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A 500 AÑOS de LA GUERRA DE LAS COMUNIDADES


 

“Acaso no haya país alguno salvo Turquía que sea tan poco conocido y tan mal juzgado por Europa como España. Los numerosos pronunciamientos locales y rebeliones militares han acostumbrado a Europa a considerar a España como un país colocado en la situación de la Roma imperial en la era de los pretorianos. Es éste un error tan superficial como el que cometieron en el caso de Turquía quienes creyeron que la vida de la nación se había extinguido por el hecho de que su historia oficial del último siglo no consistiera más que en revoluciones palaciegas y en émeutes de los jenízaros. La explicación de esta falacia reside en que los historiadores, en vez de descubrir los recursos y la fuerza de esos países en su organización provincial y local, se han limitado a tomar sus materiales de los almanaques de la corte. Los movimientos de aquello que solemos llamar Estado han afectado tan escasamente al pueblo español que éste se ha desentendido gustosamente de este estanco dominio de alternas pasiones y mezquinas intrigas de los guapos de la corte, de los militares, de los aventureros y del puñado de sedicentes estadistas  y no ha tenido razones importantes para arrepentirse de su indiferencia”.
[K, Marx, RE, 26-27].


Atendiendo a la cuestión de la “revolución burguesa”, al hablar de las insurrecciones múltiples del siglo XIX en España, Marx apunta claramente como: “no ha habido en España hasta el presente siglo revoluciones serias, exceptuando la guerra de la Junta Santa en tiempos de Carlos I, o Carlos V, como lo llaman los alemanes”, es decir, la Revuelta de las Comunidades. Marx, como no podía ser de otro modo, la define en dos líneas: “en el fondo se trataba de la defensa de las libertades de la España medieval contra los abusos del absolutismo moderno”. Así, el absolutismo venció y la burguesía languideció poco a poco, apartada del poder hasta el siglo XIX. Carlos V procedió simultáneamente contra los dos pilares de la libertad [medieval] española, las Cortes (que ya desde los Reyes Católicos solo se reunían de modo testimonial) y los ayuntamientos (pierden poder e independencia y serán elegidos por el monarca). Con esto, la burguesía castellana y levantina (la poca que había) perdió los espacios de poder que había ido conquistando en el entramado urbano medieval del desarrollo precapitalista. Pero lo cierto es que esta pérdida de poder de la burguesía (y las oligarquías urbanas) ya se había iniciado con Isabel I y Fernando el Católico (esto es, la libertad medieval ya languidecía en el siglo XV-XVI, se lucha por lo último que quedaba… pero la verdadera libertad “urbana” (la base de las “comunidades”) se había esfumado a raíz de la guerra por el trono de finales del siglo XIV y los progroms contra los judíos que la continuaron y dieron paso a la época de la “limpieza de sangre”. Marx afirma que el autogobierno municipal de aquella época es equivalente al de Italia, Provenza o la Galia del Norte, pero en cuanto a las Cortes “ni los Estados generales franceses ni el Parlamento medieval británico pueden compararse con la Cortes españolas” (…). Y esto es así porque “en la formación del reino de España se dieron circunstancias especialmente favorables para la limitación del poder real” (RE, 79-80).

Estas líneas sobre Marx nos sirven para situar brevemente las Comunidades en la historia de la revolución burguesa derrotada, una última revolución medieval (por las libertades medievales) y al mismo tiempo una primera revolución moderna (burguesa aún). El preproletariado estaba naciendo desde hacia dos siglos... desplazado a las ciudades, pero estaba ausente. Habrá que esperar al siglo XIX para que en Castilla surja una organización proletaria, en torno a la Primera Internacional.


 

 

 

ALGUNAS CUESTIONES que aprendemos de la historia:

Sin entrar a valorar aquí completamente una cuestión tan amplia y compleja como es la guerra / revuelta / revolución de las comunidades (1520-1522), sí debemos hacer notar, al menos, una serie de hechos:

- El enfrentamiento, con la derrota de "las comunidades", supuso el espaldarazo definitivo a la monarquía absoluta del rey/emperador (por encima del reino), por la derrota de los dos "poderes" que se le enfrentaron: las cortes y (algunas) ciudades.
- Si existe una "monarquía asiática" en el Estado español es muy probable que se consolide desde este momento (y no antes, pues la monarquía castellana hasta entonces había tenido un cierto contrapeso en los concejos y las cortes). No se debe idealizar ninguno de estos organismos políticos de los que se había dotado el reino pero sí deben ser entendidos como parte de esa vitalidad local que caracteriza la península ibérica. Las cortes habían sido ya "recortadas" sucesivamente y eran muchas veces mero asentimiento a las peticiones del rey, sobre todo en el periodo de los Reyes Católicos (que apenas las convocaron).
- Durante la guerra, la Junta (como representación de las Cortes) gobernó e intentó imponer una especie de "monarquía constitucional" al rey Carlos I. De ahí las apelaciones a la Reina Juana. Su derrota supone el fin de su influencia política, a partir de este momento, la corte será testimonial hasta 1808.
- La aristocracia, que se mantuvo al margen al principio (cuando solo era una cuestión política), al avanzar la guerra (y tejerse las cuestiones políticas sociales y de la tierra en unas reivindicaciones populares y antiaristocráticas), se posicionó por el emperador con dos fines: uno, conservar (y acrecentar) sus señoríos y derechos; dos, conseguir una influencia poítica en el reino. Esto último, salvo casos aislados, no lo van a conseguir. Pero lo primero sí, y mantendrán dichos términos en su poder, desde este momento hasta la revolución liberal del siglo XIX. Parte de esa aristocracia será entonces integrada en la nueva clase burguesa dominante (rentistas, terratenientes).
 

La revuelta de las Comunidades (revuelta social y guerra civil política, intento revolucionario fracasado y derrota de las fuerzas sociales que lo impulsaban) supone el fin del ascenso pre capitalista "propio" en Castilla (realmente, el impulso , que nace en el siglo XIII llegará aún hasta 1580 más o menos, pero estaba ya seriamente tocado y fue entrando en una decadencia prolongada). 

Aunque parezca un contrasentido: la guerra se libraba entre dos frentes, el imperio o los reinos, la economía internacional capitalista o la economía local... Ganó el capital internacional que luchó por el emperador (burgueses de Burgos, Sevilla y las Indias, Flandes y la industria textil, Génova y los banqueros alemanes): todo esto impuso ya desde este momento la tarea subsidiaria de Castilla: país exportador de materias primas (lana, harina, hierro) hacia los centros industriales del norte. La idea de los castellanos como poco industriosos no es más que otro tópico idealista que queda así explicado en el contexto internacional de nacimiento del capitalismo. Hasta el siglo XVIII, el regimen señorial (y aristocrático) que se impone en la guerra de las comunidades no sufrirá ningún tipo de cambio o desestabilización interna. Los conflictos externos van a marcar la atención y a la vez van a ser la salida para todos los problemas: América y su oro, sus tierras, los desterrados y exiliados, etc.


Nuestro planteamiento es INTERNACIONALISTA siempre. Pero más allá, quedan interpretaciones y posicionamientos (v. conversación sobre las comunidades) y una discusión que debe servir a la PRÁCTICA DIARIA, COTIDIANA Y ACTUAL por la revolución social.

La historia de las Comunidades es la historia de una derrota, la primera probablemente de ese fantasma que desde entonces ha ido poco a poco creciendo, consciente e incoscientemente, hasta recorrer ya todo el mundo. Al grito de "comunidad, comunidad", los explotados de entonces sostuvieron los concejos y cuadrillas en los barrios hasta que la derrota de Villalar dio el pistoletazo de salida para la REPRESIÓN. Casi un siglo después, D. Quijote le decía a Sancho (en 1615) que anduviera con cuidado en el gobierno de su Ínsula porque si no "te han de quitar el gobierno tus vasallos o ha de haber entre ellos comunidades". PUES ESO. Todavía hoy este grito resuena en los oídos de los poderosos como una espuela que les aguza... no hay más que ver como han corrido a nombrar "presidente honorífico" de los fastos y nefastos de este Vº Centenario a rey Felipe. El estado español, que perdió una a una sus colonias en cada ciclo de desarrollo del imperialismo moderno, acabará sepultado por la rueda de la historia como todas las demás naciones burguesas, con sus propias historias de explotación y masacre.

 

La historia de las Comunidades -a pesar de tergiversaciones varias- viene hoy de nuevo a confirmar la verdad inscrita en el Manifiesto

"Toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases".

 

DE LA CASTILLA COMUNERA ...

                                            ... A LA CASTILLA COMUNISTA,

de la revolución en un simple barrio, pueblo o territorio, 

                                                                       A LA REVOLUCIÓN INTERNACIONAL.

