Contra la carestía de la vida, los salarios bajos y las malas condiciones laborales la única salida es la lucha de clase, no los actos simbólicos ni las movilizaciones de delegados sindicales
El próximo jueves 3 de noviembre los dos principales sindicatos del país, CC.OO. y UGT, han convocado una manifestación en Madrid para exigir al gobierno y a la patronal medidas encaminadas a frenar la pérdida de poder adquisitivo que padecen los salarios de los trabajadores desde hace tiempo y flexibilidad en la negociación de las futuras normas laborales que se impongan.
Esta manifestación es la culminación de una serie de actos simbólicos, tales como las concentraciones frente a las sedes de la patronal del pasado 7 de octubre y asambleas en centros de trabajo… He aquí el famoso otoño caliente que prometieron en verano si la situación económica no mejoraba drásticamente. He aquí el significado real de sus campañas publicitarias y de la ferocidad con que se expresan en prensa y televisión. Después de unas concentraciones, unas asambleas que realmente no han tenido lugar sino en alguna empresa aislada… una manifestación convocada un jueves laborable en horario de trabajo y, por lo tanto, pensada para que únicamente asistan los delegados sindicales y el resto de liberados a los que convenga sacar de su trabajo de burócratas durante unas horas.
Y, mientras tanto, ¿qué les pasa a los trabajadores?
De acuerdo con las publicaciones de las propias Comisiones Obreras, hasta el verano los precios crecieron al 10,2%, y la inflación estructural al 5,5%. Mientras, los salarios prácticamente no crecen: sólo un 1,33% lo que supone una media del 2,42% para los 5,8 millones de trabajadores que tienen firmado un convenio y del 0% para los 4,8 millones que aún no lo tienen (de la publicación Análisis de la inflación, editada por CC.OO. en julio de este año).
Desde julio la situación no ha hecho sino empeorar. Pese a que, según CC.OO. (y los últimos datos del INE lo confirman) la inflación es potenciada por la aplicación de sustanciosos márgenes de beneficio empresarial sobre la ya de por sí acusada tendencia al aumento de precios consecuencia de las políticas monetarias del BCE y la FED, la política de este sindicato, de UGT y del resto de pequeñas organizaciones que, por la fuerza o por su propia voluntad la siguen, ha sido la de colaborar a mantener los salarios en un nivel lo suficientemente bajo como para que no resulten un lastre en el crecimiento de la economía española. Todos los convenios que se están firmando tienen como base un incremento salarial notablemente inferior al crecimiento esperado de los precios. Basta con fijarse en las últimas grandes movilizaciones que han convocado los sindicatos, centradas en el sector del metal de Cantabria, Orense y ahora Bizkaia. Pese a la combatividad que los trabajadores han demostrado en estas huelgas, pese a la capacidad para mantener el conflicto a lo largo de semanas y semanas… Desde CC.OO. y UGT, contando con el inestimable apoyo de la Ministra de Trabajo Yolanda Díaz, se ha hecho todo lo posible para evitar que esta fuerza de los proletarios se transformase en una victoria plena sobre el terreno del salario. Así, en Cantabria los trabajadores fueron llevados a votar (con excepción de una importante minoría, partidaria de continuar la huelga) un acuerdo que implicaba un 4,2% de incremento salarial en 2022 (lo que supone un descenso del 6% del salario real para este año). En Orense, los trabajadores percibirán un incremento, siempre para 2022, del 5%... es decir, otro descenso de más de seis puntos. Y, si todo sigue como hasta ahora, en las próximas semanas veremos cómo CC.OO. fuerza otro acuerdo similar en el metal de Bizkaia, pese a la combatividad y capacidad de lucha que los proletarios del sector del metal sin duda van a mostrar.
¿Cuál es, entonces, la realidad? CC.OO. y UGT trabajan para contener la presión proletaria, hacen todo lo posible para lograr mantener los salarios bajos, luchan por desorganizar las huelgas y las movilizaciones allí donde no pueden impedir que comiencen y, siempre, acaban presentando un frente unido con el gobierno para imponer la política económica que este, en representación de la burguesía nacional, exige. Hoy es la contención salarial, hace diez años, durante la pasada crisis de 2008-2013 fueron los despidos y la reducción de las prestaciones sociales… En todo caso, siempre contra la clase proletaria.
Propaganda de guerra también en casa
Es precisamente en el gobierno donde se articula una pieza fundamental de este esfuerzo de desmovilización e imposición de las exigencias que patronal y burguesía imponen. El tono de esta lucha cotidiana contra el proletariado, la propaganda que pretende pasar por ventajas y victorias lo que son derrotas y cesiones que se pagarán caras en los próximos años, forma parte de un sistema de propaganda dirigido a refrendar la política sindical y a dar una visión dulcificada de sus consecuencias. La socialdemocracia de Pedro Sánchez, los neoestalinistas de Yolanda Díaz y los residuos populistas de Belarra y Montero, han adquirido con su experiencia histórica la capacidad de utilizar los resortes propagandísticos necesarios para imponer las medidas anti obreras que la situación requiere. En un momento en que estas medidas todavía pueden parecer relativamente suaves en comparación con las que se padecieron hace 10 años, la coalición izquierdista que controla el gobierno tiene todavía margen de maniobra para pintar de rosa el panorama… Pero lo que realmente hace es preparar munición y reservas para el momento en que tenga que imponer con mano dura.
