jueves, 7 de abril de 2022

Lugares de la “sin memoria” en Valladolid

 

La memoria es una insurgencia frente a la falsificación, Roger Chartier.



La eliminación de los lugares de memoria, aquellos donde se han cometido crímenes, tiene como objetivo final acabar con la memoria de los hechos. Si no hay cuerpo, no hay delito, y paralelamente, la ausencia del símbolo desvanece la memoria; y eso es lo que los golpistas aprendieron y aplicaron desde un principio. La ocultación de los hechos criminales es el primer paso para negarlos. Nuestro sistema está levantado sobre un crimen fundacional, el golpe armado contra el gobierno legal republicano en julio de 1936. En su transcurso se cometieron miles de asesinatos y atropellos de todo tipo contra la población civil desarmada, lo que fundamenta de sobra la acusación por crímenes contra la humanidad de los responsables y autores.

En Valladolid, ciudad tomada por los golpistas el mismo 18 de julio, hubo escasa resistencia, y a pesar de ello los republicanos, izquierdistas y sindicalistas fueron víctimas de todo tipo de atropellos. El 10 % de la población fue muerto, represaliado o tuvo que escapar a su ejecución probable. Las ejecuciones extrajudiciales, en una cuantía superior a 1.000, se llevaron a cabo con todo tipo de precauciones. Las detenciones y paseos solían producirse por la noche; y en general, los asesinos actuaban en pueblos donde no eran conocidos. Los cuerpos de las víctimas se enterraron en lugares ocultos, en montes, en descampados, en cunetas y en general, en lugares alejados de las poblaciones, con el fin de hacerlos desaparecer. Además de los asesinatos, se produjeron miles de detenciones. Hombres y mujeres vallisoletanos pasaron años en las cárceles franquistas en este régimen, sin saber cuando los liberarían, sin saber de qué se les acusaba, y sufriendo todos los rigores de las prisiones de la época. Todos ellos son desaparecidos, personas que habitan un limbo legal, asesinados sin cuerpo y a veces sin identidad, sombras negadas por sus carceleros, por sus asesinos, por los cómplices e implicados en el sistema franquista, que necesitaba eliminarlos para imponerse con comodidad.

Y para mantener y afianzar este relato, se construyeron mitos y símbolos, que perduran hasta hoy, a la vez que se eliminaban concienzudamente pruebas, nombres, hechos y documentos. En suma, la MEMORIA de todo un país fue manipulada, tergiversada y hecha desaparecer. Dentro de este esfuerzo de tergiversación se inscribe la desaparición de los lugares de Memoria, aquellos lugares de nuestra provincia en los que ocurrieron los hechos más reseñables: las fosas del cementerio, convertidas en fosas comunes sin señalizar; la Casa del Pueblo, reconvertida en dependencias militares; el Círculo Republicano, enajenado por la Falange; las Cocheras de Tranvías, lugar de reclusión de los varones detenidos gubernativamente, hoy casino militar; la Cárcel Nueva, hoy centro cívico Esgueva, la Cárcel Vieja, que hoy conocemos como Biblioteca…En ninguno de estos lugares existe un solo signo que identifique el lugar por la función que cumplió.



ALGUNOS LUGARES DE MEMORIA EN LA CIUDAD DE VALLADOLID


PARTIDOS Y SINDICATOS

Partido Comunista: Calle Atocha (Barrio de Santa Clara). Hoy desaparecida.

CNT-AIT: Calle Francisco Zarandona. Hoy desaparecida.

Partido Socialista, UGT, Universidad Popular Pablo Iglesias: Casa del Pueblo. Calle Fray Luis de León, desaparecida (hoy dependencias militares)

Izquierda Republicana: Calle Leopoldo Cano, desaparecida (Escuela de Artes y Oficios).



LUGARES DE DETENCIÓN Y CONFINAMIENTO

Gobierno Civil
La sede del Gobierno Civil era un palacio renacentista que se organizaba alrededor de un patio de columnas. Estaba muy cerca de la Capitanía, en las cercanías de la plaza de San Pablo y frente al que hoy es Museo de Escultura. Por este lugar pasaron, en su gran mayoría, los detenidos en Valladolid y su provincia. Las torturas tenían lugar, sobre todo, en el patio interior, en el que había un pozo que todavía hoy se puede ver. Los testigos lo recuerdan con horror. Una vez identificados, se decidía su suerte. Muchos salieron de allí para ser asesinados. Otros, a las cárceles: a la Vieja, a la Nueva y a las Cocheras de Tranvías. El Gobierno Civil funcionó, por tanto, como una primera criba por la que pasaron los primeros detenidos vallisoletanos.


