CONTRA LAS MEDIDAS ANTIOBRERAS DEL GOBIERNO SOCIALISTA
Siguiendo la senda de sus colegas griegos y precediendo a otros países como Alemania o Italia, que continuaron por el camino de las reformas económicas a lo largo de la primavera, el gobierno socialista de España ha lanzado un ataque en toda regla contra las condiciones de vida de la clase proletaria, acuciado por las necesidades que se le plantean voluntariamente a la burguesía nacional ante la situación de crisis que atraviesa.
Si bien todos los corifeos de la burguesía claman el fin de esta crisis que comenzó en 2008 y que ha afectado a casi todos los países del mundo, tocando de lleno el sector financiero de la economía y arrastrando con él hacia el abismo al conjunto de la economía llamada real (aquella que produce directamente mercancías y servicios), las premisas sobre las que se levanta su salida a la crisis son, básicamente, condiciones para el agravamiento y la prolongación de ésta: el dinero inyectado al sistema bancario a bajo coste o el endeudamiento público, sencillamente, constituyen salidas hacia delante que no solucionan el problema en el que cíclicamente recae la producción capitalista y, con ella, el conjunto de la sociedad burguesa: la crisis de sobreproducción, en la cual la tasa de ganancia obtenida sobre la inversión, resulta completamente insuficiente para mantener ésta en los niveles en que venía desarrollándose. Las medidas que buscan garantizar la inversión mediante la creación de una liquidez inmediata o por la intervención estatal, no pueden garantizar otra cosa que no sea exacerbar los términos de la crisis, introduciendo en ella nuevos elementos agravantes.
Pero éstas no son las únicas medidas que la burguesía piensa adoptar para intentar sacar al capital de la crisis. Existe un oscuro reverso de esta generosa intervención que todos los intelectuales del sistema burgués han aplaudido: el conjunto de medidas dirigidas contra la clase proletaria con el objetivo de extraer el mayor porcentaje posible de plusvalor de su fuerza de trabajo. Un conjunto de recetas económicas que también ha sido jaleado por los expertos económicos y con el que se pretende degradar las condiciones de vida y de trabajo de la clase proletaria, sometiéndola a una disciplina brutalmente estricta que permita aumentar la explotación que cae sobre sus hombros. Las medidas principales son éstas:
- La reforma laboral que reduce drásticamente la indemnización que los trabajadores reciben en caso de despido, colocándola, de 33 días por año trabajado, en 25. Además, introduce la posibilidad de que los convenios colectivos sean alterados unilateralmente por las empresas durante su tiempo de vigencia con el fin de introducir los cambios necesarios para garantizar la supervivencia del negocio.
-La reforma del sistema de pensiones que pretende reducir la cantidad otorgada a los jubilados, aumentando el tiempo de cotización necesario para obtenerla: de 65 años a 67, y los años de cotización sobre los que se establece la pensión (de los últimos 15 años trabajados al conjunto de la vida laboral).
-Las medidas urgentes del “plan anti crisis” como la bajada de un 5% del sueldo de media a los funcionarios, la supresión de los 420 euros para los desempleados sin ningún otro subsidio o el genérico “recorte del gasto autonómico” que sin duda se refiere al sistema de prestaciones que se encuentra transferido a las Comunidades Autónomas (Renta Mínima de Inserción, etc.). En la última revisión de estas medidas, los recortes a las ayudas a los parados (recorte general, trabas mayores y requisitos estrictos para su renovación, más controles e inspecciones a los parados, listas negras, etc.) van de la mano de las subidas de impuestos (como el IVA), destinadas a generar ingresos del Estado para que siga sosteniendo –económica, política, militarmente- a la gran empresa y al sector financiero.
Este conjunto de medidas supone la concreción práctica de las exigencias de la burguesía, que siempre pasan por extraer una mayor cantidad de beneficio a costa de la clase proletaria aumentando los ritmos de trabajo, reduciendo los salarios… en definitiva, incrementando salvajemente la explotación de los trabajadores como manera de marcar el rumbo hacia una salida de la crisis que… traiga nuevas crisis y, a largo plazo, el conflicto imperialista mundial.
