Sobre la “huelga por Gaza” del día 15:
Los sindicatos colaboracionistas lanzan gestos vacíos mientras la masacre continúa en Palestina.
Sólo la lucha de clase proletaria podrá liquidar la guerra imperialista.
El próximo día 15 de octubre las dos grandes organizaciones sindicales han convocado una “huelga” de dos horas en solidaridad, “contra el genocidio en Gaza”. Esta convocatoria viene después de una serie de actos y manifestaciones masivos que han llamado la atención por su gran capacidad de convocatoria, como el boicot a la participación de un equipo israelí en la Vuelta Ciclista, las huelgas estudiantiles o las grandes manifestaciones por el aniversario del inicio de la actual guerra en Gaza.
El objetivo de CC.OO. y UGT es evidente: colocarse al frente, en el terreno laboral y “social” en el que se desarrolla la huelga, del movimiento en solidaridad con el pueblo palestino y, con ello, dar su contribución para que éste tenga un carácter meramente simbólico, sin ninguna trascendencia, más allá de la protesta estéril y el pacifismo inútil. En septiembre del año pasado organizaciones sindicales como CGT o Solidaridad Obrera ya convocaron una huelga por los mismos motivos. ¿Cuál fue entonces la posición de CC.OO. y UGT? Negarse a participar en ella. Una muestra más de la hipocresía, no moral sino política, que esconde esta convocatoria.
Por su parte, los sindicatos minoritarios, como CGT o los nacionalistas en Cataluña y Euskadi, han lanzado sus propias convocatorias, de “huelga” total durante el día 15 y no limitada como la de CC.OO. y UGT. Sobre esta convocatoria, de mucho menor alcance, y que replica la fragmentación y el aislamiento a que los grandes sindicatos someten al proletariado, se puede repetir lo que dijimos hace un año: sin promover la huelga entre los trabajadores, basándose en una difusión publicitaria y efectista de la misma, esta huelga por decreto coloca a estas organizaciones en el mismo nivel que CC.OO. y UGT.
¡Proletarios!
La guerra de destrucción y devastación que Israel lleva a cabo en Gaza y que seguirá, más pronto que tarde, tanto en la Franja como en Cisjordania, pese a los planes de paz de Estados Unidos, muestra la violencia que es capaz de ejercer una potencia imperialista, contra poblaciones enteras, para imponer sus exigencias territoriales, étnicas o nacionales, detrás de las cuales siempre está el beneficio económico que espera lograr tras la guerra. En el caso de Israel, la situación resulta especialmente sangrante porque en Gaza se está exterminando a la población palestina, primer paso para la consolidación del Gran Israel, con el que tanto la burguesía hebrea como las principales potencias imperialistas de Occidente sueñan desde hace décadas. Como ha llegado a decir el nuevo canciller alemán Merz: Israel está haciendo el trabajo sucio para beneficio tanto suyo como de los occidentales.
La imposición no sólo en el territorio palestino sino en todo Oriente Medio (Siria, Líbano, Egipto…) de un orden imperialista de extrema dureza, capaz de contener en este territorio la amenaza para el comercio y los negocios de Europa y Estados Unidos que supone la presencia de potencias regionales como Irán, ahora aliado a China y a Rusia, es el objetivo primero que se persigue con esta matanza que dura ya dos años. Es por ello que, junto a los bombardeos en Gaza, hemos visto ataques continuos a territorio libanés, bombardeos sobre Damasco, etc. Y en medio, en el centro de ese objetivo, se encuentran las masas palestinas, inermes, desheredadas y machacadas, tanto por décadas de políticas criminales israelíes como por la dureza con que han sido tratadas por las potencias árabes que supuestamente les apoyaban. El orden imperialista mundial juega sus fichas en el tablero de Oriente Medio, como hace un siglo lo hizo en los Balcanes, y la destrucción que esto conlleva golpea a diario a los palestinos en forma de ataques militares y hambruna.
¡Proletarios!
La actual guerra en Gaza muestra el futuro que espera a los proletarios de Estados Unidos y de Europa. En aquel territorio, sus burguesías imponen sus exigencias y su régimen de terror sobre la población palestina, como un paso ineludible en la preparación de un enfrentamiento a mayor escala. Buscan asegurar una paz teñida de sangre y acompañada de la destrucción a escala de toda Gaza, con la que consolidar su posición en la región… para poder dedicar sus esfuerzos y sus recursos a preparar la guerra, de mucho mayor alcance, que está por venir. Controlando la región, buscan tanto el beneficio inmediato como expulsar de ella a las potencias imperialistas rivales (China, Rusia, etc.), porque saben que el enfrentamiento futuro deberá ser con ellas, cualesquiera que sean la alianzas que prevalezcan en un momento u otro.
