viernes, 25 de marzo de 2022

RUSIA, UCRANIA… Y LA OTAN


 “De todos modos, sería raro exigir de los hombres claridad en un tiempo como el nuestro”.

(F. Dostoievski, Los hermanos Karamázov).

 

 

RUSIA, UCRANIA… y la OTAN

 

Países eslavos: la historia de ambos se inicia en el Principado del Rus en Kiev (S.IX).

La actual Ucrania es producto de la desintegración del Imperio Ruso tras la Revolución Soviética de 1917. Los bolcheviques, dirigidos por Lenin, apoyaron el derecho de autodeterminación de todas las nacionalidades sometidas al Imperio zarista. De ahí nacieron la Ucrania actual y las demás repúblicas soviéticas. La URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) era la unión de todas ellas en torno a Rusia. Tras la caída del muro de Berlín y la implosión de la URSS, todas estas repúblicas se volvieron independientes, manteniéndose en general en la órbita de una Rusia muy debilitada.

En 1949 se funda la OTAN, sistema de “defensa colectiva” creado por EEUU para oponerse a la URSS y a su influencia después de la 2ª Guerra Mundial. La OTAN es una organización militar criminal, dirigida por el imperialismo yanqui con la colaboración de sus socios, que ha participado en golpes de Estado (Chile, El salvador…), invasiones (Irak, Afganistán…) y guerras imperialistas (Yugoslavia, Libia…) y que ha liderado la contrainsurgencia y la represión a los movimientos sociales y populares por todo el mundo. EEUU, que controla la OTAN, lleva años saliéndose de tratados nucleares y boicoteando la desnuclearización, mientras hace cumplir a los demás sus condiciones para mantener la hegemonía mundial en este sentido.

Tras la caída de la URSS (1991), la OTAN, junto a la UE, ha ido expandiendo sus bases hacia el este, hasta comerse literalmente casi todos los países europeos antes soviéticos. El cerco creado frente a la URSS (actualmente Rusia) no ha parado de crecer desde 1991 (ejemplos son lo sucedido en la República Checa, en Polonia o en las Repúblicas Bálticas). A pesar de que muchos de ellos incumplen los derechos humanos, la libertad educativa y censuran por doquier, todo eso ha dado igual, como se vio en el conflicto de 2008, donde Rusia intervino también paralizando la anexión de Osetia del Sur a Georgia, por ser proclive esta última, como Ucrania, al ingreso en la OTAN.

En 2017, Ucrania volvió a solicitar su ingreso en la OTAN, y esas intenciones se incrementaron en 2019 con la llegada al gobierno del derechista Zelensky.

Dentro de esta expansión hacia el Este, la OTAN apoyó las protestas de la llamada “revolución naranja” en Ucrania en 2013 que provocaron el golpe de estado del Euromaidan y el cambio del gobierno ucraniano, de uno pro-ruso a otro pro-occidental (pro-OTAN y UE). Pero la revolución naranja, dirigida por elementos pro-occidentales pero sobre todo nacionalistas y fascistas, no fue apoyada por igual en toda Ucrania. Las regiones de habla rusa e industriales del este, Donetsk y Lugansk (el Donbass), y otras provincias se mantuvieron fieles al anterior gobierno. Fue entonces, en 2014, cuando se inició realmente esta guerra.

EEUU, la UE, varios partidos de ultraderecha ucranianos y la iglesia ortodoxa auspiciaron la “Revolución de la dignidad”, una oleada de protestas contra el gobierno pro-ruso de Yanukovich. El estallido de 2014 desembocó en el gobierno pro-fascista de Poroshenko, quien se acercó a la UE y EEUU dando lugar a una censura descarada, abriendo aún más la brecha entre las clases sociales y desarrollando un nacionalismo ucraniano de carácter marcadamente anti-ruso, con la difusión de personajes nazis de la resistencia antisoviética (como Stepan Bandera) y la incorporación a las instituciones del régimen de organizaciones abiertamente nazis (como el Batallón Azov, regularizado dentro de la Guardia Nacional desde entonces). Todo esto, lógicamente, chocó con las zonas de mayor población rusa del Donbass y Crimea, desembocando en la proclamación de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk en 2014 y la consiguiente guerra entre las milicias populares y el ejército ucraniano, en el que han participado y siguen participando unidades bajo control de grupos abiertamente fascistas y neonazis.

