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EE.UU: otra vuelta de tuerca
Posted by
valladolor
viernes, 9 de diciembre de 2016
análisis,
anticapitalismo,
antiimperialismo,
contra el capital,
EEUU,
elecciones
La
democracia americana se prepara
para otra vuelta de tuerca.
Del
democráta Obama al Republicano Trump,
diversos
métodos para los mismos objetivos imperialistas.
La victoria
electoral del republicano Trump ha sorprendido a gran parte de la
inteligentsia americana y europea, que daba por cierta la
victoria de Hillary Clinton, tanto por el apoyo que había obtenido
no sólo del equipo del presidente saliente Obama sino, también, de
los grandes medios de comunicación americanos.
Si se puede,
¿lo recordáis? Fue el eslogan que simbolizaba el ascenso del primer
político negro a la presidencia de América. Y, si bien todos los
sondeos, al margen de las oscilaciones coyunturales, daban
continuamente a Clinton ventaja sobre Trump, finalmente –pese a no
pronunciarlo nunca- ha sido el eslogan oculto de Trump: sí, se puede
hacer, se puede vencer, pese a los sondeos y al propio partido que,
hasta el final, ha tenido en su contra. El sistema electoral que rige
las elecciones presidenciales americanas está hecho de manera que la
democracia electoral (un voto por elector) se pliegue ante los
intereses particulares (lobbys económico-financieros, etc.). El
hecho de que sean determinados Estados los que, si bien cuentan con
una población con derecho al voto inferior respecto al resto de
Estados, pese en términos de “grandes electores” más que los
otros, constituye un desequilibrio que puede cambiar totalmente el
resultado final. El ejemplo más reciente es el de G.W. Bush, que le
quitó la victoria a su adversario por una diferencia de votos
irrelevantes, como la misma victoria de Donald Trump que ha derrotado
a Hillary Clinton si bien esta última, en términos de votos
individuales, tenía cerca de 1 millón de votos más que Trump.
Bromas de la democracia burguesa... que no sólo engaña
sistemáticamente a las grandes masas ilusionándolas con ser las
verdaderas protagonistas de las decisiones políticas, económicas,
financieras, sociales y militares que los gobiernos toman, sino que
engaña y sorprende también a la gran burguesía habituada a tirar
de los hilos de la política según sus conveniencias tanto en el
corto como en el largo plazo.
El multimillonario
Trump ha “salido al campo”, pero no es un empresario que sólo
recientemente se ha dedicado a la política; desde finales de los
años ´70 estaba entre los principales apoyos de Ronald Reagan en la
campaña por las presidenciales y, después, según la conveniencia
de sus negocios, formó parte del partido republicano, después del
reformista, después del demócrata, para volver finalmente al
partido republicano. Su reciente incursión en el ámbito político
más importante, del cual sale el nuevo presidente de los Estados
Unidos, ha revelado que en una América aún afectada por las
consecuencias de la crisis de 2.007 (que, como detonador, tuvo la
caída de las subprime precisamente en el sector inmobiliario
al cual ha pertenecido siempre Trump), las violentas contradicciones
que la caracterizan, y que han golpeado en particular a amplios
estratos no sólo obreros sino también de las clases medias, se han
abierto las puertas a las tendencias más reaccionarias. Tendencias
que “piden” ser representadas por personajes ajenos al
“establishment”, no relacionados directamente con las
instituciones pero lo suficientemente conocidos como para poder
obtener el favor de las grandes masas desilusionadas e insatisfechas
por la gestión política de Obama.
Trump, con su
eclecticismo, su trivialidad, su sexismo, su racismo, unidos al éxito
en los negocios y a la representación de un continuo reality show,
apareció como “el hombre del momento” y su tenacidad para llegar
hasta el final del duelo electoral con Clinton, verdadera
representante del “establishment”, ha sido premiada con la
victoria. En verdad ya había probado suerte en 2.012, pero como los
sondeos no eran en absoluto positivos para su candidatura, lo dejó
correr. En 2.016, por contra, las cosas fueron de otra manera. La
pequeña burguesía arruinada por la crisis, rabiosa en su
enfrentamiento con los inmigrantes clandestinos y celosa de sus armas
para defender la propiedad privada, y los estratos obreros más
cualificados junto con los pequeños agricultores, hartos del fisco,
amenazados por la inseguridad en el puesto de trabajo y con
perspectivas de vida miserables, llamados al circo electoral para
“elegir” al nuevo presidente, han dado su favor a aquel que mejor
hacía propaganda contra la presión fiscal, el rechazo al control de
armas, el retiro de la reforma sanitaria de Obama, la repatriación
de millones de clandestinos y, a nivel de política extranjera, el
stop a las ayudas internacionales, la renegociación de los acuerdos
con Irán y China y la lucha contra el terrorismo internacional
identificado con el islam.
La burguesía
imperialista americana ha encontrado en Trump al personaje que el
teatro de su política necesitaba: es multimillonario, por lo tanto
forma parte de la clase de los grandes burgueses; es suficientemente
ecléctico para poder representar, según el momento, el papel de
duro, de negociador, de generoso; habla como un estibador y usa
argumentos de bar; es yankee en lo más profundo de su alma y está
embebido por la ideología de la Gran América que, en un periodo en
el cual los Estados Unidos sufren de un cierto declinar ideológico a
nivel internacional, sirve para preparar al “pueblo americano”
para sufrir, mañana, quizá más que hoy... pero por un gran ideal,
el ideal de una América a la que todo el mundo debe temer.