 




 “Los comunistas lo han soñado (en sus pesadillas)… Syriza lo ha hecho”
Esta broma bien podría resumir las lecciones programáticas de la situación que los proletarios en Grecia, nuestros hermanos y hermanas de miseria y de lucha, están experimentando. En efecto, siempre, o al menos después de las grandes campañas de la social-democracia a principios del siglo XX por la instauración del sufragio universal, -que no fue otra cosa que el encuadramiento y la aniquilación de la energía que el proletariado venía desarrollando para terminar con la miseria y la explotación-, la crítica comunista (que se expresaba bajo la etiqueta de “anarquista”, “socialista revolucionaria” u otra que no es nuestro propósito aquí) siempre denunció el circo electoral, el parlamentarismo, el gubernamental-ismo, la colaboración con las instituciones burguesas, la creencia cuasi-religiosa de que las reformas podrían mejorar la suerte de nuestra clase…

No vamos a hablar más en esta pequeña contribución  sobre lo sucedido antes de la “deuda soberana griega”, ni del rescate de la “zona euro”, y mucho menos del “Grexit” tan de moda en las últimas semanas en los medios burgueses. No vamos a desarrollar más el tema de las diferentes estrategias del gobierno de Syriza con el fin de “desafiar” las instituciones financieras de la comisión europea y de la Troika . Dejaremos todos esos detalles a los fervientes adeptos de la economía política. De nuestra parte, consideramos que los comunistas no tienen que revolcarse en la biología  del Capital; nuestra tarea es fundamental: ¡participar en su aniquilación! No vamos a verter sobre nosotros la “psicología” del primer ministro Tsiptras de lo que esperaba o pretendía hacer, y mucho menos vamos a pretender considerar el show-mediático y las declaraciones increíbles de su ministro de finanzas, el “dandy” playboy Varoufakis (¡autoproclamado “marxista libertario”!), así como de su camarilla de izquierdistas, sólo capaces de quejarse de la “negación de la democracia” frente a los resultados del referéndum del 5 de julio , y sobre la “diktat de la eurozona”. Lo que interesa a los comunistas, no es lo que los individuos digan  de sí mismos, sino más bien lo que hacen y asumen en su práctica social…


Entonces, lo que pasa en Grecia es justamente el antepenúltimo episodio de la siempre triste y lamentable historia de la social-democracia, es decir, de ese partido burgués para los proletarios, de esa fuerza social encargada de vaciar a nuestros movimientos de lucha de su sustancia subversiva, de desviar nuestras perspectivas de transformación radical de este mundo hacia una simple reforma de él mismo, y finalmente de hacernos entrar en los campos de la paz social. Ese partido social-demócrata se materializa en dos niveles: por una parte constituyendo una estructura militante exterior a nuestra clase, resultado directamente de las fracciones progresistas e izquierdistas de la clase burguesa; y por otra en el desarrollo de un cuerpo ideológico reformista generado en el seno mismo de nuestra clase, sostenido sobre las debilidades, los límites y las ilusiones de la lucha, todo ello en un va y viene dialéctico entre ambos. Por lo tanto, en Grecia no acontece algo tan diferente de lo que el tan “radical” Partido de los Trabajadores de Brasil (bajo el liderazgo del reformista Lula da Silva seguido de la “ex-guerrillera” Dilma Roussef) ha hecho en estos últimos años en términos de ataques a las condiciones de vida de los proletarios; lo cual, por cierto, ha generado la revuelta de junio del 2013 contra la austeridad y la miseria.

Históricamente, la izquierda y la extrema izquierda del Capital nos han habituado a sus “traiciones” cientos de veces, miles de veces (no pueden considerarse como “traicionados” sino los ingenuos que apostaron por esas diversas alternativas burguesas para resolver los problemas fundamentales de nuestra clase, o de la humanidad)… Ya en 1871, cuando ocurrió el importante movimiento proletario conocido como “La Comuna de Paris”, la izquierda y la extrema izquierda tomaron la delantera para fundar un gobierno que nunca,  nunca, tomó la menor medida revolucionaria a fin de contrarrestar a las fuerzas burguesas versallescas, ni para expandir internacionalmente el esfuerzo militante en curso. Todas las medidas de ese “gobierno de la Comuna de Paris”, se redujeron a llevar a cabo una sola cosa: el desarme (tanto militar como programático) de nuestra clase frente a nuestro enemigo histórico en reconstrucción después de su breve derrota.

Si nos remontamos al año de 1914, constataremos el mismo fenómeno donde los izquierdistas, que se declaraban abiertamente anti-belicistas, cambiaron de bando en menos tiempo de lo que se necesita para contarlo. Por ejemplo, el militante francés “socialista revolucionario” Gustave Hervé, que escribía en el periódico “La Guerre Social” (“La Guerra Social”) sobre la necesidad de «plantar la bandera nacional en un montón de estiércol», se apresuró rápidamente por la defensa de la “patria en peligro”… lo mismo con la CGT francesa anarco-sindicalista, que después de años de propaganda antimilitarista, se unirá en apretadas filas a los simpatizantes de la guerra y la unión sagrada, permitiendo así la viabilidad de la movilización general, o al menos favoreciendo su desarrollo sin ningún problema…

En 1917, después de que la revuelta retumbó en todos los frentes contra la masacre capitalista, el “Partido Bolchevique” se puso al frente del movimiento de rechazo contra  la guerra con el fin de llevarlo al callejón sin salida de un “radical” cambio de gobierno, derribando el reinado milenario del Zar, y participando últimamente en la reconstrucción del Estado capitalista en Rusia, después de haber sido fuertemente golpeado por nuestra clase en lucha, lo que dio como resultado el stalinismo y su “socialismo en un solo país”...

En 1918 en Alemania, después de muchos años de colaboración abierta con el Estado mayor del ejército imperial, dando facilidades a la movilización en el frente, así como en la participación de los trabajadores de la industria en el esfuerzo de guerra, una importante fracción de la social-democracia (el SPD) fue directamente llamada a la gestión política (y así al gobierno), y fueron esos mismos militantes de izquierda los que participaron directamente en aplastar la lucha del proletariado mientras formaban los “Freikorps” bajo el patrocinio de los “obreros” y los “diputados socialistas” como Noske…

Finalmente, para concluir aquí esta no-exhaustiva lista, en 1936 en España, es gracias al “apoyo crítico” y a las voces de los líderes militantes de la CNT que el Frente Popular ganó la victoria en las elecciones, y pudo así desarrollar una política republicana “anti-fascista” que se opuso prácticamente al levantamiento del proletariado en su lucha por la revolución social, con la ayuda activa de los  “camaradas ministros” de la CNT-FAI ¡Una vez más, la revolución fue sacrificada ante el altar de la defensa de cualquier campo burgués considerado como un “mal menor”!

En fin, podríamos destilar así en decenas de páginas los horrores que nuestra clase ha conocido en el desarrollo de las luchas y profundizar en sus debilidades. Como pueden verlo, la izquierda y la extrema izquierda (fracciones confundidas) han sido siempre, son y continuarán siendo los elementos predominantes en la estructuración y el mantenimiento de la dictadura del capitalismo. El proletariado está históricamente obligado y determinado a combatirlos, así como a todas las otras facciones de la burguesía, si es que queremos terminar de una vez por todas con la miseria, la explotación y las guerras.

Pero, volvamos un poco a los hechos del presente, así como a la manera por la cual los actuales administradores izquierdistas de nuestra miseria pretenden arreglar el problema… Todos aquellos que han criticado (con justa razón, además) el referéndum organizado por el gobierno de Tsipras han visto sólo ahí el problema: sus críticas no superan los eternos lloriqueos afirmando que el “Sí” significaba una austeridad duradera y el “No” una austeridad menos duradera. De hecho, los acontecimientos posteriores nos lo han demostrado (¿y cómo sería de otra manera?), el “No” nunca ha significado otra cosa (como en toda elección-consulta) que una “carta blanca” al gobierno a que desarrolle una austeridad todavía más fuerte a la que inicialmente fue impuesta por las instancias europeas y sus gánsters capitalistas. Hace falta verdaderamente ser un “idiota útil” por excelencia para creer un micro-segundo que el espectáculo electoral o el referéndum pueden ser otra cosa que una farsa, de la cual los proletarios son los protagonistas engañados… La extrema izquierda del Capital nos ha habituado históricamente a aplicar la política izquierdista, que sólo es una tomada de pelo más o menos “radical” según las circunstancias y las necesidades del momento,  siendo finalmente una versión de la misma dictadura capitalista pintada de rojo. En el caso de Grecia, “la originalidad” consiste en que un partido y un gobierno de izquierda siguen al pie de la letra un plan de ajuste estructural con medidas de austeridad implacables inventadas en los cuarteles generales de eso que fue convenido en los centros de decisión de la política liberal del capitalismo. Pero finalmente, más allá de las diferentes formas del discurso, todos participan directa e intrínsecamente en la lógica misma del sistema capitalista; o mejor dicho, no es Syriza el actor de la historia, más bien la historia del capitalismo es la que encuentra en Syriza a uno de los actores a la altura de esa tarea, con el fin de llevar a cabo su trabajo sucio, es decir, para atacar frontalmente al proletariado en sus medios de existencia y de lucha.

Porque la cuestión fundamental en la “crisis griega”, no es “la deuda”, que se eleva a 324 billones de euros (de la cual más de tres cuartos sólo son reintegrables en varios años); para dar una idea de comparación, la deuda de Francia es de 2,089 billones de euros, la de Italia de 2,194 billones de euros y la de zona euro de 9,293 billones, sin hablar de aquella del Estado Nación más endeudado del planeta y de la historia: los Estados Unidos con una deuda colosal y abisal de ¡18,152 billones de dólares! El capitalismo tiene visiblemente el deseo de producir deuda, además no sabe hacer otra cosa que empacar bien y aumentar la reproducción de su capital ficticio, sobre un valor no producido (sin sustento) y que probablemente nunca existirá. No, la verdadera cuestión, está sobre la puesta en práctica de un programa para contener al proletariado, no solamente en Grecia sino en otras regiones de Europa donde el Capital desea golpear más duro y disciplinar a la fuerza de trabajo supernumeraria, dividir a los proletarios en diferentes categorías, a los blancos y los “negros”, “mestizos”, “latinos”, los nacionales y los migrantes, los buenos ciudadanos trabajadores que aceptan la austeridad sin dudarlo y aquellos que levantan la cabeza, que muestran sus colmillos, que organizan la lucha y la revuelta… Y en este sentido ¡Grecia es un verdadero laboratorio social para la burguesía y su servidor de extrema izquierda!

El proletariado está condenado a ser golpeado, en todas las latitudes. Si el proletariado disciplinado y pacífico de Europa y América del norte, adictos a las campañas estatales cada vez más terroristas para el desarrollo del ciudadanismo, cree poder escapar a su destino sin luchar, se está jodiendo a sí mismo como nunca antes…

Hace falta terminar con todas las ilusiones del circo parlamentario, del juego de los partidos políticos, pero también de los sindicatos, que se encargan de mantener la paz social y negociar con el mejor postor la venta de nuestra fuerza de trabajo.