Cocheras de Tranvías
El número de detenciones tras el 18 de julio del 1936 aumentaba sin parar. Ocupadas en su totalidad las dos cárceles, Nueva y Vieja, los golpistas tuvieron que buscar otros lugares para el confinamiento de los prisioneros. El lugar que se les ocurrió fueron las Cocheras de Tranvías, dos naves con un patio interior en el centro, situadas en las cercanías del Arco de Ladrillo. Allí se encerraban los tranvías y estaban los talleres de reparación. Este edificio, por donde ingresaban los detenidos y al que tenían que dirigirse los familiares para saber de sus padres, hijos o hermanos, para llevarles ropa o comida, y donde les anunciaban su desaparición, existe todavía y se conserva tal y como era antaño. Hoy es propiedad del Ejército, que lo utiliza como casino y lugar de reunión. ¿Cuántos detenidos llegaron a pasar por las tristes Cocheras? Es casi imposible saberlo, pero fueron miles. La fama de las Cocheras se extiende por toda la provincia, pues es raro el pueblo que no tuvo a sus detenidos en aquel recinto. Pero además, los horrores que allí se vivieron han hecho de las Cocheras de Tranvías de Valladolid un símbolo de la represión desatada en 1936.


Cárcel Nueva 

La cárcel nueva, inaugurada por la República en julio de 1935, se convirtió paradójicamente en el destino final de muchos de sus dirigentes. Desde el mismo 18 de julio, las detenciones efectuadas por los golpistas fueron masivas. La más significativa, desde luego, fue la realizada en la Casa del Pueblo, donde más de 500 personas, hombres, mujeres, niños y ancianos, esperaban el desenlace de lo que parecía ser una intentona golpista más, parecida a la sanjurjada que ya habían vivido.
Sin embargo, todos ellos fueron desalojados de la Casa del Pueblo en la mañana del domingo 19 de julio y la mayoría ingresó en la cárcel Nueva de Valladolid, que muy pronto se llenó hasta niveles imposibles, llegando los detenidos a dormir en el patio. En la cárcel nueva estuvieron recluidas, sobre todo, las personas sometidas a juicio. De sus celdas partían para otras prisiones a cumplir las penas impuestas, o hacia el paredón.



Cárcel Vieja

Debido a la extrema decrepitud de esta prisión, la República levantó una nueva cárcel y abandonó este antiguo caserón en el año 1935. El golpe de estado volvió a llenar de presos este edificio, hasta el punto de sobrepasar su capacidad y ocupar escaleras, rellanos, etc. Al principio encerraban aquí tanto a hombres como a mujeres, pero en el mes de septiembre todos los lugares de reclusión estaban repletos, y las nuevas autoridades reorganizaron las prisiones. Así, determinaron agrupar a todas las mujeres detenidas en la antigua cárcel; destinar las Cocheras de Tranvías a cárcel masculina y reservar la cárcel Nueva para la celebración de juicios, las celdas de condenados a muerte y los presos en espera de juicio. El edificio de Chancillería estaba impracticable y no reunía condiciones para albergar personas. Las estancias se llenaron y las mujeres se tuvieron que ir acomodando por los rincones disponibles. Los vecinos de la zona se despertaban durante la noche por los gritos de los centinelas durante los cambios de guardia. Dentro, centenares de mujeres apelotonadas dormían en los suelos de las celdas, los pasillos, el patio y los rellanos. Aquí estaban encerradas chiquillas de apenas 16 años junto con ancianas de 70; obreras y maestras; activistas y esposas de alcaldes; muchas de ellas, con sus niños de pecho, a los que intentaban criar. Las supervivientes nos hablan de mujeres enloquecidas por las vejaciones sufridas y los asesinatos de sus maridos, padres e hijos; de mujeres embarazadas que dieron a luz estando presas; de criaturas muertas a causa de las condiciones del cautiverio; de milicianas violadas y torturadas que después desaparecían…



LUGARES DE ASESINATOS

El mismo sábado 18 de julio de 1936, al atardecer, los golpistas comenzaron a reprimir de la manera más brutal a cuantos ciudadanos pudieran oponerse al golpe de estado. Como es sabido, muchísimos afiliados y activistas de partidos políticos y sindicatos de izquierda se habían reunido en la Casa del Pueblo de Valladolid para intentar oponerse de manera organizada, pero fueron sitiados y no tuvieron opciones de defensa.