La situación económica en Ucrania, junto a las tensiones políticas, provocó no solo dichas protestas y el cambio de gobierno auspiciado por las potencias occidentales, sino también una enorme emigración económica (y política), hacia Rusia por un lado y hacia los países centroeuropeos por otro, que se han beneficiado durante todos estos años de una mano de obra barata que ha ocupado los trabajos con peores condiciones y salarios. Miles de ucranianos han tenido que emigrar durante estos años, miles de mujeres ucranianas que han sido explotadas en el servicio y la limpieza en Alemania y otros países del Este. La apuesta “democrática” de la UE ha conllevado el establecimiento de un liberalismo rampante en el que han proliferado, además, las mafias de la prostitución, las madres de alquiler y otras formas de violencia contra las mujeres trabajadoras.

Durante 8 años el gobierno ucraniano ha estado en guerra contra las milicias populares de las repúblicas del Donbass. Una guerra que ha conllevado 20.000 muertos y más de 700.000 refugiados (hacia Rusia), una guerra que ha sido sistemáticamente silenciada por los medios de comunicación y en la que los paramilitares nazis, apoyados por el gobierno ucraniano, se han cebado con los sindicalistas, anarquistas y comunistas (como ejemplo, el incendio de la Casa sindical de Odessa donde fueron achicharradas vivas 59 personas, incluyendo ancianos y niños que se habían refugiado allí ante la violencia de las manifestaciones nacionalistas comandadas por el Pravi Sektor, “Sector de derecha”, nazi). Esta guerra, la guerra del este de Ucrania, no ha cesado ni un momento desde entonces. Aún hoy, las citadas repúblicas son bombardeadas día tras día por el ejército ucraniano.

El 24 de febrero, el presidente del gobierno ruso declaraba la guerra y ordenaba la invasión de Ucrania, con los objetivos supuestos de su “desmilitarización y desnazificación”. Alegaba las matanzas del Donbass y que los rusos no podían permanecer impasibles ante la muerte de sus hermanos. Pero Rusia había estado 8 años sin mover un dedo.  ¿Qué es lo que, ahora, ha precipitado los acontecimientos?

 


QUÉ HACEN LOS DE ARRIBA

La guerra económica por las materias primas y los corredores energéticos y de transporte se ha agudizado enormemente en estos años. Las intervenciones armadas se suceden en África y toda la zona euroasiática: Ucrania (Rusia), Siria (EEUU), Palestina (Israel), Yemen (Arabia Saudí), Sáhara (Marruecos), Somalia (EEUU, otra vez)… y nos dejamos Libia, Afganistán, Irak… No es extraño pues que desde 2014 (inicio del conflicto de Ucrania) EEUU haya aumentado enormemente su venta de hidrocarburos. Así se entiende mejor también el boicot comercial auspiciado por EEUU a la construcción del gasoducto North Steam 2 que pretendía llevar el gas a Alemania desde Rusia. Como no podía ser de otra manera, la guerra beneficia fundamentalmente a las grandes corporaciones energéticas norteamericanas y a la industria armamentística global.

Ante este panorama, todas las potencias imperialistas se aprestan para la guerra. Y Rusia no es una excepción. Tampoco la UE, con su hipocresía y su supuesta democracia. La UE ha cerrado filas detrás de la OTAN como nunca. El lacayo Borrell ha aseverado que vienen tiempos duros y “hay que estar unidos”, avisando de que se acordarán de quien no esté a su lado. La unidad nacional, la unidad con nuestros explotadores, está siendo propagada por todos los partidos políticos y sus lacayos: los medios de comunicación se llenan de belicismo, todos los tertulianos y “expertos” llaman a la guerra y al envío de armas. Y el presidente Sánchez lo firma.

La censura de las informaciones rusas y de otras fuentes, en favor de una única perspectiva sobre la sola responsabilidad de Rusia en este conflicto, es la consecuencia de la pertenencia del Estado español a la OTAN. Y como consecuencia de ello, todo lo demás: El silencio acerca del auge de los movimientos neonazis en Ucrania (que está siendo utilizado como campo de entrenamiento por los grupos nazis de toda Europa); la propaganda de la reacción nacionalista y de “la democracia”, en todos los países y por todos los medios; la participación “militar” de occidente, desde Alemania que -por primera vez desde la segunda guerra mundial- ha aprobado presupuestos de guerra, hasta España y sus envíos de armas caducadas, pasando por el entrenamiento militar de la OTAN, la venta y entrega de armas generalizada al bando ucraniano con la intención de cronificar el conflicto, etc., etc.