No tenemos nada que ganar ni en las nuevas creencias que garanticen la “pureza” de nuestras luchas contra las escorias de la política burguesa: la autogestión (es decir, la gestión de nuestra propia miseria), las “asambleas populares” abiertas a todos donde cada uno puede expresarse libremente (comprendiendo aquí a los “scabs”, los rompehuelgas, los “moderados”, los valientes ciudadanos, etc.), las cooperativas de producción donde la esencia del Capital (el dinero, el intercambio y por lo tanto el valor) no ha sido jamás eliminada…

En una declaración hecha el 1° de julio, por cierto “Movimiento Anti-autoritario” de Thessalonikē (Grecia) afirma sin reír: “No tenemos nada que hacer con una moneda que será parte de una renovación nacional y que, seguro, no podremos sostener una moneda que forma parte de la intrusión financiera en cada aspecto de nuestras vidas. Preferimos concebir la moneda en su dimensión normal, como un instrumento de cambio cuya función principal es servir a los deseos y los servicios sociales.” ¡Miseria del izquierdismo y de su incomprensión de lo que es el capitalismo!

En resumen todo este revoltijo democrático a la moda nunca, realmente nunca, ha constituido la menor garantía para el desarrollo de nuestras luchas y la profundización de la ruptura con la sociedad del Capital y de sus feroces defensores.

Camaradas, frente a la catástrofe capitalista hecha de miseria, de austeridad, de represión y de guerras, frente a la destrucción ambiental del planeta generadas todas por una relación social que no tiene nada jodidamente humano, no hay otra alternativa que la lucha revolucionaria a ultranza para la destrucción de aquello que nos destruye!

La única alternativa es la siguiente: el comunismo, o el fin de la humanidad! ¡Entre ambos, no hay nada!

#Guerra de Clases – Julio 2015

http://materialesxlaemancipacion.espivblogs.net/2015/09/23/syriza-podemos-al-frente-de-la-izquierda-que-reviente-la-extrema-izquierda-del-capital/





 


LA MONARQUÍA DE FELIPE VI Y LA III REPÚBLICA SÓLO SON FORMAS DE GOBIERNO DE LA CLASE BURGUESA Y POR LO TANTO DE EXPLOTACIÓN Y MISERIA PARA EL PROLETARIADO.


La abdicación del rey Juan Carlos I a favor de su hijo Felipe tiene como objetivo, únicamente, reestructurar algunos aspectos de la forma del Estado. Seis años de crisis económica, acompañados de los escándalos de corrupción en la Casa Real y del descontento cada vez mayor que en amplias capas de la sociedad existe hacia la monarquía, han bastado para poner en cuestión un modelo que se impuso durante la Transición y que durante los últimos 39 años ha cumplido la función de garantizar la sumisión de la clase proletaria a las exigencias de la burguesía bajo el manto de la colaboración democrática entre clases.
A la muerte de Franco otra crisis económica, aquella llamada “del petróleo”, daba lugar a un aumento considerable del enfrentamiento entre proletarios y burgueses sobre el terreno de la lucha inmediata por el salario, las condiciones de existencia y, por añadidura, sobre aspectos “sociales” que generaban una tensión soterrada en los últimos años de la dictadura (la cuestión vasca y catalana, la situación de la mujer, etc.) Además el ejemplo cercano de Portugal, donde la guerra colonial de décadas acabó por liquidar la dictadura y volver incontenible la lucha de amplios estratos de la clase obrera, recorría como un espectro infernal las mentes de la clase burguesa española y europea. La llamada Transición democrática fue un gran pacto social capitaneado por la cabeza visible del Rey pero dirigido realmente por el concurso simultáneo de las burguesías europeas y americanas con la colaboración de todos los sectores del Régimen y de la oposición. Se trataba, entonces,  de garantizar el gobierno de la clase burguesa enfrentada tanto a una agudización de la lucha de clases como a la necesidad imperiosa de reorganizar los sectores estratégicos de la economía nacional para defender su posición en los enfrentamientos con sus rivales imperialistas y esta tarea no podía realizarse si la forma del Estado continuaba siendo la “democracia orgánica” que había existido desde el final de la Guerra Civil: era necesario realizar una reforma democrática que permitiese extender la ficción de que el proletariado podía ver realizadas sus aspiraciones no mediante la lucha en defensa de sus intereses de clase sino mediante la colaboración con la burguesía que garantizaban las elecciones, las Cortes, la Constitución y la Monarquía parlamentaria y de que debía aceptar los sacrificios que se le exigirían a favor del bien común, la democratización del Estado y la buena marcha de la economía. La burguesía alemana por medio de su partido socialdemócrata, la burguesía francesa como principal potencia con intereses en España, los mismos Estados Unidos y, por supuesto, la llamada oposición democrática (que abarcaba desde el nacionalismo vasco y catalán hasta los partidos de extrema izquierda unidos en la llamada Platajunta democrática pasando por el PCE) colaboraron codo con codo para garantizar que esta reforma institucional se realizase con el mínimo coste posible (aunque, por supuesto, hubo costes insalvables que se asumieron sin problemas: la Transición fue de todo menos pacífica como demuestran los cientos de muertos habidos durante el proceso).
Se trató, en definitiva, de una remodelación del régimen franquista (que ya era considerablemente diferente del que se impuso en 1939) realizada por el mismo aparato del Estado, que se dio la mano con los partidos de oposición a los que encomendó la tarea de mantener, mediante su influencia en la clase proletaria, a los trabajadores dentro del respeto del pacto social establecido. De esta manera la Constitución monárquica fue aceptada tanto por los sectores del Régimen franquista que representaban el dominio de la burguesía desde hacía casi cuarenta años como por los partidos llamados obreros que sometieron a los proletarios a la disciplina necesaria para que el proceso se realizase sin excesivas dificultades. De hecho estos partidos, capitaneados por PCE y PSOE impusieron el orden incluso en las calles, atacando sin miramientos cualquier huelga o protesta que pusiese en peligro incluso los aspectos más secundarios de la reforma, obligando a los proletarios a aceptar la primacía del interés nacional por encima de sus intereses de clase, colaborando también con la guerra sucia ejercida especialmente contra los militantes de ETA… Quienes hoy claman por la III República no sólo están en el origen de la Constitución monárquica sino que la defendieron a capa y espada contra cualquiera que se opusiese a ella.
Hoy el llamado juancarlismo ha tocado a su fin: la figura del rey se encontraba sumamente desgastada como consecuencia de un progresivo desgaste general de la confianza en las instituciones públicas y de los escándalos particulares que han tocado a la Familia Real. Para que el mito de la colaboración democrática siga en pie, sobra el rey, que se ha hecho blanco de todo el descontento en los últimos años. Con la abdicación se pretende atenuar esta tensión, renovar la jefatura del Estado y con ella la confianza en este, contribuir, en una palabra, a hacer gobernable un país en crisis también por esta vía.

A la vez que la monarquía representada por Juan Carlos I se ha desprestigiado hasta el punto de ser un elemento de tensión más que de cohesión social, este malestar generalizado que afecta tanto al proletariado como a ciertos sectores de la pequeña burguesía, ha encontrado su expresión política en una vieja y nueva izquierda parlamentaria que defiende la ilusión democrática de que un cambio en el modelo de Estado, el paso de la monarquía constitucional a la república burguesa democrática, lograría mejorar las condiciones de vida del pueblo. Esta ilusión se basa en dos puntos. Por un lado, en la idea de que la república es la máxima expresión de la democracia, que la democracia, a su vez, es un régimen político que se coloca más allá del capitalismo y en el que, por tanto, crisis y miseria quedan excluidas definitivamente. Por otro lado, en la fantasía de que las penosas condiciones de existencia a las que ha sido arrojado el proletariado, clase que constituye la gran mayoría de la sociedad en el mundo capitalista, son consecuencia no de una crisis capitalista consecuencia de la caída de la tasa de beneficio empresarial, sino de una estafa por la cual las élites dirigentes habrían expoliado a las clases populares de sus derechos sociales y económicos. A partir de estos puntos, la república burguesa permitiría reorganizar el país de manera que todas las clases sociales conviviesen armónicamente, sin enfrentarse y para mayor gloria de la economía nacional (puesta ahora al servicio del pueblo, claro)
El mecanismo es el mismo que en 1978 con la Constitución monárquica: es posible un país en el que, mediante la reforma democrática, todas las clases sociales coexistan en paz. No debe haber, por lo tanto, lucha entre proletariado y burguesía, sino conciliación democrática (monárquica ayer, republicana hoy). Y también es el mismo que defiende la burguesía española haciendo abdicar a Juan Carlos. La equivalencia entre monarquía y república la muestran claramente sus respectivos defensores, que utilizaron y utilizan los mismos argumentos y pretenden los mismos fines. De hecho los partidos republicanos que han defendido  una hipotética III República lo han hecho desde el máximo respeto a la Constitución monárquica de 1978, que es la máxima ley con la cual la burguesía sanciona su dominio sobre el proletariado: convocatoria de un referéndum, modificación democrática del Estado, papel central de las Cortes en el proceso… Pretenden que el Estado se reforme a sí mismo, cambiando de ropaje para cumplir mejor su función de clase. De hecho se trataría de una repetición del famoso harakiri que las Cortes franquistas se hicieron para dar paso a la monarquía constitucional: en ambos casos se trata de defender términos El Estado burgués, cualquiera que sea su forma.

