[Estado español] Sobre el 'Nuevo gobierno del PSOE'
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valladolor
martes, 12 de junio de 2018
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crisis,
lucha de clases,
partido comunista internacional,
PPSOE = MIERDA
NUEVO
GOBIERNO DEL PSOE
Tras
la crisis de gobierno late la verdadera crisis política y social que
la burguesía es incapaz de aplacar. El circo parlamentario y
electoral sólo puede garantizar al proletariado miseria y opresión.
Han bastado unos pocos días
para que el Gobierno del PP, con Rajoy a la cabeza, haya pasado de
ser el garante de la estabilidad institucional en España, el
gobierno de la “recuperación” económica y el campeón en la
defensa de la unidad nacional a un simple deshecho del que sus
propios aliados, nacionales e internacionales, se han librado sin más
miramientos. Desde la sentencia del caso Gürtel toda la prensa
burguesa del país, unida a todos los partidos parlamentarios a
excepción del PP, esperaba la caída del presidente del Gobierno y
su sustitución, rápida e indolora, por alguno de sus lugartenientes
que no estuviese implicado directamente en la trama corrupta. Hasta
el último momento del último día de la moción de censura se
especuló con la posibilidad de que el presidente Rajoy dimitiese
dando lugar al nombramiento de un nuevo gobierno por orden del Rey y
sin necesidad de recurrir a que el Parlamento se viese obligado a
nombrar, por su cuenta, a uno que sólo podía sustentarse en una
precaria mayoría creada por el apoyo de los partidos vasco y
catalán, de Podemos y del propio sector del PSOE que es crítico con
Pedro Sánchez. Pero en este caso no ha sido posible, finalmente el
gobierno Rajoy cayó y el PSOE no ha tenido otra opción que auparse
al poder. El editorial de El País,
vale decir la sección de directrices que diariamente le publica este
periódico al Banco Santander y al resto de las grandes empresas
industriales y financieras españolas, pasó del Rajoy
debe irse al Pedro
no debe tardar en irse, en tan sólo un
día, el que hizo falta para comprobar que sólo mediante la
intervención hasta el final del PSOE con su moción de censura
podría llevar a cabo la operación de desalojo.
Pero por debajo de nombres,
siglas y acontecimientos esperpénticos, late una verdadera crisis
política y social que, desde hace ocho años, dificulta la
gobernabilidad del país impidiendo el funcionamiento “normal” de
las instituciones y trayendo un sobresalto detrás de otro. La crisis
económica que desde 2007 a 2014 asoló el país es la responsable de
esta ingobernabilidad y hoy la precaria recuperación que es
ensalzada por todos los grupos políticos, la prensa y las mismas
instituciones del Estado como recompensa a los sacrificios que la
clase proletaria se ha visto obligada a hacer, hereda tanto unos
fundamentos económicos extremadamente débiles como un ámbito
político difícilmente estabilizable.
La burguesía lucha. Lo ha
hecho, históricamente, contra las clases feudales, aristocráticas
y eclesiásticas que taponaban su acceso al poder una vez los
fundamentos del capitalismo estaban lo suficientemente desarrollados.
Entonces, las crisis económicas, crisis causadas por el agotamiento
de las relaciones sociales feudales que constreñían el modo de
producción mercantil/capitalista sirvieron de acicate para que la
burguesía colocase bajo su bandera a la clase proletaria, que junto
al campesinado acabo haciendo de ariete en los sucesivos asaltos al
poder aristocrático. De esta primera lucha, todas las burguesías
pasaron inmediatamente a una de nuevo tipo: aquella que le enfrenta
desde entonces tanto con otras burguesías que compiten con ella (por
mercados, recursos, beneficios y, en definitiva, por el dominio del
propio poder nacional y el predominio en el ámbito internacional)
como con la clase proletaria, a la que el capitalismo en todas y cada
una de sus fases, de la mercantil a la imperialista, sólo ha traído
un tipo de miseria y un grado de explotación siempre creciente. La
burguesía siempre ha prometido paz, siempre se ha hecho garante de
la estabilidad y ha colocado en su bandera la consigna de la paz…Pero
jamás, jamás ha sido capaz de proporcionar algo que no sea
enfrentamientos, guerra, destrucción y muerte. Guerras, comerciales
larvadas o abiertamente declaradas, encaminadas a aplastar a sus
competidores y rivales, para hacerse con su botín y someterlos, han
sido la constante de la vida sobre el planeta desde que la burguesía
ocupo el lugar de clase dominante. Destrucción de recursos de
riqueza, y sobre todo, de mano de obra sobrante cada vez que las
crisis económicas, infinitamente más intensas que aquellas del
régimen feudal precedente lo han hecho necesario. Enfrentamiento
continuo en una sociedad en la cual las clases contradicciones
sociales, lejos de desaparecer, se acentúan a cada momento.