Es por ello que la victoria de sus burguesías, el triunfo de la coalición internacional que alimenta y ayuda al Estado de Israel, supone un triunfo del militarismo, en el plano social, político y económico, con el que sus burguesías buscan forzar al proletariado a aceptar las exigencias que planteará la guerra de mañana. Con la guerra actual en Gaza, la burguesía no sólo extrae un beneficio a corto y medio plazo, sino que refuerza las cadenas con las que aprisiona a la clase trabajadora de Alemania, Francia, Estados Unidos o España.
¡Proletarios!
El proletariado de los países imperialistas, principales responsables de las iniciativas bélicas de Israel no sólo contra Hamás o la Autoridad Nacional Palestina, sino, en general, contra el pueblo palestino en su conjunto, tiene la tarea, como clase, de luchar contra su propia burguesía, contra sus intereses nacionales y extranjeros y, por lo tanto, contra el militarismo creciente que prepara principalmente sobre todo a las masas proletarias para la guerra (y no solo para la guerra mundial cuando estalle, sino también para las expediciones bélicas, aunque sean «locales») porque es algo que se lleva a cabo en el exclusivo interés burgués e imperialista.
Esta lucha del proletariado contra su propia burguesía —que en esencia es una lucha contra la colaboración de clases— es la verdadera forma de solidarizarse con los pueblos oprimidos y masacrados en otros países, como es el caso de los palestinos y de cualquier otro pueblo reprimido por los poderes dominantes; es, al mismo tiempo, la forma de revelar ante los proletarios de todos los demás países y ante los pueblos dominados y oprimidos que la lucha de clases de los proletarios de los países imperialistas es la única lucha que puede influir en la política imperialista y en las iniciativas de las burguesías imperialistas, la única lucha que puede poner en dificultades a la burguesía imperialista y a la que pueden sumarse y unirse los proletarios de los demás países imperialistas y de los países en los que se lleva a cabo la represión más dura y la masacre por parte de los poderes burgueses nacionales, ampliando así el frente de la lucha de clases que, en perspectiva, transformará la guerra imperialista en guerra entre clases.
¡Proletarios!
Esta lucha de clase, a la que es llamada la clase trabajadora y que deberá asumir hoy o mañana, cuando los tambores de guerra ya hagan un ruido ensordecedor, pasa por la lucha contra las exigencias burguesas también dentro del propio país. La burguesía busca disciplinar política y socialmente al proletariado para que acepte sus imposiciones económicas y bélicas, que inevitablemente traerán (ya lo están haciendo) consecuencias nefastas para la vida de los trabajadores. La lucha contra la guerra imperialista es también la lucha por las condiciones de vida de los proletarios, la lucha por un salario que permita vivir, la lucha contra la carestía, la lucha contra los ritmos de trabajo imposibles de asumir, contra los accidentes laborales… porque en todos estos terrenos la clase burguesa busca extraer del proletariado hasta la última gota de beneficio y lo hace con el ojo puesto en reinvertirlo en nuevas y más dolorosas campañas bélicas.
Para afrontar este camino, la clase proletaria debe romper con la política de paz social, de conciliación con la clase burguesa, que existe desde hace demasiadas décadas. Debe retomar la lucha por medios y métodos clasistas y en defensa exclusiva de sus intereses. Y para ello debe romper con las políticas pseudocombativas que los grandes (y, tras ellos, los pequeños) sindicatos le imponen, con su intento de llevar el malestar social que ha creado la guerra en Gaza hacia el camino del pacifismo y la protesta vacía. Las huelgas simbólicas, incluso las de un día, no destruyen sino refuerzan, porque engañan y desvían la atención, los lazos que apresan a los proletarios en la red del frente interclasista. Los mismos sindicatos que fingen llorar por Gaza permiten cualquier medida anti obrera de la burguesía, sabotean huelgas ejemplares como las de los proletarios del metal de Cádiz o Cartagena, y brindan gustosos con la burguesía cada vez que se abre una fábrica de armas.
Aunque la paz social sea la tónica que prevalece hoy en día, el ejemplo dado por los estibadores de Génova, Turquía y otros países, negándose, en una acción coordinada internacionalmente, a cargar armas para Israel, muestra que es posible salir de la situación de derrota permanente, que la clase proletaria tiene una fuerza que puede hacer temblar los cimientos del orden burgués, a condición de que se dirija contra el enemigo de clase y que se ejerza con medios y métodos verdaderamente clasistas.
¡Por la recuperación de la huelga como arma de la lucha de clase del proletariado tanto para las reivindicaciones inmediatas como para las generales!
¡Por la reorganización clasista del proletariado!
¡Por la solidaridad internacionalista con los proletarios y las masas oprimidas palestinas, en Ucrania, en Rusia y en cualquier otro país! ¡Por la ruptura de los frentes nacionales!
¡Por la defensa intransigente de la lucha de clase proletaria!
09/10/2025 Partido Comunista Internacional (El Proletario) - www.pcint.org