Los intereses de la clase proletaria no se verán satisfechos ni bajo la monarquía de Felipe ni bajo la III República. Para el proletariado lo esencial no es la forma que adopte el Estado burgués, sino la misma existencia del Estado burgués, que ejerce la función de imposición y defensa de los intereses del capitalismo nacional tanto en lo referente a la situación interna como en lo que afecta a su rivalidad con los imperialismos extranjeros. Esto no quiere decir que le sea indiferente la forma del Estado, esta forma responde a fuerzas materiales entre las cuales ocupa un lugar principal el enfrentamiento entre las clases. No se puede descartar que mañana, como consecuencia de una agudización de la lucha del proletariado la propia burguesía, sometida a la presión de esta lucha, hiciese girar el Estado hacia formas republicanas. Se trataría de una manera de disipar temporalmente la tensión social y encaminar al proletariado, de nuevo, por la senda de la sumisión a la fuerza política de la burguesía. Así sucedió en 1931, cuando la  burguesía española se vio incapaz de gobernar el país por la vía monárquica y le bastaron unas elecciones municipales para echar a Alfonso XIII e imponer un gobierno de partidos republicanos. Un año después, la República asesinaba a los campesinos de Casas Viejas; dos, a los proletarios del Alto Llobregat; en 1934 a los asturianos y en 1936 comenzó el exterminio del proletariado revolucionario que acabaría el régimen franquista.
No hay salida para las aspiraciones del proletariado dentro del sistema capitalista y su Estado. La clase proletaria está enfrentada a la clase burguesa como consecuencia del mismo sistema capitalista, que generaliza la producción social pero la somete a las categorías de propiedad privada y trabajo asalariado, con lo cual la clase productora cae una y otra vez en la miseria, es utilizada como carne de cañón en las guerras imperialistas, es exterminada como fuerza de trabajo sobrante que es cuando la economía nacional ya no la requiere… La clase proletaria lleva en sí un nuevo modo de producción que se levantará sobre los cimientos del actual, basado en la explotación del hombre por el hombre. Pero para imponerlo, debe luchar en primer lugar por aniquilar el Estado burgués, cualquiera que sea la forma que este adopte, totalitaria o democrática, republicana o monárquica, porque es el instrumento de dominio político que utiliza su enemigo de clase para gobernarle. Debe sustituir este Estado por su propio Estado de clase, que ya no es un Estado en el sentido habitual del término (Engels), y ejercer a través de él su dictadura sobre los restos de la clase burguesa y el resto de clases aliadas a esta, que sin duda no abandonarán su época histórica sin batirse a sangre y fuego. A través de esta dictadura no sólo deberá romper la resistencia de la burguesía sino también intervenir despóticamente sobre la economía para comenzar a sentar las bases de la transformación socialista de la sociedad, una transformación que volverá inútil por fin la existencia de cualquier tipo de Estado en la medida en que desaparecerán las clases sociales (y no el enfrentamiento entre las clases como estúpidamente proponen los reformistas de todo tipo), haciendo innecesaria ningún tipo de coerción política.

Frente a la disyuntiva monarquía o república, el proletariado sólo tiene una alternativa: constituirse en clase, y por lo tanto en Partido político, para imponer su proyecto histórico, la revolución comunista. Frente a las propuestas republicanas, que pretenden ligar a la clase proletaria a una lucha interclasista junto a pequeño burgueses y burgueses, con la estúpida aspiración de acabar con el antagonismo entre clases sin acabar con las clases, el proletariado sólo puede dar una respuesta  comenzando a luchar sobre el terreno de sus exigencias inmediatas contra la burguesía (pequeña y grande), respondiendo a las agresiones que sufre en la crisis capitalista con su agresión de clase a los intereses de sus enemigos desarrollando y extendiendo sus organizaciones de clase que incluyan únicamente a proletarios y rompan la presión que la competencia entre obreros ejerce sobre los salarios y las condiciones de vida; invocando la vía que, de la lucha económica difusa se eleve, gracias a la intervención del partido de clase, a la lucha política general, clase contra clase. Frente a la bandera rojigualda y la bandera tricolor, el proletariado sólo puede levantar la bandera roja de la revolución por la conquista del poder político, de la destrucción del Estado burgués y de la superación del modo de producción  capitalista.


¡Abajo la monarquía, la república y cualquier forma del Estado burgués!
¡Por la reanudación de la lucha de clase!
¡Por la revolución comunista!

5-6-14
Partido Comunista Internacional (El Proletario)




este es el reparto del pastel: un circo

 

 

¡Enésimo engaño para disfrazar la brutal dictadura de la clase dominante burguesa!


¡Los proletarios de cada nación rechazan el engaño electoral y reconquistan el terreno de la lucha de clase, teniendo como perspectiva la revolución anti-capitalista, única vía en cada país para emanciparse de la vampirezca explotación burguesa!


¡Tantas décadas de dominación democrática sobre toda la sociedad y el capitalismo no ha resuelto contradicción alguna! 

 

 





¡Por la lucha de clase anti-capitalista!
¡Por la revolución comunista internacional!

 


¡Proletarios, camaradas!

Los gobiernos que se suceden alternativamente a la cabeza del Estado les preocupa ante todo que la economía capitalista funcione. De derecha o de izquierda, “socialistas” o “liberales”, “reformistas” o “conservadores”, obedecen a las aspiraciones y sirven los intereses, no de sus electores o “ciudadanos” en general, sino de los grupos capitalistas, industriales y financieros más potentes que son los verdaderos amos en todos los países. La democracia y todo su sistema electoral no  representan más que una cortina de humo para ocultar la realidad de la división de la sociedad en clases antagónicas y la dictadura de clase dominante sobre la clase explotada. Según el principio democrático, todos los “ciudadanos”, sean riquísimos capitalistas o desempleados y desahuciados arrojados a la calle, todos son iguales ante la ley, y tienen con su voto la misma posibilidad de decidir la orientación de la política estatal.

¡Absurda mentira que se derrumba todos los días! El Estado es una máquina de opresión edificada desde hace ya varios siglos para servir a la clase dominante, que la burguesía arrancó a la aristocracia y que no ha cesado de reforzar y perfeccionar para que convierta en el representante colectivo del capitalismo (Engels). Por su naturaleza ella es incapaz de oponerse a los intereses capitalistas, y con mucha más razón, de tomar la defensa de los proletarios explotados contra los capitalistas explotadores! Si por alguna veleidad un gobernante o una ley entraban el buen funcionamiento económico o político del capitalismo, este gobierno o aquella ley son ignorados o suprimidos. Los ejemplos sobran en la historia, en Europa de la España de Franco, a la Grecia de los coroneles, de la Francia gaullista al Chile de Pinochet; de tantos gobiernos depuestos en África a tantos golpes de Estado o asesinatos en América latina.


¡Proletarios, camaradas!
Sólo los hipócritas o los perfectos idiotas podrían indignarse por el hecho de que gobiernos “de izquierda” que, en Italia o en España, en Alemania, en la España de la época de Zapatero, o la actual Venezuela de Maduro, o de Fernández en Argentina, llevan y han llevado a cabo medidas anti-obreras hasta con mucho más empeño y entusiasmo que los mismos gobiernos llamados “de derecha”.  La función política del reformismo, ese agente de la burguesía en el seno de la clase obrera (Lenin) que se apoya sobre los sectores relativamente “privilegiados” de la “aristocracia obrera”, es justamente la de hacer admitir primero los imperativos capitalistas antes que el de los trabajadores, o por lo menos de paralizar sus reacciones. Gracias a la complicidad activa de los aparatos sindicales y otras organizaciones de colaboración de clase cuyo credo es el patriotismo económico, los gobiernos de izquierda logran realizar con más facilidad la sucia canallada, mientras que con un gobierno de derecha corren el riesgo de provocar luchas más difíciles de controlar. Lo único que cambia es que con el correr del tiempo las retribuciones o ventajas que el patrón les otorga por contribuir al deterioro de las condiciones de existencia colectivas cada vez son más magras.
Claro está que estas medidas anti-obreras y antisociales son presentadas siempre como “sacrificios transitorios”, medidas dolorosas pero inevitables a fin de “levantar” el país, restablecer su salud económica. Pero luego de décadas de sacrificios y medidas infligidas a los trabajadores, el capitalismo no ha vuelto a recuperarse y vuelve a exigir nuevos sacrificios! En todos los países los capitalistas exigen más y más, bajo el pretexto de que las empresas nacionales son menos competitivas que las extranjeras, lo que hace que en el propio país las primeras pierdan terreno frente a las segundas!


¡Proletarios, camaradas!
Esta situación no es debida a una negligencia particular de los capitalistas nacionales o una mala política del gobierno de turno, sino al propio funcionamiento del capitalismo. El crecimiento económico continuo durante las tres décadas posteriores a la última guerra mundial, ha sido posible gracias a las gigantescas destrucciones ocasionadas por esta guerra. La reconstrucción de la posguerra abrió un gran ciclo de acumulación que prosiguió debido a la apertura al capitalismo de vastos territorios del globo todavía “vírgenes”. Pero esta formidable expansión no podía desembocar, como los marxistas habían previsto, sino sobre crisis de superproducción en cascada, cada una más grave que la anterior, llegando a la más grave de todas, la de 2008, que todavía no ha sido superada. Y el único remedio que tiene el capitalismo para superarlas es: acrecentar la explotación de los proletarios para aumentar la plusvalía y liquidar (o venderlas al capital “extranjero”) las empresas menos rentables a fin de restaurar la tasa media de ganancias de la economía, lo que significa desempleo masivo, baja de los salarios reales, intensificación de la jornada para quienes tienen un trabajo y recrudecimiento de la precariedad para todos. Es bajo estas condiciones que la economía puede volverse a levantar... hasta la crisis siguiente, puesto que en todos los países los capitalistas hacen lo mismo e inevitablemente la superproducción reaparece, suscitando los enfrentamientos entre Estados. Todo ello lleva al punto en que no hay otra solución que una nueva guerra generalizada, una tercera guerra mundial, que es la sola manera de liquidar radicalmente mediante destrucciones masivas las fuerzas productivas excedentes, comenzando por la carne viva de los proletarios que el capitalismo mundial ya no logra explotar...
Frente a este porvenir de sangre y miseria que promete el capitalismo – que ya inflige a los proletarios y poblaciones de diversos países y regiones –, frente a los ataques presentes y futuros, las alternativas propuestas por los reformistas de izquierda y extrema-izquierda no son sino tierra en los ojos. No existe “otra política”, opuesta al llamado “ultra-liberalismo” actual, que permitiría regresar a la supuesta “edad de oro” del crecimiento económico (duramente pagada por los proletarios de los países imperialistas como por las poblaciones oprimidas de los países bajo su dominación), o a la aparición de “otro” capitalismo, humano y social: no existen otras soluciones para defender el capitalismo nacional que atacar a los proletarios!

