar. Reuniones prohibidas, movimientos limitados, restricciones y multas… ¿Cuánto más debemos esperar?



 


[Recibimos y publicamos]


Comunicado de prensa de Lucha Internacionalista

Ante la prohibición de concentración del 1 de mayo en Pça Sant Jaume


Ayer 29 de abril por la tarde hicimos una rueda de prensa para presentar la convocatoria de una concentración de 50 personas en la Plaza Sant Jaume el primero de mayo junto con la Intersindical Alternativa de Catalunya (IAC), que como nosotros había presentado comunicación a la Delegación del Gobierno en Cataluña, y con una decena más de organizaciones que ya se habían adherido. Pasadas las diez de la noche recibíamos la notificación del Ministerio de Interior firmada por Fernando Grande-Marlaska que resuelve prohibir la concentración comunicada.
El argumento del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña para prohibirnos la convocatoria del pasado 24 de abril contra los presupuestos de la Generalidad de Cataluña fue la recentralización y que las competencias no correspondían a los Mossos sino al Ministerio del Interior. Ahora, el hilo argumental de la prohibición es que “aun cuando el derecho de reunión no se encuentra suspendido, la grave situación de crisis sanitaria actual, que ha obligado al dictado de normas restrictivas para el control de la epidemia, impide permitir la celebración de la manifestación, sin que existan medios que puedan garantizar que no se van a producir nuevos contagios.” Y continúa “la celebración de concentraciones en vías o espacios públicos como la convocada, sean estáticas o dinámicas y con independencia de las medidas de seguridad que pudieran adoptar los convocantes, además de lo indicado, no son compatibles con el “Plan para la transición hacia una nueva normalidad” aprobado por el Consejo de Ministros en su reunión del día 28 de abril de 2020.”
Que se argumente que no se pueden tomar medidas para evitar el contagio en un colectivo perfectamente identificado de 50 personas en una plaza que tiene 2900m cuadrados y una capacidad para más de 10.000 personas, es insultante, cuando bajo el estado de alarma se envía cada día sólo en Cataluña a un millón de trabajadores y trabajadoras de sectores no esenciales al trabajo sin las garantías de seguridad adecuadas. En cualquier transporte público, empresa o supermercado con un recinto cerrado, hay más riesgo de contagio que en la concentración tal como estaba planteada.
Uno de los argumentos que aporta la resolución es el informe desfavorable de la Guardia Urbana del Ayuntamiento de Barcelona en el que se dice que "resulta incompatible (la celebración de la concentración comunicada) con las restricciones que impone el Real Decreto del estado de alarma" al considerar "que el riesgo de contagio es elevado". Pero este riesgo de contagio elevado no fue obstáculo para que la alcaldesa Ada Colau, el pasado 25 de abril, acompañada por las concejalas Janet Sanz y Rosa Alarcón, hicieran una rueda de prensa con periodistas en el centro de la
Plaça Universitat, sin mascarillas ni guantes.
A partir del 2 de mayo, además de la gente obligada a ir a trabajar, o yendo a comprar, podremos encontrar por las calles a gente paseando y haciendo deporte. Pero nos prohíben, a un número concreto de personas con distancia de seguridad y protección, salir a reivindicar los derechos de los trabajadores el 1 de mayo.

Porque la realidad es que, aunque afirman una y otra vez que el derecho de reunión y manifestación no está prohibido, todas las manifestaciones o concentraciones que se han pedido han sido prohibidas: en Galicia a la CUT, en Madrid a la Plataforma 25S y la del AST y diversos colectivos de trabajadores/as y sindicatos, en Cádiz al SAT, en Navarra a Lab, Esk, Cgt, Steilas, Solidario. Unas con concentración de pocas personas, otras con marchas lentas de vehículos ... es igual, todas prohibidas. Es una evidencia que, digan lo que digan, han prohibido y nos están negado un derecho
fundamental como el de reunión y manifestación cuando lo necesitamos y necesitaremos más que nunca. Un estado de excepción encubierto. 
El Gobierno "progresista" español, quiere compensar a golpe de represión lo que no ha sido capaz de resolver desde el ámbito sanitario público desmantelado a base de recortes y privatizaciones. El estado español tiene el número de muertes más alto del mundo por COVID19 en proporción a su población. También tenemos el índice más alto de sanciones con casi 800.000 mil denuncias y más de 7.000 detenciones. Y cuando esto es tan evidente, sólo les queda evitar la protesta. En contraste, el Tribunal Constitucional de Alemania aseguraba hace unos días que el derecho a manifestación
debe estar intacto a pesar del confinamiento, siempre que se cumplan las normas sanitarias.
Estamos a la espera de la respuesta que resolución que pueda llegar del TSJC ante el recurso presentado por la IAC y estamos valorando recurso al Tribunal Constitucional. Pero ya conocemos la orientación que tiene el aparato judicial del estado en relación al derecho a manifestación.
Por ello, desde Lucha Internacionalista llamamos a todas las organizaciones a las que se nos ha prohibido el derecho a concentración y manifestación a impulsar una campaña conjunta en todo el estado contra la represión y en defensa de los derechos y libertades. Ahora más que nunca, hay que recuperar las calles!!

Barcelona, 30 de abril de 2020
Lucha Internacionalista
___________________

Sobre la prohibición a la CUT de concentrarse en Galicia:
https://esculca.gal/apesar-da-opinion-contraria-da-fiscalia-o-tsxg-confirma-a-prohibicion-da-manifestacion-da-cut-o-1o-de-maio/

La Intersindical de Aragón comunica una manifestación / caravana de vehículos:
https://intersindicalaragon.org/2020/04/14/intersindical-de-aragon-co-bas-1o-de-mayo-de-2020-llamamiento-a-la-unidad/




Valladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.

si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com















ARCHIVO

Traduce-Translate-Μετάφραση

Contrainformacion internacional

Anticarcelario / contra la sociedad cárcel

"Las prisiones son una parte más de la esencia represiva de todo Estado, no hay que olvidar la parte que nos toca a lxs que aún seguimos en la calle.

No podemos ver las cárceles como algo ajeno a nuestras vidas, cuando desde temprana edad hemos sido condicionadxs a no romper las normas, a seguir una normalidad impuesta; el castigo siempre está presente para lxs que no quieren pasar por el aro.

En el trabajo, en la escuela... domesticando y creando piezas para la gran máquina, piezas que no se atrevan a cuestionar o que no tengan tiempo para hacerlo.

Hemos sido obligadxs a crecer en un medio hostil donde es dificíl desarrollar nuestros propios deseos.

La rebeldía brota de algunxs, otrxs simplemente se acomodan en la mierda, tapando sus frustraciones con lo que le dan quienes antes les despojaron de todo. O viendo sus problemas como algo aislado, único y personal.

Para lxs que no tragan o no se adaptan al gran engaño ahí tienen sus cárceles, reformatorios, psiquiatrícos ... creados por los que no quieren ver peligrar las bases de su falsa paz.

No podemos ignorar la lucha de lxs compañerxs presxs.

Su lucha es nuestra lucha."