No sabemos aún
cuál será efectivamente el programa político y económico de
Trump, una vez se instale oficialmente en la Casa Blanca, y es
probable que ni siquiera lo sepa él. Está construyendo su gobierno
y deberá realizar los compromisos necesarios con su partido para
poder ser apoyado por el Congreso en las decisiones políticas, dado
que lo ha tenido en contra durante la campaña electoral. Pero es
cierto al mil por ciento que, junto a sus intereses personales de
gran constructor, su gobierno defenderá los intereses de los lobbys
económicos que lo apoyan, y que tendrán mayores concesiones en sus
propios asuntos, y los intereses del imperialismo americano en
cualquier parte del mundo. ¿Encontrará dificultades en Europa,
Asia, América Latina y en Medio Oriente? Seguro, como por otra parte
las encontró Obama no obstante los aparentes acuerdos y los grandes
apretones de mano con Hollande y Merkel. ¿Se entenderá con Putin?
Es probable porque pueden hallar intereses comunes en el Medio
Oriente y en Asia. El cuadro internacional está destinado a cambiar,
no tanto por invención del ecléctico Trump, sino porque con los
actuales desórdenes mundiales, se están preparando las alianzas que
se asumirán en la tercera guerra mundial, guerra que no parece aún
inmediata, pero cuyo estallido las próximas crisis económicas
internacionales podrían acelerar.
Hoy por hoy, el proletariado está
ausente de la escena política y social americana (y, de hecho, no
sólo americana). Ausente en términos de clase social que defiende
sus propias reivindicaciones y que hace sentir su propio peso social.
Las crisis capitalistas que han golpeado en los últimos cuarenta
años no han sido suficientes para formar en la clase obrera
americana núcleos consistentes de proletarios capaces de representar
sus propios intereses de clase y de constituir la base para un
desarrollo de la lucha de clase en el país capitalista más
importante del mundo. Los proletarios americanos o bien se han
desinteresado de las cuestiones sociales y políticas o se han dejado
encantar, cada vez, por los predicadores de turno, ya fuesen estos
religiosos o políticos, pero siempre envueltos en la falsa ideología
burguesa según la cual cada uno “basta que lo quiera y lo
demuestre”, y es autor de su propio destino. Nadie sabe cuánto
tiempo hará falta para que los obreros americanos, blancos, negros,
hispanos, asiáticos, se reconozcan como una clase en sí mismos, la
clase explotada por excelencia por la clase burguesa capitalista
(también ella blanca, negra, hispana, asiática), la clase que en lo
más profundo de su existencia social vive un antagonismo permanente
contra las condiciones de explotación y de esclavitud a las que está
sometida, pero que reacciona contra ellas con métodos y medios
exclusivamente burgueses: competencia entre proletarios,
individualismo, adoración del dios dinero, respeto a la riqueza y a
la autoridad que deriva de ella.
Sólo reconociéndose como clase
proletaria en sí misma, clase que tiene una perspectiva histórica
del todo opuesta a aquella de la burguesía, sólo reconociendo que
únicamente con la lucha de clase anticapitalista, por lo tanto
antidemocrática y antiburguesa, es posible combatir de manera
decisiva contra las condiciones de explotación, de miseria, de
hambre... es posible prepararse para resistir y combatir contra la
presión burguesa para la movilización bélica; sólo reconociendo
que a la lucha de clase que la burguesía conduce cada día contra la
clase de los trabajadores asalariados se contrapone la lucha de clase
del proletariado unido por encima de las diferencias de nacionalidad,
raza, sexo, edad, cualificación laboral; sólo con esta condición
la clase obrera americana podrá conquistar su dignidad humana,
sublevarse contra la condición de bestia del trabajo y volverse
protagonista de su propio futuro: un futuro en el cual está previsto
el fin de toda opresión, tanto de la salarial como de la que afecta
a la mujer, como la nacional y la racial.
La burguesía
sostiene y, a su manera, demuestra, que a su propia sociedad, a la
sociedad del dinero, del mercado, de la propiedad privada, de la
competencia capitalista, del poder del más fuerte, no hay
alternativa. En efecto, hoy, el capitalismo vence en todos los países
del mundo. Pero vence y continúa en pie, no obstante las crisis
devastadoras, con una condición: tener de su parte a las grandes
masas proletarias, explotadas, pese a que estas están en la miseria,
muertas de hambre y masacradas por todo el mundo, y América no es
ciertamente un país donde no existan desocupados, marginados,
hambrientos y donde no se asesine con gran facilidad.
Para que la clase
obrera americana se despierte de un profundo aturdimiento y de una
gran intoxicación de democracia e individualismo, ¿harán falta
crisis peores que aquellas que han golpeado ya a América? Es muy
probable; está escrito en la historia de la misma sociedad burguesa:
“Con el desarrollo de la gran industria desaparece bajo los pies
de la burguesía el terreno sobre el cual esta produce y se apropia
de los productos. Ella produce a sus propios sepultureros [los
trabajadores asalariados]. Su ocaso y la victoria del proletariado
son ambos inevitables”. Estas palabras del Manifiesto de
Marx-Engels hoy pueden hacer sonreír a muchos, como hacían sonreír
las palabras de Lenin antes de la revolución de Octubre en Rusia. No
está escrita la fecha del funeral de la sociedad burguesa; somos
materialistas, no visionarios. Pero es por este funeral que nosotros,
comunistas revolucionarios, trabajamos y combatimos, seguros de que
el mismo capitalismo creará las condiciones objetivas para que el
proletariado, no importa en qué país primero, levante la cabeza y
tome el camino de la lucha de clase y revolucionaria.
19 noviembre 2016
Partido Comunista Internacional
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La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.
si no nos vemos
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