¡Proletarios, camaradas!
Los trabajadores no están condenados a la impotencia, puesto que son ellos que con su trabajo, hacen vivir a la sociedad y crean las riquezas que la clase dominante se acapara para sí; por tanto,  tienen en sus manos la suerte de esta clase y de esta sociedad de explotación. La resignación y pasividad actuales la esparcen entre sus filas el gigantesco aparato de propaganda burgués; pero también y sobre todo las innumerables fuerzas de la democracia y de la colaboración de clase que la burguesía nutre para desviar el descontento creciente de los proletarios hacia la calle ciega del circo electoral o de las impotentes agitaciones interclasistas (antirracismo, recalentamiento global, feminismo, etc., etc.), saboteando sus luchas o propagando la división en sus filas por medio de la nacionalidad, raza, religión, sexo, corporación, etc.
La necesidad de defenderse contra los patronos, los capitalistas y su Estado, es cada vez más imperiosa. Pero, siguiendo la vía que proponen los partidos reformistas y los aparatos sindicales colaboracionistas, ninguna defensa es posible: con el cartón electoral o las manifestaciones-procesión no se puede hacer resistencia a los capitalistas; es indispensable la lucha de clase!
La lucha de clase consiste en la defensa de los intereses exclusivos de clase proletarios, muy aparte de los intereses burgueses (que se disfrazan de defensa de la empresa, de la economía nacional o del interés publico), con los métodos y medios de clase necesarios para toda lucha verdadera (rechazo de las leyes, medidas y métodos legalistas y pacifistas cuya intensión sea la de esterilizar la fuerza de los trabajadores, etc.) – incluyendo la organización independiente de la lucha y su defensa.
Pero la lucha de resistencia elemental que implica la ruptura abierta con los organizadores de las derrotas obreras, es decir, los partidos reformistas y las organizaciones colaboracionistas, no es más que el primer paso hacia el renacimiento de la lucha anti-capitalista generalizada; la lucha revolucionaria cuyo órgano indispensable es el partido de clase internacionalista e internacional, y que se fija como meta el derrocamiento del capitalismo internacional, la instauración de su dictadura, etapa indispensable para ir hacia la sociedad sin clases, el comunismo.
No hay duda que esta meta final puede hoy aparecer como desmesuradamente alejada; pero es el capitalismo mismo que creará inexorablemente las condiciones objetivas de la crisis revolucionaria y dependerá entonces de la capacidad del proletariado dirigido por su partido de salir victorioso, de dar una oportunidad a la humanidad de escapar a una nueva carnicería mundial y de salir por fin del infierno capitalista.

¡Viva la lucha proletaria anti-capitalista! 
¡Viva la revolución comunista mundial!

Partido Comunista Internacional
1/5/2014







... desde Villalar, 
por el internacionalismo proletario y la lucha anticapitalista:



"Entre 1900 y 1930 se produjo una importante industrialización que repercutió sobre todo en las zonas urbanas, destacando los núcleos más concentrados como Barcelona, Madrid, Valencia.

En Castilla, cuya población estaba muy reducida, encontramos también núcleos importantes de obreros agrupados en los sindicatos socialistas (Ugt y sindicato del campo, en Valladolid por ejemplo). Sin embargo, Cataluña y País Vasco son los dos polos principales de la industria y el desarrollo capitalista, lo que impulsa a sus burguesías a una defensa de la identidad nacional. El componente obrero que surgirá en los años 60 en el país vasco, que dará forma a los sectores socialistas, marxistas y obreristas cercanos a ETA y el MLNV, impulsó luchas proletarias de primer nivel con una tendencia internacionalista muy fuerte, que han servido de ejemplo para los proletarios de todo el norte peninsular.

En las batallas de Euskalduna o la ofensiva contra los empresarios vascos hubo momentos de verdadera lucha proletaria, pero su encauzamiento posterior principalmente nacionalista ha generado la derrota subsiguiente. La represión atroz sufrida por los hablantes euskaldunes y el proletariado emigrado al país vasco, generó la confluencia de estas dos caras en una sola respuesta antirrepresiva, en la que el movimiento proletario llevó la voz cantante (jornadas de Vitoria).

Sin embargo, el desarrollo posterior, con la derrota del movimiento obrero internacional en todos los frentes y la continuación de una política represiva de nuevo cuño por parte del Estado central abocaron al movimiento de los trabajadores vascos al callejón del nacionalismo. El internacionalismo característico de los años 70 y 80, en el que los atentados contra las fuerzas represivas eran saludados por los trabajadores de todas las regiones del estado español, solidarios con sus hermanos del País Vasco, dio paso a la formación de los frentes nacionalista español y nacionalista vasco en los 90 y así, hasta hoy.

Justamente, por esto, lo que nosotros combatimos son las falsas conclusiones que extraen grupos de la izquierda y la extrema izquierda, sea la de negar a priori que exista una “cuestión nacional” todavía irresuelta en época imperialista, sea contrariamente el aceptar la visión pequeño burguesa y democrática para la cual la opresión de una nacionalidad respecto de otra nacionalidad más fuerte debe ser considerada por parte del partido del proletariado, y por el mismo proletariado, como una prioridad respecto a la lucha proletaria contra cualquier tipo de nacionalismo y cualquier burguesía.

Reconocemos el derecho de todas estas nacionalidades a la autodeterminación, pero este reconocimiento de la autonomía o de la autodeterminación de la “nacionalidad” castellana, gallega, vasca o catalana, desde el punto de vista del progreso histórico, no representa ningún avance revolucionario, ni burgués ni, mucho menos, proletario.

Desde el punto de vista de la lucha de clases en España cuando se produce una cesión al nacionalismo, se reniega de la lucha de clase proletaria. La cuestión “castellana” o “catalana” tiene peso solo porque está puesta como factor de contraste interburgués debido a la concurrencia que los burgueses se hacen siempre incluso en los límites de su propio país y, elemento cierto y no secundario, como un factor de concurrencia entre proletarios. Y exactamente contra esta división los proletarios debemos luchar, para no caer en la trampa del nacionalismo, o del chovinismo español, y ciertamente sin “defender” la causa de un eventual federalismo estatal.

Nuestra lucha contra el nacionalismo burgués no se atenúa en el periodo imperialista, sino que se acentúa más porque la clase dominante burguesa, sea del país más fuerte o sea del país sometido a presión económica y financiera por parte de los grandes trust financieros mundiales y los grandes países imperialistas (presión que conserva aspectos de colonialismo incluso en ausencia de ocupación militar), es una clase que utilizará siempre el arma ideológica del nacionalismo para hacer adherirse a su propia lucha y a sus propios intereses nacionales a la masa proletaria y de trabajadores pobres: ideológicamente la burguesía tiene la fuerza que le otorga el monopolio político y económico y los límites que el propio modo de producción capitalista le impone, del que depende al ciento por ciento. Estos límites están fijados por el antagonismo de clase que opone los estratos superiores de la burguesía nacional a la masa asalariada y trabajadora que forman objetivamente la base de la explotación capitalista del trabajo.

La ideología que deriva de la propiedad privada y de la apropiación privada del producto del trabajo no puede entender la libertad sino como libertad de explotación de los recursos humanos y naturales, por eso la libertad burguesa es un fetiche y una añagaza porque se deriva del sometimiento económico, social, político y militar de las grandes masas proletarias y de trabajadores pobres. Pero la burguesía vive de la concurrencia con la otra burguesía, sea desde el punto de vista estrechamente económico, sea desde el punto de vista político-militar, y el nacionalismo responde ideológicamente a la defensa de los intereses particulares, nacionales, de la clase dominante burguesa.

Como la economía capitalista se organiza en empresas, el límite objetivo que cada fábrica o empresa presenta respecto a la economía nacional y mundial, así la superestructura política burguesa está organizada a partir de los estados nacionales, con sus fronteras defendidas militarmente. El desarrollo del capitalismo anda sobre estas dos piernas: la empresa y la economía nacional, pero al mismo tiempo su propia crisis deriva de su tendencia a superar y a destruir los límites nacionales en el marco del mercado mundial.

La superación de este estado de cosas no puede provenir de la clase burguesa puesto que se destruiría a sí misma, sino que debe venir de mano del proletariado y de su revolución.
El nacionalismo caracteriza a la burguesía que oprime y a la burguesía que es oprimida por otra burguesía más fuerte, dando origen al fetichismo de un “derecho” considerado “natural” de los pueblos radicados históricamente en determinado territorio con una determinada lengua; así, en la fase histórica de la expansión capitalista en el mundo, es un arma ideológica que sirve para mantener al proletariado sometido a los intereses de los estratos burgueses superiores, arma ideológica que se desarrolla tanto con la democracia como con la abierta dictadura militar o fascista.


La respuesta política de la clase proletaria, como sabemos, es el internacionalismo:

Esta respuesta pasa necesariamente por la lucha que el proletariado está llamado a llevar a cabo en el ámbito nacional, pero con perspectiva supranacional, o mejor, inter-nacional. Por eso el partido proletario de clase elabora, en su desarrollo histórico, las diversas tácticas de lucha, tácticas dirigidas a empujar al movimiento proletario de lucha a través de acciones y objetivos que refuercen la solidaridad de clase y, por ello, el internacionalismo, verdadero antídoto contra el nacionalismo burgués.


[Fragmento una charla-debate sobre la Cuestión de las nacionalidades en el estado español, realizada por un compa del PCint, en 2012 en Valladolid).



22 de marzo: Marchas de la dignidad. 

El proletariado no puede esperar del capitalismo otra cosa que explotación y miseria. Sólo en la reanudación de la lucha de clase se encuentra la esperanza de un mañana sin cadenas.




