Después de una enésima y
maratónica sesión “histórica” de negociaciones en Bruselas, entre el
gobierno heleno y sus acreedores para “resolver” la crisis, el primer
ministro griego Tsipras y su equipo terminaron por aceptar, como condición
para el aporte de nuevos créditos al Estado virtualmente en bancarrota, un
plan de medidas de austeridad mucho más duras que las que había rechazado
una semana antes y contra las cuales, se supone, organizó un referéndum.
Aparentemente el único punto en que obtuvo algo concreto fue el de la
reducción de los gastos militares: los acreedores aceptaron que esta fuera
menos fuerte de lo que ellos pedían...
¿TRAICIÓN DE TSIPRAS?
Muchos le gritan traidor a
Tsipras, entre ellos las corrientes de “extrema-izquierda” que afirmaban no
guardar ninguna ilusión en Syriza y su gobierno. Pero solo pueden sentirse
traicionados aquellos que tomaron en serio los discursos demagógicos de
Syriza y su jefe.
Syriza, que se ve a sí
mismo como un partido de la “izquierda radical”, en realidad no se distingue
en nada de un partido reformista clásico: no busca destruir el capitalismo,
sino mejorarlo, reformarlo: su sueño es el sueño de todos los reformistas,
el sueño de un capitalismo con rostro humano, el de todos los
colaboracionistas, el sueño de la colaboración fraternal entre
todos los ciudadanos o de al menos la gran mayoría de ellos. Pero una
cosa es el sueño y otra la realidad; y en la realidad el capitalismo no
acepta cambios — solo algunas reformas de detalle posibles, y a condición de
que no cuesten nada —: o lo combatimos o nos sometemos a su poder.
Syriza nunca tuvo la
intención de combatir al capitalismo y no podía más que someterse a éste y
someter a los trabajadores que confiaron en ellos. Llevado al poder con la
pretensión de poner fin a la austeridad y a la crisis económica que golpea a
los proletarios y a ciertas capas pequeño-burguesas, Syriza encarnaba la
ilusión de que un simple cambio de gobierno, logrado tranquila y
pacíficamente por la democrática vía electoral, podía mejorar
significativamente la situación de las masas. La constitución de su gobierno
sobre la base de una alianza con un partido de extrema-derecha, militarista
y pro-religioso (Anel) habría bastado para disipar las eventuales dudas
sobre la naturaleza “radical” de Syriza. Sin embargo, durante largos meses,
el gobierno jugó la comedia de la defensa de los trabajadores frente a los
acreedores del país, pretendiendo doblegarlos y convencerlos de renunciar a
una parte de sus exigencias y por la concesión de nuevas ayudas financieras;
pero la situación de los proletarios y de las masas trabajadoras no cesaba
de degradarse, aún así hubo una verdadera tregua social, en parte a causa de
los golpes ininterrumpidos sufridos por los proletarios en estos últimos
años, en parte debido a las esperanzas que muchos habían puesto en Syriza.
En realidad los negociadores
griegos defendían primero que nada los intereses del capitalismo nacional y
no los de los proletarios o de la población; lo prueba el hecho de que
finalmente y de manera mucho más fácil aceptaron las medidas antisociales y
anti-proletarias, que aquellas que lesionaban los intereses capitalistas
particulares (por ejemplo, defendieron con uñas y dientes el estatus
privilegiado que gozan los armadores con respecto al fisco, los gastos
militares o el mantenimiento del IVA reducido para las actividades
turísticas) Las medidas de austeridad impuestas para poder rembolsar a los
acreedores tuvieron consecuencias terribles para la economía en general, lo
que ha llevado a la desaparición de miles de empresas: una política de
recuperación económica y ya no de austeridad ha sido incluso pedida por
numerosos capitalistas.
