[ texto extraído de la nueva revista de contrainformación EXARCHIA ]
El que no esté colocado que se coloque... y al loro
Sobre control y drogas en el Estado Español.
Daphne B.S.
Facilitar
la introducción del tráfico de drogas en determinadas áreas para ejercer una
presión y control sobre un sector de la población es una práctica bastante
común de los Estados. Barrios de marcado carácter combativo y/o con un interés
urbanístico-especulativo, movimientos sociales dentro y fuera de las cárceles,
centros sociales... son lugares habituales en sufrir este tipo de práctica. En este
texto se muestran sólo algunos de los ejemplos de dónde se ha incidido con la
droga para tratar de callar o manipular a sectores de la población.
La
década de los 80
Tras el
fenómeno de la transición e inmersos en la anhelada democracia, la
reconversión industrial se encargó de dar la bienvenida a la nueva era. La
democracia abrazó a todos los esperanzados por el cambio, ahogándoles bajo una
acuciada crisis económica, unos salarios extremadamente bajos y el
desmantelamiento de cientos de miles de puestos de trabajo.
Los
despidos masivos y el creciente desempleo juvenil daban continuidad a la
tensión social, laboral y política de los 70 a ritmo de manifestaciones y
huelgas generales duramente reprimidas. Tenemos el ejemplo de la batalla de
Euskalduna en 1984, donde los obreros, ante el inminente cierre del astillero,
organizados en asamblea decidieron ocupar y defender con todas sus fuerzas el
lugar (para acabar finalmente vendidos gracias a la labor de CC.OO y la
intransigencia del gobierno del PSOE). O la primavera de Reinosa en el 87. O
los enfrentamientos día sí y día también en Galicia, Asturias...
Y
además de la democrática represión directa, continuación de aquella
etapa franquista, comienza a surgir una forma de represión y control social más
sutil: la heroína irrumpe con fuerza en aquellos lugares donde el paro
afectaba con mayor virulencia: en los barrios obreros de Madrid, Cataluña, País
Vasco... en definitiva, en aquellos lugares donde el malestar social suponía
atisbo de una organización que pudiera constituir una fuerte oposición.
Aunque
todos los sectores generacionales se vieron afectados, el problema se centraba
mayoritariamente en la juventud. No fueron pocos los parados y prejubilados de
más de 45 años que
intentaron
evadirse cayendo en el alcoholismo, sin embargo, la juventud, hija de obreros y
sector combativo por excelencia, frente al desasosiego de verse sin futuro ni
expectativas, encontraba su salida en el tráfico y consumo de drogas que tan
repentinamente habían empezado a aparecer.
Exclusión,
cárcel y muerte fue el destino de toda una generación.
“Se ofrece la droga como
alternativa encaminada a inhibir toda clase de actividad (en el joven, el
parado, el reprimido en situación marginal, etc.) que pueda dirigirse a lograr
un cambio en la sociedad.”
La “denuncia de Herri Batasuna al
pueblo vasco”, publicada en el diario Eguin
del 17 de Abril de 1980, expuso claramente el quid de la cuestión: el uso de la
droga para adormecer conciencias, basarse en la debilidad y fragilidad de los
drogadictos para coaccionarles y usarles como confidentes, crear un estado de
peligrosidad en las calles a través de la delincuencia que genera la droga para
justificar el crecimiento de efectivos policiales y medidas represivas,
limitando cada vez más las libertades con la excusa de imponer “el orden
social”.
Así, bajo
la excusa de la “seguridad ciudadana” y de la “lucha contra las drogas”, la Ley
Corcuera, más conocida como “Ley de la patada en la puerta”, salía adelante.
Tampoco
tardaron en darse cuenta de la relación entre el Estado y el tráfico de drogas
“Madres contra la Droga”:
“ La portavoz de la
asociación, Sara Nieto, señaló que la citada ley "va dirigida contra todos
los niños, jóvenes y familias de este país, porque va a dar más poder y mayor
impunidad a quienes desempeñan un papel activo en el tráfico de drogas de
nuestro país: la policía, la Guardia Civil y quienes los mandan", dijo. El
colectivo Madres Unidas contra la Droga sostiene que la aprobación de esa ley
consagra la represión contra las víctimas y el establecimiento de un estado
policial al margen del control judicial y de los derechos ciudadanos como forma
de garantizar la seguridad ciudadana". ”
Con la
aplicación de una ley autoritaria que suponía una violación de libertades y
derechos, y bajo el amparo de la “lucha contra la droga”, se logró combatir a
una juventud llena de reivindicaciones y fuerza, que o era reprimida y acosada
por violar “la seguridad ciudadana” o terminó consumiendo sus esfuerzos en
sobrevivir para conseguir el siguiente chute.
El
caso de Euskadi
Desde
1960, el País Vasco se encontraba sumergido en un agitada lucha social de
marcado carácter obrero y antifranquista. Los movimientos vecinales habían
tomado una fuerza creciente y la gente empezaba a organizarse. Problemas como
las disfunciones creadas por el desarrollismo, los problemas urbanos creados
por la masificación y los problemas de la industria ennegrecían aún más el
ambiente. El Proceso de Burgos terminó de despertar las conciencias de una
sociedad vasca nada contenta y con ganas de luchar.
En 1983
se traza el Plan ZEN, centrado oficialmente en combatir la lucha armada con
“métodos legales”. También es cuando aparecen los GAL y la introducción masiva
de droga en los barrios.
El
caso de Otxarkoaga, un barrio periférico de Bilbao, es bastante representativo.