Seis años de crisis capitalista han provocado una situación cada vez más catastrófica para la clase trabajadora. Los salarios han caído estrepitosamente, el desempleo ha aumentado hasta colocarse prácticamente en una cuarta parte de la población activa, el nivel de vida de los proletarios ha bajado hasta niveles que parecían olvidados desde hace décadas, las colas en los centros de caridad son cotidianas en los barrios obreros… La burguesía responde a la crisis aumentando la explotación de los proletarios, incrementando las jornadas de trabajo por salarios cada vez menores, arrojando a la indigencia a capas cada vez más amplias de los trabajadores. En muchos casos es la misma supervivencia física de los proletarios la que se pone en cuestión.
El capital vive de la extorsión de la plusvalía, lo que significa que requiere la explotación del trabajo para generar una tasa de beneficio suficiente como para poder competir en el mercado contra sus rivales nacionales e internacionales. En momentos de bonanza económica la consecución del beneficio a partir del tiempo de trabajo no remunerado a los proletarios parece llevarse a cabo de una manera relativamente benigna, al menos para algunos estratos del proletariado: la industria necesita obreros, los trabajadores están empleados y su supervivencia garantizada, si bien de manera precaria y siempre sometida a las fluctuaciones del mercado, de las necesidades contingentes de cada empresa, al despotismo patronal, etc. Si el desempleo nunca elimina, si los ritmos de trabajo siempre aumentan y si los salarios son bajos en comparación con el aumento del coste de la vida, esto parece ser algo relativamente poco importante ante el hecho de que durante un determinado periodo los proletarios al menos pueden vender su fuerza de trabajo para sobrevivir en la medida en que la burguesía requiere de ella. Pero la misma naturaleza del capital, que necesita cada vez mayores incrementos en la tasa de plusvalía extraída a los proletarios para producir mercancías más competitivas que los competidores compensar la caída del beneficio, lleva a la crisis capitalista como fin inevitable de cada periodo de alza económica. Llegado un punto en que la sobreproducción generalizada no puede ser ya absorbida por el mercado, ni siquiera la explotación más bestial de la fuerza de trabajo compensa la caída del beneficio, la industria entra en crisis, los réditos de la producción no llegan ni a cubrir los costes de producir, las empresas cierran y los proletarios son arrojados al desempleo en una auténtica labor de destrucción de la mano de obra que sobra.
La frecuencia de las crisis, su inevitabilidad, no puede ocultar lo que realmente supone: los proletarios pierden su única manera de subsistir en la sociedad del capital y del trabajo asalariado que es la venta de su fuerza de trabajo, y caen en las manos de la caridad. Durante un largo periodo esta caridad ha estado representada por el estado providencial, que a través de los impuestos con que grava al proletariado, que constituye la mayoría de la población en los países del capitalismo desarrollado, puede proporcionar unos servicios públicos de asistencia social que permiten, por un lado, mantener con vida a la clase proletaria para que pueda ser explotada de acuerdo a las necesidades del capital y, por otro, evitar la intensificación de la tensión social que la crisis social crea. El Estado cumple, siempre, la función de administrar los intereses del conjunto de la clase burguesa: regula el mercado del trabajo no pudiendo regular el mercado de las mercancías y de los capitales, interviene con medidas económicas y financieras tratando de garantizar que la tasa de beneficio se mantenga, defiende al capital nacional en su guerra de competencia con el capital de otros países en la búsqueda de nuevos mercados…
Pero también se encarga de mantener la paz social que los capitalistas necesitan para que sus negocios se mantengan estables y sin sobresaltos. Esta labor represiva la realiza por dos vías, la abierta y la soterrada. La primera consiste en el control y el ataque abierto a los intentos del proletariado, o de determinadas capas de este, de luchar contra su enemigo de clase. De manera natural esta vía se hace más evidente cuando la situación objetiva de caída en la miseria de los proletarios se vuelve más evidente. Pero junto con este método, el Estado dispone de fuerzas de control social más sutiles y por ello más eficientes: el despliegue de todo un mecanismo de amortiguadores sociales que dosifican la pobreza, que garantizan unos mínimos recursos para los trabajadores desempleados de manera que se conserve la esperanza de poder remontar la situación en que se encuentran, etc…  hace las veces de una fuerza de integración social, de una vía para la colaboración entre clases que da lugar a la ilusión de que se puede regresar a una situación idílica en que la burguesía podía garantizar la existencia de los proletarios. De esta manera la destrucción de las condiciones de existencia de la clase proletaria se presenta como consecuencia no de las fuerzas materiales que rigen la existencia del capitalismo sino como fruto de la mala voluntad de determinados sectores de la burguesía, más interesados en aumentar sus beneficios que en repartir estos en un clima de concordia social al que se debería regresar.
Durante décadas el crecimiento económico y la actividad de los partidos y de los sindicatos oportunistas han propiciado una creciente colaboración entre clases como. sometiendo cada vez más a la clase proletaria a la clase burguesa Tanto las fuerzas políticas al servicio de la burguesía que predominan entre el proletariado, que van desde el PCE hasta sus satélites de la extrema izquierda, como las organizaciones sindicales que se encuentran perfectamente ensambladas en el aparato estatal de la burguesía, han basado toda su política en demostrar a la clase trabajadora que era posible la convivencia entre proletarios y capitalistas, que existía un interés común en la defensa de la producción de mercancías, de la economía nacional y del país, gracias al cual la crisis y la miseria se convertirían en un pasado olvidado.
Hoy la crisis económica destruye a marchas forzadas la base de esta política de colaboración entre clases. El llamado Estado del bienestar se esfuma: todos los recursos económicos que la burguesía extrae del proletariado se deben emplear en garantizar el mantenimiento del beneficio y no queda nada que se pueda dedicar a mantener las supuestas grandes conquistas, como son llamadas la educación pública o la sanidad, garantizadas por el Estado, eso sí, a través de los impuestos aplicados sobre la clase proletaria. Ante esta situación el oportunismo político y sindical, que basa su fuerza en la cohesión social y tiene como objetivo que esta no desaparezca, es decir, que el proletariado no se enfrente a la burguesía sobre el terreno de la lucha de clase, llama  a los proletarios a exigir a la burguesía que retorne a la política del llamado bienestar, que vuelva a garantizar que todos los proletarios puedan ser explotados y que se presten de nuevo los servicios sociales que hacían posible esta explotación. Pero este camino no se puede transitar. La colaboración entre clases, la paz social, se rompe en primer lugar porque la burguesía ya no puede colaborar y debe adoptar una posición abiertamente beligerante contra el proletariado, de manera que pueda someter por la fuerza a este a sus intereses, ahora más exigentes que nunca.

¡Proletarios!Seis años de crisis económica no sólo han traído de nuevo la miseria para la clase trabajadora. Seis años de crisis económica han mostrado los esfuerzos que los agentes de la burguesía en el seno de la clase proletaria llevan a cabo para que esta no reanude su lucha de clase. Tres huelgas generales, cientos de ellas parciales e incontables manifestaciones y conflictos locales dirigidos por ellos han revelado que los objetivos y los métodos que imponen al proletariado son completamente ineficaces para enfrentarse a burguesía. Los llamados partidos obreros (PSOE, PCE, etc.) y la izquierda extra parlamentaria que marcha a su cola junto con los sindicatos colaboracionistas, no defienden ahora ni lo han hecho nunca, los intereses de la clase proletaria. Si cabe alguna duda acerca de esto basta con ver los resultados de las luchas en que los obreros han participado bajo su dirección, tanto de las grandes luchas nacionales como de los pequeños conflictos parciales.
La función de estas fuerzas políticas y sindicales es mantener al proletariado encadenado a la burguesía, garantizar que se cumplen las exigencias de esta a costa de cualquier sacrificio necesario y, naturalmente, defender sus privilegios sociales con los cuales los burgueses les han comprado. Pero, como es normal, a lo largo de los últimos años la evolución de una situación cada vez más penosa para el proletariado junto con la experiencia extraída acerca de la inutilidad de la lucha llevada a cabo por los objetivos y con los medios del reformismo y del colaboracionismo político y sindical, han ido contribuyendo a cierta maduración de algunos sectores del proletariado. Las recientes huelgas en los servicios de limpieza en ciudades como Madrid o Alicante, la huelga indefinida de los trabajadores de Panrico en Catalunya o el mismo conflicto en el barrio de Gamonal en Burgos, muestran que el proletariado, cuando lucha en defensa exclusiva de sus intereses de clase y lo hace con medios y métodos que se oponen por completo a los utilizados por las fuerzas del colaboracionismo entre clases, puede vencer.

¡Proletarios!El camino de la reanudación de la lucha de clase será duro y doloroso, lleno de derrotas y retrocesos. Pero es el único a través del cual la clase trabajadora puede enfrentarse realmente contra la burguesía y salir victoriosa. Enfrentarse con la burguesía, con la clase de los capitalistas y con sus intereses e una vía obligada para el proletariado si quiere librarse del peso de la explotación y de las condiciones de esclavitud a las que el capitalismo le constriñe cada día y durante toda la vida. Entre los obstáculos que aparecerán uno de los primeros será el recambio del oportunismo político y sindical, el surgimiento de pretendidos partidos y sindicatos alternativos que portan viejas posiciones reformistas y falsamente radicales pero sistemáticamente dependientes de la legalidad, de la democracia y de las categorías económicas y sociales burguesas que hoy predominan y controlan a los proletarios en los centros de trabajo y en la calle. Estas nuevas agrupaciones adoptarán formas aparentemente más radicales, pero su contenido seguirá siendo el mismo: escamotear a los ojos del proletariado la alternativa de la lucha clasista a favor de nuevas fórmulas de cohesión entre clases. Cobrarán fuerza porque la burguesía los necesita como recambio a los partidos y sindicatos tradicionales a medida que estos se vayan desgastando por la fuerza de los hechos. Pero esta fuerza no consistirá en otra cosa que en su capacidad para mantener el control sobre la clase proletaria en función de la conservación social. Ni en su programa, ni en sus reivindicaciones generales o particulares se diferenciarán en nada respecto a aquellos de sus antecesores en el cargo: tratarán, como estos, de desviar el impulso a la lucha hacia ilusiones acerca de un capitalismo más benigno con la clase trabajadora.
 