Para los proletarios resulta una necesidad fundamental responder a estos ataques: el agravamiento continuo de las condiciones de existencia nos coloca en la disyuntiva de sufrir la miseria más acuciante… o luchar. Y luchar para el proletario no significa asumir la utopía pregonada a los cuatro vientos por la burguesía de convertirse en empresario o de capear el temporal apretando los dientes (y apretándose el cinturón, claro), lo que en definitiva no es más que competir aún más encarnizadamente con el resto de proletarios, asumiendo la posición de “solo contra el mundo” por las escasas posibilidades que ofrece el mundo capitalista. Luchar, para la clase proletaria, significa enfrentarse a la clase burguesa en el terreno de la defensa intransigente de sus intereses de clase, es decir, por la imposición de todos aquellos objetivos inmediatos que garanticen unas condiciones de vida y de trabajo mejores que las actuales, unos objetivos que, precisamente, pongan límites a la competencia que los proletarios se hacen entre ellos para sobrevivir y que demuestren que la unidad en la defensa de los intereses comunes a todos los proletarios es la única vía para paliar las consecuencias de las leyes capitalistas de producción.
Para ser capaz de emprender esta lucha en defensa exclusiva de sus intereses de clase el proletariado deberá, necesariamente, combatir a aquellos enemigos que, aparentando colocarse de su lado, pretenden ser sus representantes y los garantes de una supuesta mejora en su condición dentro del sistema capitalista: aquellos que hacen del colaboracionismo interclasista su política y que han inoculado el virus de la conciliación entre clases, durante decenios, en la sangre de la clase proletaria.
Este colaboracionismo interclasista cuenta entre sus mejores representantes con el conjunto de los sindicatos amarillos, reformistas, comprometidos con el llamado diálogo social, como el cadáver se compromete con los gusanos que lo devoran. Su función es, por un lado, la de desorganizar las huelgas y las luchas que no les queda más remedio que sostener para no perder el control que tienen sobre los proletarios y, por otro, intentar desvirtuar la naturaleza de la lucha proletaria ligándola a las leyes de la competitividad y de la rentabilidad, imponiendo, además, métodos de lucha inoperantes que jamás hacen daño al patrón.
En primer lugar, estos agentes de la burguesía entre las filas obreras, colocados en la situación de no poder evitar las manifestaciones de rabia y descontento proletarios, no tienen más remedio que colocarse a la cabeza con el fin de lograr neutralizarlas. De lo contrario, mostrarían abiertamente su naturaleza anti obrera, con lo que su función de mantenedores de la paz social se vería seriamente dificultada. En este sentido, buscan siempre aislar, limitar y dividir las luchas de los proletarios, ciñéndolas al marco empresarial, local o nacional y separándolas del resto de los proletarios, aunque sea del resto de los proletarios del barrio o polígono industrial vecino. Y con este objetivo la burguesía y las fuerzas colaboracionistas usan todas las armas legales bajo forma de acuerdos con la patronal y contratos sometidos a las exigencias básicas de la empresa, todas las leyes y normas construidas precisamente en defensa de los intereses capitalistas y de la propiedad privada en las cuales se confunden los raros puntos que se encuentran formalmente a favor de las condiciones de trabajo y de vida de los proletarios.
En segundo lugar, estos agentes de la burguesía, buscan encauzar las mismas reivindicaciones obreras por el camino de la conciliación social. Intentan mostrar continuamente a los proletarios que sus intereses se encuentran completamente ligados a los de la empresa, la patronal o el Estado según el caso sometiendo cualquier exigencia a la lógica del beneficio y la defensa de la empresa. Y aún más: inculcan entre los proletarios la pestilente noción democrática según la cual toda reivindicación debe expresarse por la vía que establece el marco jurídico y legal de la burguesía, creado precisamente para hacer ineficaz cualquier medida de presión por parte de los proletarios. Así, se ha visto en los últimos años a las pacíficas procesiones de los trabajadores de la industria automovilística implorar a los responsables políticos de turno “medidas” contra la competencia alemana o a los trabajadores de los astilleros exigir, con disturbios pactados de antemano con la policía y el ayuntamiento, la garantía de que se mantendría la carga de trabajo.