Los medios de información de masas y los Estados tratan, con su perspectiva sesgada del conflicto, de crear un caldo de cultivo para que la opinión pública sea proclive al envío de tropas. La UE ya ha empezado con el envío de material armamentístico, y su proyecto de ejército común se intenta acelerar ante la situación.

Cuando un conflicto armado se siente cerca, la población reacciona: y el poder aprovecha para extender ese sentimiento rancio europeo. Pero los conflictos imperialistas nunca han parado, como en Kurdistán, Afganistán, Siria, Centroáfrica... Mientras estén lejos, no pasa nada: se asume la doctrina Monroe: alejando las guerras que EEUU genera fuera de su territorio, lo que no deja de reportarles inmensos beneficios económicos y escasos costes.

Todos los gobiernos europeos están propagando a marchas forzadas el discurso belicista y la propaganda “patriótica” y pretenden aprobar de urgencia aumentos de los presupuestos de defensa. Lo mismo está sucediendo en el “bando” ruso (con la censura a medios de comunicación y a la libertad de manifestación) donde se han producido movilizaciones de madres y familiares contra la guerra y la movilización de sus hijos, y donde se cuentan por miles los manifestantes detenidos por posicionarse públicamente contra la guerra. 

Los miles de refugiados en las fronteras de Ucrania (más de un millón en Rusia, otro millón y medio hacia Polonia y otros países del entorno) son la primera consecuencia humana de la guerra, junto a las víctimas civiles de ambos bandos. El drama de los refugiados se multiplica con la proliferación de mafias de trata de blancas y prostitución que están haciendo su agosto en las fronteras ucranianas. Pero el drama humano no termina aquí. Las consecuencias de las sanciones económicas y los bloqueos comerciales realizados por Occidente a Rusia (y viceversa) reportarán desastrosas consecuencias para la clase trabajadora, la clase social que sufre siempre las consecuencias negativas de las guerras de los ricos. Así, las sanciones no afectan al petróleo o los diamantes, pero se sufren inevitablemente en una subida aún mayor de los precios y en la miseria creciente entre las clases populares y trabajadoras. Rusia posee la principal reserva energética y de materias primas del mundo. Las sanciones a Rusia son sanciones a los trabajadores. Tanto allí como aquí, somos los trabajadores los que vamos a pagar sus guerras…

Los dos “bandos” utilizan las mismas armas: la propaganda y la censura, la utilización de la población civil y de los escudos humanos, la unidad nacional junto a los asesinos y explotadores, y la represión y persecución de la disidencia. Tal para cual, una mala parodia de la historia que precedió a la 1ª Guerra Mundial: “El imperio ruso agresor” por un lado y, por el otro, los nacionalistas y socialdemócratas europeos votando la guerra y mandando todos ellos a la muerte a miles de personas. ¿No hemos aprendido nada del siglo XX?


 

QUÉ DEBEMOS HACER LOS DE ABAJO

Es urgente y necesario combatir estos mensajes, aportando dosis de realidad y objetividad en contra de la información sesgada y de corte “otanista” que se ofrece en los medios oficiales de información, cuyo único objetivo es culpabilizar únicamente a Rusia-Putin y legitimar ante la opinión pública cualquier tipo de contraofensiva por parte de la OTAN.

No debemos consentir la incorporación del estado español a las cruzadas imperialistas de ningún tipo. Debemos apoyar las movilizaciones contra la guerra, y luchar, cada uno en su propio territorio, contra el belicismo, contra la propaganda imperialista y los causantes de la guerra; desarrollar campañas, acciones y herramientas organizativas encaminadas a la oposición por parte de la clase trabajadora a este tipo de políticas nacionalistas e imperialistas, mediante el derrotismo revolucionario, la desobediencia y la abstención activa: que el voto no legitime sus guerras y la miseria que generan.

Debemos extender la solidaridad de clase e internacionalista, no colaborando con ninguno de los bandos imperialistas en liza, extendiendo la solidaridad a nuestros hermanos de clase rusos y ucranianos, por encima de banderas, naciones y fronteras.

 


Ni con Putin ni con Ucrania ni con la OTAN.

No al envío de armas. NO a la intervención en la guerra. Ni un euro ni un soldado para la guerra.


¡COMIDA, NO BOMBAS! 

GASTOS MILITARES, PARA ESCUELAS Y HOSPITALES.

 

CONTRA LA GUERRA IMPERIALISTA, POR LA LUCHA DE CLASE