[recibimos y publicamos]
Ocuparse y preocuparse por la situación de las personas presas son actos
que, a día de hoy, han quedado relegados a l@s que sufren el encierro, a
sus familiares y allegados, a alguna que otra asociación de defensa de
derechos humanos y a l@s cuatro loc@s que compartimos una visión del
mundo donde el Estado, la autoridad y las cárceles no tienen cabida.
Se
dice que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad y esto
es lo que ha sucedido en relación con la finalidad que deben cumplir las
penas privativas de libertad. Una mentira que recoge así el artículo
25.2 de la Constitución: "Las penas privativas de libertad y las medidas
de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción
social y no podrán consistir en trabajos forzosos" y que han suscrito
las sucesivas leyes, decretos, reglamentos, circulares aprobados durante
los casi cincuenta años de régimen democrático. Una mentira que sirve
también de carta de presentación de las cárceles, en cuyas entradas
encontramos los correspondientes letreros y el artículo citado bien
visible, del mismo modo que en las entradas a los campos de
concentración nazis podía leerse: "El trabajo os hará libres".
Pero la realidad desmiente tanta palabrería jurídica.
La
primera evidencia es que la ley no es igual para todos. A la cárcel
siguen entrando mayoritariamente los pobres. Más de la mitad de las
personas presas cumplen condena por delitos contra el patrimonio y el
orden socioeconómico y por delitos contra la salud pública, es decir,
robos y tráfico de drogas. Los banqueros, empresarios, políticos y
grandes traficantes tienen dinero y privilegios suficientes para comprar
voluntades y evitar el estigma carcelario.
La
segunda evidencia es que la pena de cárcel es un fin en sí misma y tiene
como objetivo castigar el hecho tipificado como delito. En la cárcel
quedan encerrados por tiempo indefinido tod@s aquell@s que no pudieron,
no supieron o no quisieron amoldarse a los ajustados márgenes de
libertad tutelada que ofrecen los llamados Estados Sociales y
Democráticos de Derecho. Quien ose saltarse los límites que se atenga a
las consecuencias. Y estas también son una evidencia. La cárcel nunca
procurará que la persona privada de libertad se eduque e inserte en la
sociedad. Tampoco que gocen de los más mínimos y elementales derechos
fundamentales, como la libertad de expresión, la de reunión y
asociación, el derecho a la educación, la libertad y la seguridad, el
derecho a la tutela judicial y a la presunción de inocencia, el derecho a
la intimidad, al secreto de las comunicaciones, el derecho a la
igualdad ante la ley...ni a otros como el de tener un trabajo
remunerado, gozar de los beneficios de la Seguridad Social, el acceso a
la cultura y al desarrollo integral de su personalidad. Y ello es así
porque ni hay voluntad política ni presupuestos más allá de los
destinados a mantener el orden y la seguridad de estos centros de
exterminio. Lo que sí abunda en las cárceles es arbitrariedad,
prepotencia, abusos, malos tratos, pésima alimentación, abandono
sanitario, sobre- medicación psiquiátrica, muertes, desesperación...
Para
denunciar este estado de cosas, acudimos el pasado 19 de enero a la
cárcel de Villanubla. La marcha discurrió sin incidentes. Se corearon
las consignas habituales y se entabló comunicación con los presos que se
asomaron a las ventanas de sus celdas. Se mandaron y recibieron
palabras de aliento, escuchamos sus quejas, sus reivindicaciones.
Dos
meses más tarde, una de las participantes a esta marcha recibió una
denuncia de la Subdelegación de Gobierno de Valladolid por importe de
200 euros( 100 si se paga en el plazo de quince días y se renuncia a las
alegaciones), por infringir el artículo 37.4 de la Ley Orgánica 4/2015,
la maldita Ley Mordaza, que multa la falta de respeto y consideración a
las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Según el acta-denuncia,
ocho policías nacionales: "escucharon perfectamente como una mujer se
dirigía a ellos diciéndoles textualmente: "LA POLICÍA TORTURA Y
ASESINA". Además, arengaba a los presos del Centro Penitenciario para
que faltasen al respeto e insultasen a los policías allí presentes, los
cuales estaban realizando su trabajo".
Ese día nadie fue identificado.
Ni nosotr@s nos dirigimos a ellos ni ellos a nosotr@s. Lo que hicimos
ese 19 de enero fue ejercer nuestro legítimo derecho de reunión y de
libertad de expresión, así como denunciar las pésimas condiciones
sanitarias y laborales de las personas presas, trasladarles fuerza y
ánimo y recordarles que no están solos.
No podemos dejarnos amedrentar por su represión. No nos callarán.
ABAJO LOS MUROS DE LAS PRISIONES.
FUEGO A LA LEY MORDAZA.