Pero, las negociaciones y
acuerdos entre burgueses o entre Estados burgueses — ¡aunque estos Estado
sean “socios” en el seno de una “unión”! — no se fundan sino sobre
relaciones de poder. El endeble capitalismo griego ya no tenia fuerza
para rechazar por mucho tiempo las exigencias de los grandes capitalismos
europeos, sobre todo cuando su Estado se encuentra al borde de la quiebra. A
finales de junio, el gobierno Tsipras fue puesto contra la pared y obligado
a aceptar el plan de pagos, el primer ministro replica con la organización
de un referéndum sobre este plan, llamando a votar “no”. Pero mientras esta
decisión era aplaudida con entusiasmo por toda una parte de la izquierda y
la extrema-izquierda europea que veía allí la posibilidad de que un “pueblo”
rechace democráticamente la Europa de la austeridad y las finanzas, etc.,
hasta una salida del “yugo del euro”, Tsipras precisaba claramente que el
referéndum se organizaba, no para romper con los acreedores, sino para
proseguir con las negociaciones, con una posición reforzada por el sufragio
universal. En la campaña por el “sí”, estaban los partidos burgueses
tradicionales (los socialistas de Pasok y la derecha de la Nueva Democracia)
o no (los centristas de To Potami), las organizaciones patronales, así como
las direcciones sindicales del sector privado, los grandes medias, etc.,
apoyados por los gobiernos por los gobiernos europeos. Los partidarios del
“no” estaban constituidos, aparte de Syriza, por los neo-fascistas de Aurora
Dorada y las pequeñas formaciones de extrema-izquierda, incluyendo una parte
de los anarquistas. El Partido Comunista griego (KKE) rechazó participar en
la campaña por el “no”, afirmando — con razón — que las proposiciones del
gobierno no valían más que las de los acreedores, y llamando al voto nulo
(¡lo esencial es votar!) un medio, según ellos, de expresar un “doble no” a
estas dos proposiciones y defender su propia perspectiva nacionalista de
salir de la UE.
El resto de la aventura es
conocido: los partidarios del “no” obtuvieron una rotunda victoria (cerca de
un 60% por el “no”, un 6% de votos blancos o nulos, el “sí” no recogerá más
que un 36% de los sufragios, el número de abstenciones, en baja, llegó a un
38%); la misma noche de los resultados, la plaza Sintagma de Atenas, se
llenó de electores persuadidos de haber infligido un duro golpe a los
partidarios de la austeridad, y especialmente a los viejos partidos que se
han sucedido a lo largo de estos últimos años. Las formaciones de la
izquierda radical europea también celebraron esta victoria electoral;
tenemos el ejemplo de las declaraciones de Rifondazione Comunista en Italia,
pero también podemos citar las del Front de Gauche (Frente de Izquierda
francés), del español Podemos, etc., todas de manera idéntica decían: “La
victoria del No en Grecia representa la victoria de la democracia y la
dignidad del pueblo griego contra el terrorismo financiero de la troika.
Representa un resultado histórico para la Grecia y los pueblos europeos”
(1).
Pocas horas apenas, luego de
esta victoria histórica de la democracia, el primer ministro Tsipras,
no sin antes alejar a su ministro de las Finanzas, conocido por su tono
demasiado reivindicativo, reunía a todos los partidos parlamentarios, de
derecha como de izquierda, a excepción de Aurora Dorada; todos, salvo el KKE,
le aportaban su apoyo total para negociar con los acreedores el
mantenimiento de Grecia en la zona euro... ¡sobre la base de un plan
propuestos por ellos mismos! ¡El “sí” que había sido arrojado por la puerta,
regresaba por la ventana! Difícil de aportar una prueba más contundente
sobre la inanidad de las ilusiones electorales y del rol de desorientación
del circo electoral...
Recibiendo el asentimiento de
los viejos partidos burgueses tradicionales, Syriza se convertía en el
representante de una verdadera unión nacional, el defensor de los
intereses de toda la burguesía griega frente a los europeos.