Fuera de la Casa del Pueblo, militantes y simpatizantes del radio vallisoletano del Partido Comunista intentaron resistir desde los barrios de Delicias, Pilarica y Santa Clara, mientras los falangistas, la guardia civil y los autodenominados “Voluntarios de España” (casi todos ellos jóvenes militantes de las Juventudes de Acción Patriótica, de la CEDA), patrullaban la ciudad, deteniendo a los que se cruzaban en su camino sin unirse de inmediato a ellos.

Los afiliados a la CNT se reunieron en su sede de la calle Francisco Zarandona, donde fueron sitiados por grupos de falangistas, que encabezados por el propio Girón de Velasco, dispararon sus armas y lograron tomar el local hacia las cinco de la madrugada. Los cenetistas allí apresados lograron salir con vida y fueron sometidos a proceso. Los falangistas entraron en los locales y destruyeron todo lo que encontraron en su interior. Los testimonios refieren que arrojaron todo tipo de documentos y enseres a la calle desde las ventanas, y luego les prendieron fuego.

En las calles se desató una cacería con final de muerte. Uno de los primeros en ser detenido y asesinado fue el concejal y miembro activo del Partido Socialista de Valladolid Eusebio González Suarez, quien había intentado infructuosamente conseguir armas en el Gobierno Civil para repartirlas en la Casa del Pueblo. Fue detenido junto con su esposa e hija cuando intentaba salir de Valladolid y asesinado en los pinares de las afueras de la capital.

El resultado de esta fiebre asesina fueron docenas de cadáveres arrojados por las calles, por los descampados, por las carreteras. Reunidas en la Academia de Caballería de Valladolid, las recién creadas Milicias Ciudadanas o Milicias Patrióticas recibían armas, cascos y alguna instrucción militar; algunos curas se presentaron también para entregarles medallas y escapularios: comenzaba la construcción ideológica de La Cruzada Salvadora, aquella en cuyo nombre se podía matar con la bendición eclesial. Reunidos y detenidos la mayor parte de los oponentes, los sublevados, en plena euforia criminal, fueron arrasando calles, barrios y pueblos a la caza del oponente.

Los cuerpos de las víctimas, abandonados de cualquier manera, eran recogidos por vehículos y llevados al Depósito del Hospital Provincial, donde permanecían un tiempo no especificado, pero que podía prolongarse varios días.

Hasta allí peregrinaban padres, madres, esposas e hijos buscando a sus familiares desaparecidos, aquellos que no habían regresado al hogar, o que habían sido detenidos. En el Depósito se llegaron a reunir docenas de cuerpos amontonados a la espera de su inhumación.

Los golpistas no tenían ninguna seguridad de poder salir vencedores de aquella sublevación, y por eso mismo eran conscientes de que se estaban jugando el todo por el todo. Sabían que si eran derrotados iban a pagar caras sus acciones. Por eso mismo mataron a sus víctimas en descampados y lugares alejados de la vista de todos, abandonando los cadáveres y enterrándolos en fosas comunes, a menudo lejos del lugar en donde las víctimas habían sido detenidas.

Se trataba, en definitiva, de eliminar las pruebas del delito haciendo desaparecer los cuerpos y sobre todo, las identidades de los asesinados. Y tan bien efectuaron esta labor que a fecha de hoy, en nuestra provincia, la mayor parte de las fosas continúan en lugares ignorados por todos y su memoria se ha perdido.

A pesar de esto, los sublevados utilizaron ciertos lugares más o menos públicos para asesinar a sus víctimas, y estos lugares sí se han conservado en la memoria de los testigos, que contemplaron escenas que no olvidaron jamás.

En la ciudad de Valladolid, en la tapia situada paralelamente a la línea de ferrocarril Madrid-Irún se llevaron a cabo muchas ejecuciones y también en el Prado de La Magdalena; ya en las afueras, la Cuesta del Tomillo y los alrededores del Canal, la Cuesta de la Maruquesa, y los alrededores del Pisuerga, sobre todo en la zona de El Palero y en la de El Cabildo, lugar éste donde aparecieron decenas y decenas de cadáveres, fueron los lugares donde los franquistas cometieron sus crímenes.

Los Montes Torozos y El Montico fueron también lugares de asesinatos masivos. Se trataba de parajes situados en la línea divisoria entre municipios, en cunetas y zonas arboladas, lugares conocidos por todos, pero de difícil acceso y semiocultos en los que se asesinó y enterró a ciudadanos de la ciudad y de localidades aledañas.

Aparte estaba el Campo de San Isidro, donde los sublevados ejecutaron mediante fusilamiento a casi 500 ciudadanos, a los que previamente habían sometido a simulacros de juicio.