Una única salida.
Mientras el gobierno y los sindicatos escenifican un enfrentamiento de pega con la patronal, mientras se lanzan brindis al sol como el del próximo jueves 3 en Madrid… La labor de zapa de las fuerzas burguesas, tanto la de aquellas que se muestran abiertamente como tales como la de esas que trabajan entre los proletarios, sigue imparable. Las condiciones laborales del conjunto de los proletarios van a sufrir un empeoramiento drástico, primero en términos salariales y, posteriormente, en forma de despidos, recortes de las prestaciones sociales, etc. Y esta va a ser la tónica durante los próximos meses, en todos los convenios colectivos que se firmen y en todas las iniciativas gubernamentales que se pongan en marcha. Por otro lado, a medida que la situación económica empeore como consecuencia de la guerra de Ucrania, cuanto más necesario sea exigir sacrificios a los proletarios en nombre de la economía nacional, la “línea dura” tanto del gobierno como de la patronal se impondrá. Ya se puede ver a Borrel, miembro histórico del aparato socialista, defender en su puesto de representante para Asuntos Exteriores de la UE las medidas de las que tarde o temprano se hablará también en España: las exigencias de guerra lo primero, sacrificios en nombre del esfuerzo militar, control implacable de toda oposición… Son frases que hoy pueden sonar lejanas, pero que están en la cabeza de todos los burgueses nacionales.
Hablar hoy de la posibilidad, para la clase proletaria, de revertir totalmente esta situación, es ilusorio. El control que la política de colaboración entre clases que ha dominado a los proletarios desde hace décadas, articulada mediante los mecanismos democráticos de “participación en el Estado”, las formas parlamentarias que se extienden hasta los centros de trabajo, las grandes organizaciones sindicales integradas en el aparato estatal, etc. es todavía lo suficientemente fuerte como para lograr que, incluso en situaciones en las que la tensión social crece como consecuencia del empeoramiento generalizado de las condiciones de vida, el único recurso que se cree disponible es exigir a la burguesía que se avenga a no ser demasiado exigente, a mantener la cohesión social… a respetar ella también esa política de colaboración, en una palabra.
Pero la clase proletaria, por su propia condición, por el lugar que ocupa en la sociedad capitalista, va a padecer irremediablemente las consecuencias del curso que está tomando la situación. Ya lo hace, de hecho, en forma de descensos del salario, de empeoramiento de la situación laboral, de una precariedad creciente… Y lo hará aún más cuando las medidas más exigentes, que sin duda la escalada bélica en Ucrania traerá, se pongan en marcha. Y esta situación, que es inevitable, debe contribuir a desgastar, lenta pero implacablemente, esos vínculos, esa confianza, ese respeto para con la burguesía que hoy parece inamovible.
Las recientes huelgas en el metal, de Cádiz a Bizkaia, pese a que han sido derrotadas por la acción combinada de las fuerzas del sindicalismo oportunista y de la propaganda del gobierno, muestran que cuando los proletarios se ven empujados a la lucha y asumen conducir esta con fuerza y determinación, la paz social y la aparente norma de claudicar tarde o temprano ante el enemigo, se ven en serio peligro.
Estos impulsos elementales y básicos a la lucha son la base sobre la que se debe volver la capacidad de resistir (y, llegado el caso, atacar) de los proletarios. La defensa incondicional de las condiciones de vida, la lucha llevada a cabo sin respetar las reglas del juego impuestas por la patronal y sus aliados políticos y sindicales, la fuerza y la solidaridad de clase frente a una legislación diseñada específicamente para ahogar la capacidad de lucha del proletariado… Son lecciones que en los últimos meses los proletarios de diferentes sectores y regiones han ofrecido al resto de la clase.
No ha sido de manera generalizada y no se ha mantenido en el tiempo, pero la movilización de los trabajadores eventuales y subcontratados en la bahía de Cádiz, rompiendo con la división y la competencia entre ellos a que les obligan las condiciones laborales impuestas por patronal y sindicatos, fue un ejemplo de esta tendencia a la lucha que cobra fuerza cuando se generaliza mediante el uso de medios y métodos clasistas. Como fue un ejemplo, un poco antes, la larga lucha de los trabajadores de Tubacex o, más recientemente, de los proletarios del metal en Orense y Cantabria, que han sido capaces de retomar métodos (piquetes, enfrentamientos con los esquiroles, resistencia a la policía…) que parecían olvidados desde hacía décadas.