Pero las declaraciones de
intención no bastan, y los negociadores griegos presentaran en Bruselas un
plan preciso y detallado, redactado bajo la batuta de altos funcionarios
franceses, aceptando todos los puntos denunciados una semana antes como un
ultimátum. Pero una vez comenzadas las sesiones de negociación, este plan es
rechazado por los representantes alemanes, quienes a cambio presentarán el
suyo, basado en la expulsión — por 5 años — de Grecia de la zona euro, ya
que, según ellos, la “confianza” en el gobierno griego había desaparecido;
para los capitalistas, la confianza se basa en la sumisión.
Se requirieron interminables y
ásperas negociaciones para que los dirigentes alemanes abandonaran esta
perspectiva y aceptaran mantener a Grecia en la zona monetaria europea,
infligiéndole como contrapartida medidas drásticas y humillantes para los
dirigentes griegos que debían pagar por haber tratado de desafiarlos.
Como buenos títeres
reformistas, los representantes griegos aceptarán finalmente todo lo que les
exigían; pero eso no fue una capitulación, puesto que en realidad el
gobierno Tsipras ya había capitulado antes incluso del comienzo de
las negociaciones, mientras que, electoralmente victorioso, respaldado por
todos los partidos, en particular por aquellos que habían votado por el
“sí”; capitulación no con respecto a una defensa de los intereses
proletarios y de las masas pobres, lo cual nunca fue el objetivo verdadero
de Syriza, sino con respecto al rechazo de aceptar todas las exigencias de
los acreedores y de renunciar a obtener un alivio de la carga de la deuda.
En abril, escribíamos que “el
gobierno Syriza-ANEL no tiene alternativa: si Grecia no quiere ser echada de
la zona euro o ser sustituidos por otro gobierno más comprensivo (...) Pero,
como todos los partidos reformistas que llegan al poder, se encuentra en la
situación poco confortable de elegir entre atacar abiertamente los intereses
de los proletarios y las masas trabajadoras, o golpear los intereses de los
capitalistas; y, como todos los partidos reformistas, indisolublemente
ligados a la defensa del modo de producción capitalista, no tendrá otro
remedio que atacar a los trabajadores, aprovechando la confianza que estos
últimos han depositado en ellos. Y ese es el rol que la burguesía, griega e
internacional, asigna a los partidos como Syriza, y no lo tolerará sino en
la medida en que este rol sea respetado (2).
No era difícil llegar a esta
conclusión, ni fue preciso mucho tiempo para verificarlo. Al parecer, luego
de las últimas negociaciones, algunos Estados e “instituciones” amenazaron
con obligar a Grecia a formar un nuevo gobierno, tal vez un “gobierno
técnico”, en caso de que los dirigentes griegos se muestran reacios a
aceptar las condiciones exigidas por los acreedores. Sin embargo, otros
probablemente han hecho valer que Tsipras y sus partidarios, reforzados por
su “victoria” electoral, estaban en mejor posición para hacer avalar la
amarga píldora a las masas proletarias; es para eso precisamente que sirve
la democracia.
CONTRADICCIONES
INTERIMPERIALISTAS
Las negociaciones de Bruselas
fueron particularmente enconadas, en ellas se enfrentaban dos grupos de
países con respecto a la suerte reservada a Grecia: de un lado, Alemania con
sus aliados de los países del Norte que preconizaban la salida del país de
la zona euro, del otro, Francia, respaldada por Chipre e Italia, que se
oponían. Algunos han querido ver allí el enfrentamiento de dos concepciones
de Europa; de un lado, los partidarios de la ortodoxia financiera y del
respeto de los tratados, del otro, los partidarios de la solidaridad entre
los pueblos.