¡Proletarios!La dignidad reivindicada por todas las fuerzas de conservación social, abiertamente reformistas y colaboracionistas o mimetizadas por el izquierdismo de fachada, no es sino una forma moral con la cual esconder la realidad de la esclavitud salarial en la cual sobreviven, y lo hacen malamente, todos los proletarios. Inclinarse a la dignidad del esclavo nunca ha ayudado a liberarse de la esclavitud, únicamente ha ilusionado al esclavo con poder superar su propia condición únicamente con su pensamiento. Para combatir contra las condiciones de esclavitud modernas impuestas al proletariado por el capitalismo, el proletariado debe partir del reconocimiento de su propia condición de esclavo asalariado entendiendo la causa en las relaciones sociales y de producción capitalistas y luchar contra la clase burguesa que representa, impone y difunde con cualquier medio estas relaciones sociales y de producción.
La lucha de clase es, en primer lugar, la vía para defenderse efectivamente de los ataques de la burguesía. Mediante esta defensa, si es llevada a cabo mediante medios y métodos clasistas, la lucha por objetivos inmediatos y parciales se convierte en una escuela de guerra que entrena a la clase proletaria para la lucha política. En esta, bajo la dirección del partido comunista revolucionario que posee “la comprensión clara de la trayectoria, las condiciones y los resultados últimos y generales del movimiento proletario”, el proletariado lucha por abatir el poder de clase de la burguesía, por destruir su estado de clase e imponer su propia dictadura para hacer frente a los contraataques del enemigo. En esta lucha política, el proletariado tiene como objetivo final la transformación socialista de la sociedad, la abolición de un mundo basado en la propiedad privada y el trabajo asalariado. El proletariado no lucha por obtener ningún tipo de “dignidad” para su clase, sino para destruir las mismas clases sociales, para implantar la sociedad de especie en que la explotación del hombre por el hombre haya desaparecido para siempre.

¡Proletarios!Por la defensa intransigente de las condiciones de existencia de la clase proletaria.
Por la reanudación de la lucha de clase a gran escala.
Por la reconstitución del Partido Comunista, internacional e internacionalista.

16 de marzo de 2014.
                                                  
Partido Comunista Internacional (El Proletario)  
www.pcint.org

Il Comunista-Le Prolétaire-Programme Communiste-Proletarian-El Proletario-El Programa Comunista

 

UCRANIA:

LA CAÍDA DE YANUKÓVICH NO RESOLVERÁ 

LOS PROBLEMAS DE LAS MASAS PROLETARIAS






Desde finales de noviembre en la capital de Ucrania, la Plaza de la Independencia (Maidan) se ha convertido en sede de manifestantes que protestan contra la decisión del gobierno de firmar un acuerdo con Rusia en lugar de la
Unión Europea.
Hay que decir que la situación económica y social de Ucrania es precaria.. Yanukóvich había ganado las elecciones presidenciales que le permitió regresar a las "reformas" antisociales de su predecesor, la famosa Yulia Timochenko, la rubia ídolo de los medias occidentales.

Pero con una economía exangüe, estrangulada por una deuda a corto plazo que supera sus capacidades de financiamiento, el gobierno ucraniano que por temor a un estallido social se negaba a seguir las recomendaciones del FMI de recortes drásticos en el gasto público, ha buscado negociar una ayuda económica en paralelo con la U.E. y Rusia. Los negociadores ucranianos entre otras cosas pedían a la U.E., si el país firmaba un acuerdo con Europa., una compensación financiera por la pérdida de sus mercados con Rusia. Al final las proposiciones rusas se revelaban más favorables, y el acuerdo se hizo realidad. Rusia ha prometido15 mil millones de dólares "sin alzas ni bajas, ni congelación de las mejoras sociales, pensiones, bolsas y gastos", según declaraciones del propio Putin (1).

Pero las ilusiones en lo que podía aportar un acercamiento con la U.E. (bien que para los responsables europeos, en el acuerdo jamás se ha hablado de una integración de Ucrania a la U.E., sino de una simple "asociación"), eran tan fuertes que la firma del acuerdo - todavía preliminar - con Rusia ha desencadenado las manifestaciones. En un comienzo estas manifestaciones eran bastante tímidas, pero poco a poco han ganado amplitud hasta llegar a reunir a cientos de miles de personas.
A mitad del mes de enero las manifestaciones habían tomado otro carácter en virtud de la represión de las autoridades, no sólo por las brutalidades policiales "habituales" en estos casos, sino el reforzamiento de estas votando nuevas leyes más represivas que las anteriores, recurriendo incluso a matones los cuales han hecho "desaparecer" a decenas de manifestantes. Las reivindicaciones pro-europeas han quedado atrás y las manifestaciones se han convertido en la expresión de un descontento generalizado, que tiene como punto culminante la dimisión del presidente Yanukóvich.

Luego de la catástrofe económica que había precedido la desaparición, en los años 90' de la URSS (según un informe de la Banca Europea de Reconstrucción y Desarrollo, a finales de esos años el PIB del país representaba solo un 37% del de 1990!), Ucrania vivió un período de crecimiento en el curso del cual se acrecentaron las desigualdades. Un puñado de riquísimos capitalistas - los "oligarcas" - se acapararon las riquezas del país, financiando paralelamente a un parlamento que les permitía precisamente defender sus intereses respectivos (2). El descontento de la población era tal que en 2004 una llamada "revolución naranja", sostenida por los americanos, tumbaba al presidente Kuchma. Pero las nuevas autoridades (Timochenko entre otros) prontamente van a decepcionar a la población que asiste a la imposición de medidas de austeridad, lo que lleva, en 2006, a una nueva crisis política que abre la vía del poder a Yanukóvich. 


En 2008-2009, la crisis capitalista internacional golpea duramente a Ucrania (baja de casi 15% del PIB en 2009), y la reactivación económica se hace esperar (2013 tuvo un crecimientode 0,12%, y en 2012 fue de 0,7%) (3).

Ucrania, con una población de 46 millones de habitantes, está dividida en dos: una parte oriental donde se concentra la industria pesada, con una población en su mayoría de habla rusa, y una parte occidental menos poblada y más agrícola, tradicionalmente hostil a Rusia. País dividido interiormente, la Ucrania es también un blanco de los apetitos rivales de potencias capitalistas tanto del Este como del Oeste. Si bien las instancias de la Unión europea no desean para nada su integración en razón de problemas insuperables para las finanzas e instituciones europeas, no
obstante Alemania, Polonia y otros países de Europa Central están muy interesados en primer lugar en el mantenimiento de la estabilidad del país, y en segundo lugar en el mercado que este representa. Los Estados Unidos no se quedan atrás y trabajan por que la Ucrania corte sus lazos con Rusia que, de su parte, por razones geopolíticas evidentes, hará todo lo posible por guardarla en su seno. En Rusia algunas voces no oficiales se han alzado para advertir que una crisis en Ucrania llevará a una división del país, conllevando una guerra por la anexión de Crimea, donde se encuentran las bases de la flota rusa del Mar Negro...
Últimamente las diversas potencias imperialistas han estado maniobrando para aumentar su importancia en los acontecimientos. Después de las masacres del 19 de febrero que han ocasionado decenas de muertes (se contarían unos 90 muertos, 10 policías entre las víctimas), un acuerdo fue establecido entre el gobierno y los partidos de oposición bajo los auspicios de los ministros del exterior de Alemania, Francia y Polonia, más un representante ruso. Pero la tinta de la firma aun no se había secado cuando Yanukóvich huía, constatando que sus partidarios, la policía y el ejército lo abandonaban, poco después fue votada en el parlamento su destitución. Un gobierno provisional ha
sido nombrado bajo la dirección de Timochenko, liberada luego de 2 años pasados en prisión.
Los manifestantes de Máidan, estudiantes casi en su totalidad, pertenecen esencialmente a las capas medias, pequeños burgueses confrontados a dificultades económicas; si habían proletarios estos se mezclaban a una masa confusa que iba “del desempleado al presidente de Microsoft Ucrania” (4) bajo las banderas de la democracia y del nacionalismo ucraniano. A medida que el tiempo pasa, los partidos tradicionales de oposición han perdido credibilidad por sus tentativas de compromiso con el poder al mismo tiempo que las organizaciones de extremaderecha, ultra-nacionalistas, cristianos y neo-fascistas aumentaban su influencia en las manifestaciones. Han sido  ellos, organizados paramilitarmente, quienes han tomado la iniciativa de ocupar varias sedes ministeriales, mientras que en la plaza Máidan expulsaban a las eventuales organizaciones de izquierda.

La clase obrera ucraniana como tal, que guarda tras de sí una rica historia de luchas (basta recordar las grandes huelgas de los mineros de Donbass, hace treinta años) ha estado ausente a lo largo de estos dramáticos eventos.
Hasta ahora no ha habido ni una sola huelga, ni manifestaciones significativas en los grandes centros obreros al este del país. En efecto, esta ausencia se debe sin duda por lo menos en parte a las divisiones regionales (el este había votado masivamente por Yanukóvich contra Timochenko en las elecciones presidenciales de 2010). Pero también está el hecho de que las reivindicaciones y perspectivas planeadas por las fuerzas políticas burguesas a la cabeza del movimiento de oposición no podían atraer a los proletarios sometidos a una dura explotación (la duración legal de
trabajo en la idustria es de 48 horas, el salario mensual promedio no llega a 200 euros, la tasa oficial de desempleo es de 8%, luego de haber culminado en 15% a mitad de los años 90'). Sin embargo, la ausencia del proletariado en tanto que fuerza presente en la crisis política ucraniana se debe en definitiva a la ausencia de la más mínima organización clasista que represente y defienda sus intereses.
Las capas pequeño-burguesas son también víctimas de las crisis del capitalismo, e incluso se movilizan antes que el proletariado, como ya se ha visto en estos últimos meses en varios países del globo. Pero como su  existencia esta ligada al mecanismo capitalista de extorsión del beneficio, son por naturaleza incapaces de avanzar otra perspectiva que las quimeras de perfeccionamiento del funcionamiento de la economía burguesa, de un capitalismo democrático y de la desaparición de los antagonismos de clases. El proletariado es la única clase capaz de aportar una solución definitiva a la miseria y sufrimientos de las amplias masas, incluyendo a los pequeños burgueses, y luchar por el derrocamiento del capitalismo; y, esperando acumular fuerzas suficientes para esta salida revolucionaria, arrancar por lo menos transitoriamente, concesiones a los capitalistas mediante la lucha de clase abierta. La irrupción de un proletariado en lucha abierta podría en consecuencia atraer al menos una parte de estas masas pequeño-burguesas en vías de proletarización. Pero si no logra lanzarse a la lucha, si no logra liberarse de las fuerzas colaboracionistas que hasta ahora lo asfixian, la burguesía inevitablemente hará tornar la rabia de los pequeños burgueses en su contra, sirviéndose de ellos para aplastarlo, aumentando aún más su explotación.