¡Contra el circo sindical y la desmovilización que intenta imponer a los proletarios!
¡Por la defensa intransigente de las condiciones de vida y de trabajo!
¡Por la vuelta a los medios y los métodos de la lucha de clase!
30 de octubre de 2022
Partido Comunista Internacional
Il comunista - le prolétaire - el proletario - proletarian - programme communiste - el programa comunista - Communist Program
Subida del salario mínimo interprofesional y caída del salario real
Durante los últimos meses se ha estado hablando mucho del supuesto enfrentamiento entre el gobierno de PSOE-Podemos y la patronal a cuenta de la subida del salario mínimo interprofesional, del talante negociador de la ministra de trabajo perteneciente al PCE y de la obcecación de los líderes empresariales que finalmente han visto como se aprobaba dicha subida contra su voluntad.
Los medios de comunicación afines al gobierno y todos los palmeros que le defienden en platós de televisión, columnas de prensa y redes sociales, levantan la bandera de la victoria ante el hecho de que finalmente el salario mínimo haya subido… 15 euros. De por sí esta subida es de risa y sólo puede considerarla como tal victoria quien tiene interés en ocultar el verdadero empeoramiento de las condiciones de vida de los proletarios que estamos padeciendo desde hace años.
Yendo a los datos. Antes de la subida, el salario mínimo interprofesional (SMI) estaba en 950 euros. La subida fue, como se ha dicho, de 15 euros, es decir, un 1,6%, que lo deja en 965 euros. Por otro lado, la inflación (el incremento de los precios sostenido a lo largo de un periodo, en este caso lo que llevamos de 2021) está en un 4%. Los 965 euros del salario mínimo ahora valen un 4% menos de lo que valían 965 euros hace un año. Es decir, los 965 euros de hoy son el equivalente a 926,6 euros de hace un año. Con lo que tenemos que el salario mínimo interprofesional ha descendido aproximadamente 23 euros, un 2,4%.
La pugna real entre gobierno y patronal era la siguiente: las organizaciones empresariales querían que el salario mínimo nominal se quedase estancado, es decir, que el salario mínimo real bajase un 4%. El gobierno les ha permitido bajarlo un 2,6%. Curiosa victoria esta que se ha dado empeorando las condiciones de vida de los trabajadores.
Tomamos ahora los datos no del salario mínimo sino de las subidas salariales que se han producido por aprobación de los nuevos convenios colectivos en el periodo enero-agosto de 2021.
Como se sabe, los convenios colectivos son normativas laborales con el carácter de ley que, bien en un sector bien en una empresa determinada, regulan las condiciones salariales, etc. Por lo general, dado que la inflación casi siempre es positiva, los convenios colectivos, al aprobarse, suelen implicar subidas salariales que compensen (un poco, poco o nada) la caída del poder adquisitivo de los salarios. La diferencia entre los incrementos del salario nominal (el que viene reflejado en el papel) y la inflación (la subida de los precios) determina la evolución del salario real (la cantidad de cosas que se puede comprar con el salario nominal). Como hemos visto con el salario mínimo interprofesional, aún en el caso de que se produzca una subida nominal, si la inflación es mayor, se tendrá una caída del salario real. Pero cuando hablamos de la evolución salarial según convenios, no nos referimos a los sectores peor pagados de la clase proletaria (los que cobran el SMI) sino a la evolución salarial de la gran mayoría de la clase proletaria porque, de los aproximadamente 16 millones de asalariados que hay en España (sin tener en cuenta funcionarios) 15,2 millones estarían sujetos a convenio colectivo.
Según los datos que proporciona el Instituto Nacional de Estadística (INE), la media del incremento salarial por convenio en el periodo enero-agosto de 2021 fue de 1,5%. De nuevo, con el dato de inflación en el 4%, vemos que la disminución media del salario real es del 2,5%.
La realidad es esta: mientras el gobierno ha puesto a disposición de la patronal los mecanismos de ajuste de empleo que esta ha considerado necesarios (ERTEs, despidos, etc.), mientras que a buena parte de los proletarios se les ha obligado, cuando entran en ERTE, a ceder el 30% de su salario al Estado (es decir, a la administración general de la burguesía), etc., en términos salariales vivimos una auténtica ofensiva patronal, que va camino de reducir las ya de por sí exiguas nóminas a niveles de verdadera miseria.
Y mientras todo esto sucede, el gobierno PSOE-Podemos y las organizaciones sindicales cantan victoria… una victoria verdaderamente siniestra porque consiste no sólo en obligar al proletariado a hacerse cargo del peso de la crisis económica sino, además, a hacerle aceptar este hecho pasándolo como medidas supuestamente favorables para los trabajadores y cubiertas del manto mágico del antifascismo y la lucha contra la derecha.
Cartel de mayo del 68: "El voto no cambia nada. La lucha continúa" |