El Campo de San Isidro

La ciudad de Valladolid se extendía hacia el este formando el barrio de San Isidro. Era un barrio obrero, de casas molineras, limitado por las vías del tren. La calle que hoy conocemos como Avenida de Juan Carlos I era una carretera conocida por los vallisoletanos como “Camino de Casablanca”. Hacia el este, la carretera de Soria arrancaba directamente de la Plaza Circular, saliendo por las llamadas “Puertas de Tudela”, hoy desaparecidas. Era sobre todo una zona de arrabal donde proliferaban las fincas agrícolas y las casas de labor. La zona presentaba unas elevaciones de terreno, una sucesión de cerros conocidos como los Altos de San Isidro.

En uno de estos Altos se encuentra la ermita del mismo nombre, un lugar bien conocido por los vallisoletanos, que acudían (como siguen haciendo hoy) a celebrar la Romería del 15 de mayo. Al otro lado de la carretera de Soria, en otro Alto, se encuentra el Cuartel de la Guardia Civil que es una construcción moderna. Y ya en dirección a Villabáñez, en otro Alto donde hoy encontramos el colegio Narciso Alonso Cortés, existían unas cascajeras naturales que surtían de este material a las constructoras vallisoletanas.

En conjunto, la zona era conocida como Campo de San Isidro, y fue el lugar escogido por los sublevados para ejecutar a los condenados a muerte tras juicio sumarísimo.

¿Por qué escogieron precisamente este lugar? Se trataba de una zona donde se realizaban maniobras militares y presentaba condiciones ventajosas en cuanto a seguridad. Estaba bien comunicado, pero a la vez, lo suficientemente alejado del núcleo de la ciudad como para evitar posibles problemas de orden público. La zona, bastante desolada, era fácilmente controlable. El paredón, situado en un desmonte, podía ser rodeado por las fuerzas armadas, que hubieran podido impedir cualquier conato de respuesta.

La conducción de los reos se efectuaba con enormes medidas de seguridad. No hacían falta, pues no hubo resistencia. Estas ejecuciones públicas eran seguidas por gran cantidad de vallisoletanos que acudían en grupo, ascendiendo por los desmontes al amanecer para contemplar el espectáculo. Es muy duro aceptar que estas gentes encontraran en el asesinato de sus convecinos una diversión; pero así fue, y muchos son los testimonios que lo confirman.

Mientras, los familiares y amigos de las víctimas permanecían en sus casas, sin ánimo ni valor para presenciar el asesinato. Desde los barrios aledaños, San Isidro, Pajarillos y Pilarica, se oían las descargas de fusilería y los vecinos, aterrados, iban contando los tiros de gracia para saber el número de ejecutados en aquella madrugada. Tras los fusilamientos, los cuerpos eran trasladados en camionetas hasta el cementerio municipal, donde normalmente eran enterrados en una fosa común. De esta manera fueron asesinadas casi 500 personas, condenadas a muerte en juicios celebrados fuera de la legalidad. El primer fusilamiento tuvo lugar en la madrugada del 29 al 30 de julio, y la víctima fue el doctor José Garrote Tebar, médico y concejal socialista que había sido sometido a Consejo de Guerra dos días antes, el lunes 27 de julio, y que fue el primer condenado a muerte por los sediciosos.





FUENTES y OTRAS INFORMACIONES:

Este artículo resume parte de un artículo de Orosia Castán, donde también se habla de los lugares de trabajos forzosos (como el Colegio Cristo Rey o la Granja José Antonio). Para leerlo completo: http://www.represionfranquistavalladolid.org/?Los-Lugares-de-la-memoria-en-Valladolid

Represión en los barrios de Valladolid (Pilarica y Pajarillos): http://valladolorenlabiblioteca.blogspot.com/2011/09/represion-en-los-barrios-de-valladolid.html

Sobre el Campo de Tiro de San Isidro: http://valladolorentodaspartes.blogspot.com/2018/11/valladolid-fuera-cuarteles-de.html

Sobre el Cementerio del Carmen de Valladolid: “La mayor fosa de fusilados del franquismo”: https://valladolorentodaspartes.blogspot.com/2017/09/valladolid-la-mayor-fosa-de-fusilados.html

https://valladolorentodaspartes.blogspot.com/2017/07/valladolid-memoria-historica-de-la.html

La memoria histórica institucional (no es memoria): https://valladolorentodaspartes.blogspot.com/2010/12/tres-anos-de-memoria-historica.html