Es sobre este magma de
guerra continuada, de guerra sucia larvada o abierta que se asientan
los fenómenos superficiales de la sociedad, incluso los más
accesorios, que nunca pueden explicarse desde el punto de vista de la
lucha de ideas u hombres porque responden a fuerzas de alcance mucho
mayor como son los potentísimos movimientos de las clases sociales
en lucha. Si España se ha vuelto un país difícilmente gobernable
con los métodos que venían siendo habituales desde 1975, si la
propia unidad del país ha vuelto a ponerse en cuestión desbaratando
el pacto institucional de 1978 o si el hasta ayer régimen
parlamentario bipartidista ha reventado, las causas están en la
verdadera crisis social que corre por sus arterias.
Desde 2007, la crisis
económica supuso la puesta en cuestión del equilibrio
constitucional del país. La drástica caída del beneficio
capitalista, que se llevó por delante al “milagro español”,
lanzó a la lucha a todas las facciones de la burguesía española,
que movilizaron todas sus fuerzas para garantizarse su cuota de
mercado frente a las rivales. Para quien no lo recuerde, baste
señalar que el inicio de la “cuestión catalana” no está en el
“nacionalismo” histórico, sino en la negativa por parte del
Estado central de conceder a Cataluña un régimen tributario similar
al de País Vasco. La emergencia de corrientes políticas como la
CUP, el referéndum o la intervención del gobierno central mediante
el artículo 155 son episodios de una batalla librada únicamente en
torno a quién se queda con los réditos extraídos de la explotación
de la clase proletaria.
En un primer momento el
gobierno del Partido Popular fue la respuesta impuesta por el
conjunto de la burguesía a una situación de crisis y emergencia: la
necesidad de obedecer a los dictados de las principales potencias
imperialistas, que tenían en España buena parte de sus inversiones
internacionales, obligó a un “gobierno fuerte” que, además,
pudiese dar una respuesta contundente a los esporádicos brotes de
respuesta por parte de la clase proletaria a las medidas anti obreras
que fueron impuestas. Pero esta respuesta tuvo eficacia durante
apenas cuatro años: el incremento de la tensión social, las fuertes
tendencias centrífugas auspiciadas por la burguesía y la pequeña
burguesía catalana, la necesidad de incluir a nuevas corrientes
políticas representantes de la pequeña burguesía urbana en las
instituciones como manera de reforzar el dominio ejercido sobre la
clase proletaria… dieron lugar a la fragmentación política que,
en las elecciones de 2016, impidió la formación de un gobierno
estable en un Parlamento que no tenía fuerza ninguna y sin el que se
ha gobernado desde entonces. El precario equilibrio del gobierno
surgido tras las segundas elecciones de 2016, capitaneado por el PP y
apoyado por Ciudadanos, ha constituido el intento de la burguesía
financiera y aquella ligada a la exportación de capital, de imponer
una fuerte tendencia centralizadora contra todas las resistencias
“periféricas” que las diferentes burguesías locales
presentaban, tanto en el ámbito de la lucha autonómica como en el
terreno municipal de las grandes capitales españolas. Pero, desde
hace varios meses, era evidente que el Partido Popular había
fracasado a la hora de encabezar esta corriente, entre otras cosas
debido a su incapacidad para movilizar las fuerzas necesarias para
hacerlo visto su descrédito judicial. La llamada “operación
Ciudadanos”, movimiento auspiciado con el objetivo de llevar al
gobierno al “patriota” Albert Rivera y su improvisado grupo de
parlamentarios, parecía que iba a tener un éxito fulgurante dada la
complicidad con la que contaba entre el estamento judicial, la
prensa, etc. Pero, naturalmente, las mismas fuerzas en liza a las que
esta operación buscaba dejar fuera de juego, han respondido con un
frente unido que ha logrado ganar la partida y, por el momento,
imponer un gobierno socialista sustentado por la mayoría
parlamentaria pero sin ninguna fuerza. No se trata, de ninguna
manera, de una victoria “progresista” o “contra la alta
burguesía”, como vaticinaba Pedro Sánchez hace dos años, sino de
un resultado simétrico al que se buscaba con el ascenso de
Ciudadanos al gobierno: todos ceden, el PSOE gobierna y la
experiencia de décadas al frente del Estado puede dar lo que los
apoyos no permiten.