La realidad es muy diferente;
“defendiendo a Grecia” contra los representantes alemanes, París no defendía
al “pueblo” griego, menos aun a los proletarios en Grecia: el proyecto
presentado por el gobierno griego y redactado en colaboración con
responsables franceses mantenía todas las medidas anti-obreras y
antisociales exigidas por los acreedores europeos. Durante las
negociaciones, el ministro francés de Finanzas utilizó el argumento de que
si Grecia abandonaba la zona euro, no podría reembolsar su deuda; pero lo
más inquietante para París y Roma era que una salida del euro pudiera
desencadenar turbulencias económicas en la zona, asestando un severo golpe a
las magras esperanzas de reactivación económica en Francia e Italia. La
pretendida “defensa de Grecia” no era otra cosa que la defensa de los
intereses nacionales franceses e italianos.
La posición de los dirigentes
alemanes se diferenciaba en que la prosperidad de su economía podría
asimilar mejor el shock de un “Grexit” (salida de Grecia del euro); lo que
más les preocupaba, más allá de la perspectiva poco halagadora de acordar
sin esperar a ser rembolsados nuevos créditos suplementarios a Grecia, era
el de crear un precedente que podría ser invocado por gobiernos de otros
países más fuertes, por ejemplo, España; de allí su voluntad, si el Grexit
no se declara, de infligir condiciones punitivas a Grecia, y lanzar una
advertencia a aquellos que traten de imitarla.
Por último, los Estados Unidos
hicieron presión sobre Alemania por que Grecia no fuera arrojada de la zona
euro y que su deuda fuese disminuida (3). Ello corresponde a su posición
tradicional consistente en empujar a los europeos a abandonar las políticas
de austeridad y de adoptar medidas de relance económico, ejerciendo el rol
de locomotora de un crecimiento mundial que se ralentiza; pero, en este caso
preciso, su posición se explica sobre todo por la preocupación de evitar que
un miembro de la OTAN que ocupa una posición estratégica clave, caiga en un
marasmo económico que debilitaría sus capacidades militares. Sin embargo los
Estados Unidos no querrán inmiscuirse directamente en las negociaciones, tal
como les pedía Tsipras, el pretendido representante de la “izquierda
radical”, que esperaba encontrar un apoyo sólido en el imperialismo
americano...
¡Ninguno de esos Estados podría
preocuparse de la situación de los proletarios y las masas griegas, porque
todos tienen como función defender el modo de producción capitalista contra
sus propios proletarios y los de los países que estos dominan!
TODOS LOS ESTADOS BURGUESES
Y TODAS LAS CLASES PROPIETARIAS SON ENEMIGOS DE LOS PROLETARIOS
Los proletarios griegos han
recibido una dura lección cuyas enseñanzas, conformes al marxismo, son
válidas para el resto del proletariado: es imposible defenderse contra los
ataques capitalistas, sean estos nacionales o extranjeros, confiando en los
mecanismos de la democracia parlamentaria; la papeleta del voto no es más
que un pedazo de papel cuyos resultados no pueden de ninguna manera estar
por encima de los intereses burgueses y resolver las contradicciones
sociales que sus intereses engendran. Un pretendido “voto de clase”, como el
que se hizo a favor de un “no” y que fue aplaudido por la extrema-izquierda
europea, no es más que una triste ilusión: la lucha de clase no se
desarrolla en los recintos parlamentarios, sino en las fábricas, en las
empresas y en la calle. Las exigencias capitalistas no se pueden frenar
tratando de conmover a los burgueses con la descripción de los sufrimientos
de la población, como pareciera que hicieron los negociadores griegos — ¡de
acuerdo con hacer sufrir a los proletarios pero no tanto, por favor! — y que
no suscitó más que un alzamiento de hombros. Los proletarios no deben
esperar la piedad o la conmiseración de los capitalistas y de sus
sirvientes, sino solo golpes; estos golpes pueden sin duda ser más o menos
brutales, pero esto no es sino una diferencia de gradación debida a una
diferencia de método: el método reformista es más suave porque evita en la
medida de lo posible que estallen enfrentamientos sociales. Pero cuando los
intereses burgueses son demasiado urgentes, el método reformista toma
rápidamente la vía de los diktats y, cuando los enfrentamientos se
desbordan, la vía de la violencia y la represión: Tsipras no es sino el
enésimo ejemplo.