Como
tantos otros barrios creado en los años 60 como consecuencia del desarrollismo
industrial, sufría los graves problemas de una urbanización rápida y
deficiente. La represión franquista y las pésimas condiciones laborales y
salariales produjeron en el barrio un movimiento social unificado que siguió
luchando durante la democracia.
La
entrada de droga no sólo supuso perder a toda una generación (se calcula que
400 personas del barrio en sólo dos años), sino la entrada de más y más
efectivos cuerpos de seguridad: Guardia Civil, policía nacional, policía
municipal...
Cabe
destacar que para limpiar el buen nombre de los garantes del orden, se
organizan redadas, pero que mayoritariamente se encargan de ir a por el pequeño
traficante, “camello”, en lugar de atacar al al minoritario grupo de los
grandes traficantes, que son los encargados de introducir en el Estado las
grandes cantidades de heroína protegidos por las autoridades.
El
resultado es una desmovilización total.
En el caso de Otxarkoaga, ese tejido social y espíritu luchador esta
perdido. La justificación de acrecentar efectivos policiales para garantizar la
paz social ha supuesto la asunción de que la solución es pedir mayor represión,
sin considerar siquiera cual es la raíz de los problemas.
Valladolid:
el caso de Pajarillos
Pero
esto ni pertenece al pasado ni es algo lejano. En Valladolid nos encontramos
otra jugada dirigida a favorecer los
intereses urbanísticos.
A
partir de la década de los 90 el Poblado de la Esperanza, conocido como “el
mercado de la droga”, era realojado por los barrios de la Zona Este, como
Pajarillos. Que el realojo del poblado se hiciera por zonas periféricas y de
marcado carácter obrero en lugar de por los barrios del centro o del sur forma
parte del proceso de gentrificación, que consiste en expulsar a los habitantes
tradicionales del barrio sustituyéndoles por habitantes de clase media-alta. El
proyecto aprobado en 2011 para demoler la barriada 29 de Octubre es un claro
ejemplo: se pretenden derribar las más de 500 viviendas para reconstruir más de
700 con un diferente trazado urbanístico (en detrimento de los actuales
espacios ajardinados y peatonales que ofrecen gran libertad), exigiendo a los
antiguos inquilinos que si quieren seguir habitando en el barrio deberán tener
la solvencia suficiente para pagar o alquilar una de las nuevas viviendas y su
respectiva plaza de garaje.
La idea
del soterramiento, que se viene fraguando desde 1990, supone quitar la frontera
de la vía y túneles que separan a Pajarillos del centro. La posibilidad de
crear más suelo urbanizable y la cercanía del barrio con el centro de la ciudad
pusieron a Pajarillos en el punto de mira del ayuntamiento y el sector
inmobiliario con la intención de desmarcarle de su carácter obrero y
convertirlo en área residencial para una clase más alta.
Así
comienza el plan de degradación de la zona con la creación de la inseguridad
ciudadana. El movimiento de drogadictos y “camellos” por las calles empieza
a generalizarse y algunos vecinos comienzan a marchar del barrio mientras otros
piden mayor presencia policial en la calle como medida de seguridad. La
presencia policial no cambia la situación y se empieza a tomar conciencia de la
situación: la gente empieza a organizarse y protestar, recibiendo como
respuesta una dura represión policial (multas y penas de cárcel por cortar
calles, “resistencia a la autoridad”...)
En
lugar de rehabilitar las viviendas en su momento, se pasó a degradar un
barrio mediante la droga para que las constructoras hicieran su negocio
reconvirtiendo el vecindario y destruyendo el tejido social del barrio.
Estar
al loro
Aunque hoy
en día el brutal caso de la heroína está bastante asimilado por su rápida
mortalidad, hay que entender que no es la única droga utilizada con este fin.
En la conciencia colectiva el consumo de otras sustancias como la cocaína,
anfetaminas, cannabis o el alcohol es aceptado, e incluso ensalzado, sin
considerar que sus efectos adictivos y de alejamiento de la realidad sirven
también para apaciguar y controlar. Cualquier droga cumple una función
desmovilizadora que facilita al Estado el control y manipulación de las
situaciones frente a la población, siempre es más sencillo controlar individuos
más pendientes de conseguir su dosis de soma que de organizarse, luchar
y enfrentarse a los problemas.
Fuera del Estado Español encontramos como
referente del uso de las drogas como arma contra los movimientos políticos el
archiconocido caso de Panteras Negras. En un clima de impunidad policial y gran
represión en los barrios negros norteamericanos, el Partido Pantera Negra de
Autodefensa nace en 1966 con el objetivo de mejorar el nivel de vida de la
Comunidad Negra de los EE.UU. Siguiendo los postulados de Malcolm X, llevaron a
cabo programas de autodefensa y supervivencia para regenerar sus barrios.
Además de organizar patrullas de vigilancia policial para evitar los abusos de
éstos, comenzaron a proveer en los barrios los servicios sociales que el Estado
les negaba. Consiguieron crear una red de autogestión mediante la acción
directa desmarcándose así del Estado y del sistema capitalista. En 1969 el FBI
los declaró enemigos público número uno, empezando así todo un proceso para
desmantelar a la organización por medio del programa CointelPro y la
introducción masiva de droga como la heroína o el LSD en estos barrios. [
Recomendación: testimonio de Michael Cetewayo Tabor,
uno de los miembros de Pantera Negra, titulado “Capitalism
plus dope equals genocide”. ]
Bibliografía
Amor y Rabia nº 64
La adicción es obsesión, la obsesión es sumisión
-
“La cuestión del narcotráfico en el barrio de Pajarillos de
Valladolid”
Documentales
http://revistaexarchia.wordpress.com/
Valladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.
si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com