En fin, en esta crisis el proletariado ucraniano no ha participado como tal, pero será sobre sus salud que esta se resolverá, sea cual sea el nuevo equipo que se monte en el poder. Es el proletariado la cabeza de turco quien pagará los costos de la crisis política actual, y el que con su explotación podrá hacer que el capitalismo nacional se recupere. Como sus hermanos de clase de todos los otros países, el proletariado ucraniano no podrá insurgirse contra esta condición de chivo expiatorio más que rompiendo los lazos que en nombre del nacionalismo, la democracia, el regionalismo, lo encadenan a los intereses del capitalismo, tomando la vía de la lucha de clase independiente,
reconstituyendo las organizaciones de clase necesarias a estas, y, en particular, el órgano supremo, el verdadero partido de clase, situado en las antípodas del partido anti-proletario el mal llamado “Partido Comunista de Ucrania”.
Esta es una tarea que no podrá cumplirse de la noche a la mañana, ni podrá llevarse a cabo dentro de las fronteras nacionales; tarea difícil pero exaltadora y la única realista: Los proletarios no tienen más sus cadenas que perder, tienen un mundo por conquistar!



partido comunista internacional, 24/2/2014


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(1) C.f. Catherine Samary, “La société ukrainienne entre ses oligarques et sa troïka” (“La sociedad ucraniana
entre sus oligarcas y su troika”), http://alencontre.org/video/la-societe-ukrainienne-entre-ses-oligarques-et-a-       satroika-2.html
2) En el Parlamento el Partido Regional” del oligarca Yanukóvich tiene como aliado al Partido Comunista,
mientras que en la oposición se encuentra el partido “Patria” de la oligarca Yulia Timochenko, el partido “Oudar”
vinculado al CDU alemán y el partido de extrema-derecha nacionalista “Svoboda” financiado por otro oligarca. Pero a este coro se agrega el partido “Oudar” (“Puñetazo”) dirigido por el hombre de la imponente figura y de todas las imagenes de la Ucrania actual, el boxeador Vitali Klitschko.
(3) C.f. Catherine Samary, cit.
(4)C.f.http://pratelekomunizace.wordpress.com/2014/02/19/maidan-and-its-contradictions-interview-with-aukrainian-revolutionary-syndicalist/



NO SE TRATA DE CAMBIAR DE AMO, 
SINO DE NO TENERLO
(Sobre los recientes resultados electorales 
en ecuador)
 
Elecciones 2014 en ecuador: la “oposición de derecha” ganó las alcaldías de las ciudades principales del país, es decir ganó la fracción empresarial de derecha (rodas, nebot, cabrera, etc.) sobre la fracción burocrática de izquierda (barrera, bonilla, granda, etc.) del mismo capital-estado, que no obstante sigue siendo la fracción política dominante a nivel nacional (correa sigue siendo el presidente, su partido tiene la mayoría de la asamblea nacional, ministerios, otras alcaldías y prefecturas en todo el país, etc.). De todos modos, “ganó la democracia”, sí: ganó la dictadura democrática del capital sobre el proletariado; sí: ganaron sólo los ricos y poderosos, junto con sus políticos y sus perros guardianes uniformados. A nivel local, entonces, lo único que se ha dado es un cambio de amos, de patrones y de administradores: antes eran los de izquierda, ahora son los de derecha otra vez. Pero nosotros, la mayoría de la población que vive del trabajo asalariado, seguimos siendo explotados y oprimidos. Nada fundamental ha cambiado.  

El problema es que estos mercaderes políticos profesionales, tanto de derecha como de izquierda, le tienen embobada a nuestra clase social con sus discursos, ofertas, cuentos, falsos problemas y debates, etc. Por ejemplo, es un falso debate lo de “derecha conspiradora y fascista contra el gobierno revolucionario” al igual que lo de “la derecha va a equilibrar y a democratizar el país”, en fin lo de “¿izquierda o derecha?” o lo de “¿gobierno u oposición?”: ¡ni lo uno ni lo otro! ¡En el fondo son la misma mierda capitalista! Así como también es una ilusión, por ejemplo, creer que fue “un voto de protesta y rechazo al gobierno”* y/o que “las cosas van a mejorar con un nuevo alcalde” (el burguesito rodas, en el caso de quito), si por ello se entiende que vamos a “vivir mejor”. Pueden reducir los impuestos (¿?) y mejorar los servicios, etc., pero esas son cosas más que secundarias y aparentes. Insistimos: nosotros seguimos y seguiremos siendo explotados y oprimidos. Y los patrones de derecha y de izquierda por igual siguen y seguirán siendo la clase dominante, el Estado.

¿Por qué? Porque, al no ser dueños de los medios materiales de vida, tampoco somos dueños de nuestras propias vidas ni decisiones. Somos esclavos asalariados, pero que creen ser “ciudadanos libres e iguales ante la ley gracias a la democracia”. Y porque absolutamente todos los políticos, tanto de derecha como de izquierda, son representantes de los intereses de distintas fracciones del mismo capital, es decir todos ellos son capitalistas que viven a costa de nuestra explotación y dominación. Sólo representan sus intereses, no los nuestros. No son nuestros “representantes”, son nuestros explotadores y opresores con distintas caretas y disfraces. Son nuestros enemigos de clase. (¡Y pensar que hay esclavos que celebran y defienden a sus diferentes amos!) 

El problema de fondo, por consiguiente, no es tal o cual candidato, alcalde, partido, y ni siquiera el gobierno: el problema de fondo es todo el sistema democrático de explotación y dominación capitalista que a diario nos impide ser los verdaderos dueños de nuestras vidas y decisiones, que a diario nos destruye como clase y como seres humanos. Por eso “no se trata de cambiar de amo, sino de no tenerlo.”

Proletarios: mientras no despertemos y no luchemos como clase, como proletariado, contra el capital-estado y todos sus representantes de derechas e izquierdas, éstas seguirán en sus pugnas de poder, en sus peleítas entre patrones y sus respectivos lacayos políticos (“allá entre blancos”), utilizándonos en este asqueroso show democrático ó como espectadores pasivos que opinan y votan cual borregos (o sea, ciudadanos) ó como carne de cañón en las calles (como actualmente está ocurriendo en venezuela). Por el contrario, la experiencia histórica de la lucha de clases y las recientes revueltas internacionales demuestran que cuando el proletariado reemerge y lucha como tal contra el yugo capitalista y estatal, derechas e izquierdas se unen en su contra en un sólo partido: el partido de la democracia, el partido de la contrarrevolución. Lo que pasa es que, como en el fondo son la misma mierda, derechas e izquierdas del capital le temen al proletariado autónomo y revolucionario que en su lucha porta “el fantasma del comunismo” y la anarquía; esto es, de la sociedad sin explotadores ni explotados, sin propiedad privada, trabajo asalariado ni capital, sin clases ni Estado, sin patrias ni cárceles de ningún tipo... una comunidad humana real y mundial. Esto no es una utopía, es una posibilidad y una necesidad histórica para la humanidad y el planeta entero.

Pero al parecer, será el mismo látigo de la contrarrevolución actual y de la miseria (no sólo económica sino de existencia) que vivimos a diario, el que, al menos por estas tierras, provocará que nuestra clase proletaria reaccione y se levante nuevamente como tal; que luche sin representantes ni intermediarios por las necesidades humanas contra el capital y el estado; que los proletarios confiemos solamente en nosotros mismos y dejemos de tener miedo de decidir y de luchar de verdad, es decir luchar para destruir lo que nos destruye (¡todo este inhumano sistema de muerte!) a fin de reapropiarnos de nuestra vida y las condiciones materiales que la hacen posible. Mientras tanto, los proletarios revolucionarios, aunque hoy seamos una ínfima minoría, seguiremos resistiendo y luchando a contracorriente: contra derechas e izquierdas por igual, contra la esclavitud asalariada y la tiranía estatal, contra la dictadura democrática del capital, contra el rebaño ciudadano y democrático. Como decía un histórico compañero revolucionario: “hoy en día, comportarse como un ser humano significa, fundamentalmente, comportarse revolucionariamente”.

¡SOMOS PROLETARIOS, NO “CIUDADANOS”!
 
¡NADA DE REPRESENTANTES: 
AUTONOMÍA PROLETARIA!

¡A COMBATIR A LA DERECHA Y A 
LA IZQUIERDA DEL CAPITAL POR IGUAL!

¡QUE SE VAYAN TODOS!
 
¡ABAJO LA DEMOCRACIA! ¡ABAJO 
EL CAPITAL Y EL ESTADO!
 
¡POR LA LUCHA DE CLASES Y LA 
REVOLUCIÓN PROLETARIA MUNDIAL!

¡POR EL COMUNISMO Y LA ANARQUÍA SIEMPRE!

 
brigada fantasma de agitación comunista-anarquista
 
quito-ecuador, fines de febrero 2014




Valladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.

si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com















ARCHIVO

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Contrainformacion internacional

Anticarcelario / contra la sociedad cárcel

"Las prisiones son una parte más de la esencia represiva de todo Estado, no hay que olvidar la parte que nos toca a lxs que aún seguimos en la calle.

No podemos ver las cárceles como algo ajeno a nuestras vidas, cuando desde temprana edad hemos sido condicionadxs a no romper las normas, a seguir una normalidad impuesta; el castigo siempre está presente para lxs que no quieren pasar por el aro.

En el trabajo, en la escuela... domesticando y creando piezas para la gran máquina, piezas que no se atrevan a cuestionar o que no tengan tiempo para hacerlo.

Hemos sido obligadxs a crecer en un medio hostil donde es dificíl desarrollar nuestros propios deseos.

La rebeldía brota de algunxs, otrxs simplemente se acomodan en la mierda, tapando sus frustraciones con lo que le dan quienes antes les despojaron de todo. O viendo sus problemas como algo aislado, único y personal.

Para lxs que no tragan o no se adaptan al gran engaño ahí tienen sus cárceles, reformatorios, psiquiatrícos ... creados por los que no quieren ver peligrar las bases de su falsa paz.

No podemos ignorar la lucha de lxs compañerxs presxs.

Su lucha es nuestra lucha."