Los proletarios no pueden
esperar nada bueno de este cambio de gobierno. Si el gobierno del PP
había recrudecido las leyes represivas contra ellos, el PSOE a buen
seguro que las mantendrá. Si el gobierno del PP puso en marcha las
reformas laborales y de las pensiones que han traído el marco legal
para el brutal empobrecimiento de los trabajadores que hemos visto en
los últimos años, el PSOE no moverá un dedo para revocarlas. Es
más, a buen seguro el PSOE capitaneará o preparará el medio para
que otro capitanee las nuevas medidas anti proletarias que la débil
“recuperación” económica exige. La estabilidad que promete el
PSOE es la estabilidad que requieren los capitalistas para hacer sus
negocios obteniendo de estos el máximo beneficio posible. Si el
gobierno llega a consolidarse, lo hará sobre las espaldas de los
proletarios y en la medida en que pueda garantizar a la burguesía el
marco político que necesita para imponer sus exigencias. Si no llega
a hacerlo, este interregno únicamente servirá para preparar el
campo a quien si esté en condiciones de dar esas garantías.
La farsa democrática vuelve
a poner toda su maquinaria en marcha. Si dos años de Podemos en el
Parlamento y cinco de candidaturas de Unidad Popular en ayuntamientos
y Comunidades autónomas estaban mostrando a la clase proletaria la
inutilidad de cualquier intento de politiqueo parlamentario, ahora
vuelve a patrocinarse de nuevo la gran esperanza blanca de la
regeneración democrática, un gobierno socialista que limpiará la
instituciones y restablecerá a la democracia como garante de la paz
social. Pero el que la burguesía deba recurrir cada vez con más
frecuencia a este tipo de maniobras, el que todos los partidos que
dicen representar a los proletarios deban plegarse cada vez con más
frecuencia ante juegos que de ante mano se muestran inútiles, indica
que, lentamente, el margen de maniobra con el que el engaño
democrático y electoral cuenta va desgastándose.
Mientras en España la
crisis de gobierno ocupaba todas las noticias, la Unión Europea
avisaba de que respondería a los aranceles impuestos por EE.UU. con
los suyos propios, continuando una guerra comercial que enfrenta a
las principales potencias imperialistas, China incluida.
Indudablemente se avecinan tiempos difíciles en los que la clase
proletaria será llamada a participar junto a su burguesía en la
defensa de los intereses nacionales, de la economía de la patria y
del Estado. Para ello el juego democrático cumplirá el papel de
engatusar a los proletarios, en apartarles del terreno de la lucha de
clase en defensa de sus intereses para llevarles al redil de la
colaboración interclasista. La crisis social que se manifiesta en la
crisis parlamentaria pronto exigirá nuevos sacrificios a la clase
trabajadora y los gobiernos progresistas y sus amigos serán, con
toda probabilidad, los encargados de imponerlos.
Frente a esto, el
proletariado sólo tiene una vía: abandonar cualquier esperanza en
que las vías democráticas y la colaboración entre clases pueda
darle alguna solución a una situación cada vez peor, retomar el
terreno de la lucha clasista, comenzando por el más inmediato, la
defensa de sus condiciones de supervivencia, en el puesto de trabajo
y en los barrios que habita. En esta lucha, la clase proletaria no
tendrá aliados. No vendrán a socorrerla los “ayuntamientos del
cambio” ni los gobiernos progresistas, sólo su lucha decidida, que
parta del terreno más concreto e inmediato, pero que debe ser capaz
de elevarse al rango de la lucha política, de la lucha contra el
conjunto de la burguesía, puede colocarse en una perspectiva de
victoria de la lucha de clase y revolucionaria.
¡Contra el circo electoral
y cualquier gobierno burgués, sea este conservador o progresista!
¡Por la reanudación de la
lucha de clase!
¡Por la reconstitución del
partido comunista internacional!
Partido Comunista Internacional
(El Proletario)
4
de junio
de 2018
www.pcint.orgValladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.
si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com