El “plan de rescate” concluido
en Bruselas, con todos los sacrificios que este impone, no solo a los
proletarios y a las masas (aumento de la edad de jubilación hasta 67 años
para algunos, reducción de las pensiones para los funcionarios del Estado,
nuevos recortes sociales, aumento de los precios y de los impuestos, etc.)
sino también a ciertas capas de la pequeña y mediana burguesía, con las
restricciones de soberanía impuestas al Estado griego (suscitando gran
escándalo de parte de los nacionalistas de “extrema-izquierda”), no
resolverá los problemas que afronta el capitalismo heleno; para numerosos
economistas, las medidas impuestas van por el contrario a agravar la
situación, acentuando la depresión económica que viene sufriendo el país
desde hace varios años. Es en todo caso la opinión del FMI, que luego de
haber apoyado con todo su peso para que Atenas aceptara las condiciones
impuestas por Bruselas, estimaba en un informe publicado el pasado 14 de
julio, pero conocido por los responsables europeos, que dicho plan no era
viable si los Estados europeos no aceptaban rebajar o anular la deuda griega
— ¡lo que fue rechazado obstinadamente! Nuevas crisis, pues, son inevitables
y nuevas medidas anti-obreras también...
La crisis griega no es sino la
manifestación extrema de la crisis general del capitalismo en Europa y en el
mundo; es por ello que la alternativa, igualmente burguesa, de una salida de
la zona euro y/o de la Unión Europea no puede ser una solución para los
proletarios. Y lo que es posible para un Estado imperialista fuerte como la
Gran Bretaña: fundar su prosperidad sobre una moneda independiente y pensar
en quitar la UE, no lo es para el débil capitalismo heleno; las implacables
leyes del mercado capitalista donde, en tiempos de crisis, no sobreviven
sino los más fuertes, se aplicarían a este tal vez con mucha más violencia
si abandona la alianza capitalista llamada Unión Europea. El capitalismo
griego, privado o estatal, deberá sustraer plusvalía todavía más ferozmente
a sus proletarios en nombre de la defensa de la patria, en realidad para
resistir a sus competidores en el mercado mundial.
¡POR LA REANUDACIÓN DE LA
LUCHA DE CLASE, POR LA CONSTITUCIÓN DEL PARTIDO DE CLASE INTERNACIONAL!
Para los proletarios no hay
otra solución que romper con la colaboración de clase y con todos los
partidos y sindicatos que la respaldan y tomar la vía de la lucha de clase
anticapitalista. No es posible enfrentar y vencer a los capitalistas y su
Estado sino por medio de la lucha abierta, adoptando los métodos, medios y
fines de clase:
Defensa intransigente de los
solos intereses proletarios, organización independiente de clase, tanto en
el plano de la lucha de defensa inmediata, como de la lucha general contra
el capitalismo, constitución del partido político de clase,
internacionalista e internacional, en ligazón con los proletarios de todos
los países, para dirigir la lucha hasta la victoria revolucionaria.
Esta vía no es fácil, pero es
la única realista, y los hechos han demostrado una vez más que la vía
reformista y electoralista, colaboracionista y nacionalista, es una utopía
mortífera, que no sirve sino a la burguesía.
(1) http://www.rifondazione.it/primapagina/?p=18794
(2) Toma de posicion del
27/4/2015, www.pcint.org
(3) El ministro de Finanzas
alemán respondía haciendo alusión a la situación de Puerto Rico. Este
pequeño Estado caribeño, con estatus de “Estado asociado” a los Estados
Unidos se encuentra también en quiebra, pero Washington rechaza toda ayuda.
Partido Comunista Internacional
18
de Julio
de 2015
www.pcint.org