La ruptura del proletariado con esta nefasta política, que constituye la mejor garantía de que jamás acabará con las cadenas que le atan al dominio de la burguesía, no pasa, por tanto, ni por una supuesta reformulación de las organizaciones obreras, que supondría que el sindicato como unión es anti obrero (cuando lo anti obrero en él es su dirección y la política de unión interclasista de que se ha empapado en los últimos setenta años), ni mucho menos por un mero cambio de las cúpulas o burocracias sindicales que lo dirigen Y esta ruptura con el colaboracionismo puede comenzar a partir de luchas proletarias simples y parciales con la condición de que se coloquen sobre el terreno de la defensa efectiva y exclusiva de los intereses proletarios inmediatos. . La necesidad para el proletariado reside en extirpar de su seno cualquier atisbo de unión interclasista, de respeto a intereses contrarios a los suyos en nombre de un bien supremo. La situación de crisis capitalista y de empeoramiento de las condiciones de existencia de los proletarios puede favorecer esta ruptura en la medida en que, en estas condiciones, se demuestre claramente que la dirección amarilla y colaboracionista de la lucha de clase no sirve tan siquiera para defender los intereses proletarios más inmediatos y, al mismo tiempo, los proletarios comiencen a sentir que esa defensa es cuestión de vida o muerte para ellos.
La crisis capitalista muestra, por tanto, que el proletariado es la clase antagónica a la clase burguesa y que para que este antagonismo se haga coherente es imprescindible que los proletarios planteen reivindicaciones abiertamente opuestas al capital que promuevan la unidad obrera frente a cualquier tipo de fragmentación. Y que las lleven a cabo al margen de cualquier contemplación legalista o democrática utilizando sus métodos de clase para ello. La huelga, principalmente, que sólo puede ser eficaz si se utiliza como medio de presión que daña los intereses de le empresa, esto es, sin preaviso, sin servicios mínimos y por tiempo indefinido. En el terreno del enfrentamiento económico inmediato los proletarios deben defenderse y para ello deben utilizar su fuerza organizada para contrarrestar la fuerza organizada de la burguesía.
Pero la lucha sobre el terreno inmediato de las condiciones de existencia del proletariado no es suficiente. Esta lucha puede compensar, minimizar o contener tan sólo las consecuencias de la explotación capitalista dejando intactas sus causas más profundas. Mientras exista el capitalismo, el régimen basado en la apropiación privada de los medios de producción y del trabajo asalariado, los proletarios se verán lanzados una y otra vez a competir entre ellos para vivir. Mientras el Estado burgués exista como dirección fundamental de este régimen de explotación y rapiña será empleado para garantizar que los proletarios aceptan de una u otra manera la vida de miseria que se les depara. Sólo la organización del proletariado en clase, luego en partido político, le coloca en condiciones no de resistir únicamente sino de atacar violentamente al mundo capitalista. El partido comunista, internacional e internacionalista, antiburgués, antidemocrático, antilegalista representa la coherencia última del proletariado en esta guerra por su libertad de clase.
¡Contra las medidas antiobreras del gobierno y la patronal!
¡Por el retorno del proletariado a la lucha de clase intransigente!
¡Por el Partido Comunista mundial!
Madrid 29 de septiembre de 2010-09-20
Partido Comunista Internacional
Valladolor no admite comentarios
La apariencia como forma de lucha es un cancer
El debate esta en la calle, la lucha cara a cara
Usandolo mal internet nos mata y encarcela.
Piensa, actua y rebelate
en las aceras esta el campo
de batalla.
si no nos vemos
valladolorenlacalle@gmail.com